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Ilustración: Ramiro Alonso

44% de los uruguayos no estaría dispuesto a vacunarse, según encuesta de la Usina de Percepción Ciudadana

6 minutos de lectura

La percepción de los uruguayos frente a la vacuna contra la covid-19 y el aporte de la economía comportamental.

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Leído por Virginia Recagno.

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Mientras la comunidad científica se desvelaba para desarrollar una vacuna contra el SARS-CoV-2, el virus responsable de la covid-19, gran parte de la responsabilidad colectiva por la contención del virus recayó en las acciones individuales de la ciudadanía. En el caso de Uruguay, estas acciones han incluido, por ejemplo, el uso de tapabocas, el distanciamiento físico sostenido y el teletrabajo.

En la última semana el gobierno ha dado indicios de que el plan de vacunación podría empezar a implementarse próximamente. En esta nueva etapa, todo indica que las percepciones y las acciones de la ciudadanía seguirán siendo un factor muy determinante.

Tal es la relevancia de la percepción de la población sobre este tema que ya en 2019 la Organización Mundial de la Salud (OMS) había identificado la “renuencia a la vacunación” (la reticencia o negativa a vacunarse a pesar de la disponibilidad de vacunas) como uno de los diez principales desafíos para la salud global.

En el contexto actual de implementación de planes de vacunación contra la covid-19 a nivel internacional y en la antesala de un plan de vacunación en Uruguay, cabe preguntarse qué piensan los uruguayos y las uruguayas ante una eventual vacunación.

Lo que dicen los datos en Uruguay

En diciembre de 2020 la Usina de Percepción Ciudadana,1 una iniciativa del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo con el apoyo técnico de la diaria Datos y de docentes del Instituto de Estadística de la Universidad de la República consultó sobre este tema a una muestra representativa de la población mayor de 18 años.

Ante la pregunta “¿Considera vacunarse contra la covid-19 cuando la vacuna esté disponible en nuestro país?”, 56% de las personas encuestadas respondió afirmativamente, frente a 44% que respondió de forma negativa.

Si estos niveles de predisposición a la vacuna se tradujeran en los niveles efectivos de vacunación, la población uruguaya no estaría alcanzando los niveles de entre 60% y 80% de inmunización que la OMS estima serán necesarios para alcanzar la inmunidad colectiva frente a la enfermedad.

Además, es importante notar que el promedio general surgido de la encuesta presenta variaciones por edad, nivel socioeconómico, lugar de residencia y sexo.

Cuando comparamos entre grupos etarios, el grupo que declara una mayor voluntad de vacunarse es el de las personas de 60 o más años, con 63% de respuestas afirmativas. Esto podría estar asociado a que este grupo incluye al único sector de la población en situación de riesgo definido exclusivamente por su edad.

Del resto de la población, siguen en orden de preferencia para una eventual vacunación el grupo más joven, de entre 18 y 29 años (58%), luego aquellos de entre 30 y 44 años (54%), y por último el grupo de personas entre 45 y 59 años (50%).

En cuanto a las diferencias por nivel socioeconómico, los resultados de la Usina de Percepción Ciudadana muestran una predisposición favorable a la vacunación entre las personas de nivel socioeconómico alto respecto del resto de los encuestados. Mientras las personas correspondientes a los niveles bajos y medios del Índice de Nivel Socioeconómico muestran una preferencia de 53% ante una eventual vacunación, este porcentaje asciende a 66% en el caso de los encuestados de nivel alto.

Son menores las diferencias entre los encuestados de Montevideo y el interior del país, así como entre varones y mujeres. Mientras 54% de los encuestados de Montevideo considera vacunarse contra la covid-19 cuando una vacuna esté disponible en el país, ese porcentaje asciende a 59% para los encuestados del interior. Por su parte, 54% de las mujeres encuestadas declararon que considerarían darse la vacuna, en comparación con 58% de los varones.

La excepción uruguaya en el contexto latinoamericano

El promedio de 56% de respuestas positivas a una eventual vacunación recogida por la Usina de Percepción Ciudadana coincide con los resultados para Uruguay de la encuesta internacional “COVID-19 Creencias, comportamientos y normas” desarrollada por el Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT, por sus siglas en inglés).2 El estudio de la reconocida universidad estadounidense muestra cómo las actitudes de los uruguayos frente a las vacunas se acercan más a las de los países más ricos del mundo que a las de su propia región. En este caso, no es precisamente un destaque alentador.

Efectivamente, mientras 69% de los encuestados por el MIT en América Latina afirmaron estar dispuestos a vacunarse con las nuevas vacunas contra la covid-19, esta población representaba sólo 55% de los encuestados en los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos.

Otros estudios internacionales confirman una alta renuencia relativa a la vacunación frente a la covid-19 en Uruguay. En octubre de 2020, la revista Nature Medicine3 publicó un estudio que mostraba los resultados de una encuesta realizada en junio de ese año a una muestra aleatoria de 13.500 ciudadanos de 19 países que representan 55% de la población mundial. En promedio, 71,5% de los encuestados respondió que se daría la vacuna si se probaba que era segura y efectiva. Sin embargo, los investigadores advertían la alta heterogeneidad entre naciones, con los países asiáticos mostrando una mayor propensión a la vacunación.

Sin obligación

La información recogida en la Usina de Percepción Ciudadana sugiere que una vez superada la etapa de negociación de la compra de vacunas, todavía resta un largo camino para alcanzar una adhesión significativa a la vacuna que logre la inmunidad colectiva. ¿Es la obligatoriedad de la vacuna la respuesta para protegernos de la covid-19?

Esta pregunta ha generado un gran debate internacional entre expertos de diversas áreas académicas. Los partidarios de la obligatoriedad han propuesto, entre otras medidas, poner en práctica un “certificado de vacunación” que pueda ser requerido para la realización de trámites y el ingreso a edificios públicos y privados, así como a restaurantes y clubes deportivos.

La OMS se ha pronunciado en contra de la vacunación obligatoria,4 en el entendido de que las recomendaciones compulsivas deberían ser restringidas a algunos grupos específicos de la población. Por ejemplo, a ciertos segmentos del personal de la salud. Alternativamente, el organismo favorece la adopción de campañas de información y persuasión para que “las personas tengan toda la información correcta sobre su efectividad y seguridad para que puedan tomar una decisión personal sobre si aplicarse la vacuna”. El plan de vacunación presentado por el Ministerio de Salud Pública al Parlamento se alinea con esta recomendación internacional.

El aporte de la economía comportamental

Como informó Búsqueda el 21 de enero, el gobierno maneja una cifra de voluntad de vacunación similar a la recogida por la Usina de Percepción Ciudadana y con el objetivo de mejorarla está preparando “una campaña orientada a informar con claridad y dar la confianza necesaria para abordar el proceso de inoculación de la población en sus diferentes etapas”.

Esta campaña deberá incorporar en su diseño el comportamiento de la población frente a la vacuna, la información de que dispone, sus expectativas y sus miedos. La economía comportamental y las ciencias sociales del comportamiento puede brindar aportes importantes en esta etapa.

Particularmente relevantes resultan los nudges, los famosos “empujoncitos” que analizó y desarrolló el premio nobel de economía de 2017, Richard Thaler. Pequeñas acciones en el plan de vacunación, como la selección de personas respetadas y figuras públicas para que sean las primeras vacunadas, medidas que aprovechen los efectos de pares, facilidades a la hora de acceder a la vacuna, campañas para visibilizar la cantidad de vecinos vacunados, promover que las personas expongan en redes sociales cuando ya se han vacunado, el envío de mensajes de texto para dar seguimiento a la segunda dosis de la vacuna y asignaciones de agenda por defecto están siendo incorporados por los gobiernos del mundo para mejorar la adherencia y la velocidad de sus planes de vacunación.

Además, este tipo de campañas pueden beneficiarse de los datos provistos por estudios como el la Usina de Percepción Ciudadana, al permitir alcanzar mayor efectividad mediante el diseño de mensajes específicos para determinados subgrupos de la población, especialmente aquellos más reticentes o con dudas de vacunarse.

De forma creciente los gobiernos del mundo incorporan en el desarrollo de sus políticas el análisis del comportamiento de la población, y la pandemia no ha sido la excepción. La incorporación en el Grupo Asesor Científico Honorario de un subgrupo de trabajo que atiende específicamente este enfoque, poniendo a las personas y su comportamiento en el centro del análisis, es una oportunidad en esta dirección. La incorporación de este enfoque es de gran importancia para la implementación y el buen desarrollo de un plan de vacunación que genere la esperada inmunidad colectiva en la población uruguaya. De ser así, podremos avanzar en el principio del final de la pandemia en Uruguay.

Otras ideas para la vacuna contra la covid-19 de parte del padre de la economía del comportamiento

En un artículo publicado en diciembre en The New York Times, Richard Thaler propone una polémica solución para asignar las vacunas cuando ya se haya vacunado a la población de riesgo, pero aún no exista suficiente oferta para toda la población: vender las vacunas al mejor postor.

Si bien la propuesta del premio nobel de economía puede parecer descabellada e incluso inmoral, algunos elementos de la teoría económica la respaldan. De hecho, la propuesta de Thaler busca, hasta cierto punto, reducir la desigualdad generada por la crisis de la covid-19.

¿Cómo?

El economista propone realizar una subasta pública, lo cual permitiría evitar el crecimiento de mercados negros de vacunas (que ya han sido reportados) y canalizar los fondos de los compradores más pudientes para redistribuirlos hacia las personas más afectadas por la pandemia. Lo define como un impuesto voluntario a la riqueza (uno un poco distinto del aprobado recientemente en la vecina orilla), que además tendría un efecto positivo sobre el comportamiento de la población frente a las vacunas, ya que por definición los ricos y famosos son influencers.

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