Según un informe del Banco Mundial, entre el 2000 y 2023 la cantidad de personas en situación de extrema pobreza –que viven con 2,15 dólares o menos al día– se redujo un 63% a nivel mundial. Sin embargo, esa caída no se produjo en los países de menores ingresos, en los cuales el número de personas que padecen esta condición creció e igualó al resto del mundo.
El contexto
A principios de los 90, el 50% de la población mundial se encontraba en la extrema pobreza. Sin embargo, desde entonces, esa proporción ha venido cayendo en la mayoría de los países, con la excepción de los 25 países más pobres.1 En estos casos, la problemática se mantuvo relativamente estable hasta los 2000, cuando, coincidiendo con la entrada de China a los mercados internacionales, la pobreza extrema se redujo. Sin embargo, desde 2010 no se han constatado avances adicionales, permaneciendo en niveles cercanos al 40%.
¿Por qué no se redujo la pobreza en los países de menores ingresos?
Lo que el gráfico pone de manifiesto es una divergencia geográfica y estructural entre los países, dado que los de bajos ingresos, muchos ubicados en África, continúan sufriendo las consecuencias de conflictos armados, debilidades institucionales y crisis alimentarias recurrentes. Además, se caracterizan por elevados niveles de informalidad laboral, endeudamiento y dificultades para acceder al crédito, además de profundas carencias en materia de servicios públicos, infraestructura, salud y educación, lo que limita la posibilidad de aumentar la productividad.
En ese sentido, un poco menos del 60% no cuenta con acceso a luz eléctrica, tienen, en promedio, apenas seis años de escolarización y siguen presentando niveles elevados de mortalidad infantil. La esperanza de vida, por su parte, considerando también valores promedio, es de 64 años.
En efecto, la conjunción de estos aspectos estructurales, sumada a la sucesión de crisis globales del último quinquenio, ha impedido a estas economías la posibilidad de retornar a los niveles de pobreza extrema vigentes antes de 2020.
En suma, el cambio en la geografía de la pobreza extrema plantea nuevos desafíos para la ayuda internacional y para las estrategias de desarrollo en dichos países, donde el crecimiento es estructuralmente limitado y las políticas tradicionales de combate a la pobreza (transferencias y acceso a servicios) son difíciles de implementar y alcanzan resultados limitados.
El problema es que las tensiones geopolíticas y el quiebre del orden institucional de la posguerra, en particular en materia de multilateralismo, están provocando un retroceso significativo de los esfuerzos en esta dirección. El desmantelamiento de agencias como la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional y la Fundación Estadounidense para el Desarrollo de África es apenas una muestra de lo anterior.
De esta manera, la pobreza extrema no se reduce; por el contrario, se concentra todavía más. Y para erradicarla se necesita mucho más que crecimiento económico: hacen falta reformas estructurales en múltiples áreas, estrategias más adaptadas a cada contexto local y una profundización del sistema de asistencia internacional.
Joaquín Pascal, Centro de Estudios Etcétera.
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Incluye Afganistán, Somalía, Burkina Faso, Burundi, República Centroafricana, Chad, República Democrática del Congo, Eritrea, Gambia, Guinea-Bissau, Corea del Norte, Liberia, Madagascar, Malaui, Mali, Mozambique, Níger, Ruanda, Sierra Leona, Sudán del Sur, Sudán, Siria, Togo, Uganda y Yemen. ↩