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Ilustración: Luciana Peinado

Las normas de género en el uso del tiempo afectan el bolsillo de muchos hogares uruguayos

9 minutos de lectura
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Una investigación del Instituto de Economía de la Udelar demuestra que las normas de género pesan más que la racionalidad económica en muchos hogares uruguayos. La economista Maira Colacce, una de las investigadoras a cargo del estudio, abordó el fenómeno en diálogo con la diaria

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El peso de las normas de género va muchas veces en contra de la racionalidad económica en los hogares uruguayos. Esto lleva a que, aun cuando las mujeres trabajan y aportan el principal ingreso del hogar, sigan siendo las que absorben el peso principal del cuidado y la atención de las casas.

Así lo señaló a la diaria la economista Maira Colacce, una de las autoras, junto con Verónica Amarante y Paula Barro, de la investigación titulada “Patrones de uso del tiempo de varones y mujeres en Uruguay. 2007-2022”. Las investigadoras forman parte del Instituto de Economía de la Facultad de Ciencias Económicas y de Administración (FCEA) de la Universidad de la República (Udelar), y el estudio contó con el apoyo del Fondo de Población de las Naciones Unidas y de la Comisión Sectorial de Investigación Científica.

Colacce explicó que, si bien “la teoría económica más tradicional considera que los hogares son racionales, es decir, toman las decisiones buscando lo que más les conviene”, en la mayoría de los casos las normas de género son más fuertes y terminan imponiéndose a la razón. Por lo tanto, más allá de que en algunos hogares la mujer sea la que aporta el ingreso principal, “la diferencia entre hombres y mujeres tiene que ver con estas pautas culturales, con lo que entendemos que tiene que hacer una mujer y con lo que entendemos que tiene que hacer un varón. Esto se profundiza especialmente cuando tienen hijos”, indicó.

La investigación comparó los datos que arrojó la última Encuesta Nacional de Uso del Tiempo de 2021 con las realizadas en 2007 y 2013, a efectos de fomentar el debate público sobre el tema y promover cambios en las actitudes y políticas que conduzcan a una mayor equidad.

El resultado de dos años de trabajo permitió a las autoras determinar que, si bien las brechas de género se redujeron en los últimos 15 años, siguen existiendo fuertes pautas culturales que definen las actitudes y las tareas que asume cada género. Según la investigación, las mujeres trabajan menos que los varones en términos remunerados y tienen una mayor carga de trabajo no remunerado.

“Las mujeres siempre tienen una carga menor de trabajo remunerado, aunque la diferencia disminuye en el período, pasando de representar el 55% de la carga correspondiente a los varones al 70% entre 2007 y 2021. En contraposición, las mujeres realizan, en promedio, el doble de trabajo no remunerado que los varones en 2021, aunque el ratio se reduce en el período; en 2007 realizaban casi tres veces más trabajo no remunerado que los varones. Entre las tareas no remuneradas, las diferencias en el trabajo doméstico entre mujeres y varones descienden en el tiempo, aunque en 2021 las mujeres aún realizan el doble de trabajo doméstico que los varones”, afirma en el documento.

¿Qué les sorprendió más al comparar los datos de 2007, 2013 y 2021 sobre el uso del tiempo y los cuidados?

La sorpresa fue el aumento del trabajo no remunerado de los varones educados de 60 a 74 años. Es algo que no nos esperábamos, porque los cambios en el trabajo no remunerado son lentos al ser principalmente culturales, y especialmente tienen esta característica en el caso de los varones. Nos interesan mucho los resultados que mueven efectivamente la aguja en el caso de los varones, porque por lo general están asociados a cambios culturales.

Los determinantes del trabajo no remunerado de las mujeres son mucho más conocidos, pero en el caso de los varones, en general, nos cuesta mucho más ver que haya cosas que alteren su trabajo no remunerado. En este caso observamos una modificación bastante importante.

¿A qué atribuyen este cambio?

Cuando nos pusimos a estudiarlo, encontramos que se incrementa el trabajo de cuidado a otros hogares –asumimos que están cuidando principalmente a nietos y nietas– y también aumenta el cuidado dentro del hogar, a parejas o a personas con las que conviven, que generalmente son personas dependientes. Además, crece el trabajo no remunerado doméstico, por ejemplo, en las tareas de cocina.

Esto no es solamente un cambio cultural, sino una cuestión demográfica nueva, que tiene que ver con que estos varones ahora están crecientemente más solos, en el sentido de que el divorcio es mucho más prevalente.

¿Cómo se entiende que entre mujeres haya una “convergencia” en los patrones de cuidado sin importar el nivel educativo, pero entre varones las diferencias se mantengan o se amplíen?

Entendemos que, en el caso de las mujeres, el trabajo no remunerado está muy asociado a sus patrones de fecundidad. Lo que pasó especialmente entre 2013 y 2021 es que hay una convergencia, especialmente entre las mujeres que cuentan con nivel educativo de primaria y secundaria, en el momento en que tienen su primer hijo y su participación en el mercado laboral; las trayectorias son cada vez más parecidas. Esto es bastante interesante, porque además muestra cómo en las mujeres la cantidad y la carga de trabajo no remunerado está súper asociada a sus patrones de fecundidad, es decir, a la cantidad y los momentos en los cuales tienen hijos, y a cómo eso consolida un determinado rol.

Cuando una mujer y un varón constituyen una pareja, el trabajo no remunerado de las mujeres aumenta y el de los varones cae. Pero, especialmente cuando tienen hijos, las mujeres pasan a realizar un montón de trabajo no remunerado más, que tiene que ver con esta mayor carga asociada a los hijos, mientras que en los varones recién empezamos a ver recientemente un aumento del trabajo no remunerado luego de tener hijos.

Antes, para los varones el hecho de tener un hijo no tenía impactos importantes en términos de su trabajo no remunerado, sí en su trabajo remunerado: los varones con hijos trabajan más que los hombres sin hijos, lo cual tiene que ver con las pautas culturales.

Respondiendo a la pregunta, la diferencia entre hombres y mujeres tiene que ver con estas pautas culturales, con lo que entendemos que tiene que hacer una mujer y con lo que entendemos que tiene que hacer un varón. Esto se profundiza especialmente cuando tienen hijos.

En el trabajo también señalan que las mujeres siguen dedicando el doble de tiempo al trabajo no remunerado. ¿Qué factores explican esa persistencia?

Una teoría que viene desde hace 50 años señala que, ya sea por diferencias biológicas –algo que está cada vez más discutido– o por diferencias en las crianzas, las mujeres desde pequeñas nos volvemos un poquito mejores en algunas tareas que tienen que ver con el cuidado del hogar y de los niños. Eso, sumado a las diferencias en términos de las brechas salariales, hace que una pareja decida que la mujer se encargue de cuidar a los niños, cocinar y limpiar, mientras que el hombre va a trabajar.

Sin embargo, esa teoría que tiene que ver con la especialización está cada vez más cuestionada, más discutida, porque hay cada vez más evidencia que muestra que aun si la mujer gana más, igual es la que hace más trabajo no remunerado.

Maira Colacce.

Foto: Gianni Schiaffarino

¿Cómo se explica que, pese a ganar más, la mujer tenga más trabajo no remunerado?

Esta situación va completamente en contra de la teoría de la racionalidad en la especialización, porque en realidad, si yo soy la que gana más en el mercado laboral y vos menos, entonces debería trabajar yo más tiempo en el mercado y vos más tiempo en casa, pero eso no se observa en los patrones. Lo que sucede es que si el varón gana más, entonces él trabaja más en el mercado laboral, pero si la mujer gana más, el varón no trabaja menos en el mercado laboral.

Por lo tanto, lo que explica estos patrones de especialización son las normas sociales, con una teoría que se llama doing gender, que es el hacer género. El género se hace con nuestras acciones: mostramos qué es ser mujer y qué es ser varón en términos de las actitudes, de las tareas que asumimos. Lo que está en el fondo son las normas de género, el hecho de que las mujeres hacen más, cocinan más, cuidan más, limpian más la casa, porque entendemos que esas son las tareas que tienen que hacer crecientemente más las mujeres que los varones.

O sea que es más fuerte el peso del factor cultural que, por ejemplo, una evaluación económica sobre lo que le conviene más al hogar.

Las dos importan. La teoría económica más tradicional siempre considera que los hogares son racionales, toman las decisiones buscando lo que más les conviene. Sin embargo, las normas de género no se basan en lo que más nos conviene, sino en hacer lo que creemos que tenemos que hacer. Entonces no vamos a decir que una importa más que la otra, sino que efectivamente las dos importan. Obviamente hay hogares en los que la racionalidad importa y la decisión es económica, pero las normas de género muchas veces van en contra de esta racionalidad económica y también pesan muchísimo.

¿Qué costo económico tiene para el país y para las mujeres el hecho de que trabajen menos horas remuneradas para asumir más cuidados?

El trabajo no remunerado tiene un peso súper importante y no está incluido en el PIB; pesa más o menos un 25%. Es un montón. Si valorizáramos el trabajo no remunerado, que principalmente lo realizan las mujeres, pesaría más o menos un 24% del PIB. El peso económico que tiene es gigante.

En términos de costos, estamos haciendo un trabajo paralelo en el que nos preguntamos lo siguiente: si distribuyéramos igual el trabajo remunerado y el no remunerado entre las mujeres y los varones, por lo que las mujeres trabajarían más y los varones menos en el mercado, ¿cuál sería la pobreza y la desigualdad en Uruguay y en otros cuatro países de América Latina? Lo que encontramos es que si finalizáramos las brechas de género salariales, nos convendría que las mujeres trabajaran más en el mercado. Después hay una decisión que va a depender de cada hogar.

El hecho de tener esta carga de trabajo no remunerada dentro de los hogares implica para las mujeres muchas veces una restricción súper importante en su autonomía, en su posibilidad de generar ingresos, en tener los mismos derechos que los varones. Pero también repercute en el varón; las tareas de cuidado también son responsabilidad de los dos y también son potencialmente gratificantes para ambos.

¿Cómo se interpreta la caída del tiempo destinado al cuidado infantil que se observa en el estudio? ¿Cuánto pesan la baja de la natalidad y algunas políticas públicas que se vienen desarrollando?

Nos dimos cuenta de que se debía explicar principalmente por una caída en el tiempo de cuidado de niños de 0 a 5 años. Al analizarlo por edades de los niños de los hogares y por niveles socioeconómicos, nos dimos cuenta de que esa caída estaba asociada a dos grandes cosas. Por un lado, esa caída de la natalidad que hace que haya casi un 20% menos de niños entre 2013 y 2021 repercute en que las necesidades de cuidado para niños chiquitos se redujo, porque ahora hay menos niños para cuidar.

Pero, por otro lado, también cae, y eso es probablemente lo más interesante, el tiempo de cuidados de quienes efectivamente cuidan a estos niños chiquitos. Entonces, no solamente hay menos niños para cuidar, sino que quienes estamos cuidando, lo hacemos menos horas. Cuando analizamos quiénes eran las personas que efectivamente estaban cuidando menos horas, nos dimos cuenta de que eran aquellas que tenían niños de más o menos 2 o 3 años, y que a la vez estaban en los niveles socioeconómicos más bajos, en los que fue más grande la expansión de la ANEP [Administración Nacional de Educación Pública] a los niños de 3 años y de lo CAIF.

Sin embargo, el alcance horario sigue siendo reducido. Tenemos servicios de cuidado bastante extendidos en términos de la cobertura, pero siguen siendo principalmente de cuatro horas, lo cual es restringido.

¿Qué políticas cree que fueron más eficaces en Uruguay y cuáles aún falta profundizar?

Lo que se hizo fue una expansión de los servicios de cuidado. Esas son las políticas que se hicieron en los últimos diez o 15 años, pero creo que hay un cambio cultural que no tiene que ver tanto con políticas hechas por el Estado, sino con procesos que están sucediendo por la incorporación masiva de las mujeres al mercado laboral, por el incremento de la educación de las mujeres y por roles diferentes que empezamos a asumir las mujeres en la sociedad.

Otra gran política que se hizo y de la que tenemos menos claras sus consecuencias en términos de distribución del trabajo no remunerado tiene que ver con la expansión de las licencias para mujeres cuando tienen un hijo. En ese sentido, se incorporaron algunas políticas interesantes para varones, como es el medio tiempo de cuidados después de los seis meses del niño.

Sin embargo, la mayoría de los varones no las está utilizando y, en general, sabemos que estas políticas tienen consecuencias positivas sobre el trabajo no remunerado de los varones; eso suele incrementar el trabajo de cuidado de los varones a recién nacidos o a niños chiquitos, cuando son exclusivas para varones. Si el varón no se toma los días en ese tiempo, la licencia se pierde. Está bastante estudiado a nivel internacional que las licencias largas para varones pueden tener consecuencias sobre el tiempo de cuidado a más largo plazo. Se genera una estructura de cómo es el lugar que tienen que tener los varones.

¿Cómo puede lograrse que los hombres se involucren más en las tareas de cuidados?

Como decíamos al principio, creo que lo más importante es cuáles son los cambios a las normas sociales que podemos tener. Cuáles son los cambios que nosotros podemos llegar a lograr. Las licencias son uno de los ejemplos más tradicionales de cambios de políticas que pueden cambiar las normas sociales sobre qué hace un varón y qué hace una mujer, pero también hay un conjunto de políticas que tienen que ver con cuáles son los modelos de rol que generamos.

Si pudiésemos promover desde el Estado o desde las políticas, o incluso desde los medios de comunicación, roles de varones cuidadores, varones de alto perfil, futbolistas, políticos, que digan “yo me voy a tomar mi licencia de cuidado porque quiero estar con mis hijos, porque es mi responsabilidad”, puede tener impactos positivos. No es tanto cambiar las normas, sino declararlas, porque a veces el problema no es lo que cada uno de nosotros piensa, sino lo que pensamos que piensan los demás, qué es lo que creemos que es lo aceptado socialmente.

Es importante que ajustemos un poco el pensamiento que tenemos, no solamente a nivel individual, sino lo que entendemos socialmente como lo correcto.

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