Si bien las mujeres lograron hacerse camino en espacios deportivos previamente masculinizados, existen algunos que todavía imponen resistencia. En 1922 se crearon los Juegos Mundiales Femeninos como protesta hacia las discriminaciones cometidas por el Comité Olímpico Internacional. Desde entonces, el deporte femenino profesional ha evolucionado y logrado romper con muchos estereotipos y prejuicios, aunque algunas cosas parecen no cambiar o evolucionar al mismo ritmo.
Al día de hoy, los cuerpos técnicos de deportes como fútbol y básquetbol están compuestos, en su mayoría, por hombres. De hecho, cada vez que se anuncia a una mujer como nueva directora técnica, preparadora física o cualquier otro rol, sea en un equipo masculino o femenino, es todo un evento. Entre críticas, prejuicios y comentarios discriminatorios, las aprobaciones se ven eclipsadas.
Los puestos que menos se cuestionan son aquellos relacionados a la medicina, la kinesiología y la nutrición, trabajos históricamente feminizados y estereotipados. La ventaja que estos puestos presentan es que son de los pocos dentro de un equipo deportivo que no suelen verse afectados con la incorporación de un nuevo entrenador y cuerpo técnico. De todas formas, las personas que los ocupan son muchas veces pasadas por alto y no reciben el mismo nivel de atención y prestigio que otros cargos.
Lo cierto es que, ocupen el puesto que ocupen, es común que las mujeres pasen por un inevitable proceso de aceptación por el que tengan que ganarse el respeto de los deportistas y el resto del cuerpo técnico masculino. Si bien el porcentaje de mujeres trabajando en el ámbito podría ser menor, sigue molestando el hecho de que parece que deben esforzarse y trabajar mucho más que el resto de sus colegas varones.
Puestos inasequibles
La situación se dificulta aún más si nos enfocamos en casos en los que las mujeres pretenden ser entrenadoras de equipos masculinos y femeninos. Esto no sólo sucede en Uruguay y en los deportes más populares, sino que es un problema que abarca a muchos países y disciplinas. En 2017 la entrenadora de fútbol chilena Paula Navarro estuvo a punto de convertirse en la primera mujer en dirigir y entrenar un equipo masculino profesional en su país. Fue anunciada su entrada a Santiago Morning, pero debido a varias críticas y comentarios por parte de los jugadores y el resto del cuerpo técnico, Navarro no acabó por desarrollar el rol que se le había prometido y asumió en ese mismo equipo como asistente del entrenador Jaime García.
Una de las críticas que recibió la entrenadora fue hecha por el arquero y capitán del equipo, quien declaró que una mujer en un camarín con hombres se salía de contexto y que afectaría la comodidad de los jugadores. Por otra parte, Miguel Nasur, uno de los dirigentes del equipo, se sumó a la crítica: “No sería fácil para una mujer dirigir un equipo de hombres. Hay puestos que van más allá de la igualdad de género. Tienen que ver con la experiencia, la capacidad de manejar grupos”. Es importante resaltar que cuestionó la experiencia y preparación de Navarro, quien es técnica deportiva, estudió para ser entrenadora, realizó cursos en el Fútbol Club Barcelona, en el Real Madrid, y estudió psicología deportiva y administración olímpica.
En la AUF es obligatorio incluir al menos una mujer en los cuerpos técnicos del Campeonato Uruguayo Femenino.
Esta no es la primera vez que un hombre se pronuncia en contra de una mujer que pretende desempeñar el papel de entrenadora. Gala León era capitana del equipo español de la Copa Davis en 2014, pero Toni Nadal, entrenador y tío del tenista Rafael Nadal, se posicionó en contra de esta decisión y argumentó que para él eso significaba una dificultad logística, porque dentro de los vestuarios se está con poca ropa y que sería más fácil que el capitán sea hombre. Lo que sorprende de este tipo de argumentos es que parecen no aplicar en casos en los que hombres lideran equipos femeninos. En esos escenarios no parece molestar que un hombre ronde los vestuarios de mujeres.
Una de las razones por las que no vemos más representación femenina en estos puestos es por el propio rechazo de los integrantes masculinos que lideran estos espacios. No es fácil romper con esos estereotipos, la desigualdad social presente en nuestras vidas cotidianas se traduce a este ámbito. Muchas veces estos tienen la habilidad de hacer sentir a las mujeres como intrusas, en un espacio que, en principio, fue creado por y para el hombre. La mujer que intenta insertarse posiblemente se encontrará con obstáculos que deberá sobrellevar para continuar.
Sucede poco
En Argentina, de los 19 clubes que compiten en la Primera División femenina, sólo dos cuentan con entrenadoras. En cuanto al cuerpo técnico, el panorama no mejora. La mayoría de equipos no supera el 30% de representación femenina, otros dos no cuentan con ninguna y sólo dos incorporan a más mujeres que hombres. En España la historia es casi la misma. Datos recogidos en 2019 por el Ministerio de Cultura y Deporte español muestran que de las 68 federaciones deportivas, ninguna cuenta con mujeres en puestos de responsabilidad. En algunos casos, forman parte del equipo directivo, pero siempre en el puesto de secretaria.
En una investigación publicada en la revista de psicología y ciencias afines Interdisciplinaria, que estudia la brecha de género en el deporte, se explica que la justificación más común ante esta situación es que estos puestos son asociados con la disponibilidad de tiempo, flexibilidad y energía, lo que da a entender que, en el caso de la mujer, su situación familiar dificulta estos requerimientos. Esto también lo confirma el Journal of Athletic Training, que en una de sus publicaciones expone las barreras que las mujeres enfrentan al intentar llegar a estos puestos. En esta se presentan dos tipos de factores que logran mantener esa barrera: organizacionales y personales.
Las primeras refieren a los estereotipos de género y la cultura que rodea a la discriminación por parte del hombre. Uno de los términos que más se repiten al debatir estos temas es el “good old boys club”, un término inglés que se refiere a cualquier campo ampliamente masculinizado, donde se suelen dar situaciones en que el hombre menosprecia y se niega a hablar, tratar o trabajar con una mujer. Por otro lado, los factores personales explican cómo la familia, la maternidad y la falta de mentores dificultan aún más el panorama.
Daniela Díaz, la primera mujer en ocupar el cargo de directora técnica de River Plate femenino de Argentina, tuvo que esforzarse mucho para llegar a entrenar en Primera División. En 2020, cuando aún entrenaba al equipo femenino de Belgrano, Díaz afirmó que “en el fútbol se cree que si no jugaste a determinado nivel, no estás apta para enseñar”. Y agregó: “Las que tenemos la posibilidad de trabajar en clubes tenemos que hablar por todas las que están hipercapacitadas y llenas de títulos, pero que no tienen oportunidades”. Muchos varones son convocados para ejercer como entrenadores luego de haber sido futbolistas, mientras que las mujeres deben cumplir con más formación y requisitos que justifiquen y prueben su preparación. En una entrevista para el diario deportivo Olé, Díaz opinó sobre lo poco común que es ver a una mujer dirigir a un equipo masculino en comparación a la cantidad de hombres en equipos femeninos: “Es injusto, muchas entrenadoras se están formando, pero hay muchas que están muy capacitadas. No digo que no haya varones que lo hagan bien y se dediquen, sólo que va a ser tiempo de que nos dejen a nosotras tener nuestro lugar”.
“Ojalá que en algún momento se saque esa obligación y sigamos teniendo la oportunidad”. Fabiana Manzolillo
Un paso
En Uruguay este patrón parece repetirse. Tanto la entrenadora de fútbol Fabiana Manzolillo como la entrenadora de básquetbol Victoria Pereyra afirman que en nuestro país es muy difícil desempeñar este rol y que las oportunidades a las que las mujeres pueden acceder son escasas. Manzolillo, directora técnica del equipo de fútbol femenino en Montevideo Wanderers, entiende que si bien los clubes deportivos están en su derecho de elegir el perfil y las características que quieren para su entrenador, es necesario que las mujeres puedan demostrar cómo se desempeñan, puesto que sin experiencia es aún más difícil este recorrido. Asimismo, destaca la decisión de la AUF sobre la obligatoriedad de incluir al menos una mujer en los cuerpos técnicos del Campeonato Uruguayo Femenino: “Por un lado, está bueno, pero ojalá que en algún momento se saque esa obligación y sigamos teniendo la oportunidad, por la capacidad que tengamos”.
Victoria Pereyra, coordinadora de básquetbol y entrenadora de varias categorías en Lagomar Country Club, cree que Uruguay no es la excepción y que las barreras están muy presentes en el ámbito deportivo, aun cuando estas son cada vez menos. Manzolillo explica que no quiere que por ser mujer se le dé un cargo sin estar capacitada, pero que “también hay hombres que no tienen la capacidad de estar dirigiendo y lo hacen”. Y agregó: “Tenés que dirigir porque sos mujer y porque tenés la capacidad de hacerlo, igual que el hombre”.
Cuando de entrenar equipos masculinos se habla, Pereyra cree imposible lograrlo sin ser evaluada, cuestionada y subestimada: “Siempre debemos demostrar lo que sabemos, que estudiamos y nos capacitamos tanto como cualquier hombre. A los jugadores y al resto de personas que rodean al equipo”. Manzolillo también cree que a la mujer se la observa más, pero entiende que, en parte, esto se debe a que la mujer entrenadora tiene muy pocos años de vida.