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Marcela Schenck, durante la presentación del estudio en la Sala Azul de la Intendencia de Montevideo.

Foto: Alessandro Maradei

Investigación identificó distintas experiencias y tipos de violencia que viven mujeres lesbianas en Montevideo

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Según el estudio, presentado por la Secretaría de Diversidad de la IM, se enfrentan a miradas “de odio”, “censuradoras” y “lascivas” y acoso verbal, entre otras formas.

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Leído por Andrés Alba.
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La ciudad es un territorio que habilita la pluralidad y la expresión de la diversidad. Sin embargo, la “exclusión” y la “discriminación” también son parte del paisaje urbano. Las mujeres lesbianas están expuestas “constantemente” a situaciones específicas de discriminación y violencia en las calles, los espacios públicos y los medios de transporte. Son víctimas de miradas, gestos ofensivos, acoso verbal e incluso agresiones físicas que vulneran su derecho a la ciudad y restringen sus expresiones de afectividad en los espacios que transitan y habitan.

Así lo determinó el estudio Derecho a la ciudad: una mirada a las experiencias de mujeres que se vinculan sexoafectivamente con otras mujeres en Montevideo, presentado este martes. La investigación fue encomendada por la Secretaría de la Diversidad de la Intendencia de Montevideo (IM) a un grupo de investigadoras e investigadores de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República, coordinado por Marcela Schenck, magíster en Ciencia Política y especializada en temas de diversidad y género.

Entre junio y setiembre de este año, 21 mujeres cis mayores de 18 años, residentes en Montevideo y que tuvieran o hubieran tenido relaciones con otras mujeres, fueron entrevistadas con el objetivo de conocer sus vivencias en el espacio urbano y adquirir insumos para la elaboración de acciones o políticas públicas departamentales específicas. Las mujeres participantes se identificaron como lesbianas, bisexuales, pansexuales, algunas manifestaron preferir “no identificarse con ninguna etiqueta” o sentirse primariamente como “lesbianas” antes que como mujeres.

Schenck señaló que en la conformación de la muestra se buscó “heterogeneidad” en relación a los “barrios de residencia, nivel educativo formal, nivel socioeconómico, edad, situación migratoria, origen étnico racial y situación de discapacidad”, algo que en “algunos casos se logró y en otros no”, y que deberán ser más contemplados en futuras investigaciones, así como la visión de mujeres trans.

Violencia permanente

De los relatos de las mujeres se desprende la “mirada de la otredad” como un elemento permanente en el tránsito por la ciudad y con “diferentes grados de problematización”, dijo la coordinadora del estudio. Este tipo de discriminación se manifiesta en “expresiones de odio”, “censuradoras” y “lascivas”.

Schenck señaló que estas formas de violencia son las más extendidas y más naturalizadas entre las entrevistadas. “Prácticamente no encontramos relatos donde no se mencionara esto de las miradas por la calle”, señaló la investigadora, y agregó que las mujeres lesbianas tienen “asumido” que si salen a la calle de la mano con su pareja la “mirada juzgadora” estará presente. Una de las entrevistadas expresó: “Eso de juzgar, sí, siempre. Eso de dar miradas juzgadoras, siempre. Sentir que me miran mal o que miran a mi pareja de arriba abajo”, cita el estudio.

Otro tipo de violencia mencionado en reiteradas oportunidades es el acoso verbal, sobre todo de parte de varones que hacen comentarios con connotaciones sexuales. De acuerdo al documento, la alta frecuencia de este tipo de acoso está en consonancia con lo registrado en las dos encuestas nacionales realizadas en nuestro país para medir la prevalencia de la violencia basada en género y generaciones, que se hicieron en 2013 y 2019.

A su vez, estas situaciones aumentan la percepción de riesgo, afirmó la experta. “No sólo por la incomodidad vinculada a ese acto de violencia, sino por un sentimiento de amenaza mayor”, dijo. Según las entrevistadas, este tipo de violencias se registra en todos los espacios públicos: calles, lugares bailables, teatros y medios de transporte, entre otros.

Las situaciones de violencia llegan incluso a la agresión física, aunque estos actos se registraron en menor medida. Sólo en estos casos las entrevistadas afirmaron que presentan denuncias ante la Policía. Frente al resto de las violencias vividas, no se toma ninguna medida; incluso el estudio registró un desconocimiento entre las mujeres de los lugares o personas a las que pueden recurrir para plantear estas situaciones y recibir apoyo.

“Una vez una amiga estaba con su pareja besándose, normal, como cualquier persona puede hacer. En ese momento, un par de hombres adultos les empezaron a gritar de todo, las amenazaron con tirarles piedras y, efectivamente, les tiraron. Tuvieron que irse porque ese tipo de agresión puede ser el comienzo de una violencia mayor, no sabés qué puede pasar; si ya te están tirando piedras e insultando, puede pasar de todo a una mayor escala. Lo mejor es huir, por más triste que sea”, expresó una de las consultadas.

Restricciones de la afectividad

Estas situaciones generan que las mujeres lesbianas limiten sus expresiones de afecto en el espacio público. Las parejas de mujeres se limitan a tomarse de la mano o darse un abrazo para “evitar reacciones negativas del entorno”, dijo Schenck. En el informe, las y los autores explican que esta actitud responde a que la mayoría ha atravesado situaciones de lesbofobia o bifobia. “Todas mis amigas lesbianas o bisexuales han sufrido en algún punto alguna discriminación, algunas más y otras menos. Pero a todas, siempre, algo por la calle nos ha pasado”, dijo una entrevistada.

Otra participante comentó: “Tratamos de reservarnos. Si tenés ganas de estar con una mujer, de repente te vas a un lugar que no es tan público. Mis amigas y yo en eso nos cuidamos un poco, es tipo ‘no voy a hacer esto’, que es una manera de cuidarse y otra manera de que no, porque te estás privando de otras posibilidades, pero es así”.

En relación a las expresiones de afecto en la ciudad, las mujeres que se identificaron como bisexuales narraron una experiencia muy diferente entre sus vivencias en el espacio público con una pareja heterosexual y sus vivencias con otra mujer. “Estuve mucho tiempo en pareja con hombres y es como abismal la diferencia entre el lugar que ocupás como pareja homosexual y pareja heterosexual en la sociedad”, señaló una de ellas.

Zonas de riesgo

Las mujeres que participaron en la investigación identifican la zona céntrica como el espacio urbano con menor percepción de riesgo en comparación con el resto de los barrios en Montevideo. Entre las zonas identificadas como menos hostiles se encuentran los barrios Centro, Cordón, Palermo, Barrio Sur y Parque Rodó. “Estos se caracterizan por ofrecer espacios abiertos (plazas públicas, parques, rambla), una gran oferta gastronómica y recreativa (bares, pubs, cervecerías, bares gay-friendly, restaurantes), también son puntos turísticos y concentran muchas personas jóvenes, sobre todo en la noche”, señala el informe.

Sin embargo, las y los autores también apuntan que algunas de las experiencias de discriminación más significativas vivenciadas por las entrevistadas se registraron en estos espacios. Shenck subrayó que las mujeres no ubicaron ningún espacio totalmente “libre de riesgo”, que dé garantías a las mujeres de una correcta interacción social, libre de discriminación y violencia. El escenario más temido e identificado como momento de mayor riesgo para las mujeres es la noche.

El transporte público es otro espacio donde se evidencia incomodidad y situaciones de riesgo. “La diversidad de público que viaja en el transporte capitalino y la situación de encierro, en muchas ocasiones superpoblado, es proclive a que se generen situaciones de abuso y violencias físicas, verbales, psicológicas, simbólicas y sexuales”, sostiene el estudio.

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