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Museo Ciencia Viva, el 11 de julio, en el subsuelo del Planetario.

Foto: Alessandro Maradei

El museo Ciencia Viva recibe grupos de liceales y escolares para “acercar la ciencia a la vida cotidiana”

4 minutos de lectura
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En el piso de abajo del icónico Planetario de Montevideo, el museo interactivo cuenta con más de 100 dispositivos divididos en zonas temáticas: Energía, Biotecnología, Tecnologías de la información, Nanotecnología y Comunicación.

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¿Qué tienen que ver las olas del mar con la energía? ¿Cómo se mueven, en realidad, las cuerdas de una guitarra? ¿Cuál es la diferencia entre una bici tradicional y una eléctrica? Muchas preguntas surgen al visitar el piso de abajo del Planetario del Parque de la Amistad, donde se ubica el museo Ciencia Viva.

El año pasado, alrededor de 10.000 personas lo visitaron. Este año el museo ha abierto sus puertas principalmente para grupos de escolares y liceales que coordinan la visita, pero durante las vacaciones de julio los dos viernes, sábados y domingos pasados, el museo abrió de 14.00 a 18.00 para transformarse en un espacio a recorrer durante el tiempo libre de los y las infancias y adolescencias.

“La idea no es jugar y hacer de animador ni nada de eso, es simplemente dejar a la gente pensando. Capaz que no necesariamente te encantó la experiencia, pero capaz que te quedaste pensando, reflexionando. Es potenciar la reflexión en el pienso, que no sea sólo apretar el botón y ver qué pasa ni entregarte todas las respuestas”, contó a la diaria Luccina Martínez, coordinadora de Ciencia Viva.

El mismo nombre que el museo lleva la asociación civil sin fines de lucro, que existe desde 1993. “Es pionera en la popularización de la ciencia y la tecnología desde hace más de 30 años; el museo está siempre y a veces tenemos muestras que son itinerantes, que pasean por lugares de Montevideo o van al interior del país”, explicó la coordinadora.

El museo no se aprecia sólo con la mirada. Es un espacio que intenta ser accesible –sin ser por la falta de ascensor para descender– con audioguía, señalamiento de los espacios e información en braille. Se trata de un museo interactivo con más de 100 dispositivos divididos en zonas temáticas señalizadas por colores: Energía, Biotecnología, Tecnologías de la información, Nanotecnología y Comunicación. Ahora también hay un área itinerante, dedicada a la alimentación consciente.

Martínez explicó que el museo es permanente, pero se renueva y actualiza para dar aires nuevos y para amoldarse a los avances tecnológicos. En 2020 organizaron el espacio en estos sectores y experiencias, con “un pienso atrás” de personas vinculadas a la ciencia y también a la educación, con la mira en fusionar lo científico con lo pedagógico.

“Lo que quieren es acercar la ciencia a la vida cotidiana, que la persona sea la que descubra, la que vea cómo se hacen las cosas, sin que sea algo complicado”, dijo la coordinadora. La forma en que está instrumentado el museo hace que, mediante el objeto en cuestión, se generen interacciones entre el mundo adulto, el adolescente y el de la infancia y que el “entusiasmo y el interés” se contagien.

“A veces capaz que no te das cuenta de que hay cosas que tienen que ver con la ciencia, que usamos todos los días, y capaz que nunca pensaste la relación”, continuó Martínez. Justamente, uno de los focos del proyecto al acercar la ciencia a la ciudadanía es “concientizar que la ciencia está en todo, que no es algo que hagan sólo los científicos, una persona de bata que está en un laboratorio”. Por el contrario, se busca mostrar que “todos pueden ser científicos y científicas” y, si tienen un acercamiento a la ciencia, “no la van a ver como algo tan lejano y capaz que lo tienen en cuenta entre sus posibilidades pensando en un futuro”.

La interacción

Junto a la imagen de una ola se ve el título “Energía undimotriz”. A continuación, un texto que explica a qué se refiere: “Es la energía que se obtiene a partir de la energía mecánica del movimiento de las olas. Es renovable y relativamente limpia. Su tecnología de aprovechamiento está en acelerado desarrollo. Se estima que el potencial técnicamente aprovechable equivale a un 10% del consumo energético mundial”.

Es que en el museo no sólo hay objetos con los que las personas pueden interactuar para descifrar su ciencia, sino también información curiosa. “Baile de ondas” es el título de otro sector; este requiere al humano para funcionar: “Mueve las cuerdas como si tocaras una guitarra”, guía el ejercicio, que detrás de unas cuerdas de guitarra tiene una pantalla de televisión que las ilumina. Por la iluminación de la pantalla, “el movimiento de las cuerdas funciona como una luz estroboscópica muy rápida, encendiéndose y apagándose por líneas”, y “los movimientos se ven como una sucesión de imágenes no continuas, tal como sucede en las discotecas”.

Una información dada, otra de respuesta interactiva, y otras con necesidad de respuestas para las que, si la persona se interesa lo suficiente, requerirá la ayuda de la coordinadora u otra de las integrantes de Ciencia Viva: hacer que dos latas rueden hacia adelante podría ser muy simple si ninguna de las dos se detuviera y fuera para atrás, ni si hubiera varias preguntas planteadas: “¿Qué fuerza detiene a la primera lata?”, “¿Puedes suponer dónde se almacena la energía que hace que la segunda lata vuelva a moverse?”.

“Latas que vuelven” es una de las estaciones del museo, en donde se explica que “según el principio fundamental de la dinámica, si no existe ninguna fuerza actuando sobre un cuerpo, este debería moverse con la misma velocidad indefinidamente”. Sin embargo, Martínez explicó: “Por la fuerza de rozamiento y también por el aire que genera cierta presión, la lata gira. Pero la segunda lata va y vuelve, porque el truco es que adentro hay una bandita elástica con un peso. Cuando va se enrolla y llega un punto en que se enrolla lo suficiente, se detiene y ahí se desenrolla y vuelve. Entonces, almacena energía en ese enrollamiento y en el desenrollamiento la libera de nuevo”.

Ya finalizadas las vacaciones, tanto en el sistema educativo público como en el privado, Martínez señaló que deberán evaluar si continuarán abriendo en el correr del año para el público en general, más allá de la posibilidad de que grupos de escolares y liceales se agenden y coordinen visitas.

Explicaron que la asociación se financia principalmente por organismos públicos e instituciones privadas con los que llevan adelante proyectos y convenios, pero cuentan con un único monto fijo anual que les asigna la Intendencia de Montevideo, que ronda los 700.000 pesos.

Mientras tanto, la asociación continúa funcionando, también con la colaboración de estudiantes de primer año de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de la República. “Este robot ha sido programado con diferentes secuencias de movimientos. Utiliza los botones para cambiar de programa. ¿Cuántas articulaciones es capaz de controlar este brazo manipulador?”, dice uno de los espacios del museo, que también funciona como muestra de creaciones de los estudiantes de la materia Tallerine, de Ingeniería.

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