El dato
Durante los últimos meses varias noticias asociadas al cierre de empresas, en particular al interior del sector industrial, despertaron preocupación en el sistema político y en otros ámbitos, en particular empresariales y sindicales. La ensambladora de autopartes Yazaki, la panadería La Vienesa o Fenedur, más conocida por producir la famosa “Gotita”, son algunos ejemplos de esta problemática. Si bien este fenómeno responde a causas estructurales que vienen operando gradualmente desde hace más de una década, vale la pena detenerse en la dinámica reciente tomando como punto de partida los datos sobre la demografía de las empresas que elabora el Instituto Nacional de Estadística.
A este respecto, la información revela que, si bien durante el primer trimestre “nacieron” (se crearon) 10.474 nuevas empresas, también cesaron sus actividades unas 10.786 empresas que a fines de 2024 estaban activas, dejando así un saldo negativo de 312 empresas. Durante el segundo trimestre del año, por su parte, la creación de empresas ganó impulso y el cese de actividades se moderó, alterando el signo del saldo, que pasó a ser positivo en 252 nuevas empresas.
Estas cifras duplican el registro correspondiente al mismo trimestre del año anterior, cuando el saldo favorable ascendió a 125 empresas. De esta forma, en los 12 meses cerrados a junio, se acumula un saldo positivo de 1.457 nuevas empresas en el país, el mayor registro desde setiembre del año pasado.
El contexto: los efectos de la destrucción creativa
El nacimiento y la muerte de empresas son fenómenos normales que ocurren a lo largo y ancho del mundo y que forman parte de la famosa “destrucción creativa”, un proceso de innovación permanente que altera constantemente la estructura económica y cuya descripción y entendimiento fue objeto de la premiación reciente a cargo de la Real Academia Sueca de Ciencias. En breve, el surgimiento de nuevas ideas, tecnologías y métodos de producción altera el tejido empresarial, creando y destruyendo empresas de forma sistemática.
Si bien se trata de un proceso que opera de forma continua, no implica que la velocidad a la que ocurre esa dinámica de creación y destrucción sea constante y, por supuesto, sea el único factor que opera sobre los ciclos de vida empresarial (en particular, el nacimiento y la muerte). A modo de ejemplo, durante las crisis económicas la creación neta de empresas se torna negativa, un proceso que se revierte con el rebote de la actividad. En el medio de esas dos fases del ciclo, no sólo cambia el número de empresas activas, sino que se altera la composición y la estructura.
En efecto, de acuerdo con el economista austríaco Joseph Schumpeter, esta dinámica constituye el motor del crecimiento económico, ya que la propia destrucción de las empresas menos productivas le permite a la economía reasignar los recursos (dinero y trabajadores) hacia nuevas unidades y sectores más productivos e innovadores, impulsando así el crecimiento económico sostenido. Obviamente, este proceso no es neutro al interior del sector productivo, dado que genera ganadores y perdedores.
¿Qué se puede hacer para minimizar las pérdidas que genera esa destrucción creativa?
Si bien la oposición a estos cambios puede salvaguardar empresas y empleos en el corto plazo, existe una fuerte tensión entre esa aproximación y la necesidad que tienen los países de aumentar su productividad para expandir las capacidades productivas, algo que es fundamental dado los magros desempeños que muestran las economías durante los últimos años.
Por eso, la clave no pasa por detener este proceso, sino por incrementar los esfuerzos a la hora de compensar las pérdidas que supone para quienes se ven afectados por la “destrucción” que es inherente a él. Y en ese sentido, las políticas públicas deben acompañar estas transformaciones, no sólo promoviendo el desarrollo y la adopción de nuevas ideas y tecnologías, sino generando las condiciones para mejorar las capacidades de los agentes en el tiempo, es decir, invirtiendo en educación, en capacitación y en reconversión laboral.
¿En qué otros aspectos de la vida impacta la destrucción creativa?
La incorporación de nuevas ideas y tecnologías obviamente no se limita al plano económico, dado que cada ola de innovación trae consigo transformaciones profundas en la forma en que vivimos y nos relacionamos, desde el desarrollo de nuevos medicamentos y medios de transporte hasta los medios de relacionamiento social, de educación y de acceso a la información, entre muchas otras cosas más. En definitiva, el cambio tecnológico y sus consecuencias son, tal vez, el principal motor de transformaciones a escala civilizatoria.
Joaquín Pascal, Centro de Estudios Etcétera.