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Marcelo Tulbovitz trabajando en Nacional (archivo, agosto de 2024).

Foto: Alessandro Maradei

Marcelo Tulbovitz vuelve a Costa Rica

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El destacado preparador físico trabajará en el Saprissa junto con Vladimir Quesada.

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Marcelo Tulbovitz vuelve a Costa Rica y a Deportivo Saprissa. Tras la pausa que supuso su cese junto con el cuerpo técnico de Martín Lasarte en Nacional, el preparador físico montevideano retoma un camino que conoce bien, un regreso que se percibe tanto como una noticia deportiva como un reencuentro con la memoria de sus días más exitosos lejos de Uruguay. Tulbovitz, egresado del ISEF, se incorpora al cuerpo técnico encabezado por Vladimir Quesada, recién llegado al club tico para afrontar el Torneo de Apertura 2025, y no oculta su entusiasmo: “Estoy muy feliz de volver a Costa Rica, a un club que siempre me recibió con cariño y donde vivimos momentos inolvidables”, declaró en el video que emitió desde Uruguay y que acompañó su anuncio.

El rescate por parte de los ticos de tamaño profesional ha sido destacado en Costa Rica como el refuerzo bomba del Saprissa. Es que Tulbovitz es y ha sido un estudioso de su materia y de sus desarrollos, pero también del comportamiento humano por encima de los números y los test que arrojan los gps y las inteligencias artificiales, que son trascendentes pero si se les pone en contexto con el colectivo, la individualidad y la coyuntura. Marcelo es uno de los mejores en su condición específica de preparador físico, pero también lo es en su aporte permanente para unir y exprimir las capacidades de los colectivos en donde trabaja. Hay veces que parece no tenerse en cuenta algunos valores como el humanismo y la aplicación de sus ideas empujando la adhesión, el respeto, la solidaridad y las expectativas, pero son trascendentes si se suman a la cultura del conocimiento y del trabajo como lo hace Tulbovitz.

Un campeón

Su vínculo con el fútbol profesional comenzó en 1989 en Montevideo, primero con equipos de fútbol sala y luego en clubes profesionales, donde fue moldeando su visión sobre la preparación física y la integración del cuerpo técnico. Pero ya desde antes destacaba claramente por su conocimiento, su sensibilidad y su sensatez en el sector deportivo de AEBU, en donde fuera impulsor, acompañando la senda del profe Ricardo Piñeyrúa, del singular proyecto de desarrollo del baby fútbol, en el que los niños realmente jugaban sin importar si destacaban, si mostraban un temprano perfil de futbolistas o si aquello no era más que un resorte natural y hermoso de la pasión lúdica.

Este destacadísimo profesional de hoy creció con aquel antecedente escondido que aún nos mueve a quienes acompañamos aquella idea. Desde 1989 en Progreso, el Progreso campeón en donde era el segundo profe detrás de Gonzalo Barreiro, Tulbovitz ha recogido en su carrera 25 títulos de campeón de primera división en los clubes en los que ha estado, pero podría tener incluso uno más. Es que en su segundo club profesional, Nacional, junto con Saúl Rivero, quien había conseguido la proeza de sacar campeón a Progreso un año antes, fueron cesados días antes de las finales de la Supercopa, el segundo torneo por aquellos años de la Conmebol detrás de la Libertadores.

Rivero-Tulbovitz habían llevado al equipo hasta la final, pero por caer en un clásico del Uruguayo días antes de las finales fueron insólitamente cesados. Durante los años 90 trabajó junto con Ricardo Tato Ortiz en distintas instituciones uruguayas, y hacia comienzos de los 2000 volvió a Nacional, experiencia que consolidó su trayectoria y le abrió las puertas para asumir desafíos internacionales.

Tico tico

El salto a Costa Rica se produjo en marzo de 2003, recomendado por su colega Daniel Ipata, cuando se unió a Deportivo Saprissa con el joven entrenador Hernán Medford, que había dejado de ser la estrella tica para pasar a dirigir. Allí vivió un período de éxitos que aún se recuerda: títulos nacionales, la histórica clasificación al Mundial de Clubes 2005 con un tercer lugar, la mejor participación de un club centroamericano en la historia del torneo, la primera vez que el fútbol costarricense accedió a subir al podio en un torneo de la FIFA y un estilo de trabajo físico que dejó marca. En ese tiempo, Tulbovitz ya empezaba a forjar su reputación de preparador meticuloso, capaz de conjugar exigencia física y acompañamiento al jugador. “Lo que más valoro de esa etapa es el compromiso de todos para que Saprissa estuviera a la altura de los mejores equipos de la región”, comentó hace poco sobre aquellos años.

Tras Saprissa, su carrera lo llevó a la selección nacional de Costa Rica entre 2007 y 2008, trabajando nuevamente con Medford, y en 2009 con René Simões, consolidando la disciplina física de un equipo que buscaba trascender en torneos internacionales. Ese mismo año tuvo un breve paso por el Club San Carlos, pero su vínculo con la selección y los clubes costarricenses siempre se mantuvo fuerte, preparando jugadores y cuerpos técnicos con la misma rigurosidad que había aprendido en Uruguay.

Muy gallardo

Tulbovitz también amplió su experiencia en otros países: México, en el Club León; Chile, en la Universidad de Chile; y Argentina, en River Plate junto a Marcelo Gallardo, donde su trabajo fue determinante en el éxito sostenido del equipo durante casi una década. “Cada lugar tiene su cultura, sus jugadores, su intensidad; uno tiene que aprender a adaptarse sin perder la identidad de su trabajo”, comentó sobre sus años en el exterior, mostrando esa capacidad de adaptación que lo define.

El último regreso a Uruguay lo encontró nuevamente en Nacional hasta la pausa que supuso su desvinculación con Lasarte. Ahora, la vuelta a Costa Rica no es sólo un retorno geográfico: es la reanudación de un ciclo que combina la experiencia acumulada, la pasión por el fútbol y la certeza de que, en Saprissa, Tulbovitz vuelve a estar en casa. Más allá de los títulos y las competencias, su impronta personal se nota en la manera en que entrena, acompaña y motiva a quienes pasan por sus manos. No es sólo un preparador físico; es un constructor de grupos, un referente humano que deja huella. Como él mismo dijo, “el fútbol no se gana sólo con físico, sino con confianza, solidaridad y alegría por lo que hacemos juntos”, frase que hoy vuelve a resonar con fuerza en los corazones violetas -morados les llaman ellos- del Saprissa.

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