Sobre la calle Colón al 700, a poquitos metros del mural que recuerda a los hinchas de Racing que ahí mismo fusiló la dictadura en febrero de 1977, al pie de un estadio que anda a sólo mes y medio de su cumpleaños 75, Avellaneda a pleno, un pibe y una piba respiran entre aromas de lluvia entrecruzándose una promesa de amor: lo damos vuelta, dice él. Lo damos vuelta, reafirma ella.
Si en vez de esa piba y ese pibe allí latiera ahora el entrenador Gustavo Costas, corazón irrompible de hincha, ese amor sería el mismo y esa promesa sería la misma. Aun con la naturaleza recordando su poderío y su capacidad de decir aquí estoy: una enorme tormenta pone en duda todo. Incluso que la pelota pueda girar en el pasto y que haya fútbol.
“Lo damos vuelta” es el eco que Racing hace retumbar mientras las gentes corrientes todavía comentan la jornada laboral completa que pasaron en las tribunas del Campeón del Siglo para el duelo de ida, pero las fuerzas y la fe están repuestas de aquella aventura de longitud insólita por el temprano horario de arribo y los 150 minutos posteriores al partido que requirió, simplemente, poder irse. Ahora serán los simpatizantes de Peñarol quienes surcarán el límite entre la ciudad y la provincia de Buenos Aires por encima del puente Pueyrredón, detectarán las aguas turbias del Riachuelo y verán, sobre su mano derecha, al impresionante Coloso de Avellaneda, una estatua de 15 metros de altura y diez toneladas de peso, de autoría del escultor Alejandro Marmo. Se trata de un homenaje a los trabajadores que el 17 de octubre de 1945 partieron desde allí hacia la céntrica Plaza de Mayo para pedir la liberación de un líder naciente: Juan Domingo Perón. Vueltas de la historia: Presidente Perón se llama el estadio donde se definirá todo.
Racing concibe lo que se le viene, justamente, como colosal. El plantel, acostumbrado a desafíos fuertes, se instaló desde el domingo en Pilar, en la zona norte bonaerense, para cohesionar sueños y evitar distracciones. Hay en juego un montón. Y las referencias futbolísticas traen preocupaciones que, en general, no signaron la existencia del ciclo que enlazó las consagraciones en la Copa Sudamericana y la Recopa Sudamericana. De los siete partidos que afrontó en la segunda parte del año, ganó apenas dos (a Belgrano en Córdoba, por la liga; a Riestra, en Lanús, por la Copa Argentina). Con una peculiaridad: cayó en sus tres presentaciones como local, la última el viernes, con una formación casi sin titulares, ante Tigre 2-1, luego de ir venciendo casi hasta el final. ¿Pesará de otro modo la localía en la resolución de esta serie?
“El martes tenemos una final que nos va a marcar mucho”, expresó Gabriel Arias, arquero y capitán del equipo, triunfador en múltiples escenarios desde que desembarcó en el club, en 2018. Maneja, como todos sus compañeros, la dimensión competitiva pero también conceptual que habrá enfrente: salir de la lógica que bien impuso Peñarol en los primeros 90 minutos.
En todos los análisis que dejó esa experiencia, parece nítido el reconocimiento de que Racing necesita desplegar casi todo lo que le faltó. Por ejemplo, el ancho virtuoso de tantas ocasiones a través de sus laterales, Gastón Martirena y Gabriel Rojas, como llave para ser profundo y no chocar mil veces con una defensa sólida para devolver pelotazos frontales. En el itinerario de éxitos de la academia del año último, acaso lo más difícil consistió en abrir los cerrojos de rivales capaces de aguardar pertrechados. Bravo ejercicio: con el reloj como enemigo a causa del 0-1 en contra, deberá bañarse en paciencia para limpiar los caminos.
Cuál será el equipo
Costas no soltará precisiones mucho antes de emerger a la cancha, pero sería extraño que trastocara el esquema clásico (tres centrales, dos laterales, dos medios, tres puntas) o que moviera excesivos apellidos. Las dudas mayores residen en quiénes se ubicarán a los costados de Santiago Sosa, defensor clave y armador inicial igual de clave. En esa geografía del campo, crece la perspectiva para un llegado hace poco, Marcos Rojo, quien debutó en los minutos finales frente a Peñarol. Y, adelante, danzan acompañantes diversos para el goleador Maravilla Martínez. De cualquier manera, mucho más que una inquietud por los nombres, sobrevuela la expectativa de que se eleve el funcionamiento colectivo en una etapa en la que el equipo conserva su concepción, pero transcurre la adaptación inevitable al cambio de ciertos intérpretes.
Un fuego le da hervor especial a la ilusión de Racing: la fortaleza internacional. En los enfrentamientos a cara o cruz, revirtió tanto una serie embromada (contra Paranaense, 0-1 la ida) como partidos determinantes (contra Corinthians, 0-1 para terminar 2-1). No fue tibio en las citas relevantes ni se asumió rendido si le tocaban contrincantes que, como Peñarol, de a ratos lo superaron. El fútbol es un cuento que se escribe con muchísimas letras, pero sólo con un fuego así es posible contar la historia.
Una multitud que ornamentará de celeste y blanco cada rincón del horizonte, al modo de muchísimas noches, cantará y gritará para que ese fuego brille aún más encandilante. Racing sabe que la tiene exigente. También sabe lo que importa una promesa de amor.