“El fútbol es un megáfono de la sociedad, un microcosmos donde lo bueno y lo malo sale a flote. La voluntad humana y la amistad, por un lado; las desigualdades y el machismo, por el otro. Son un espejo de lo que ocurre en el mundo”, afirmó en una entrevista con el Banco Interamericano de Desarrollo la periodista y comentarista de deportes mexicana Marion Reimers, quien dedica su carrera a visibilizar la poca participación de las mujeres en los deportes.
En Uruguay el fútbol tiene un rol protagónico. Semana a semana, mueve a gran parte de la población, considerando a quienes lo practican y a quienes lo consumen. Sin embargo, la participación de las mujeres en este deporte sigue siendo cuestionada.
La desigualdad empieza en la niñez. Antes de que la persona nazca, ya se le comienzan a asignar roles de género: la ropa rosada para la nena y la azul para el varón; las muñecas para ellas, las pelotas para ellos. En el fútbol estos roles de género se consolidan.
“El fútbol forma parte de los agentes de socialización del patriarcado que más contribuyen a fomentar estereotipos sexistas y degradantes de las mujeres”, asegura Adelay Carias Reyes, especialista en temas de género de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales. Claro ejemplo de esto es el rol que juegan las parejas de los futbolistas, las “botineras”, que suelen ser mujeres hegemónicas que abandonan sus carreras y sus países para acompañar y crear, criar y sostener familias tipo. No obstante, como está pasando en tantas otras áreas, las mujeres avanzan en la cancha.
Hablemos de fútbol
El lenguaje influye en la percepción que la sociedad tiene de las cosas. Lo femenino y lo masculino es una caracterización asociada al género. La periodista Mariana Sequeira habla del mal llamado fútbol femenino y sugiere que lo mejor sería hablar de “fútbol” o de “fútbol jugado por mujeres”. Sin embargo, dice que para ella tampoco es fácil: “Es algo que cuesta mucho. Si bien vengo haciendo este razonamiento desde hace años, se está intentando que se le diga ‘fútbol femenino’ para visibilizar”. También refiere a que es más práctico decir ‘fútbol femenino’ que ‘fútbol jugado por mujeres’, y propone: “Entonces deberíamos decirle ‘fútbol masculino al otro’”.
La remuneración desigual
Desde la segunda mitad del siglo XX, el fútbol femenino ha evolucionado, y hoy en día las mujeres tienen oportunidades de desarrollarse deportivamente. Sin embargo, aún no es una posibilidad laboral, como sí lo es para los varones. Las mujeres tienen pocas posibilidades de recibir remuneración, y en la mayoría de los casos jugar al fútbol les implica incluso un gasto. Según un informe del Sindicato Internacional de Futbolistas (FIFPro) publicado en 2018, 49% de las mujeres futbolistas no cobra por jugar y 87% abandona su carrera deportiva antes de los 25 años por la escasa o nula remuneración.
Ni siquiera las jugadoras que logran llegar a un nivel profesional acceden a salarios similares a los de los jugadores varones del mismo nivel. Según datos de 2019, Lionel Messi es considerado el mejor jugador del mundo y gana 130 millones de euros al año, mientras que la mejor jugadora de fútbol, Ada Hegerberg, recibe 400.000 euros anuales. Su sueldo es 325 veces inferior al de Messi.
A principios de 2020, tres futbolistas del plantel femenino firmaron contratos profesionales por primera vez en la historia del fútbol uruguayo. Si bien esto es un avance importante, Sequeira considera que ellas “no son profesionales porque sus salarios son de entre 5.000 y 7.000 pesos, y nadie puede vivir con esos ingresos”. Dice que “mientras que los varones profesionales pueden entrenar, descansar e ir a jugar tranquilos, nosotras tenemos que trabajar ocho horas, entrenar con mucho menos recursos y, con muchísima suerte, a fin de mes percibir un salario por ‘la actividad profesional’ de 5.000 pesos”.
Las entrenadoras Verónica Sosa y Virginia Camaño tienen la licencia PRO para desarrollar las tareas de “director técnico”. Sin embargo, ambas sostienen que sólo han recibido propuestas para dirigir fútbol jugado por mujeres y que nunca son pagas: “Te ofrecen un viático, y ahí hay un problema, porque quieren darles oportunidad a las mujeres pero a los varones les pagan y a nosotras no”. “En los cuadros masculinos tienen que estar todos los directores técnicos y preparadores físicos con contrato, porque si no el cuadro no puede competir, y eso en el femenino no pasa”, plantea Camaño. Sosa agrega: “No queremos hacernos ricas, pero al menos cobrar el sueldo mínimo”.
La necesidad de tener otro trabajo para solventarse impacta sobre las horas de entrenamiento y, por ende, sobre el rendimiento. En relación a esto, Camaño cuenta que el plantel de la selección femenina entrena a las 15.00, una hora “difícil” para quienes tienen otros trabajos, por lo que muchas faltan a las prácticas y eso después se ve reflejado en los partidos. Además, destaca la falta de apoyo y la hipocresía: “Tenía una compañera que estaba en la preselección y trabajaba en una conocida cadena de supermercados. Una vez teníamos que jugar un partido amistoso y no le dieron el día para ir a jugar. Ese supermercado era sponsor oficial de la selección femenina, pero igual le dijeron que no. Le pusieron trabas, se contradicen”.
Se suele decir que “a las mujeres les pagan menos porque ‘nadie las va a ver’”. Para Sequeira es necesario que los partidos de fútbol femenino sean televisados, que tengan más difusión y que se les den espacios.
Dante Steffano, sociólogo especializado en deportes, afirma que “la mujer llegó al fútbol para quedarse” y que si bien va a llevar mucho tiempo que se equiparen los contratos, “el camino está empezando a andar y ya tomó otra velocidad: el rumbo es claro y la velocidad se está estableciendo”.
Las que comunican
De 531 carnets de prensa que fueron entregados por la Asociación Uruguaya de Fútbol en 2018, sólo 27 fueron para mujeres. De 325 socios que tiene el Círculo de Periodistas Deportivos del Uruguay, sólo 14 son mujeres.
Las mujeres tienen que demostrar que saben; tienen que dar pruebas que validen su aptitud en el periodismo deportivo. Leticia Bueno, periodista deportiva, afirma que en este ámbito la mujer es siempre subestimada: “Si necesitan a alguien, van a buscar a un varón, porque vos seguramente no jugaste al fútbol, entonces eso te invalida”.
Sequeira señala que las mujeres que hacen periodismo deportivo no pueden cometer errores, mientras que los varones que ejercen el oficio “pueden decir cualquier cosa”. Afirma que cualquier mujer debe pasar por “muchas pruebas” para llegar a tener un lugar, y aun así “esperan a que cometas el mínimo error para criticarte”. “Creen que el fútbol es de ellos, porque históricamente lo fue, y ahora se niegan a que nosotras queramos ser parte”.
La periodista Silvia Pérez es considerada una pionera por ser la primera mujer que salió en la televisión uruguaya hablando de fútbol. Desde 1987 trabaja en medios de comunicación, en las secciones deportivas. Pérez confiesa que al principio fue muy duro, pero que el hecho de ser hija de un ex jugador y director técnico la ayudó a ganarse “cierto respeto”. Un día tuvo que hacerle una entrevista a un director técnico que “no le gustó nada que una mujer le hiciera preguntas” y la trató “muy mal”. Al finalizar la entrevista, ella le dijo quién era su padre, y ahí el trato cambió: “Tenía que usar ese argumento, el ser “hija de...”. Reconoce que “no lo quería usar, pero muchas veces le sirvió”.
Los gajes del oficio
Las periodistas deportivas también están expuestas a situaciones de violencia de género: “Había un jugador que siempre que lo llamaba me decía: ‘¿Cuándo vamos a tomar un café?’. Una vez lo dejé pasar, dos también, pero después me cansé y le dije: ‘¿Cuando te llama el Toto da Silveira vos lo invitás a tomar un café también?’”, cuenta Pérez. Por su parte, Bueno también se expresó en relación a estas situaciones: “En este trabajo tenés que saber esquivar las balas”. Y explicó que si bien eso pasa en todos los trabajos, en el periodismo deportivo la mayoría son varones y el ambiente es muy machista, entonces es más difícil.
También hubo un recordado caso que trascendió en el ámbito del fútbol femenino. En 2017, las jugadoras del plantel femenino de Nacional denunciaron ante la directiva del club a su entrenador por violencia de género. La directiva hizo caso omiso a la denuncia hasta que se filtró en la prensa y, debido a la presión social, decidieron destituir al entrenador de su cargo afirmando que lo hacían “por razones deportivas”.