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La gente camina por un puente peatonal que muestra los últimos datos de la bolsa en Lujiazui, la mayor zona financiera de China continental en Shanghai, China, el 08 de junio de 2022.

Foto: Alex Plavevski / EFE / EPA

¿Hacia un nuevo imperialismo?

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Que China viene recobrando su ancestral relevancia a nivel internacional desde hace unos veinte años pareciera que no es una gran novedad. Pero ¿cuán importante es su protagonismo? ¿Cuáles son las redes que ha comenzado sutilmente a tejer? ¿Qué factores aún restan para que se consolide como el país dominante? Por el contrario, comienza a percibirse con mayor insistencia un continuo declive del liderazgo de Estados Unidos. Pero ¿cuán importante es ese declive? ¿En base a qué factores puede observarse esta pérdida de relevancia relativa?

Ray Dalío, en su libro Principios para entender el cambio del orden mundial esboza interesantes conceptos para desentrañar tales interrogantes. Recorriendo los últimos 500 años de la historia mundial, identifica procesos similares de crecimiento, consolidación y caída, de los imperios que han dominado el mundo en cada época. Así como creció, se consolidó y cayó el imperio holandés, lo mismo ha sucedido con el británico, y es altamente probable que suceda lo mismo con el estadounidense. ¿Podemos anticipar cuándo ocurrirá? Difícil. Pero lo que sí es posible es llevar registro de su continuo deterioro.

Veamos. Para que un país se constituya en un “imperio” (como lo entendemos en la actualidad), su moneda debe ser la de referencia a nivel global, activo de reserva y de aceptación internacional para el comercio transfronterizo. Además, entre otras cosas, debe poseer el principal mercado financiero mundial. Dalío agrega varios ítems a la lista tales como fortaleza de los sistemas educativos locales, la capacidad de innovar e investigar, el orden interno basado en la ausencia de conflictos relevantes, poder militar, y la sostenibilidad financiera de la deuda del país, entre otros.

Si bien Estados Unidos aún lidera y salva con nota la evaluación, su predominancia está en franco deterioro. Se encuentra en una posición desfavorable de sus ciclos económico-financieros. El peso de la deuda y las magras perspectivas de crecimiento para la próxima década dejan más dudas que certezas. Estados Unidos tiene más deuda externa que activos externos (relación de -68%) y los niveles de deuda pública son elevados (127% del PIB). La mayor parte (99%) de estas deudas están en su propia moneda, lo que mitiga sus riesgos de deuda. Ser la moneda de reserva líder en el mundo es un gran beneficio, pero, si esto cambiara, debilitaría significativamente su posición. Para Dalío el riesgo de desorden interno es alto. Las brechas de riqueza e ingresos son importantes (en relación con países con niveles de ingreso per cápita similares).

Con respecto a la desigualdad, el 1% y el 10% superior en los Estados Unidos captan el 19% y el 45% de los ingresos. La fragmentación social divide notoriamente a la sociedad proyectando debilidad hacia el resto del mundo. Aun así, Estados Unidos tiene el mercado de capital más grande y el centro financiero más fuerte entre los principales países. Su mercado de acciones representa el 59% de la capitalización total del mercado mundial y 66% del volumen, y la mayoría de las transacciones globales se realizan en dólares (55%). Mantiene, además, fortalezas en materia de avances tecnológicos e innovación entre los principales países. Una porción moderadamente grande (14%) de las solicitudes de patentes mundiales, una gran parte (27%) del gasto mundial en I+D y otra gran parte (27%) de los investigadores mundiales se encuentran en los Estados Unidos, que además sostiene un potente ejército acumulando el 40% del gasto militar mundial.

Mientras todo esto ocurre, China muestra un rápido ascenso en términos históricos en la relevancia económica mundial. Sus fortalezas claves son su infraestructura e inversión, su participación dominante en el comercio mundial, su alto nivel de educación, su innovación/tecnología y un fuerte ejército. La llamada “Ruta de la Seda” del siglo XXI no parece ser una iniciativa ingenua. Viene profundizando lazos económicos (comerciales y capitales) entre China con Europa, América Latina y África. El “gigante asiático” se encuentra en una posición algo favorable en sus ciclos económicos y financieros, con una deuda moderadamente baja y un crecimiento real esperado relativamente alto en los próximos diez años (4,3% anual).

China posee más activos externos que deudas externas. Los niveles de deuda pública parecen sostenibles (49% del PIB) y la mayor parte (97%) de estas deudas están en su propia moneda, lo que mitiga sus riesgos de deuda. Con respecto a la desigualdad, el 1% y el 10% superior en China captan el 14% y el 42% de los ingresos. China es el mayor exportador entre los principales países. Exporta el 14% de las exportaciones mundiales. Además, tiene la segunda posición más sólida en educación entre los principales países (tiene una gran parte de las licenciaturas del mundo, 20%). En materia de investigación, innovación, avances tecnológicos y desarrollo, muestra una notable evolución. La mayoría (58%) de las solicitudes de patentes mundiales, una gran parte (23%) del gasto mundial en I+D y otra gran parte (23%) de los investigadores mundiales se encuentran en China.

Revisando los ciclos históricos y la evolución del orden mundial, aparece una probabilidad elevada de que el predominio de Estados Unidos esté en declive. ¿Hasta cuándo el dólar será la moneda de referencia, refugio e intercambio? ¿Hasta cuándo tendrá sentido que China continúe manteniendo transacciones comerciales con países del que es su principal cliente y proveedor en una tercera moneda?

No por abstracto a nuestro día a día deja de ser relevante. China se ha constituido en el principal destino de nuestras exportaciones de bienes y, dependiendo del año, también es el principal proveedor. Nos compran el 60% del total de nuestras exportaciones de carne bovina (en general nuestro principal producto de exportación) y la concentración conlleva notorios riesgos de dependencia. Los imperios crecen, se nutren y se fortalecen a través del comercio, dominio de recursos naturales, energía y capital. A pesar del paso del tiempo y del cambio de era no se encuentra nada nuevo bajo el sol.

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