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Emilio Bonetti y Enrique Cal, ayer, en Gurises Unidos. Foto: Andrés Cuenca

Uno de los autores de la “guía de sexualidad” de Primaria respondió a las críticas

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“La sexualidad nos interpela en lo más íntimo. Tiene que ver con nuestros miedos, dudas y culpas. Durante mucho tiempo no tocamos ese tema en los ámbitos educativos. Estaba reservado a los intramuros de la casa. Por eso genera tanto revuelo, porque se mete con algunas dimensiones del ser humano en las que como sociedad no estábamos acostumbrados a meternos”. Son palabras del profesor Enrique Cal, de la asociación civil Gurises Unidos (GU), uno de los encargados de elaborar la Propuesta didáctica para el abordaje de la educación sexual en Educación Inicial y Primaria, a la que se refieren como “guía sexual”, y que en estos días ha estado en el tapete y ha recibido algunos golpes.

Cal señaló que la elaboración del texto tuvo un “proceso largo”, ya que el Programa de Educación Inicial y Primaria incluyó la Educación Sexual en 2008 y fue a partir de ese año que “ha faltado una propuesta del organismo que fuera orientadora para el trabajo en el aula de los docentes, que articulara un lenguaje común en cuanto a un montón de conceptos y cuestiones que tienen que estar desde el punto de vista teórico”. Así las cosas, se realizó un llamado desde el Consejo de Educación Inicial y Primaria (CEIP), al que se presentó GU, que terminó siendo elegida. Pero la producción del contenido no fue solamente responsabilidad de la asociación civil, sino que fue coordinada con la Comisión de Educación Sexual de CEIP, con el apoyo del Fondo de Población de las Naciones Unidas.

La introducción de la propuesta didáctica señala que “pretende ser un punto de referencia que facilite la visibilización de los contenidos de Educación Sexual en la escuela” y que “no se trata de un material acabado, sino que es un instrumento que necesita ser recreado, enriquecido y problematizado por los docentes que lo utilicen en sus practicas educativas”. Para Cal, el texto tiene “tres enfoques muy claros”, que son los que GU lleva adelante “en todo su trabajo”. El primero es el relativo a los derechos del niño, el segundo es el enfoque “de género” (el profesor acotó que hoy está “bastante naturalizado”, pero hace 30 años, hablar de género en la educación era “revolucionario”), y por último, el enfoque de la diversidad.

Yendo al grano, el libro indica que la categoría “género” está “en debate”; sin embargo, “se asume como concepto integrador” el de la historiadora estadounidense Joan W Scott: “El género es un elemento constitutivo de las relaciones sociales basado en las diferencias que se perciben entre los sexos; y es una manera primaria de significar las relaciones de poder”.

El libro tiene dos partes. La primera es de “aportes conceptuales” y la segunda de “propuestas para integrar la educación sexual en el aula”. Esta última es la que levantó más polvareda a nivel mediático. En particular, la actividad 10, titulada “Cosquillas, besos y abrazos”, que tiene como objetivo “promover una vivencia positiva del propio cuerpo aprendiendo a distinguir las sensaciones placenteras de las displacenteras”. Para ello se debe organizar al grupo en parejas, y se propone “hacer cosquillas en los pies al otro/a”, “hacer un masaje en los hombros, la espalda, los brazos y las manos, sintiendo las partes ‘blandas’ y las ‘duras’ del cuerpo del/la compañero/a”, entre otras actividades. Al cierre, “se sientan frente a frente, y con los ojos cerrados”, deben aplicarle un “masaje capilar” al compañero/a.

Hace pocos días, en su habitual columna en el semanario Voces, Hoenir Sarthou criticó la guía y citó esa actividad. Señaló que “alguno se sorprenderá por el potencial erótico que la actividad descripta podría tener para los niños/as y preadolescentes de edad escolar”, pero hay algo “más delicado”, ya que, desde la autoridad docente, “se impone a los niños y a las niñas mantener contactos físicos de gran intimidad”, y preguntó: “¿Cómo nos sentiríamos nosotros, adultos, si se nos impusiera ser cosquilleados, acariciados, abrazados y masajeados capilarmente por una persona a la que no elegimos, que nos fue impuesta por una tercera persona dotada de autoridad?”.

Cal subrayó que en esa crítica hay “un desconocimiento de la tarea del docente”, ya que “no impone nada”, no solamente en sexualidad sino en ningún contenido. Agregó que si un niño no quiere hacer un ejercicio, lo más probable es que el maestro “tenga que apartarse del paradigma de la imposición”, según el cual, si no hacías un ejercicio, “ibas al rincón”, ya que “está comprobado que nadie aprende así”. Además, Cal dijo que “masaje capilar” es “rascarle la cabeza” y que no hay “potencial erótico” en esa actividad, porque el niño “no tiene desarrollado el componente erótico”, y señaló que son los adultos los que la ven de esa manera.

Emilio Bonetti, coordinador del área de educación de GU, dijo que “una cosa es sacar de contexto una actividad”, y otra leer toda la guía, en donde se ve la idea “transversal” de que “los niños y las niñas tienen derechos, y por supuesto, uno básico es no hacer lo que no quieren”.

Por otro lado, el cardenal Daniel Sturla sumó una cuenta más al rosario de críticas, y en su audición radial del viernes dijo que el Estado “no puede ponerse en el lugar de los padres y darles a esos chicos una educación que no es la que su familia considere conveniente”. Cal dijo que las críticas de Sturla eran “inevitables”, y que la familia tiene un lugar importante pero no sólo en la educación sexual, “sino en cualquier contenido que se trabaje en la escuela”. “Los educadores tenemos impacto en los niños y en las niñas por acción u omisión y los padres también. Si no hablamos de educación sexual, también estamos educando sexualmente”, finalizó.

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