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A seis meses del “día de la liberación”, ¿cuál es el panorama económico global?

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Según el FMI, el impacto del rebrote proteccionista ha sido menor que el previsto seis meses atrás, y el recorte del crecimiento “se sitúa en el extremo moderado del rango de estimaciones” trazado en abril.

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Un deterioro menor del previsto

El Fondo Monetario Internacional (FMI) difundió el martes su informe semestral de perspectivas económicas, una de las publicaciones más destacadas del organismo. Hace seis meses, la publicación coincidió con los anuncios de una escalada arancelaria por parte de Donald Trump, en lo que él mismo optó por llamar el “día de la liberación”. En ese momento el FMI incluyó una serie de estimaciones considerando distintos escenarios, que en todos los casos implicaban una revisión a la baja del crecimiento mundial; algunos asumían una corrección severa y otros una de carácter más moderado.

Actualmente, con un poco más de certeza (si es que se puede utilizar esta palabra en el contexto actual), la institución señala que el impacto sobre el dinamismo de la actividad global se ubica en el “extremo moderado del rango de estimaciones”. Esto se explica por diversos factores, entre los que destacan “la agilidad del sector privado” para adelantar las importaciones (y evitar así los nuevos aranceles que entrarían en vigor) y reorganizar las cadenas de suministro, las negociaciones para alcanzar nuevos acuerdos comerciales y exenciones, y la reacción del resto de los países para mantener “abierto el sistema de comercio” y evitar ingresar en una lógica más agresiva de represalias.

Como resultado de estos esfuerzos, ahora se proyecta un crecimiento mundial de 3,2% para este año y de 3,1% para el que viene, que supone un recorte de dos décimas en el acumulado del bienio (concentrado esencialmente este año). Siendo que esta modificación fue bastante menor que lo previsto, cabe preguntarse si efectivamente el shock asociado al rebrote proteccionista no tendrá efectos relevantes sobre el desempeño de la economía mundial. La respuesta, según advierte el FMI, es que sería “prematuro e incorrecto” asumir que el impacto se restringe a esta leve revisión bajista para este año.

Prematuro e incorrecto

Por un lado, sería “prematuro” porque la tasa arancelaria de Estados Unidos sigue siendo históricamente elevada, situándose en el entorno del 19%, y porque las tensiones comerciales “no dejan de proyectar su sombra” sobre el mundo en tanto la incertidumbre sobre el devenir de la política comercial sigue siendo inusitadamente alta. En definitiva, más allá de lo sucedido en este último semestre, lo cierto es que “las reglas de la economía mundial atraviesan un período de cambio”.

En este sentido, la disrupción provocada podría incrementar las tensiones a medida que las empresas van trasladando el costo de los aranceles a sus clientes y que se reorganizan los flujos de forma de salvaguardarlos ante la ocurrencia de nuevos episodios similares. En efecto, advierte el FMI, “la experiencia hace pensar que puede transcurrir bastante tiempo hasta que pueda vislumbrarse el panorama completo”.

Por otro lado, sería “incorrecto” porque están operando otras “importantes fuerzas”, que, al margen de la política comercial, igualmente moldean unas “perspectivas complejas”. Una de ellas tiene que ver con el endurecimiento de las políticas migratorias en Estados Unidos, que implica una merma del capital humano y, por esa vía, un problema de oferta con derivada negativa sobre los determinantes del crecimiento (al momento esto no ha tenido un efecto significativo sobre el mercado laboral, dado que este proceso ha estado acompañado por una caída de la demanda laboral compensatoria).

La otra de estas fuerzas está asociada a la desaceleración de China, el país más afectado por los aranceles, que además sigue enfrentando dificultades más estructurales. A este respecto, advierte el FMI, el sector inmobiliario (que representa el 30% del PIB) todavía no se ha recuperado del estallido de la burbuja que tuvo lugar cuatro años atrás y la inversión sigue contrayéndose. En términos más generales, además, la economía china “se asoma a un ciclo de deuda y deflación” que nubla las perspectivas de corto plazo.

A esto se suman las preocupaciones por el auge actual de la inteligencia artificial, la vulnerabilidad fiscal y las presiones sobre las instituciones encargadas de fijar las políticas, principalmente los bancos centrales.

El auge de la IA

Con respecto al primer elemento, el FMI sugiere que la situación actual “muestra algunos paralelismos con la de las empresas puntocom a finales de la década de 1990”. En esta oportunidad, el optimismo del mercado en torno a esta nueva tecnología –similar al que generó internet en aquel entonces– está impulsando el mercado accionario y alimentando una ola de inversiones significativa, pero implica un riesgo importante dado que ha estado alimentando expectativas “ambiciosas” que, de no cristalizarse, podrían generar una corrección abrupta.

Escaso margen ante nuevos shocks

En el segundo caso, los riesgos fiscales provienen de la combinación de varios factores: el deterioro de las perspectivas de crecimiento, la suba de las tasas de interés, el incremento de los niveles de deuda y las nuevas necesidades de gasto asociadas a rubros como el de defensa o seguridad nacional. Todo esto está complicando la “ecuación fiscal” y eso abre una fuente de vulnerabilidad ante la materialización de un nuevo shock externo importante.

Además, el escaso margen con el que cuentan los gobiernos, en particular en los países de ingresos bajos e ingresos medios, puede continuar alimentando el malestar social (en particular, entre los segmentos más jóvenes de la población), con implicancias difíciles de anticipar.

Debilidades institucionales

La presión sobre el sistema que ha dado soporte al ordenamiento económico mundial tras la Segunda Guerra Mundial es creciente, y las instituciones encargadas de velar por la estabilidad, como los bancos centrales, “están viéndose sometidas a crecientes presiones”. Y en caso de sucumbir ante ellas, “muchos de los avances en las políticas, logrados a base de gran esfuerzo durante tantas décadas, podrían perderse”.

Esto es particularmente relevante en el caso de la política monetaria, dado que la pérdida de confianza en el rol de las autoridades y en su capacidad para lograr la estabilidad de precios podría afectar la formación de expectativas inflacionarias, induciendo a los bancos centrales a adoptar posturas más agresivas con efectos nocivos sobre la actividad económica.

Asimismo, las crecientes presiones políticas para generar condiciones más laxas de liquidez están erosionando la independencia y la autonomía de las autoridades bancocentralistas, siendo el caso de Donald Trump el ejemplo más ilustrativo (para variar).

¿Algún brote verde?

“Si bien predominan los factores adversos, no todo es sombrío”, señala el FMI en otro de los apartados del informe. Por un lado, la reducción de la incertidumbre podría liberar las capacidades productivas e impulsar una mayor demanda por el lado del consumo y de la inversión. Según los cálculos del organismo, “una disminución apreciable de la incertidumbre sobre la política económica mundial gracias a acuerdos comerciales bilaterales y multilaterales más claros y estables puede elevar el producto mundial en un 0,4% a muy corto plazo”. Si esto deriva en un repliegue del proteccionismo, el PIB mundial podría elevarse un 0,3% adicional, generando un efecto acumulativo no menor.

Por otra parte, si el auge de la IA no termina generando una burbuja, sería un importante estímulo sobre la productividad, elevando el crecimiento de corto y mediano plazo. Utilizando “supuestos moderados”, el FMI concluye que la IA podría añadir otro 0,4% al producto mundial en los próximos años.

¿Cómo quedan las nuevas proyecciones?

Para este año se espera un crecimiento mundial de 3,2%, que se moderaría una décima hacia 2026 (en 2024 el mundo creció 3,3%). En el caso de las economías avanzadas, el crecimiento anual previsto para el próximo bienio es de 1,6%, impulsado por una expansión de 2% en el caso de Estados Unidos, de 1,2% en el caso de la Eurozona y de 1,1% en el caso de Japón.

Para los países emergentes y en desarrollo, las nuevas proyecciones anticipan un crecimiento de 4,2% para este año y de 4% para el que viene. Este año, concretamente, China crecería 4,8% e India 6,6%. En el caso de América Latina, el FMI prevé una expansión del PIB equivalente a 2,4%, que estaría asentada en el dinamismo del Caribe (3,6%) y de los países de América Central (3,4%).

En el caso de América del Sur, se espera un crecimiento de 2,7%, con desempeños dispares en su interior. La economía que registraría la mayor expansión es Argentina (4,5%), seguida por Paraguay (4,4%) y Ecuador (3,2%). En el caso de Uruguay, el FMI proyecta un crecimiento de 2,5% este año, que está en línea con las expectativas de los analistas recogidas por el Banco Central del Uruguay. En el otro extremo, Bolivia sería el país con peor desempeño, aunque aún no se espera una contracción para este año.

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