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Persona en situación de calle en el centro de Montevideo (archivo, febrero de 2022).

Foto: Mauricio Zina, adhocfotos

Un modelo económico que hace crecer la economía, deteriora el nivel de vida de las mayorías y genera desigualdad

6 minutos de lectura
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La riqueza nacional

En 2021 la economía uruguaya comenzó su recuperación económica. Como cifra general del año, el crecimiento del PIB fue de 4,4%, creciendo todos los sectores de actividad como se muestra en el cuadro 1. A su vez, la actividad del segundo semestre de 2021 supera la del segundo semestre de 2019, es decir, la riqueza general en la producción está por encima de los niveles prepandemia.

Sin embargo, el objetivo de esta columna es detenerse en la economía política de los resultados y analizar cómo se distribuye esta generación de riqueza que, como dije, ya supera el nivel observado previo a la irrupción de la pandemia. En efecto, ese es el objetivo de la economía y de la producción de riqueza: su distribución. A ello vamos ahora.

Los ingresos

¿Qué ha pasado con el salario, que es el principal factor de redistribución primaria del ingreso?

En 2021 los salarios reales cayeron 1,5%, segundo año consecutivo de contracción. Esto supone que los salarios acumulan un retroceso del orden de 4% en los dos años de gestión de este gobierno. Es decir que mientras la economía se expande a las tasas presentadas en el cuadro anterior, y mientras las exportaciones se disparan, los salarios pierden poder de compra. Y es claro, dado el sistema de ajustes que tienen en Uruguay las jubilaciones y las pensiones, que estas retribuciones también cayeron en 2021 y caerán sin lugar a dudas en 2022.

Las razones detrás de esta evolución

La evolución del salario real está asociada a la política salarial que el gobierno ha desarrollado, y que partió de una decisión explícita de bajar salarios y moderar la evolución de los precios. Y en este caso lo que hubo fue una notoria disparada de los precios: en 2021 el aumento ascendió a 8,0%, por encima de los aumentos salariales otorgados durante el año.

Además, debemos tener en cuenta que muchas veces la inflación promedio no impacta a todos por igual. Hay bienes que, por ser de consumo más popular, representan en los ingresos menores un mayor porcentaje del gasto. Por lo tanto, sus aumentos suponen un mayor deterioro en el nivel de vida de los hogares más vulnerables.

A este respecto, el cuadro 2 muestra el aumento de algunos precios seleccionados de la canasta familiar durante 2021. Al incremento de estos productos hay que agregarle, además, el aumento del supergás y el de otras tarifas que influyen como costos de producción, en especial de los alimentos.

A nuestro juicio, está claro que hay dos causas fundamentales de esta escalada de precios, previo a los efectos que puedan operar como mecanismos de propagación asociados a la guerra actual. Una de las causas en la génesis de la inflación es de política pública y refiere a los ajustes de las tarifas realizados por el gobierno. Por otra parte, una segunda causa es lo que en economía se denomina “puja distributiva”, y que tiene que ver con los remarques de precios por parte de los capitalistas privados en distintos momentos de la cadena (importadores, productores, transportistas, comerciantes mayoristas y minoristas). Es claro que quienes se apropian de ese plusvalor derivado del aumento de precios son los oligopolios que tienen mayor poder de mercado.

Los impactos de esta economía sobre pobreza y desigualdad

Los datos de pobreza

Recordemos que la tasa que mide el porcentaje de personas en situación de pobreza creció de 8,8% a 11,6% durante 2020. Este incremento de 2,8 puntos porcentuales supone que fueron aproximadamente 100 mil personas las que cayeron en la pobreza durante ese año.

En 2021, y en el marco del crecimiento generalizado de todos los sectores de actividad (cuadro 1), la pobreza bajó a 10,6%, es decir, descendió aproximadamente un tercio de lo que había crecido en 2020; con este crecimiento potente, la pobreza se redujo muy débilmente. A su vez, es útil analizar la perspectiva de la pobreza según edades y regiones desde una mirada bianual (2019-2021). Esto es lo que reflejan los cuadros 3 y 4.

A partir de estos datos, queda claro que entre 2019 y 2021 se registró un aumento neto de la pobreza en todas las regiones (sobre todo en el interior) y en todas las edades, con el mayor crecimiento en los tramos que van de 13 a 17 años y de 18 a 64 años.

Los datos de desigualdad en el ingreso de las personas

El cuadro 5 refleja los datos correspondientes a la desigualdad de los ingresos entre las personas. El indicador sintético es el Índice de Gini, que toma el valor 0 cuando la distribución es totalmente igualitaria y el valor 1 cuando todo el ingreso es concentrado por una sola persona. O sea, a medida que el indicador crece hacia 1 refleja una distribución del ingreso más desigual.

También tenemos en el cuadro un indicador que refleja cuál es la relación entre el ingreso medio del 10% más rico y el ingreso del 10% más pobre. Por otra parte, la brecha de pobreza aumenta a medida que se hace más grande la distancia entre el ingreso de las personas que están en situación de pobreza respecto a la línea de la pobreza. O sea, crece a medida que se aleja la posibilidad económica de salir de esta situación. Finalmente, la severidad de la pobreza refleja una especie de distribución del ingreso dentro de las personas pobres y crece a medida que la situación es peor.

Tomados conjuntamente, lo que nos dicen estos datos es que en 2021 la desigualdad es mayor en todos los rubros cuando comparamos respecto a 2019 y también a 2020, a pesar del potente crecimiento económico, las diferencias son casi nulas y seguramente estadísticamente no significativas.

La desigualdad entre clases

Otra manera de mirar la desigualdad es analizar cómo ha evolucionado la participación de los ingresos de la clase trabajadora en el total de esta riqueza generada. Estos ingresos, llamados masa salarial, son el resultado de los aumentos del empleo y de los salarios considerados conjuntamente. En este caso, si miramos el último bienio, la economía cayó un año y creció el otro, el empleo igual y los salarios cayeron durante ambos dos años. A tales efectos, lo que importa es el saldo neto de la masa salarial respecto a la riqueza nacional. Y esto es lo que se observa en el gráfico 1: los ingresos de la clase trabajadora crecieron menos que la riqueza nacional y, por ende, se registró un proceso de concentración de la riqueza durante estos dos años. Como veremos en lo que sigue, la perspectiva es que esta distancia se profundice hacia el final de los cinco años.

Las perspectivas futuras

El balance de 2021 no puede dejar de hacer referencia al contexto de lo que se viene, sobre todo si estamos convencidos de que este año será igual o peor. Solo dos cosas para dar contexto. Primero, tanto en la ley de presupuesto para los salarios públicos como en el Consejo Superior de Salarios para el sector privado, el gobierno prometió que la pérdida salarial que decidió promover comenzará a recuperarse en 2022. Mienten, otra promesa no cumplida. Para que se entienda voy a poner como ejemplo el sector público, pero vale lo mismo para el sector privado. La promesa de que en 2022 comenzaba la recuperación se basó en que el 10 de enero se dio un aumento de 7%. Se componía de 5,8% por la inflación proyectada y 1,2% para iniciar el crecimiento. Como se entiende fácil, la inflación, que en los dos primeros meses fue 3,3% (casi la mitad del aumento previsto para los 12 meses), no va a ser 5,8% en el año. La encuesta de expectativas de inflación que releva mensualmente el Banco Central ya la ubica en torno a 8%. O sea que si la inflación prevista es de 8%, no sólo la recuperación no existirá, sino que se volverá a registrar una pérdida.

Segundo, para los cinco años el gobierno prometió recuperar todo lo perdido. Mirado al revés, nos está diciendo que en cinco años el aumento del salario real será 0. Con un aumento del empleo previsto, la masa salarial crecerá bastante menos que el 10% que se prevé por el gobierno para el PBI. O sea, concentración sin dudas.

Era posible otra alternativa

Sin duda que era posible otra alternativa. Pero la condición para que ello sucediera era que desde el Estado se desarrollaran políticas públicas para que, durante el año de contracción del PIB, se amortiguaran los efectos sobre los más pobres, y durante el año de crecimiento, se redistribuya simultáneamente esa mayor riqueza creada.

No se hizo ni una cosa ni la otra. Las transferencias económicas compensatorias fueron marginales, la política salarial fue de rebaja, el gasto social cayó y todo ello contribuyó a este resultado que se puede sintetizar de esta forma: en el año de caída del PIB las pérdidas se socializaron y en el año de crecimiento se privatizaron las ganancias.

Vale la pena recordar cómo se puede compatibilizar crecimiento, mejora en el empleo y salarios (y no uno u otro, como plantea el gobierno), baja de pobreza y reducción de desigualdad. Para ello cerramos con el cuadro 6, que nos trae el resultado económico y social durante los 15 años de gobierno del Frente Amplio.

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