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Ilustración: Luciana Peinado

Especialistas de toda la región debatieron en Uruguay sobre el rol del cooperativismo como herramienta de inclusión

9 minutos de lectura
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Académicos de Uruguay y Chile aseguraron a la diaria que el modelo cooperativo es una valiosa alternativa frente a las desigualdades y la erosión del medioambiente creadas por el capitalismo. Aseguraron también que el Estado debe crear un entorno favorable para el crecimiento cooperativo.

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Con más de 3.800 asociaciones funcionando, el cooperativismo es un rasgo de identidad del país. De ahí que los países de la región presten especial atención al modelo uruguayo como uno de los más desarrollados de América Latina, junto con Argentina y Brasil.

Por este motivo, especialistas de diferentes países llegaron este mes a Montevideo para participar en el XIII Encuentro de Investigadores Latinoamericanos en Cooperativismo (XIII Eilac), organizado por la Red Temática de Economía Social y Solidaria de la Universidad de la República (Udelar).

Algunos de los especialistas consultados por la diaria explicaron que el cooperativismo emerge como una alternativa económica poderosa frente a las profundas desigualdades que caracterizan a América Latina, y definieron el cooperativismo como una herramienta de inclusión y equidad social que busca expandirse a lo largo y ancho de América Latina.

Los académicos señalaron que, mientras que los modelos económicos dominantes han exacerbado las brechas entre ricos y pobres, las cooperativas promueven la inclusión y la equidad, ya que brindan a pequeños productores y consumidores la posibilidad de acceder a mejores condiciones de mercado, redistribuyendo los recursos de manera más equitativa y generando un impacto positivo en el desarrollo humano, especialmente en las comunidades más vulnerables, señalaron.

Semillas de desarrollo

El profesor e investigador de la Udelar Pablo Guerra consideró, en diálogo con la diaria, que el cooperativismo y otras expresiones también basadas en valores como la ayuda mutua, la cooperación o la reciprocidad son experiencias alternativas que sirven como “semillas” para nuevas formas de comprender un desarrollo más integrado.

“Este modelo alternativo es muy importante en América Latina, ya que cuestiona el hecho de que, a pesar de que somos una región tan rica, es la más desigual del mundo”, afirmó Guerra, que es doctor en Ciencias Humanas y sociólogo.

El especialista indicó que el cooperativismo logró que algunos territorios pasaran de situaciones de gran pobreza e inequidad a “elevados grados de desarrollo humano”. “El sector cooperativo se ha mostrado muy eficiente en la consecución de estos objetivos”, afirmó Guerra, quien destacó que esta situación contrasta con el “discurso hegemónico” que tiende a pensar que la economía social y solidaria y el cooperativismo no son eficientes.

Destacó que el cooperativismo y otras formas de economía social y solidaria son un “motor” del desarrollo latinoamericano basado en valores alternativos a los dos grandes sectores de la economía: el capitalista, que es “muy eficiente” para el crecimiento económico, pero “falla” en la distribución de las ganancias y en la sustentabilidad ambiental, y el estatal.

“El modelo solidario viene a presentarnos modelos que pueden impactar de mejor manera respecto de las debilidades que tienen los sectores hegemónicos en nuestras economías”, explicó.

Resolver asimetrías

Por su parte, Eduardo Letelier, académico en la Universidad Católica del Maule (Chile) y coordinador de la Red Universitaria de Economía Social y Solidaria, dijo a la diaria que el cooperativismo es fundamental para resolver asimetrías económicas al facilitar el acceso de pequeños productores y consumidores a mejores condiciones en el mercado. En una región tan desigual, las cooperativas permiten mayor transparencia y equidad, indicó.

Letelier, que es doctor en Economía Social e ingeniero comercial, explicó que el crecimiento del cooperativismo depende del contexto macroeconómico y de las políticas públicas redistributivas. En la medida que el Estado asuma un rol más relevante en la economía, se creará un entorno favorable para su expansión, especialmente en sectores como la alimentación y la vivienda.

Por su parte, Anabel Rieiro, que tiene un máster en Sociología y es profesora e investigadora de la Udelar, aseguró que las “economías para la vida” se presentan como una alternativa a las economías capitalistas, buscando bienestar y sostenibilidad. El desafío principal para estos sectores es la falta de políticas públicas que apoyen su crecimiento y visibilidad, en particular frente a un sistema económico que valora principalmente el capital, dijo.

Los expertos hicieron estas declaraciones en el XIII EILAC, que se realizó hace pocos días en Montevideo.

Sobre el encuentro

Guerra y Letelier destacaron la importancia del encuentro realizado en Montevideo. Fue la primera vez que se llevó a cabo en Uruguay y contó con la participación de 195 investigadores de ocho países, quienes abordaron 11 ejes temáticos, entre ellos, la agricultura familiar, plataformas digitales, cooperativas y desafíos ambientales. Las conclusiones apuntaron al análisis de las nuevas tendencias en el sector, como las cooperativas de plataformas y la implementación de balances sociales, económicos y ambientales.

“Este espacio permite la presentación de trabajos y el desarrollo de conferencias que dan cuenta de ciertas problemáticas que son centrales en el ámbito cooperativo. Permite también la vinculación de investigadores que trabajan en temas afines. Otro elemento interesante tiene que ver con la evolución de políticas públicas y con el fomento del sector cooperativo y los resultados que ha logrado en estos países”, agregó Letelier.

Este año, participaron investigadores de la región que presentaron ponencias en torno a distintos ejes temáticos, como educación y capacitación en cooperativismo y economía social-solidaria, mercados, finanzas, problemáticas socioambientales, tecnologías, economía feminista, agricultura familiar, campesina e indígena, entre otros.

Foto: Alessandro Maradei

Importancia del cooperativismo

El cooperativismo suele emerger en contextos en los que hay sectores económicos que pretenden llevar adelante actividades específicas que no son de interés del capital, porque presentan dificultades en los costos de construcción, en las escalas de operación, en la seguridad, entre otros, explicó Letelier.

“La manera de resolverlo es a través de la autoorganización de los implicados. De las empresas pequeñas, de los productores, de los trabajadores, de los consumidores. Yo diría que el cooperativismo, en ese sentido, juega un papel de abordaje, de actividad económica en la que el capital no tiene inicialmente mayores intereses. Pero, por otra parte, también hay situaciones de asimetría en mercados, en particular entre grandes y pequeñas empresas, o entre productores que vuelven al cooperativismo también una herramienta de negociación y de posicionamiento con condiciones de mayor equidad en los mercados. Ese sería otro elemento importante”, agregó.

El analista chileno aseguró que existe bastante heterogeneidad. Hay grandes y pequeñas empresas dedicadas a la tecnología, a la producción, hay inserción mercantil y también vinculaciones con el mundo de la economía doméstica. Justamente, el desarrollo del sector cooperativo permite resolver ese tipo de situaciones, precisó.

Letelier subrayó que el cooperativismo influye en el crecimiento económico de la región al resolver asimetrías o heterogeneidades estructurales. “Tiene que ver con permitir, por ejemplo, que los pequeños productores de diversos ámbitos puedan acceder en condiciones mucho más simétricas a mercados donde proveerse de insumos y materias primas”, agregó.

Otro ejemplo es que permite que los consumidores, al estar organizados, puedan tener mayor injerencia en los precios o en las calidades de los bienes a los que acceden. “Las cooperativas en nuestros países juegan un papel central en lo que podría llamar un sector social y solidario de la economía. Hay que pensar las cooperativas en un entramado importante y, en ese sentido, hay que analizar que el impacto que pueden tener va mucho más allá del sector cooperativo. Tienen un impacto importante en potenciar la dinámica del trabajo por cuenta propia, por ejemplo, de las microempresas familiares, del trabajo de organizaciones comunitarias”, reflexionó.

Economías para la vida

El evento se amplió a otras formas de la economía social y solidaria, más allá del cooperativismo tradicional, y se destacó la importancia de otros actores, como la Red de Agroecología y las Redes de Grupos de Mujeres Rurales.

Rieiro explicó que, junto con otros investigadores, trabajó en un proyecto de investigación que buscó mapear el estado actual de la economía social y solidaria en Uruguay. Con este objetivo, se llevaron a cabo varios encuentros llamados “Economías para la vida”. La investigadora enfatizó que el cooperativismo se asocia mucho a la economía social, pero hay otras organizaciones que también entran dentro del modelo. Destacó, en ese sentido, a la Coordinadora de Economía Solidaria, la Red de Agroecología, la Red de Grupos de Mujeres Rurales, la Red de Semillas Nativas y Criollas, la Red de Vueltas Comunitarias, entre otras.

“Lo que quisimos hacer fue cambiar un poco el nombre para que diera cuenta de que hay otro tipo de economía. Lo llamamos ‘economías para la vida’, en contraste con las ‘economías para el capital’, que buscan maximizar su ganancia”, afirmó. La especialista explicó que existen tres “epicentros” que regulan la economía: el mercado, el Estado y las economías para la vida.

Frenos

Por otro lado, Letelier dijo que en América Latina se les da prioridad a empresas de capital a la hora de hacer fomento, mientras que las cooperativas, aunque han evolucionado con el tiempo, no son objeto de la misma prioridad.

“En los últimos años se han valorizado los impactos sociales y ambientales de las cooperativas en términos de inclusión, de sustentabilidad, pero hay un sesgo más favorable a otro tipo de empresas”, reflexionó.

Como barreras, Guerra mencionó que el cooperativismo enfrenta dificultades para ingresar en áreas económicas que están “muy concentradas” en corporaciones internacionales. “Las grandes innovaciones tecnológicas suelen pasar, en primer lugar, por multinacionales en corporaciones y eso nos deja siempre en un lugar secundario. El otro problema que tenemos es el de las políticas públicas. No siempre las políticas públicas están pensadas junto a los sectores involucrados, hay mucha disparidad en ese sentido”, afirmó.

Asimismo, Rieiro recordó que el cooperativismo tiene más de un siglo en Uruguay y ha crecido “bastante en los últimos años” y logrado un “sistema jurídico claro”. Sin embargo, advirtió que esa no es la realidad de otros grupos, que nacieron, sobre todo, en torno a la crisis de 2002, y puso como ejemplo la Red Agroecología, la Red de Semillas y la Coordinadora Nacional de Economía Solidaria.

“La mayoría tienen figuras jurídicas, pero su forma de trabajar es mucho más en red, más descentralizada, muchas veces los socios entran, pero se van y luego vuelven. En eso se diferencian del cooperativismo, donde los miembros se mantienen, por eso estas nuevas redes presentan dificultades a la hora de ser representadas. Al Estado todavía le cuesta un poco reconocer o tener más claro cuáles son las particularidades del sector”, agregó. Puso como ejemplo el Plan Nacional de Agroecología, que fue aprobado en 2019 por unanimidad, pero luego desde el Poder Ejecutivo se le brindó “muy pocos fondos” con los que hacer realidad los objetivos y actualmente se encuentra “trancado”.

“Hay otro sector, en el que entrarían las ollas de merenderos populares, que crecieron durante la pandemia de covid-19: en 2020 relevamos 700 ollas. Observamos que la política pública que se fue desplegando a lo largo de estos años terminó criminalizando, acusando a las organizaciones y a algunas ollas de quedarse con algunos insumos. Entonces, podemos decir que ahí hubo una política de criminalización o, por lo menos, una confrontación fuerte, sumada a la precariedad de las propias organizaciones, que al final eran vecinales llevadas a cabo de una manera muy artesanal”, afirmó.

De lo anterior se desprende que existe una gran heterogeneidad en la que, mientras que el cooperativismo hace mucho tiempo que actúa, hay otros sectores que emergen y a los que el Estado no reconoce, reflexionó.

El impacto de las economías para la vida es difícil de medir porque tiene que ver con el bienestar de las familias y de las colectividades, que no se traduce directamente utilizando los mismos índices y métodos que la economía tradicional, indicó.

Situación en Uruguay

Letelier afirmó que Uruguay “se caracteriza por tener el sector cooperativo de mayor desarrollo en América Latina, junto con Argentina y Brasil”. “Es un referente para los procesos que se están desarrollando en otros países, específicamente en algunos sectores, como el agropecuario y la vivienda, sin duda, un referente también muy importante para el continente y para el sector del trabajo”, expresó.

Para Guerra, la voluntad pública es muy importante para impulsar el cooperativismo en Uruguay. “Tenemos una Ley de Economía Social y Solidaria, pero hay grandes dificultades para ejecutarla. Aun así, este año la Universidad de la República está trabajando junto con el Instituto Nacional del Cooperativismo para poder dar funcionamiento al Consejo Consultivo de la Economía Social y Solidaria, que es justamente uno de los organismos presentes en la ley. Eso nos ha permitido comenzar a sentar en una misma mesa a delegados del sector cooperativo, de la economía ecológica y de los sectores de la economía popular y solidaria. Creo que es un desafío muy importante y que tiene que ver justamente con la necesidad de tener liderazgos políticos que puedan poner en ejecución algunos mecanismos que están previstos en la ley”, añadió.

A pesar de los desafíos, Uruguay se encuentra en un ciclo positivo desde la Ley General de Cooperativismo de 2008, con un crecimiento sostenido de entidades cooperativas, en particular en sectores como el de la vivienda social, puntualizó.

Perspectivas

Consultado sobre cómo podría crecer el cooperativismo en la región en los próximos años, Letelier consideró que depende mucho del contexto macroeconómico. “El cooperativismo en nuestros países está muy vinculado al destino de las políticas públicas. Si tenemos políticas públicas que ponen el acento en cierto proceso redistributivo, el cooperativismo se beneficia bastante en términos del crecimiento económico de ese tipo de políticas, porque responde justamente a las demandas del mercado interno. Yo diría que es una cuestión importante de una caracterización en general”.

Asimismo, mencionó la importancia de la intercooperación, la articulación entre distintos sectores cooperativos (trabajo, vivienda y finanzas) para lograr un desarrollo más inclusivo y sostenible en la región.

“La academia tiene un rol fundamental para visibilizar el cooperativismo como alternativa económica”

Guerra subrayó la importancia de las universidades en la difusión y defensa del modelo de economía social y solidaria, proporcionando el sustento teórico para demostrar que otro modelo es posible.

“La academia ha tenido en todo el mundo y en las últimas décadas un rol fundamental justamente para elaborar nociones y marcos teóricos que nos permitan comprender cómo el cooperativismo y el conjunto de la economía social y solidaria se presentan como experiencias concretas que demuestran cómo otra economía es posible. Eso para nosotros es un desafío teórico y académico importante, porque cuando vislumbramos concepciones alternativas en este tipo de experiencias, tenemos que hacerlo desde un marco teórico y conceptual que dé el sustento a lo que estamos afirmando”.

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