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Pensar la Historia 3: El mundo contemporáneo. Autores: Adriana Piñeyrúa, Magdalena Crosa, Juan Pablo Martí, Alfredo Visconti. Editorial Contexto, Montevideo, 2017.

Presentar este libro es una linda manera de terminar 2017 y, seguramente para los autores, una linda manera de terminar un ciclo, de cerrar un proyecto, de culminar una etapa que debe haber sido muy trabajosa, intensa, exigente. Dirigido a estudiantes de tercer y cuarto año de enseñanza media, Pensar la Historia 3 es un manual que ofrece un relato histórico actualizado, con fuerte presencia de los historiadores, escrito en un lenguaje accesible para los estudiantes, junto a una extensa variedad de dispositivos para propiciar una buena enseñanza de la Historia.

Empecemos por preguntarnos ¿qué es un manual?, ¿qué debe tener un libro de texto?, ¿desde qué perspectivas lo analizo?, ¿qué categorías puedo utilizar?

Hay bibliotecas enteras de autores que refieren a este asunto, pero sólo voy a hacer algunas pequeñas referencias al trabajo de tres autoras que se hicieron presentes en mi cabeza a medida que revisaba este libro. Voy en sentido cronológico a la inversa, desde hoy hacia años anteriores.

En un trabajo reciente, Ana Zavala, profesora de Historia especializada en Didáctica, queridísima colega que ha marcado un rumbo en Uruguay en relación al análisis de las prácticas docentes, habla de los manuales como “el encuentro de distintos textos y de distintos tipos de textos” , con la finalidad de “hacer inteligible para otros, o la de demostrar la comprensión de un texto a través de la producción de un nuevo texto” (Zavala, 2014, p. 178). Incluso cuando son escritos directamente por investigadores, son trabajos que traducen esas producciones historiográficas para ser enseñadas por el profesorado y aprendidas por el estudiantado en la clase de Historia. Los manuales, en definitiva, constituyen una versión posible de la Historia a enseñar, o como ella lo denomina, un texto “de segundo grado” (Zavala, 2014, p. 168).

Este manual es efectivamente un nuevo texto y es también encuentro de distintos textos: aquí están los historiadores, los investigadores, los protagonistas, muchas voces, y el resultado es este nuevo texto que efectivamente aporta un relato inteligible que ayuda a comprender los procesos históricos y a pensar la Historia, como lo indica su nombre.

Pilar Maestro (2002), una referente española en materia de enseñanza de la Historia, plantea la posibilidad de que los manuales sean capaces de servir de “vehículos a una renovación del currículo, desde nuevas concepciones del conocimiento, el aprendizaje y las finalidades educativas” (Maestro, 2002, p.26). El manual, entonces, debería ser de utilidad tanto para docentes como para estudiantes, en la medida que abandone la idea de una Historia resumen y proponga una fuerte selección de contenidos en diálogo con los avances de la investigación, no solamente histórica sino también didáctica. Así, al ofrecer una Historia problema y no un conocimiento dado, podrá introducir también las estrategias de aprendizaje necesarias para generar autonomía en la construcción del conocimiento, estrategia valiosa no solamente para el campo de la Historia sino para el aprendizaje de cualquier asignatura.

Sobre estos aspectos, voy a centrarme en los próximos párrafos, pero adelanto que el trabajo de los colegas resulta de gran utilidad pensando en los profesores noveles, en los practicantes del Formación Docente, y, en definitiva, en el conjunto del profesorado, como una fuente inmensa en la que nutrirse no solamente de información actualizada, sino también de múltiples posibilidades de trabajo y estrategias de enseñanza. Efectivamente brinda todas las herramientas necesarias para esa renovación constante de la currícula a enseñar, de la que habla Maestro.

En un libro de hace ya muchos años, en 1991, Graciela Frigerio, la especialista argentina que tanto nos ha acompañado con sus reflexiones sobre las instituciones, la currícula, el acompañamiento y nuestras prácticas, que nos ha visitado en varias oportunidades, refiere a los libros de texto como “una traducción de la propuesta oficial y del conocimiento erudito” que pueden aprovechar los intersticios existentes en toda normativa. En ese sentido, los manuales podrán constituirse en “verdaderos aportes para destrivializar las prescripciones duras” y así convertirse en “fuente y sede de articulación de conocimientos” o, por el contrario, podrán utilizar dichos intersticios para “reiterar y consolidar los sistemas duros”.

Si hay un manual que aprovecha los intersticios, es este. En el caso de la Reformulación 2006 no podemos hablar de un dispositivo curricular muy duro, ya que, si bien es una propuesta oficial, se apuesta con claridad a la autonomía docente para utilizar el programa sólo como un marco y habilita al docente a realizar cambios, adecuaciones y, sobre todo, selecciones temáticas y estratégicas. Para realizar esas opciones, este manual es ideal.

¿Qué aportes interesantes trae este Pensar la Historia 3?

Como los anteriores, el texto, el relato, que no es un resumen ni un metarrelato sino un relato complejo, está encarado como un diálogo con los estudiantes. No permanentemente, porque eso sería agotador, sino que, cada tanto, plantea alguna pregunta que permite dialogar e invita a pensar. Se inicia con una pregunta disparadora, que podría ser interesante para ser tomada como ejemplo para comenzar una clase sobre el tema de la industrialización y los grandes cambios producidos por ella y que, seguramente los autores, han utilizado en varias de sus clases: “¿Te imaginas dando la vuelta al mundo?”.

La información que aporta el libro es sustanciosa, actualizada e incluso, a partir de una primera lectura, uno podría decir que excesiva, pero luego, se descubre que ese exceso posibilita que cada docente elija sobre qué temas quiere trabajar para abordar ese complejo mundo de los siglos XIX y XX, y parte del XXI. No creo que el libro esté organizado con la pretensión de que los estudiantes de tercero o cuarto año puedan leerlo todo. Pero la cantidad de información es un potencial, dado que el profesor –y quizá también algún estudiante interesado– puede elegir sobre qué trabajar, sobre qué profundizar, e incluso le da la posibilidad de trabajar un año con algunas temáticas y al año siguiente profundizar en otras.

El lenguaje es accesible; sin estar banalizado ni ser superficial es entendible, aunque seguramente habrá párrafos o conceptos que deberán ser aclarados por el docente, porque introducen vocabulario especializado, como corresponde a un libro de texto.

Especial atención quiero dedicar a las imágenes, documentos, recuadros y todo lo que Zavala (2014) denomina “paratextos”, incorporados en los manuales. El espacio que ocupan, así como los ejercicios que proponen, son elementos que permiten estudiar no sólo la concepción de Historia y problematizarla, sino también la concepción de enseñanza que trasmiten. Y también permiten concluir que efectivamente aportan a la construcción y complejización del relato histórico y no tienen como única función la de ilustrar las páginas del libro. En este caso, el libro presenta un equilibrio interesante entre el texto y el paratexto. En todos los capítulos hay gran cantidad de dispositivos útiles para enseñar, en una combinación de imágenes, cuadros, mapas y documentos escritos.

Pero esto no sería suficiente si esos dispositivos no estuvieran acompañados por una variedad de propuestas de trabajo, de ejercicios que le ofrecen al docente una multiplicidad de posibilidades para trabajar esos recursos que trae el libro u otros que pueda llevar el docente. En ese sentido, el texto no sólo enseña a los estudiantes, sino que enseña o inspira, por lo menos, al profesorado, mostrando una gama variada de ejercicios que propenden a desarrollar una serie de estrategias claramente identificadas, explícitas y adecuadas al dispositivo al que hacen referencia. Así aparece la idea de describir, la de interpretar y sintetizar o realizar un informe, comparar, realizar cuadros, pequeñas investigaciones sobre temas que se esbozan para que el estudiante luego desarrolle, trabajos concretos con los mapas, entre otros. Ejercicios que incentivan a generar una actitud investigativa en los estudiantes y una enseñanza actualizada de la Historia.

Para finalizar, quiero hacer una mención especial al tratamiento del pasado reciente, ese pasado abierto que aún nos interpela. Me sorprendió gratamente encontrar mucha información, muy actualizada, tanto en el texto como en los documentos, e imágenes como las excavaciones realizadas en los cuarteles por el Grupo de Investigación en Antropología Forense de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación o algunas de las últimas marcas de la memoria. Aparece, entonces, un énfasis explícito en la perspectiva de la enseñanza de las violaciones a los derechos humanos, con documentación que habilita al profesorado a explorar estos temas sin atajos. Una vez más, repetimos, ya no hay excusas; el pasado reciente está en todos los programas de la enseñanza media y cada vez está siendo mejor y más abordado en los manuales. Ya es hora de que todo el profesorado se haga cargo de enseñarlo desde los aportes de las investigaciones.

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