Hay reminiscencias en mi memoria del niño que hace unos 20 años caminaba feliz por las calles de Caracas, tras un viaje junto a mis abuelos para visitar a familiares lejanos. ¿El motivo? Había cambiado los dólares que me habían dado para llevar desde Uruguay y tenía millones de bolívares, y mis ojos brillaban mientras compraba una golosina y pagaba un valor de varios ceros. Era estar en un Monopoly real, pero algo dentro de mi mente de niño decía que había cosas que no andaban bien.
Ese debe haber sido de mis primeros acercamientos a la idea de moneda, al dólar como referencia internacional y a lo relativo que es el valor de los pesos en una economía y, por ende, de los precios. Todo eso nos va formando como seres económicos, de la misma forma que en esos mismos años y sin entender la globalidad del fenómeno cualquier niño sabía que la crisis que vivía Uruguay era de magnitud y que el dólar era un factor determinante: quienes estaban endeudados en la divisa fueron los más afectados.
Ese perjuicio moldeó la cabeza de todos los uruguayos, para quienes el dólar es sinónimo de ahorro y resguardo, así como también la moneda en que se compra un inmueble, un auto o hasta un electrodoméstico. Todo esto mientras los ingresos de la inmensa mayoría son en pesos, lo mismo que ocurre con las empresas.
Según el economista Aldo Lema, la crisis de 2002, al igual que la ocurrida en 1982 con el quiebre de “la tablita” –que significó el abandono de un cronograma devaluatorio y tuvo como consecuencia un brusco salto del dólar–, son “cisnes negros” en la historia de Uruguay, es decir, eventos inesperados y de gran impacto, pero esporádicos. La referencia viene porque ambos formaron o ratificaron la cultura dolarizada de los uruguayos, aunque, si se observan los datos en el largo plazo, no es correcta la percepción de que el dólar protege a los ahorristas uruguayos.
La unidad indexada (UI) fue creada en 2003, luego de la crisis cambiaria, como herramienta para captar ahorro y otorgar principalmente créditos hipotecarios de una forma segura, porque su valor evoluciona atado a la inflación. De esta forma se hubieran evitado los golpes de quienes tenían créditos en dólares por la devaluación que ocurrió del peso. “La UI me protege siempre de la inflación, el dólar sólo esporádicamente y no me protege de la inflación en dólares, que en los últimos 50 años ha sido significativa”, apuntó Lema. “Por esos dos cisnes negros todos están dolarizados, para protegerse de esos eventos extremos”, complementó.
Más allá del plano cultural, que es significativo, también hay otros factores de la realidad que explican la dolarización de los uruguayos, y el Banco Central del Uruguay (BCU) expuso como uno de sus objetivos ambiciosos para este período lograr una desdolarización de la economía. ¿Qué implica esto, cuál es el punto de partida y qué herramientas existen para lograrlo? Sobre eso y más hablaron varios especialistas en dos conferencias web realizadas en los últimos días.
“La desdolarización no fue de la magnitud deseable”
El plan del BCU va atado al control de la inflación, al manejo de la política macroeconómica y principalmente a la incidencia en las expectativas de los agentes, factor clave de cualquier reforma en economía. Sin embargo, no se trata del punto de partida en pos de la desdolarización, ya que los expertos coincidieron en que lo hecho a nivel de la deuda pública, logrando una menor exposición a la divisa y la estabilidad financiera, supone condiciones previas que resultan necesarias para apostar a una economía menos dolarizada a futuro.
“Uruguay es un país bimonetario”, opinó el presidente del Banco República (BROU), Salvador Ferrer, y sostuvo que esto es “causa y consecuencia de sus crisis cambiarias”. Los impactos de esos episodios “generaron un subdesarrollo del mercado en moneda local”, lo que aseguró que tiene “costos relevantes para la economía”. Entre otros efectos, genera un bajo nivel de crédito en personas y empresas, lo que consideró “un contrapeso para el desarrollo económico”.
En un evento organizado por la Unidad de Maestrías y Posgrados en Economía de la Universidad de Montevideo, Ferrer repasó que mientras en Uruguay el crédito total oscila entre 25% y 30% del PIB, en Latinoamérica el promedio es 45% y hay países, como Chile, con 80%, al tiempo que economías desarrolladas, como Reino Unido y algunas de Asia, tienen más de 100%.
“Hay oportunidades para el desarrollo del crédito y tienen que ver con el desarrollo del mercado en moneda local”, dijo el presidente del principal banco de plaza. Esto ayudará a resolver un tema que “es parte de nuestra historia: el descalce financiero de la economía y las empresas”, subrayó.
“El calce de moneda permite protegerse de devaluaciones fuertes y para los gobiernos son una forma de seguro contracíclico”, dijo Ferrer, y destacó que el manejo macroeconómico con foco en la estabilidad de los últimos años “ha contribuido de forma notable a generar curvas y nuevos modelos en moneda local, lo que permite construir referencias para el sistema financiero”.
Pese a esos progresos y el comienzo “hace dos décadas de un proceso de reducción de la fragilidad financiera que ha sido exitoso”, no se ha logrado mover la aguja en materia de la moneda elegida por los depositantes: 78% opta por dólares, “un nivel alto”, lejos del 50% de Perú –país que es tomado como ejemplo, porque atravesó con éxito un proceso de desdolarización de la economía– o del 20% de Chile. Sí reconoció “algunos avances” Ferrer en materia del crédito, que pasó de 88% en dólares en la última crisis a 45%.
“El contexto internacional ha sido favorable para la desdolarización: expansión económica de Uruguay en un contexto bueno para los emergentes, con tasas mínimas y debilidad del dólar. Sin embargo, la desdolarización no fue un fenómeno de la magnitud deseable, lo que muestra que hay cosas por las que cuesta avanzar. Hay elementos racionales, así como culturales, que explican la conducta”, analizó.
“Fuertes devaluaciones presentes en la memoria colectiva”
“La desdolarización no es tan fácil ni tan evidente [cómo se logra], si no ya se hubiera hecho. Hay un tema cultural tremendamente arraigado y va a costar mucho esfuerzo”, dijo Barbara Mainzer, consultora financiera y presidenta de CFA Society Uruguay, una institución global de profesionales que trabaja en inversión y promueve estándares éticos para la actividad.
¿Por qué no podemos pensar en los precios más importantes, por ejemplo una vivienda, en pesos?, se preguntó Mainzer, y analizó: “Cuando vendo, tengo una decisión patrimonial que mido en dólares; pero cuando compro, es en función del dinero que alcancé [a ahorrar], sea porque heredé o lo generé, y en la medida en que dependa de mis ingresos depende de cuánto aumenta mi salario. Mientras la decisión de largo plazo de comprar una vivienda depende de cuánto gano, el precio de la vivienda aumenta en función del dólar a largo plazo”. Eso nos trae nuevamente al problema del descalce.
“Hay momentos puntuales en que la economía saltó asociado a fuertes devaluaciones que están muy presentes aún hoy en la memoria colectiva, y convenía tener dólares”. Barbara Mainzer
Al igual que Lema, la economista remarcó que “en el largo plazo” los números muestran que “ha sido más rentable invertir en pesos” que en dólares. Pero entonces, ¿por qué los uruguayos seguimos apostando al dólar, incluso en el “colchón bank”? Mainzer señaló que para ello influyen “décadas de alta inflación, que hicieron que nuestra moneda no fuera reserva de valor”, y “momentos puntuales en que la economía saltó, asociado a fuertes devaluaciones que están muy presentes aún hoy en la memoria colectiva, y en esos momentos puntuales sí convenía tener dólares”.
Este combo generó “la preferencia por el dólar”, sumado a otros aspectos, como la ligada relación con Argentina, un país que tiene problemas más profundos con su moneda y “donde sí pasa que el que no apuesta al dólar pierde”.
Así se formó una cultura de la dolarización, y según la especialista “todo se resume a la [falta de] educación financiera” de las personas, que “todos los días tomamos decisiones pero no nos prepararon, apenas podemos ver lo que ocurre en nuestro entorno y perpetuar esas prácticas”. Entonces, parece complejo que el hijo de una persona a la que en 2002 se le duplicó una deuda por estar descalzado y no tener suficientes dólares no elija como moneda de reserva la divisa estadounidense. “Si el padre le dijera ‘mirá que cada tanto tenés saltos en el dólar, pero en realidad a largo plazo lo mejor es invertir en pesos’ otra serían las conductas hoy de los agentes”, sentenció.
Mainzer sostuvo que en los últimos años hubo “iniciativas diversas” en pos de mayor educación financiera, pero “llega el momento de ir a otra escala” y apostar por un programa específico a nivel nacional de aprendizaje en esta área. De su concreción y penetración en la sociedad uruguaya depende en gran parte el resultado del partido de la desdolarización. La otra parte, según los especialistas, corresponde al sector público y sus manejos.
“Inflación baja y estable, condición necesaria”
Horacio Correge, CEO de Scotiabank, señaló que uno de los factores detrás del poco avance en materia de desdolarización es que “la inflación resulta muy elevada comparada con otros países”. Lo mismo apuntó Lema, que participó en un evento organizado por la Academia Nacional de Economía y repasó que mientras en el mundo el aumento de precios estuvo en torno a 2% o 3% en la última década, en Uruguay fue de entre 8% y 10%, por lo que está invariablemente en el quintil de países con mayor inflación.
“Hay que dotar de credibilidad a la política económica y ser exitosos en el combate a la inflación. Esto es condición necesaria [para la desdolarización], y luego ver qué tanto se puede avanzar en lo cultural y en lo normativo”, señaló Correge. Mencionó experiencias de otros países, que “regularon expresamente” que los precios debían expresarse en moneda local, y afirmó: “Sea por la vía normativa o de la educación [financiera de la población], si no se logra contener la inflación y dotar de credibilidad a la moneda local será difícil avanzar en lo cultural para que dejemos de pensar en dólares”.
Lema se refirió en su exposición tanto a los factores culturales como a los ligados al manejo de la política económica, que confluyen para la búsqueda de una moneda de calidad, que sea elegida por los agentes antes que el dólar. “Reducir la inflación reaviva el uso de la moneda y permite créditos en pesos”, subrayó.
También indicó que debe variarse “la rigidez de precios en dólares”, por ejemplo en el rubro inmobiliario, que hace que, por ejemplo, frente a una devaluación los precios en la divisa no sufran cambios, al tiempo que los potenciales compradores necesitan cada vez más pesos para adquirir la vivienda. Sostuvo que este y otros precios, “cuyos factores no tienen nada que ver con el dólar”, deberían ser “mucho más flexibles” para acompañar el poder de compra del peso.
En materia macro ocurre un proceso similar, porque la desdolarización brinda “flexibilidad para ajustar el tipo de cambio cuando el dólar se fortalece a nivel global”. El economista apuntó que Uruguay ya tuvo muestras positivas tras los primeros pasos en pos de la desdolarización luego de la crisis de 2002, y atravesó, por ejemplo, sin grandes sobresaltos “el proceso de apreciación del dólar de 2013 en adelante”.
“Necesitamos converger a una inflación baja y estable, condición necesaria para tener una moneda de calidad”. Aldo Lema
Más allá de lo logrado, Lema remarcó: “Necesitamos innovar, y eso pasa por converger a una inflación baja y estable, condición necesaria para tener una moneda de calidad. Credibilidad de las metas de inflación y consistencia de la política macroeconómica”. Esto, junto con la educación financiera de la población, permitirá un contexto favorable a la desdolarización.
“El dólar sustituyó al peso en todas sus funciones”
En el evento de la Academia Nacional de Economía también participó Juan Carlos Protasi, expresidente del BCU entre 1984 y 1985. En su exposición, planteó distintas líneas argumentales que demuestran lo profunda que es la penetración del dólar en la economía uruguaya y consideró que no hay condiciones para una reversión, aunque consignó que tampoco la hay para avanzar hacia una dolarización total de la economía.
Tomando datos de los últimos cinco años, aseguró que “el impuesto inflacionario confiscó 30% a los tenedores de deuda en pesos, la inflación licuó la deuda en pesos 55% y la devaluación, 35%”; esto quiere decir que “el BCU se ha visto beneficiado por la tenencia de activos en pesos”. Frente a esa realidad, “la reacción del público es que los depósitos en dólares superan el 70%, los inmuebles y autos se venden en dólares”, y la divisa es utilizada para expresar “los balances de las empresas o los salarios de los ejecutivos”.
“El dólar sustituyó al peso en todas sus funciones”, aseguró Protasi, y subrayó que la causa detrás de esto es que los agentes “no tienen confianza” en la moneda local. A modo de repaso histórico, recordó que en 1976 por ley se permitió pactar transacciones en dólares, así como cancelar deuda en la divisa, lo que dio “un fuerte impulso a la dolarización”, en conjunto con la alta inflación de las décadas posteriores.
Luego, “a pesar de que la inflación bajó, la vuelta atrás que implicaba sustituir el dólar por el peso no se produjo ni en los depósitos, ni en las transacciones ni como unidad de cuenta”, aseguró. Esto no ocurrió ni siquiera “con tasas de interés libres e inflación de un dígito”. Protasi señaló que “cuando se baja la inflación con deuda”, los agentes “se dan cuenta” y, por ende, no convalidan esa reducción de precios en sus expectativas. “No es bueno para la economía que la deuda crezca del modo que ha crecido, y lo otro es que el país se ha encarecido más que lo que justifican los fundamentos”, añadió.
“El país va a seguir dolarizado porque no tenemos confianza en el peso”. Juan Carlos Protasi
Todo esto provoca que por más acciones que lleve adelante el BCU para incidir en las expectativas de los agentes, “el país va a seguir dolarizado, porque no tenemos confianza en el peso”. En su opinión, para desdolarizar la divisa “debería bajar o permanecer estable”, lo que si bien podría lograrse con emisión, tiene “costos y riesgos”, como el potencial “aumento explosivo” del nivel de deuda por la “indexación” de la economía y la “predominancia fiscal” –que determina las emisiones–, así como un mayor “atraso cambiario”.
Como trasfondo de todo esto están las expectativas, “cómo reacciona la gente más allá de la encuesta [de expectativas de bancos y analistas] que realiza el BCU”. En los últimos cinco años “la dolarización aumentó de 40% a 60%, por la expectativa de devaluación”, mientras que la pesificación de los créditos pasó de 43% a 50% “por temor a una devaluación”. Hay dólares disponibles, pero ante esta realidad se deben llevar a pesos y ofrecer al mercado a tasas altas, lo que “restringe la demanda”.
“En las condiciones actuales, parece difícil que la deuda pública pueda bajar a un nivel que permita holgura al manejo macrofinanciero”, y bajo esas circunstancias resultará “difícil” la pretensión de desdolarizar la economía, sentenció Protasi.