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Diego Silva (archivo, abril de 2024).

Foto: Rodrigo Viera Amaral

La educación social en Uruguay: entre la falta de “regulación” y la mayor inserción de los profesionales en las políticas públicas

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De acuerdo al educador social Diego Silva, en muchos casos “la función del educador y la educadora no se cubre con profesionales, sino con ciudadanos que han terminado la educación media o la educación secundaria”.

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Componer saberes en la práctica educativa: investigar, sistematizar y narrar, es el título del último libro publicado de la colección Cuadernos de Educación Social II. Escrito por los educadores sociales Diego Silva Balerio, Paola Pastore y Hernán Lahore, fue presentado en el cierre del noveno Encuentro Nacional de Educación Social y Pedagogía Social.

Silva, quien además de ser educador social es exrepresentante docente en el Consejo de Formación en Educación (CFE), conversó con la diaria a propósito del libro y de la situación actual de la formación en educación. En ese marco, explicó que la idea del libro surge de dos lugares: por un lado, porque no existía ningún estudio que “dimensionara” la cantidad de educadores sociales que existen hoy en día, y por otro lado, por el interés de “pensar el proceso de construcción del saber profesional”.

“La publicación propone un primer estado de situación sobre el tema -en el marco de una colección de cuadernos para educadores-, y pone foco en la narración y sistematización de las experiencias de los profesionales para profundizar en la producción de conocimiento sistematizado sobre las prácticas educativas, y cómo ese conocimiento puede revertir en la formación de las nuevas generaciones de educadores”, resumió.

Así, uno de los principales ejes desarrollados en el libro fue un censo de la población estudiantil y en ejercicio de la profesión, que develó que hasta octubre de 2022 se habían titulado en el país 875 educadores sociales: 686 en el Instituto del Niño y Adolescente del Uruguay (INAU) y 189 en la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP).

Por otro lado, Silva identificó que uno de los datos “interesantes” que se desprendieron del censo se vincula con el campo profesional de los educadores sociales: la ANEP no es el principal contratante, aunque está entre los principales, superada por INAU y el Ministerio de Desarrollo Social.

Asimismo, evidenció que nueve de cada diez educadores sociales ejercen en el marco de políticas públicas. “Si bien hay un conjunto importante de colegas que trabajan en el ámbito de organizaciones de la sociedad civil y de cooperativas de trabajo, la mayoría forma parte de las políticas públicas del Estado por cómo nuestras instituciones organizan las distintas políticas educativas”, complementó.

El censo también mostró que el hecho de que la formación haya pasado de ser propiedad del INAU al CFE “incrementó la formación de profesionales en el interior del país, porque durante 20 años estuvo solamente en Montevideo”, recordó Silva. En ese sentido, el educador desarrolló que, en concreto, “la apertura del CFE permitió que en Artigas, Rivera, Treinta y Tres, Paysandú, Maldonado y Canelones, se pudiera contar con profesionales de la educación social”.

A pesar de la expansión en los últimos años, Silva subrayó que aún hay 11 departamentos que no cuentan con una oferta formativa de educación social y, por tanto, para el educador se trata de “un punto a fortalecer: garantizar el acceso a quienes les interese formarse y también, fundamentalmente, que niños, adolescentes, adultos y familias que participan en proyectos del campo de lo socioeducativo puedan contar con profesionales formados”.

Además del censo, Silva contó que utilizaron el método Delphi, “un método cuantitativo para llegar a acuerdos entre un panel de expertos”. “Una de las cosas que surgieron es que los saberes de la práctica solamente se pueden recuperar si hay un proceso que ordene, sistematice, publique y haga disponible a los otros de forma escrita”, planteó. Por tanto, dijo que a través del libro hacen “una apuesta por recuperar esos saberes que se pierden en el ejercicio profesional”.

La situación actual de la formación en educación social

Una de las mejoras que ha tenido la formación, de acuerdo a Silva, fue la salida del INAU hacia el CFE. “Fue algo positivo, porque ha permitido colocar el foco en lo pedagógico, ya que desde el INAU la visión asistencial y de control social tenía más peso”, analizó. Asimismo, señaló que la formación de educadores sociales “se ha visto beneficiada” también por un “fortalecimiento de las formaciones del campo de la pedagogía social, que sería como la disciplina específica de la educación social”.

Sin embargo, enfatizó que una de las principales problemáticas es que “no hay una regulación del ejercicio profesional de la educación social”, y por tanto, “lamentablemente sigue habiendo llamados laborales, tanto del Estado como de las organizaciones que tienen convenio con estas instituciones, en los que la función de educador y educadora no se cubre con profesionales, sino con ciudadanos que han terminado la educación media o la educación secundaria”.

Debido a esta falta de regulación, Silva aseguró que en los casos en los que la función del educador social es cumplida por personas sin una u otra formación, “lo que gana son las funciones más arraigadas, que tienen que ver con lo asistencial y el control social”. Además, aseguró que permite que prevalezcan “los criterios de las personas o de los profesionales que desarrollan esas tareas”, cuando para Silva es necesario “apuntalar esas funciones pedagógicas en las instituciones centradas en los saberes”.

En ese marco, recordó que en 2009 hubo un proyecto para regular el ejercicio profesional de la educación social, que obtuvo media sanción en la Cámara de Senadores, pero no prosperó. Para Silva, por tanto, uno de “los desafíos más relevantes” es “establecer algunas regulaciones básicas y criterios para identificar cuáles son los saberes que se ponen en juego, y que tienen que poder desarrollar las personas que participan en esos espacios, para estabilizar las prácticas educativas”.

Por último, evidenció que si bien 95% de los educadores sociales “están empleados y trabajan en el campo educativo”, existen algunas diferencias de género en la inserción laboral. “Hay una mayor presencia de educadores sociales varones en la investigación y en los equipos de coordinación y dirección en las políticas públicas, mientras que en el trabajo con niños y niñas, el grueso lo hacen educadoras sociales mujeres y, como contraposición, el trabajo con jóvenes y con personas adultas mayores es más masculino”, delineó.

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