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Ilustración: Ramiro Alonso.

Los impactos de la pandemia en la distribución de las tareas educativas entre docentes y familias

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Del banco de clase a la mesa familiar.

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¿Cuáles son los posibles impactos que este nuevo escenario puede tener en términos de la distribución de las tareas educativas entre docentes y familias? La experiencia del confinamiento produjo un desarreglo del acuerdo que organizó a los sistemas educativos modernos, en el que la escuela se encargaba de la transmisión de la herencia cultural y las familias proporcionaban los medios para que esto pudiera ocurrir.

Un nuevo escenario para el aprendizaje

Por supuesto que esto nunca fue así del todo. Aunque muy discutidos en los últimos tiempos, los deberes escolares fueron un modo en que la escuela pretendió acercarse al mundo de la familia, buscando también su colaboración, pero como un pedido acotado a tareas específicas y fiscalizadas posteriormente por el maestro de aula.

El confinamiento plantea una nueva situación, como expresa Natalia, directora de una escuela Aprender: “El aula tal cual como la concibió la pedagogía, que tiene años de tradición en nuestra educación, no puede seguir, porque el aula al hogar no se puede llevar”. Este es un primer punto relevante, ¿cómo puede pensarse, entonces, esta operación de trasladar el aula al hogar? y, ¿cuáles podrían ser sus efectos?

En nuestro país el Programa Maestros Comunitarios intentó instalar la lógica del aula en el hogar. El maestro comunitario transfería herramientas educativas para que los adultos referentes pudieran acompañar a sus hijos e hijas en la realización de las actividades escolares, pero esto nunca implicó la sustitución del aula.

En el contexto actual, si bien la maestra utiliza las plataformas proporcionadas por el Plan Ceibal, el trabajo que antes se realizaba en la clase tiene ahora su epicentro en la casa. Y aunque el trabajo con las familias “siempre formó parte del ejercicio de nuestra profesión, siempre formó parte de mi trabajo”, como menciona Shopie, resulta que “de una día para otro esto pasó a ser imprescindible, incuestionable, algo a lograr sí o sí, porque de eso depende la posibilidad de contactarnos con nuestros niñas y niñas”.

Las familias, entonces, se vuelven el nuevo teatro en el que la relaciones de enseñanza y aprendizaje se ponen en escena, introduciendo mayor complejidad a la actividad docente: las familias, actores de reparto, deben ahora convertirse en los actores principales del trabajo escolar, y para ello las maestras deben enseñar a cumplir esta función, ya que la experiencia escolar propia no es suficiente.

Cambio de posiciones: el trabajo conjunto

Para aproximarnos a los modos en que esto está sucediendo, nos interesa recuperar los relatos que describen los mecanismos que las maestras están desarrollando para recomponer ese acuerdo educativo que las nuevas circunstancias alteraron.

Lo primero y más importante fue lograr establecer la confianza necesaria para el trabajo conjunto. Eso supuso, en casi todos los casos, explorar las mejores maneras de lograr el contacto con cada familia, para en un segundo acto transmitir cuáles serían las condiciones para desarrollar las nuevas formas de trabajo. Cuenta Marisel: “Al principio estaba un poco reacia a armar un grupo por Whatsapp, porque me parecía que eran muchas familias con realidades muy diversas, pero después que envié las primeras actividades me di cuenta de que tenía las ‘puertas cerradas’ y decidí armar un grupo. Para eso contacté a los padres uno a uno y les expliqué lo que iba a hacer. Ahí establecimos reglas mínimas de funcionamiento, pero reglas al fin, y todas las familias respondieron muy agradecidas con las comunicaciones y comenzamos juntos”.

Según las docentes, ponerse a disposición de las familias implicó, además de explicitar que estaban allí para ellas, contemplar –y conocer, en primer lugar– sus diversas realidades, sus dinámicas y sus horarios, ya que, en palabras de Valentina, “ellas en este momento son nuestro sostén”. Por esto, tal como lo plantea Sophie, “lo fundamental era que en cada gesto pedagógico todas pudieran estar incluidas”.

Contemplar los distintos escenarios supuso también tomar algunas decisiones en relación a la cantidad y los tipos de actividades a proponer. Un elemento que resulta común a los discursos de las docentes es la preocupación por no abrumar a las familias con muchas tareas, ya que se reconoce que no están preparadas para formar en “contenidos académicos”, y por ir hacia la selección de pocas actividades, que a su vez posibiliten generar espacios de encuentro intrafamiliar.

Las formas de ir recorriendo este camino determinaron que las maestras utilizaran todos los medios de comunicación que estaban a su alcance. Los relatos refieren a diferentes estrategias de involucramiento: tipos de “clases” para los referentes adultos, videos explicativos subidos a distintos soportes o enviados por celular. Porque “en ese trabajo con los niños en general las familias están ahí, entonces a veces una termina conversando y dando clases para las familias también, porque se involucran, y eso es muy positivo”, dice Mercedes.

Además de estas escenas, la labor docente se plantea avanzar un paso más: “Lo que en un momento empecé a percibir, porque me habían mandado videos las familias, es que les estaban enseñando a leer y escribir. Eso me llevó a explicitar algunos fundamentos de la enseñanza de la escritura en algunos videos, básico, lo básico [...]. Lo cierto es que las familias agradecen mucho esas explicaciones, porque les permitían entender, comprender el sentido; más allá de que ellos le otorgan su propio sentido, les permitían conocer cuál era el sentido desde este lugar, del lugar pedagógico para que pudieran comprender”, plantea Sophie.

Los relatos dejan en claro que las familias se muestran agradecidas con el trabajo de las docentes, logran comprometerse más con la enseñanza de las niñas y niños y, más aún, logran apropiarse de ese lugar en los procesos de aprendizaje de sus hijos-estudiantes.

Muestra de esto es la manera en que participan creativamente en las propuestas, transformándolas y adaptándolas a la medida de sus posibilidades; hechos que tienen su correlato positivo en las devoluciones de las docentes, que casi siempre reconocen –como lo expresa Lourdes– que “por eso mismo para mí siempre estaba bien lo que hicieran”.

¿Una nueva apertura?

Las experiencias de las docentes invitan a pensar que si bien históricamente el aula y el hogar se constituyeron como espacios opuestos, los acercamientos que se han producido de uno y otro lado expresan interesantes potencialidades. Esto en el marco de dos aclaraciones: claro que no desconocemos el costo que esto supone para las docentes en términos de incremento de carga laboral y, en segundo término, muy lejos de nuestro interés está opacar la expresión de “lo público” que el aula representa.

Lo que resulta importante pensar es que en este contexto adverso el tan reiterado agotamiento del pacto moderno familia-escuela parece encontrar canales de entendimiento. Son más que conocidas las nociones que hace décadas circulan acerca de los cortocircuitos que presentan estos vínculos, alegando diferentes expectativas sobre lo educativo, diferentes códigos comunicacionales, “choques de mundos culturales” –cuando se referencia a las familias pobres–, entre tantas otras expresiones que abonan la tan diagnosticada “crisis educativa” que signa nuestro tiempo. Los rastros de las buenas experiencias relatadas nos obligan a la pregunta: ¿es correcto pensar que en este contexto las familias están respondiendo positivamente y que antes no lo hacían? ¿Cuál es el diferencial en épocas de la covid-19? ¿Hay algo de nuevo en la novedad de la respuesta favorable hacia las maestras?

Evidentemente la forma en que las maestras se disponen a estar, la información que comparten con las familias y la profundización de las explicaciones de por qué “las cosas son como son” generan una muy buena receptividad. Tal vez los límites de las informaciones y explicaciones que se brindan desde el lugar pedagógico sean objeto de debate, pero esta imbricación parece tener signo positivo.

Para concluir, por ahora

Coincidimos, como lo plantea Natalia, en que no sería deseable que el aula termine de instalarse definitivamente en el hogar; los reclamos de los niños y niñas por volver a clase para encontrarse con sus compañeros son una prueba del lugar que la escuela tiene en sus vidas. Pero también está sucediendo algo que relata Marisel, que muestra una receptividad de las familias que quizás represente una nueva oportunidad para un acuerdo, porque “a través de sus celulares nos abrieron las puertas de sus casas”. Claro que en este contexto la expresión tiene algo de literalidad, pero reparando en su sentido metafórico podría pensarse que ante la comunicación obligada ambos representantes del mundo adulto logran entender algo más del otro.

El relato de Sophie ofrece algunas pistas que nos ayudan a pensar cómo el cambio de posiciones puede modificar las respuestas de los actores: “En un momento les planteo que si llega haber una mesa es importante tratar de usarla, que la postura no es menor en estos primeros años en que se empieza a escribir. Que, bueno, si lo vamos a hacer en la falda que se haga, pero que si existe la posibilidad de usar una mesa, es preferible. A la semana me llegó un mensaje de una mamá diciéndome que había escuchado muy atentamente el video, que valoraba mucho las recomendaciones y que después de algún tiempo habían juntado unos pesos y habían decidido comprar una mesa, y estaban empezando a trabajar en ella. Le dije que lo mío era simplemente una sugerencia, que sería muy atrevido de mi parte decirles las prioridades que deben tener, y ella me dijo que lo había entendido perfectamente desde ese lugar y que había entendido que era un momento para dar ese paso. Ahí sentí que parte de lo que estábamos intentando se estaba logrando”.

Variaciones docentes

A partir del aporte de muchos docentes, que por escrito o mediante mensajes de voz han hecho llegar sus impresiones y relatos sobre estos primeros meses de educación en medio de la emergencia sanitaria, los investigadores en educación María Eugenia Ryan y Antonio Romano elaboran una serie de “notas de campo” para registrar y sistematizar las experiencias que han desarrollado los educadores en estos tiempos. El ejercicio busca, a la vez, vincular estas nuevas interrogantes con discusiones educativas de más larga data, que se resignifican a partir de la experiencia de estas semanas. Invitamos a los educadores a seguir enviando sus aportes al correo educacion@ladiaria.com.uy o al teléfono 098335149.

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