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Gustavo Salle.

Foto: Rodrigo Viera Amaral

“Salle es nuestro primer rojipardo contemporáneo”, según el académico especializado en el estudio de las derechas Camilo López

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El politólogo habla de los antecedentes históricos de las ideas de Identidad Soberana, el nuevo partido que ingresará al Parlamento; para la politóloga Marcela Schenck, se trata de un “populismo claramente conservador”

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Leído por Mathías Buela.
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¿Por qué un grupo político habla al mismo tiempo de la agenda 2030, de las élites globales, del poder de las corporaciones y de la trinchera de los valores para defender la familia tradicional y acabar con la “ideología de género”? ¿Qué tienen en común el antiglobalismo, el antisionismo y el conspiracionismo? Estas preocupaciones y posturas permanecieron por fuera o en los márgenes del sistema político hasta este 27 de octubre, cuando el partido de Gustavo Salle, Identidad Soberana (IS), logró dos escaños en la Cámara de Representantes y podría tener la llave de muchas leyes relevantes en los próximos cinco años.

Camilo López Burian, politólogo especializado en el estudio de las derechas “neopatriotas”, desde hace años ubica a Salle en el espectro de las ultraderechas. Ahora agrega, en diálogo con la diaria, una nueva denominación: el líder de IS, sostiene, es un “rojipardo”. El rojipardismo (el nombre se debe a la conjunción entre los mundos del fascismo y del comunismo), explica, sostiene un discurso que afirma que está perimida la distinción entre izquierda y derecha. En cambio, considera que el eje que expresa la verdadera contradicción de estos tiempos es el antiglobalismo, el soberanismo y, puntualmente, en la actualidad, el combate a la agenda 2030 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas.

Estos grupos, señala, promueven “una agenda política basada en valores de derecha”, pero con “algunas apelaciones con resonancias de izquierda”, como sus posturas antiélite. La politóloga Marcela Schenck, también especializada en el estudio de las ultraderechas, mencionó como un ejemplo en el caso de Salle su posicionamiento favorable al plebiscito de la seguridad social, que lo acercó al movimiento social y sindical.

Los rojipardos “no son nuevos”, advierte López Burian, “históricamente han aparecido en distintos momentos críticos en la historia del siglo XX”, y Salle “es nuestro nuevo rojipardo”. López Burian recordó que hubo “un sinnúmero de fundadores del Partido Comunista Italiano que murieron fusilados junto a Mussolini. Hay franceses que vienen del socialismo francés y terminan formando parte de las derechas más radicales de Francia en la historia del siglo XX”.

Después de la Primera Guerra Mundial, estos grupos rojipardos se pronunciaban “contra la Sociedad de Naciones, contra el mundo de la posguerra”, y hoy “son los que impugnan el orden en crisis de la globalización neoliberal”. Por aquellos años, en la izquierda europea, en Alemania, en Italia y también en la Unión Soviética, “empieza la discusión sobre cuál es la contradicción principal”, si era la lucha de clases, o el eje de lo nacional quedaba por encima de la cuestión de clase, y “ahí empieza esta reconversión de gente que por izquierda llega a la extrema derecha”, detalla. A finales de los 60 y los 70 hay una segunda ola rojiparda, que son grupos que reivindican valores de derecha, pero se alinean con la descolonización, con la lucha de la liberación nacional.

Los rojipardos modernos empiezan a emerger en Europa en 2017, en países como Letonia y Lituania. Y su discurso “no parece” de derecha, porque es “antisistémico, es un discurso de impugnación”, apunta López, y añade que “Salle es nuestro primer rojipardo contemporáneo, y quizá en la región sea de los primeros”.

Para López Burian, hay que ubicar a Salle en el espectro de las ultraderechas porque está en contra de las agendas de derechos, discute que la salud global se rija por principios científicos, impugna “las teleologías del progreso que se expresan, entre otras cosas, en la ciencia”, y todos estos “son elementos que remiten una visión arcádica, de pasado, que es muy propia de estas derechas”. También el antinternacionalismo, en términos de antiglobalismo, “es muy de estas derechas”, acota, así como “la impugnación del cosmopolitismo del desarrollo” que promueve la agenda 2030 y “el conspiracionismo, que lo coloca en el universo de la ultraderecha de manera muy clara”.

Sin embargo, al mismo tiempo, como se señaló, Salle “tiene discursos que son resonantes de izquierda”, como las posturas contrarias al capital transnacional, el antimperialismo, pero particularmente un discurso antiélites, que lo conecta con el discurso populista: se trata de una batalla del “verdadero pueblo contra la élite”.

Schenck afirma que estos grupos intentan establecer una especie de distinción entre el sistema político o la “casta”, por un lado, y el pueblo, por el otro, para buscar representar “intereses que no se representan desde el sistema político, que es clásico de los discursos populistas”. “En ese sentido, los discursos populistas pueden moverse en distintos elementos del eje izquierda-derecha”, añade.

Al mismo tiempo, el partido de Salle tiene otro de los elementos de los populismos, acota Schenck: el liderazgo personalista. “Claramente, es un partido que está basado en el liderazgo de Salle; de hecho, Salle cambia de partido de un ciclo electoral a otro y eso no le afecta en absoluto la capacidad de convocar al electorado. Es un tipo de electorado que sigue un liderazgo personalista. Incluso lo veíamos en las imágenes de la sede de IS [durante el domingo 27]; la forma que tiene de conducirse frente a quienes lo siguen, a sus militantes, es desde un punto de vista hiperpersonalista”.

Asimismo, Schenck consideró que se trata de un populismo “claramente conservador”, con un discurso “claramente alineado con las extremas derechas en el mundo y en nuestra región, de defensa de los valores, de lucha contra la ‘ideología de género’”.

Similitudes y diferencias de Identidad Soberana con Cabildo Abierto

López advierte que tanto IS como Cabildo Abierto (CA) se ubican “en el mismo cuadrante de ultraderecha antiglobalista, uno con una visión más tradicional y más asociada a las tradiciones políticas uruguayas [CA] y, en este caso, [el de Salle] con una deriva de un discurso con entonación rojiparda”.

IS y CA tienen en común el antiglobalismo y el combate a lo que denominan “ideología de género”, que entienden que “corrompe la familia y la tradición”, apunta López Burian.

Para Schenck, hay también cierta perspectiva individualista en los discursos de ambas colectividades: “Esto de que nadie nos va a dictar lo que hacer, esta idea del individuo autocentrado, autodefinido, que traía el neoliberalismo como sujeto social, bueno, aplicado un poco a lo que es la política nacional como un elemento soberanista, que no está sólo presente en el discurso de Salle sino también en CA”.

Por qué los movimientos antiglobalistas se refuerzan

Estamos en tiempos de crisis del orden internacional, y en esos contextos es más probable que surjan este tipo de movimientos y discursos, señala López Burián. “Es un momento de crisis del orden internacional. Hubo una gran transformación económica, social, ha cambiado la distribución de capacidades materiales en el mundo, hay confrontamientos geopolíticos, hay un montón de cuestiones de crisis del orden que permiten que estos grupos puedan contestar ese orden. [Donald] Trump es Trump en esta coyuntura histórica, también con el desafío de China, con impugnaciones desde otros actores como las configuraciones ruso-chinas, hay todo un campo de cultivo”, advierte López.

Cita al académico Robert Cox, que señala que un orden internacional se compone de capacidades, materiales, ideas, instituciones y reglas. Y se mantiene mientras haya hegemonía en términos gramscianos. Cuando esa hegemonía se rompe, cuando “las élites no pueden mantener esa estabilidad, estamos ante una crisis orgánica”. “Hoy estamos ante una crisis orgánica de ese bloque histórico que se construyó al final de la Segunda Guerra Mundial, porque la estructura de poder de Occidente y de Oriente cambió, el mundo cambió en términos de poder, se impugnan valores, se impugna el cosmopolitismo, se impugnan la sociedades abiertas, las migraciones, se impugna la idea de progreso, la idea de ciertos respaldos científicos para algunos argumentos y se impugnan las instituciones, las reglas y los organismos que sustentan esas ideas, entre ellos Naciones Unidas, con una idea de vuelta al poder del pueblo, del pueblo llano, de a pie, frente una élite corrupta internacional cipaya frente a los intereses de las grandes corporaciones internacionales”, resume López.

Neologismos y conspiracionismo

Parte de la lógica de los rojipardos es irrumpir también en los medios y colocar “terminología disruptiva”. Así como Salle tiene su “cleptocorporatocracia”, López afirma que otro rojipardo, el filósofo italiano Diego Fusaro, acuñó el término “turbocapitalismo” para referirse al “demonio” de la Unión Europea. Fusaro también reniega de lo que llama “ideología de género”. “Es una impugnación a los valores cosmopolitas del globalismo, el asunto es que esos asuntos repolitizan la agenda contra la derecha y contra la izquierda, es contra el Foro de Davos y es contra la izquierda progresista, a la que acusan de posmaterialista y de alejarse de los verdaderos asuntos”, explica López.

Por otro lado, el conspiracionismo está presente en el pensamiento rojipardo, con elementos antisemitas que culpabilizan a los judíos, pero también a los masones y a otros grupos y organizaciones sociales. “Esto no es nuevo, son visiones teóricas que no son nuevas, que tienen siglos de historia”, aclara López Burian. Salle “piensa que el mundo tiene un orden dirigido por una conspiración, una conspiración donde hay sionistas, masones... Se parece mucho a [lo que decía el dictador español Francisco] Franco. La lógica es la lógica de la conspiración, la lógica de la inoculación de sistemas de control, de que hay un gran plan en manos de una élite transnacional y todo apunta al eje del antiglobalismo. Lo que une a un [Javier] Milei, a un [Jair] Bolsonaro, a un [José Antonio] Kast, a un [Santiago] Abascal, a un [Viktor] Orban, a una (Marine) Le Pen, y ahora a Salle, es que todos promueven valores morales de derecha y su muñeco de paja es la agenda 2030, que es el cosmopolitismo del desarrollo”.

Para Schenck, el crecimiento de un partido con las características de IS “debería ser una señal de alerta para el sistema” que responde al “crecimiento del descontento que existe sobre el funcionamiento de las instituciones de la democracia”. Además, recordó que el tipo de discurso que cuestiona, lo que entiende como corrupción endémica y generalizada del sistema político, que caracteriza a IS, fue utilizado el siglo pasado antes y durante las dictaduras en el Cono Sur.

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