Eduardo Espina nació en Montevideo, es poeta, ensayista, docente y muy futbolero. Actualmente vive en Texas, Estados Unidos, donde hace más de 40 años fue a estudiar y se terminó asentando; hoy dicta una cátedra en la Universidad Texas A&M sobre fútbol mundial y literatura. En diálogo con la diaria contó que “caminando por la rambla o yendo al Mercado del Puerto” es feliz, extraña Uruguay y no ha podido dejar de ser hincha de Peñarol. A distancia, combate el insomnio con fútbol de difícil acceso, mientras sigue las carreras de uruguayos perdidos por el mundo y analiza las similitudes entre la música, la poesía y la literatura con el fútbol.
“Hace ya 44 años que me vine a estudiar acá y nunca pensé en quedarme. Me fui con la idea de volver a Uruguay, trabajaba en El País, me vine para acá y cuando querés acordar se te fue la vida”, relata Espina sobre el camino que lo trajo hasta acá. Agradece tener la “suerte de poder enseñar lo que he estudiado, que es la poesía y el fútbol”.
La charla se desarrolla en varios niveles: la principal, en la que Eduardo relata sobre su vida e historia personal y profesional; la secundaria, donde incontables anécdotas de entrevistados famosos durante su pasaje por el periodismo en el último cuarto del siglo pasado irrumpen en el relato para sazonar la conversación; y la terciaria. Producto del intercambio surgen sueños y proyectos no concluidos, como un mensaje hacia el futuro.
“Yo vivo un desplazamiento de estructuras que han sido disciplinadas para generar un efecto. Eso es lo que veo en la poesía y en la literatura. El fútbol es como la poesía, en el sentido de que lo que te interesa es lo que sucede en el momento menos esperado; lo inesperado que tiene el fútbol lo hace popular”, teorizó el docente, y ejemplificó: “Hay partidos en que el equipo que la tuvo menos hace el gol en el último córner. La poesía es algo parecido. En una novela o en un cuento eso es diferente porque hay personajes, hay una narración con orden, pero la narración del fútbol es totalmente impredecible”.
Poesía y fútbol
Espina escribe poesía desde los 14 años gracias a la formación de Stella Santos, una docente que lo marcó, ganadora del premio Florencio Sánchez y gran directora: “Ella me dijo ‘olvídese del fútbol, que el fútbol es hoy, pero la poesía es para siempre’”, recuerda con cariño. Luego tuvo un famoso profesor, Roberto Tosar, “que me metió esta idea de leer y leer”, explicó.
Al mismo tiempo, le gustaba jugar mucho al fútbol y tuvo un buen vínculo con Juan Alberto Pepe Schiaffino y otros jugadores que fueron profesionales. Lo recuerda como “un tipo que hablaba muy técnicamente, por ejemplo, no decía patear al arco, decía shootear”. Schiaffino “no era del mundo del fútbol, era un intelectual del fútbol y hacía comentarios que no tenían que ver únicamente con el partido, sino con la vida en sí”, recuerda.
“El año que viene mi seminario de poesía cumple 40 años, algo sin precedentes”, valoró el docente. La idea se originó como “una clase para atraer estudiantes expertos en Estudios Latinoamericanos”, pero como lo suyo era la poesía, optó por dar a Pablo Neruda, a las mujeres como Delmira Agustini y diseñó un curso en que se anotaron 15 estudiantes.
“Después de ese éxito, vino lo del fútbol. Soy entrenador de un equipo de niños hispanos de bajos recursos, donde cubrimos los requisitos mínimos para competir en liga porque ellos no tienen algo tan abarcativo como el baby fútbol en Uruguay”, comparó el docente y completó: “Empecé a dirigir, porque siempre el fútbol ha estado conmigo, a la par de la poesía. Una cosa es dirigir un equipo de muchachos, otra cosa es dar una clase de fútbol: se te duerme la gente, sobre todo en un país como este, donde el fútbol no era tan popular hace 40 años”.
De todas formas, contra ese contexto, implementó “la primera clase estructurada en Estados Unidos en las que se habló de fútbol, como si alguien hubiese promovido las bebidas energéticas antes de que apareciera Red Bull”, bromeó y explicó: “Cuando empecé a enseñar las clases de fútbol, si hablaba de la técnica y esas cuestiones, no iba a atraer a los estudiantes, entonces busqué la forma de contar la historia del fútbol a partir de la literatura”.
En este curso enseña a Fontanarrosa, a Galeano, a Eduardo Sacheri, Liliana Heker, autora de “La música de los domingos”, a su criterio, “el mejor cuento escrito por una mujer sobre el fútbol”. “A partir de lo que se escribía en Inglaterra en 1860 cuando empieza el fútbol, antes de transformarse en un deporte oficial con estructura, hago una especie de antropología de todo lo que se ha escrito a partir de la ficción respecto al fútbol en Latinoamérica y el mundo”, resumió el escritor.
Con el tiempo la clase se hizo popular puesto que los estudiantes aprendían mucho sobre Latinoamérica, de lo que, según Espina, “hay mucha ignorancia y mucho prejuicio, sobre todo de los grupos de derecha política en Estados Unidos, que siempre han visto a Latinoamérica como el enemigo, por ignorancia”.
La identidad uruguaya a base de rigor
El escritor es también fanático del fútbol, genera paralelismos entre aspectos poéticos y literarios constantemente. Sobre la identidad uruguaya, asegura que “hay un sentido de bajo perfil en Uruguay que es parte de nuestra identidad, que lo han dado tanto el fútbol como la literatura”. “Es como una figura literaria la garra charrúa. Ese ser nacional no está estudiado, más allá del País de la cola de paja, de Mario Benedetti, que habla de los años 50. El ser nacional uruguayo es un tema fascinante para estudiar, nuestra identidad y tradición”, sostiene Espina.
El Mundial de 1930 “fue una batalla donde los argentinos fueron los invasores. Era una bestialidad lo que cuentan los diarios de la época. No tiene nada que ver con el fair play que promueve la FIFA hoy”, compara el escrito y explica que “el maestro Tabárez logró mejorar el fútbol uruguayo sin perder la garra. Lo vimos contra Holanda y Alemania. Creo que Marcelo Bielsa entiende por dónde seguir este camino”.
“En la vida hay rigores diferentes, Tabárez y Bielsa son maestros diferentes, pero tienen mucho rigor, sentido táctico y gran llegada al jugador. Uno que sabe de fútbol sabe cuando el otro sabe y no es un improvisado”, argumenta Espina, que, también entrenador, se declara “un tipo anti Ribas, que les gritaba a los jugadores”. Entre sus destacados están el maestro Tabárez, Bambino Veira y José Ricardo de León. “Uruguay siempre ha tenido muy buenos entrenadores, pero ahora hay una nueva disciplina en combinación con nuestra historia”, sentenció.
Los resultados “hacen la diferencia en el fútbol entre ser un santo y ser un diablo”, explica el poeta, que sostiene que “los ciclos se cumplen, en el caso del maestro, por una razón física”. Para Espina la Asociación Uruguaya de Fútbol “hizo muy bien en traer a Marcelo Bielsa, va a enriquecer al fútbol uruguayo” porque “el potencial uruguayo puede ser mejorado muchísimo con una visión científica”. Dice el poeta que “el fútbol es el espacio más reacio a los cambios profundos”, aunque le parece que “el uruguayo se ha dado cuenta que no hay lugar para el folclorismo del barrio y la prepotencia de ‘ganamos a la fuerza’. Ahora, en el fútbol, como en la vida, se gana con inteligencia, criterio y pensamiento”.
El vicio del fútbol de difícil acceso
Como todo uruguayo que rehizo su vida luego de emigrar, el fútbol funciona como ese cable a distancia que comunica con la tierra natal, como un cordón umbilical identitario; aunque sea un partido intrascendente, verlo te acerca. Siguiendo esta lógica, Espina recurre frecuentemente al fútbol para apaciguar sus noches de insomnio.
“Había empezado a seguir un club de Tailandia porque tenía jugadores argentinos y un uruguayo, sólo por curiosidad”, relató y continuó: “Cuando Diego Forlán se fue a Japón empecé a seguir su segunda división. Sobre todo me interesa la mecánica del fútbol y el desplazamiento de esta disciplina en la que interviene el azar”.
En España mira al Real Oviedo porque estuvieron Tabárez y Julio César Dely Valdés, otras veces siguió el camino del Celta de Vigo para salvarse del descenso, o el del Deportivo La Coruña. “Sigo mucho la segunda división inglesa, el Championship, soy hincha del Luton Town, uno de los equipos más pobres. Fui a conocer la cancha, que está en una zona de fábricas de sombreros, con mucha pobreza”, narró. Al escritor le interesa más que nada “la sociología del fútbol, cómo debe servir como elemento socializante, la gente no ve eso, cree que es el Real Madrid y el Barcelona, pero no, el fútbol es mucho más complejo que eso”.
Aunque esta forma de consumir fútbol en muchas oportunidades está ligada a la frase “el fútbol es el opio de los pueblos”, el poeta se opone tenazmente: “Para mí el fútbol es el no pensamiento. El opio de los pueblos remite a un efecto narcotizante, que no es lo mismo, eso sería el que está cambiando el televisor todo el tiempo viendo boberías. Es decir, en los 90 minutos del fútbol desaparece otra dinámica de la realidad, no estás pensando en nada, pero estás viendo el partido e identificás cosas que no se ven”.
“El fútbol es hoy, pero la poesía es para siempre”.
Espina argumenta que lo que sucede al mirar fútbol “no es un pensamiento funcional o utilitario, es un pensamiento por el pensar en sí, del fútbol. El opio, por el contrario, va por el hecho de estar bombardeados con partidos de fútbol, hay fútbol todo el tiempo y al final no terminás disfrutando nada”. “El opio de los pueblos es la comercialización del fútbol, su industrialización para que podamos consumir fútbol a cualquier hora del día, de manera indiscriminada” y que “con el no pensamiento me estoy refiriendo a salir de la realidad, entrar en el espacio de lo sublime y disfrutar de cómo hizo su trabajo el entrenador”.
Ritmos literarios, narrativas y la garra charrúa del Maracanazo
De todos los deportes, el poeta asegura que “el fútbol parece que es el menos literario”. Hay muchas películas y novelas de béisbol y de boxeo, pero “no hay novelista que sepa manejar bien el tiempo del fútbol”, argumenta el escritor. La fragmentación en tiempos o rounds permite crear una narrativa diferente en torno a la acción en otros deportes.
En el fútbol, a nivel mundial, “los dos libros más leídos, que deben ser Fiebre en las gradas, de Nick Hornby, y El fútbol a sol y sombra, de Eduardo Galeano, y ambos son ensayos, no hay ninguna novela destacable. Mientras que de boxeo hay tres o cuatro obras maestras y de béisbol también”, reclamó Espina.
“Creo que tiene que ver con el tiempo y con no saber manejar a los personajes”, apunta. 30 años atrás se imaginaba a Denzel Washington haciendo de Obdulio Varela en una película que contara su epifanía durante el Maracanazo. “Nadie ha hecho nada y daría para hacer una novela o película extraordinaria”, lamentó. El docente advierte que “las victorias épicas del fútbol no se han relatado. Quizás habría que enseñar más sobre la relación del fútbol con la literatura y también con el ser nacional”.
“No importa cómo, pero ganamos. La historia sólo recuerda un resultado, no sus circunstancias. ¿Cómo puede ser que no haya un libro estudiando la garra charrúa a través de una novela?”, exigió el poeta. O “Maracaná, que está esperando a que alguien venga y haga un best-seller”, anunció.
El fútbol entre el pueblo y la academia
A pesar de haber enseñado sobre fútbol en una universidad extranjera durante casi medio siglo, Espina asegura que el fútbol “recién ahora se está convirtiendo en algo cool, antes era mal visto”. Cuenta con varios ejemplos para confirmar su tesis: “Carlos Real de Azúa, además de ser un actor cultural multifacético, era un tipo futbolero total, pero siempre los uruguayos en literatura lo ninguneaban”, mientras que, por el otro lado, “a Eduardo Galeano lo valoraban, pero era visto como algo del pueblo, cuando al fútbol lo transformás en un tema de estudio cambia todo”. “Dante Panzeri, de El Gráfico, con su libro La dinámica de lo impensado hace un libro de filosofía que puede competir con Jacques Derrida, para mí”, continuó el análisis del docente. “Creo que estamos luchando contra un prejuicio, se están cayendo modelos de otra época”, apuntó y completó: “El tema del fútbol se ha visto por los intelectuales como algo del pueblo, es sólo patear una pelota, y para la gente del fútbol, a la que quizá no le interesa leer, no lo termina de impulsar a la academia”.
Para el poeta y docente, “tanto en la poesía como en el fútbol hay que tomar conciencia de esos límites muy transparentes entre estética, sociedad política y educación. Es momento de pensar el fútbol desde otras líneas”.
En el tintero
Actualmente se encuentra trabajando en varios proyectos. Por un lado, un libro de fútbol que define como “una mezcla entre narración y ensayo”, llamado El tiempo sabe jugar al fútbol. Encontró una gran dificultad para darle conclusión por la “proliferación permanente de información, buscás datos aquí y allá, encontrás conexiones con el fútbol uruguayo todo el tiempo”, manifestó.
En 2025 serán publicados dos libros de su autoría, uno de ensayos en la editorial Montacerdos de Chile, titulado Las vegas abiertas de América Latina. Ensayos de una novela contemporánea (2025-1995), y otro de poesía, en la editorial Dilema, de Madrid, que reúne su producción reciente, llamado Deslenguaje. Obra reunida.
Además, tiene en proceso un libro sobre música, poesía y fútbol. “Se llama Post Eternidad y es un libro que tiene una mezcla de Maradona, Elvis Presley, los Rolling Stones, que trata el tema de cómo envejecer en la plenitud”, anticipó.
En la obra se compara el acto creativo en una cancha de fútbol y en la música. “Cuando Charlie Watts, el baterista de los Rolling Stones, se estaba muriendo, dijo que la muerte era como cualquier deporte cuando se está acabando el partido y uno sabe que no vas a conseguir el resultado esperado”, desarrolló Espina y concluyó: “Es un poco autobiográfico, tuve covid-19 cinco veces, estoy vivo de milagro, eso me dio una perspectiva que estoy utilizando en este libro: haber leído, haber vivido y haber sobrevivido”.