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El Frente Amplio en problemas

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La campaña electoral rumbo a las internas de junio tuvo un giro inesperado en la última semana. La propuesta del sector Ciudadanos del Partido Colorado de llevar adelante un plebiscito para regular el ingreso de funcionarios a los gobiernos departamentales y la presentación de más de 400.000 firmas para la realización del plebiscito en torno a la seguridad social no sólo afectaron los ejes del debate público, sino que también introdujeron hondas diferencias dentro del partido favorito para ganar la elección.

Hasta el presente, las encuestas muestran que el Frente Amplio (FA) cuenta con una expectativa de votación que oscila entre el 41% y el 45% con un promedio de diez puntos de indecisos. Esta tendencia se ha mostrado sólida durante el último año y ha teñido de optimismo al razonamiento de la mayor parte de su dirigencia política. Algunos incluso están convencidos de que con un poco de suerte la contienda presidencial podría resolverse en primera vuelta. Los más mesurados imaginan una primera vuelta que les garantice la mayoría parlamentaria y un triunfo sin sobresaltos en segunda vuelta. Estos posibles escenarios podrían diluirse en virtud del impacto que produce la suerte de ambos plebiscitos.

La convocatoria de Ciudadanos dejó en claro que una parte del FA no está dispuesta a cambiar su estrategia política de acumulación. No les importó mucho si esa iniciativa quebraba a la coalición de gobierno, aislaba al Partido Nacional y acercaba al FA a otros partidos que, en un hipotético gobierno de izquierda sin mayoría parlamentaria, podrían convertirse en potenciales aliados. Tampoco importó si su aplicación limitaba el poder de clientela de gobernantes de departamentos donde el FA nunca tiene chance de competir y aún menos si esa medida podía mejorar la democracia garantizando a los ciudadanos igualdad de oportunidades en el ingreso al Estado. Para los sectores más izquierdistas, la propuesta de Ciudadanos era una idea respetable pero de segundo orden y que, además, era presentada por un sector colorado que en la elección pasada le quitó votos al FA y cuyo candidato lideró una reforma educativa rechazada por los gremios. Prefirieron, en cambio, despejar la competencia para maximizar la chance de su propio plebiscito, que permitiría conquistar votos a partir de postulados atractivos y de fácil comprensión. Demonizar a las Administradoras de Fondos de Ahorro Previsional, hablar de bajar la edad jubilatoria o de equiparar las jubilaciones más bajas al salario mínimo nacional es un libreto ideal para obtener el respaldo de los sectores sociales más sumergidos, a los cuales el discurso de los detractores de la reforma les resulta ininteligible. 

Sin embargo, y pese a su lógica, ese enfoque táctico se da de bruces con los desafíos estratégicos del FA para afrontar el proceso electoral. Para ganar elecciones, los partidos necesitan actuar unidos y desarrollar discursos consistentes en torno a propuestas programáticas creíbles y comprensibles. Cuando miramos la situación del FA encontramos que eso podría no ser así, pues los grupos que apoyaron la recolección de firmas son los mismos que bloquearon el plebiscito de Ciudadanos y los grupos que no recogieron firmas son los mismos que deseaban apoyar la convocatoria del grupo colorado. Ambos bandos están agrupados en torno a dos precandidatos con posiciones diferentes en torno a la iniciativa del PIT-CNT. Es cierto que Cosse ha tenido una posición ambigua al respecto –seguramente para ganar tiempo–, pero ahora se encuentra ante un dilema que no podrá eludir. Si mi razonamiento es lógico, la exintendenta no tendrá otra opción que sumarse a la reforma que impulsan los grupos que la apoyan, pues en caso contrario licuaría sus apoyos y comprometería seriamente su chance en junio. 

En estas circunstancias, si Carolina Cosse gana la interna deberá explicar durante la campaña cómo enfrentará los grandes costos fiscales que tendrá una eventual aprobación de la enmienda constitucional. Y si Yamandú Orsi hace lo propio tampoco estará exento de brindar explicaciones, ya que una parte de su partido estará haciendo campaña a favor de la reforma. Obsérvese que ambos candidatos, en caso de ganar, deberán lidiar con la misma dificultad y con el agravante de que cada vez que emitan opinión al respecto tendrán en su contra a su candidato o candidata a la vicepresidencia y, sobre todo, a una buena parte de su propio partido. La incomodidad con la reforma de la seguridad social será el sello de la campaña de ambos candidatos cualquiera sea el orden en la fórmula presidencial. 

El FA está en problemas y sus oponentes olieron sangre. El costo electoral parece, entonces, inevitable.

El diagnóstico descrito hasta aquí muestra a un FA quebrado en torno a cuestiones tácticas y estratégicas, cuyas autoridades intentaron atenuar mediante la ingeniosa fórmula de la libertad de acción. No obstante, la presentación de las firmas y la activación del plebiscito modificó sustancialmente la situación. La libertad de acción mantiene al partido dividido y asumir una posición favorable o contraria al plebiscito también lo divide. El FA está en problemas y sus oponentes olieron sangre. El costo electoral parece, entonces, inevitable. 

La paradoja del caso es que la reforma propuesta por el PIT-CNT tiene mínimas probabilidades de triunfo en octubre. Como enseña la literatura especializada,1 una condición indispensable para ganar una consulta de democracia directa es la construcción de una amplia coalición político-social. La que impulsó la recolección de firmas del PIT-CNT es demasiado estrecha y su potencial para modificar el statu quo constitucional es demasiado débil.2 Recordemos que el recurso de referéndum contra la ley de urgente consideración contó con el apoyo de todo el FA y de un amplísimo arco de organizaciones sociales, pero igualmente resultó derrotado. Una iniciativa de plebiscito que no cuenta con el apoyo de más de la mitad del FA y que tiene en su contra a todo el resto del sistema político difícilmente podrá imponerse en la compleja elección de octubre.

Lo que aún resta saber es cuán dañina será en términos electorales la división en el seno de la izquierda. Lo que a fines del año pasado lucía para el FA como una elección perfectamente ganable, hoy se transforma en una carrera incierta. Sus adversarios lo saben y se lo harán notar.


  1. Ver, por ejemplo, David Altman (2010). Direct Democracy Worldwide. Cambridge University Press. 

  2. Los sectores políticos que recolectaron firmas para el plebiscito impulsado por el PIT-CNT (Partido Comunista, Partido Socialista, Partido por la Victoria del Pueblo, Casa Grande, etcétera) no alcanzaron los 300.000 votos en la elección de octubre de 2019. No encontramos ninguna razón para creer que en octubre de 2024 alcancen una votación muy diferente. 

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