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Olimpíadas de robótica para jóvenes y adolescentes, el 4 de noviembre, en el LATU.

Foto: Alessandro Maradei

Undécima edición de la Olimpíada de Robótica, Programación y Videojuegos de Ceibal tuvo número récord de participantes

4 minutos de lectura
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Por primera vez, la olimpíada dura tres días: desde este lunes hasta el miércoles, más de 1.000 estudiantes de los 6.700 inscriptos participan en la etapa final.

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Ceibal está llevando adelante una nueva edición —la undécima— de la Olimpíada de Robótica, Programación y Videojuegos. Este año, la cantidad de estudiantes de entre cinco y 18 años que participaron fue un récord, lo que hizo que por primera vez la olimpíada dure tres días: desde este lunes hasta el miércoles, más de 1.000 estudiantes de los 6.700 inscriptos participan en la etapa final, mostrando sus proyectos e interviniendo en desafíos de robótica, drones, programación y placas programables, entre otros ítems.

En esta edición, la temática de los proyectos debió vincularse al eje “La vida y el agua”. En esa propuesta se inscribieron estudiantes de 370 centros educativos de todo el país, acompañados por 513 docentes. Los equipos trabajaron durante todo el año y fueron evaluados por un jurado técnico-pedagógico que eligió a los más de 1.000 estudiantes que conforman alrededor de 320 equipos que llegaron a la etapa final, en la que se muestran, en el Centro de Eventos del LATU, las ocho categorías dispuestas: Robótica, Placas programables (“do your:bit”), Programación, Videojuegos educativos, Drones, First Lego League Explore, First Lego League Challenge y Comunidad sostenible.

En diálogo con la diaria, Leandro Folgar, presidente de Ceibal, manifestó su entusiasmo por la undécima edición: “Estamos súper contentos porque es la competencia de finalistas más grande en cantidad de participantes y en cantidad de días”, que aumentaron como consecuencia del incremento de estudiantes, explicó. Además, destacó que si bien “a veces se piensa que la Olimpíada es este evento en particular, en realidad, es una competencia que sucede a lo largo de todo el año y que va pasando por diferentes fases”.

Por otro lado, dijo que el proceso de selección depende de cada categoría, pero que, por ejemplo, sobre la comunidad sustentable, el jurado evalúa “qué tan sostenible es”, además de si es aplicable a la realidad de la problemática que se plantea. Los drones, por otro lado, son “programables”, lo que significa que “no son controlados a control remoto, sino que el estudiante tiene que programar el plan de vuelo para pasar por una pista de obstáculos que está construida previamente”. Esta categoría es una de las que hacen la prueba presencial, en el momento, así como el funcionamiento de robots.

En cada categoría, dijo, hay “ganadores”, a los que se les otorgan trofeos, y en algunos de los casos, dependiendo de la categoría, “tienen la posibilidad de participar en un certamen internacional”.

“Lo más importante de esto es construir comunidad”, manifestó Folgar para resumir el valor de las Olimpíadas. Si bien admitió que “hace mucho tiempo el espíritu de esto era generar un espacio donde competir en robótica y programación”, aseguró que “esa etapa ya está superada” y ahora está más vinculada a “que crezca la comunidad de grupos y de centros educativos, encontrar un desafío de la comunidad y tratar de resolverlo con tecnologías digitales u otras tecnologías; una excusa para el aprendizaje”.

Para el presidente de Ceibal, la Transformación Educativa “beneficia” esta dinámica, ya que, a su entender, tiene “más presencia de la enseñanza por proyectos y eso permite que más estudiantes y más docentes utilicen el resolver un problema de la comunidad como una experiencia de aprendizaje para todo un año”.

Algunas experiencias

Micaela, Samuel e Iván son estudiantes de quinto año orientación Científico del liceo de Tala y fueron uno de las decenas de grupos que este lunes estuvieron en un stand presentando su proyecto. En conversación con la diaria, contaron que “el problema” que afecta a su comunidad es que “el agua que proviene de la lluvia tiende a estancarse y a contaminarse”, lo que lleva a que haya “una cierta incomodidad con el paisaje, el urbanismo, y más aún con el hecho de que esa agua se contamina y llega a enfermar a los humanos y a los animales domésticos”.

Considerando ese contexto, en la asignatura Química arribaron a la solución de “elaborar jardines de lluvia y mediante un sistema de filtrado llevar esa agua a tanques, para que más tarde se transporte a la zona agropecuaria cuando haya sequía”.

Según explicaron, los jardines de lluvia tienen varias capas, “de suelo, arena fina y arena gruesa”. “Ese sistema funciona como sistema de filtrado: el agua que viene por arriba pasa por el suelo, la arena fina y la arena gruesa y que lo más reutilizable posible”. Cuando el agua ya está en el recipiente, los estudiantes proponen ponerle “cloro para dejarla lo más reutilizable posible”.

Para desarrollar el proyecto y profundizar en la problemática identificada, el grupo de estudiantes —si bien en al LATU participaron tres, la clase es de 18— entrevistó al alcalde del municipio, que desde hace tiempo trabaja en “el problema de la inundación”, y también a un doctor de la comunidad. Otra de las aristas del conflicto que pudieron visualizar a partir de su investigación es que “a las familias que trabajan en el campo, en momentos de inundación, todo ese trabajo se les arruinaba, por eso es importante tener el drenaje”.

Una de las iniciativas del equipo es que el proyecto se pueda aplicar en la comunidad, pero también incluirlo en el invernáculo del liceo el año próximo. “No sólo ganamos experiencia con esto, porque estamos en Científico, sino que además aprendemos sobre el compromiso con una meta, el trabajo en equipo, y además es una manera de ayudar a la comunidad a crecer en mejor calidad de vida”, aseguraron.

Silvana Rodríguez es su docente de Química. Según narró a la diaria, al inicio del año se encontró con “un grupo de estudiantes de quinto Científico poco motivados, con pocas ganas de hacer cosas”. Esto la llevó a iniciar una “búsqueda de qué hacer para motivarlos” y al encontrar la iniciativa de las Olimpíadas les propuso inscribirse. “Se engancharon con la propuesta y empezaron a ver que cuando llovía mucho había acumulación de agua, porque en nuestra ciudad no hay saneamiento, hay cunetas que se desbordan y el agua ingresa a diferentes casas, y toda esa agua va para el campo”, dijo.

Como muchos de los estudiantes de la clase viven en la zona rural de Tala, “empezaron a plantear como una problemática la cantidad de agua contaminada que estaba llegando al campo, y de ahí surgió la búsqueda de una solución”. Con los jardines de lluvia, aseguró, “se solucionaría el tema de las cunetas y se embellecería la ciudad, habría más espacios verdes porque en esos jardines hay que plantar plantas verdes, disminuiría la cantidad de emisiones de dióxido de carbono y se recogería esa agua para clorarla, eliminar los microorganismos y hacer reservorios de agua para la época de sequía o simplemente para llevar esa agua al campo cuando estuviera más limpia”.

Así como el grupo de Tala, habían decenas de otros, de tres estudiantes con un docente. Sistema de riego, detector de cianobacterias, una programación para que los contenedores de la Intendencia de Montevideo tengan una alarma que suene al detectar el inicio de fuego y, al mismo tiempo, un sistema que lo extinga, fueron algunos de los numerosos proyectos que compiten en la recta final, que se extenderá hasta el miércoles.

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