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Ilustración: Luciana Peinado

Región en la mira: el triángulo del litio en América del Sur

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A medida que la demanda de litio asciende en Europa, se les presenta a Argentina, Bolivia y Chile una nueva oportunidad para apuntalar el crecimiento económico de la mano de la transformación energética 2.0.

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Con la vista puesta en la electrificación de la movilidad como uno de los frentes en la lucha contra el cambio climático, la necesidad de mayores volúmenes de producción de carbonato de litio ha ido en ascenso. El litio es un metal alcalino liviano que constituye un componente crucial para la fabricación de baterías de autos eléctricos, que han sido catalogados como la solución prioritaria para la sustitución de autos a base de combustibles fósiles.

El precio del litio ha venido en aumento desde diciembre de 2020, registrando un meteórico ascenso en poco más de dos años que lo impulsó desde 14.903 dólares a 83.000 dólares por tonelada. Esto supone un incremento de aproximadamente 460%. Sin embargo, la cotización cayó posteriormente y ahora se encuentra en el entorno de los 40.690 dólares, producto de la interrupción de las subvenciones de China (el principal proveedor de estos vehículos en el mundo) a sus empresas de automóviles eléctricos.

En Europa, principal competidor de China en el sector, los motores de la producción están a máxima capacidad y las empresas de procesamiento de litio enfrentan crecientes dificultades para ponerse a tiro con el aumento exponencial de la demanda de los fabricantes de autos eléctricos. Ante esta situación, empresas como Stellantis (Citroën, Fiat, entre otros), General Motors y Tesla han empezado a invertir directamente en empresas medianas offshore en Australia, África y, más notablemente, en Sudamérica.

Argentina, Chile y Bolivia albergan, en su conjunto, 61% de las reservas totales de litio del planeta. No obstante, representan menos del 36% de la oferta mundial del metal, a pesar de que Chile y Argentina ocupan el segundo y cuarto puesto, respectivamente, por detrás de Australia. ¿Están preparados nuestros vecinos para aprovechar “la fiebre del litio”?

Chile y la nacionalización del litio

Chile produce anualmente unas 39.000 toneladas métricas de litio, lo que representa un 30% de la producción global del mineral en el mundo. Mayormente, esto se concentra en el Salar de Atacama. Con un 1,6% de aporte al PIB y mucho espacio para crecer hacia otros salares del país, el sector parece estar listo para sumarse a la carrera de la movilidad eléctrica.

En ese sentido, el pasado 20 de abril el presidente Gabriel Boric anunció la Estrategia nacional del litio, un plan para potenciar la industria alrededor del metal, que le plantea al país “una oportunidad de crecimiento económico que difícilmente se vuelva a repetir en el corto plazo”. El plan propone, en primer lugar, la participación mayoritaria del Estado chileno en todas las empresas privadas del litio y la creación de una empresa pública dedicada a la extracción, procesamiento y producción del metal. Además, promueve la investigación científica y la aplicación de tecnología en los salares para la protección de la biodiversidad, en el marco del diálogo con las comunidades residentes para no distorsionar su estilo de vida y desarrollar una industria con valor agregado.

A este respecto, el punto más controversial ha sido el de la nacionalización del sector, que ha provocado alarma en las empresas privadas Albemarle y SQM, que prevén mudar algunas de sus operaciones hacia África, Australia y Argentina. Preocupado por las expectativas negativas del sector privado, el analista financiero del sector minero Reg Spencer señaló que “si bien la política abre oportunidades para un mayor desarrollo, tendrá el efecto contrario debido a la incertidumbre”.1

Por lo pronto, el gobierno chileno no ha hecho avances concretos en el asunto y presentará en los próximos meses un proyecto de ley para crear la empresa pública de litio al parlamento, en el que no tiene mayoría. Como ingrediente extra, a la vuelta de la esquina está la entrada en efecto del tratado tributario entre Chile y Estados Unidos, que podría hacer al país más atractivo para otras empresas de estadounidenses.

Salar de Uyuni, al sur de Bolivia (archivo, marzo de 2007).

Foto: Andrés Cuenca

Una nueva oportunidad en Bolivia

Al noreste del Atacama, en el salar de Uyuni, el Estado siempre estuvo presente en la industria del litio con el monopolio de Yacimientos de Litio Bolivianos (YLB). La empresa tiene proyectado producir 2.864 toneladas métricas de carbonato de litio en 2023, lo que compone apenas un 2% de la oferta total en el mundo, a pesar de contar con 24,6% de las reservas totales.

El panorama en el departamento de Potosí (donde se ubica el salar de Uyuni) es complejo. Con una pobreza que se ubica en torno a 59%, es el departamento más vulnerable del país, pese a que es el que aporta los mejores resultados en materia minera. Además, 40% de los adultos jamás cursó educación escolar y 20% nunca asistió a un centro educativo formal. En este sentido, la poca mano de obra calificada también limita nuevas inversiones en un rubro que está altamente mecanizado y tiende hacia la automatización.

Sin embargo, podría emerger una luz al final del túnel, en tanto YLB firmó un contrato con el consorcio chino CATL BRUNP & CMOC para avanzar en la instalación de dos plantas de producción de carbonato de litio. A este proyecto se le suma otra planta que la empresa estatal inaugurará entre agosto y octubre y otra planta en el salar de Uyuni. Estas iniciativas podrían suponer, en total, 65.000 toneladas de carbonato de litio al año. Veremos qué sucederá en el futuro en Potosí y si se podrá aprovechar el potencial boom productivo para mejorar las condiciones de vida de los habitantes.

China le da un empujón a Argentina

Se cierra el triángulo con nuestro vecino al otro lado del río, que posee en las provincias de Jujuy, Salta y Catamarca el 22% de las reservas de litio mundiales, con una producción que representa el 8% de la oferta global del carbonato del metal. Si bien Argentina ostenta el cuarto lugar en cuanto a producción de este “oro blanco”, sus capacidades productivas pueden aumentar todavía más. Fue con este ánimo que el presidente Alberto Fernández visitó el pasado 11 de mayo la provincia, tras la reelección del gobernador peronista Gustavo Sáenz. En esa instancia, el mandatario señaló que “Salta tiene una gran oportunidad de desarrollo por las reservas de litio”. En agosto del año pasado, Ganfeng Lithium, el productor más grande de carbonato de litio de China, compró la empresa argentina Lithea Inc., con base en Salta, con una inyección de activos de 962 millones de dólares.

En el frente político también hay avances. Concretamente, un grupo de senadores oficialistas trabaja actualmente con la secretaria de Asuntos Estratégicos de la Presidencia, Mercedes Marcó del Pont, para presentar un proyecto de ley a efectos de que las empresas inviertan parte de sus ganancias en proyectos de industrialización, además de quitarles el tope de regalías. De esta manera, el grupo espera que el país pueda producir baterías y otros bienes de valor agregado de litio, con el fin de que esa ganancia obtenida de la aplicación de conocimiento se quede dentro de fronteras.

Perspectivas, valor agregado y sostenibilidad

Con modelos más o menos distintos, el triángulo del litio quiere subirse al barco del “oro blanco”, que según analistas zarpará a fines de la década cuando Estados Unidos, Europa y China completen los planes para la producción propia de carbonato de litio. No obstante, hay algunos puntos a tener en cuenta.

Por un lado, está la discusión de cómo será aprovechada la bonanza económica que puede venir con la “fiebre del litio”, ya que las poblaciones de las provincias y departamentos de los tres países demandan que estos proyectos deriven en una mejora de las condiciones de vida. Para lograrlo, una vía pasa por el desarrollo de industrias con valor agregado que graviten en torno a esto, como a las que aparentemente apuntan Argentina y Chile.

Por otro lado, está la cuestión ambiental. Si bien los vehículos eléctricos son la opción para “enverdecer” la movilidad en el mundo, existen cuestionamientos acerca de los perjuicios que la extracción del litio puede generar. El proceso de extracción del metal requiere grandes cantidades de agua, ya que para extraer una tonelada de litio se necesitan aproximadamente 1.890.000 de litros de agua. Además, hay efectos negativos sobre su calidad, dado el uso de químicos, y sobre la calidad del suelo.

En síntesis, los tres países deberían aprovechar esta oportunidad, pero sin desconocer que existe el largo plazo y que el propósito final de todo esto pasa, justamente, por el medioambiente.


  1. Diario Financiero de Chile. 

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