Francisca Moll se suicidó luego de hacer por lo menos tres denuncias contra su expareja y agresor. Esto fue en abril de 2021 en Chile. Un mes después, en Colombia, Allison Meléndez se mató luego de que cuatro policías la detuvieron, desnudaron y acosaron en medio de las movilizaciones por el Paro Nacional en ese país.
El suicidio femicida es una realidad latente en América Latina. El Salvador ya lo tipificó como un delito y el movimiento de mujeres y feministas de Chile logró posicionarlo en la agenda mediática.
El concepto fue impulsado por la activista feminista sudafricana Diana Russell en 1996, y refiere a mujeres que cometen suicidio debido a los abusos reiterados de sus parejas o exparejas, o por la sociedad patriarcal en la que viven.
Para intentar comprender esta realidad, la diaria conversó con Lorena Astudillo, vocera e integrante de la coordinación nacional de la Red Chilena contra la Violencia hacia las Mujeres (Red) desde hace 12 años. Astudillo es feminista, abogada y psicóloga. El suicidio femicida es parte de una realidad que hasta ahora no tenía nombre.
¿Cuándo comenzaron a posicionar públicamente la realidad del suicidio femicida en Chile?
En 2011, en una asamblea de la Red, surge la preocupación por el aumento de suicidios de mujeres en una región del país y por los asesinatos de hijas e hijos de la mujer por parte del hombre. En ese momento hacía diez años que habíamos publicado la primera investigación de la Red sobre femicidio, y decidimos hacer una nueva investigación en la que agregamos el suicidio femicida y el castigo femicida. Hicimos un estudio de caso de 2009, en el que durante diez años un varón ejerció violencia psicológica y económica de forma sistemática sobre su pareja, incluso intentó asesinarla. Finalmente, el hombre logró la custodia de los hijos y la mujer se suicidó. Nosotras estimamos que si la institucionalidad hubiera funcionado, ella no se habría suicidado. También hicimos un estudio de caso en el que una mujer en 2012 se suicidó luego de ser violada por varios hombres. Ella hizo todo lo que se dice que hay que hacer: fue a constatar lesiones al servicio médico, hizo la denuncia e identificó a los agresores. Sin embargo, por un supuesto error de procedimiento en la detención, ellos quedaron libres. Ella le escribió una carta a su hermano diciéndole que no estaba segura en ningún lado y se suicidó.
¿Cuándo empiezan a mediatizarse los casos de suicidio femicida?
En 2017, en Concepción se lanzó de un piso 13 Antonia Garros, de 23 años. La familia, que tiene una buena situación económica y social, comienza a hacer visible y a poner dudas sobre si ella se había suicidado o había sido un femicidio por parte de su pareja. Finalmente, sale a la luz que ella había intentado poner término a la relación muchas veces y que el tipo era muy violento con ella. En eso, volvemos a instalar que esto es un suicidio femicida. En 2019, Antonia Barra se suicidó luego de decir que Martín Pradenas la violó. El mismo año surgió en Chile la performance masiva “Un violador en tu camino”, del colectivo Las Tesis, que amplió la mirada que teníamos las feministas sobre la violación. Se vuelca toda la mirada hacia este violador y hacia las consecuencias que puede generar una violación. Él queda con arresto domiciliario, pero es tanta la presión de las mujeres a nivel nacional que la Corte cambia la sentencia y lo manda a prisión preventiva. Así se instala en Chile la idea del suicidio femicida, que está un poco confundida con la inducción al suicidio, pero por lo menos se habla.
¿Cuál es la diferencia entre inducción al suicidio y el suicidio femicida?
La inducción al suicidio le quita cualquier tipo de componente de género, implica que cualquiera puede inducir a otra persona a suicidarse. Para nosotras, el suicidio femicida es de mujeres que han sido acosadas y donde la motivación principal es la violencia. Pero ¿cómo comprobamos que el hombre quería que ella se matara? No, probablemente él ni siquiera intentaba que ella se suicidara, quería que ella se mantuviera subordinada y dominada. Y ella ve el suicidio como un escape, por eso lo vinculamos a la institucionalidad. Algunas denunciaron y pidieron ayuda, y muchas veces tomaron la decisión luego de que la institucionalidad no operó, luego de que las redes no operaron. Y la violencia no para, entonces esta es la única salida que encontraron.
¿Crees que el suicidio femicida está al mismo nivel de importancia que el femicidio?
Al suicidio femicida lo ponemos en la misma categoría que al femicidio porque es consecuencia de la misma violencia machista extrema. También cuando hablamos de castigo femicida, que consiste en asesinar a algún ser querido de la mujer con la finalidad de causarle daño a ella. El Ministerio Público de Chile plantea que 78% de los filicidios consumados o tentativos se deben a una venganza conyugal, lo que la argentina Sonia Vaccaro llama “violencia vicaria”. Nosotras desde el año 2012 le llamamos castigo femicida porque tiene un resultado de muerte, y porque tiene la finalidad de matar en vida a la mujer, arruinarla para siempre. Generalmente, estos seres queridos son la madre o las hijas o hijos de ella, pero también sucede con mujeres que tienen un vínculo afectivo muy fuerte con sus mascotas, les matan a la mascota. Con las mujeres que hemos mantenido contacto, muchas veces el tipo les avisó antes: “Te voy a matar en vida” o “te voy a dar donde más te duele”. Pero como es una violencia invisibilizada, a las mujeres no se les ocurre que podría hacerles daño a sus seres queridos.
Dices que como es una violencia invisibilizada, las mujeres no llegan a creer las consecuencias que puede tener. ¿Cuál es la importancia de visibilizar estas realidades?
Es necesario que se transparente la realidad que vivimos las mujeres en las sociedades patriarcales. Luego es importante ponerle nombre; las mujeres hemos sido sociabilizadas aceptando ciertas emociones y negando otras, por eso nos cuesta mucho ponerle nombre a lo que nos pasa con esto. Reconociéndola e identificándola es la única forma de erradicarlo, ese es el horizonte nuestro. Si no la vemos no la podemos erradicar.
¿Qué impacto tiene la violencia de género en los cuerpos y las vidas de las mujeres que la sufren?
Diría que nos condiciona totalmente, desde antes de nacer: cuando nos asignan un color, un nombre, nos mutilan la oreja. La violencia que vivimos las mujeres en nuestro cuerpo y en nuestra vida nos impide ser quienes queremos ser; porque se nos dice cómo, se nos dice a esto tienes que aspirar, así te tienes que comportar. Simone de Beauvoir le dio en el clavo cuando dijo “mujer no se nace, se llega a serlo”. Y se llega a serlo por esta condicionante de lo que significa ser mujer, que nos atrapa y nos esclaviza de cierta manera. Uno de los pilares del modelo neoliberal es el trabajo no pago de las mujeres. Hay todo un sostenimiento de la vida que recae gratuitamente en las mujeres. Eso es algo que cuesta visibilizar y que nos condiciona toda la vida. La violencia es continua, se manifiesta a lo largo de toda nuestra vida; y es estructural, está enquistada en las estructuras sociales, culturales, políticas y económicas de las sociedades en las que vivimos.
Es interesante lo que dices para poder ver que las causas de un suicidio femicida pueden ir más allá de la violencia de pareja.
Acompaña todo el sistema. A las mujeres se nos impone el cuidado de las hijas e hijos, por ejemplo, si estás viviendo una violencia de pareja sistemática, hay una presión social de cómo vas a dejar a los hijos sin papá. Después, si tienes un trabajo precario, ¿cómo haces para mantener a tus hijas e hijos? Tienes que aceptar este seudovínculo con el agresor para cobrar la pensión de alimentos, que a veces tampoco la paga. Acá en Chile sacan a las mujeres violentadas de sus casas, las desarraigan y las llevan a casas de acogida, en donde sólo les permiten entrar con dos hijas o hijos de hasta los 13 años de edad. Las encierran seis meses y luego les dicen: sal a buscar trabajo. Sin contar que encontraremos en otras situaciones mujeres con muy buen nivel cultural y económico, pero con una presión social y religiosa que no les permite terminar con un vínculo violento. A las mujeres la sociedad nos hace ponernos en último lugar. Nos piden sostener la vida precariamente y toda la violencia que estemos viviendo, sin redes ni una institucionalidad que nos apoye.
En Uruguay los suicidios son cometidos mayoritariamente por hombres. Sin embargo, las mujeres cometen más intentos de suicidio que los hombres. ¿Qué pasa en Chile?
Sí, en Chile quienes se suicidan más son los hombres. Ahora, es muy difícil comprender por qué se suicidan mayoritariamente los hombres, o yo diría, por qué lo logran. Quizá ellos están más acostumbrados a estos riesgos porque están más socializados con las armas, tienen más fuerza para hacer los nudos, aprenden a hacerlos en caso de que se quieran suicidar por ahorcamiento. Porque las maneras de suicidarse también son distintas según el género. Las mujeres tenemos otro tipo de acceso a métodos para el suicidio, por ejemplo con pastillas, que tienen un período mucho más largo en hacer efecto, por lo tanto, a veces nos encuentran antes. Hay muchas mujeres que se cortan las venas, pero esto es más desde el escaso conocimiento, sin tener mucha claridad de si eso va a provocar o no una hemorragia. No tenemos claro si más hombres se suicidan porque tienen acceso a técnicas más efectivas o porque hay otra realidad.
Es muy común la idea de que el suicidio está siempre relacionado con la depresión, ¿Esto es así para ustedes?
Nosotras quisimos desmontar ese mito demostrando que 15% de las mujeres que se suicidaron entre el 2010 y el 2012 en Chile no habían ido a consultas psicológicas. Sin embargo, sí habían ido a la Justicia penal a pedir que se sancionara a su pareja. Si hacemos un análisis psicológico de lo que es la depresión, no se condice con una mujer yendo a hacer una denuncia, moviendo todo un aparataje jurídico, dispuesta a dar declaraciones. En la depresión no hay esperanza en la vida, nada te reconforta ni te hace sentido; sin embargo, estas mujeres tenían esperanza de que a ese agresor se le sancionara. No me cabe duda de que esto nos pasa a las mujeres en la región.
En Uruguay el concepto no está instalado, pero en El Salvador ya está tipificado como delito desde 2012. ¿Ven posible la posibilidad de tipificación del delito en Chile?
En Chile se ha hablado de inducción al suicidio, nosotras decimos que no, que esto es suicidio femicida, ahí está la discusión ahora. Sin embargo, en la Red somos muy críticas de esta parcialización de la violencia hacia las mujeres en distintas leyes. Para nosotras la violencia hacia las mujeres es una manifestación machista y puede ejecutarse de diversas formas. Nosotras apuntamos a una legislación que no sólo castigue una vez cometida la violencia, sino que también tienda a promocionar una vida libre de violencia. Chile se comprometió a hacer una ley integral de violencia hacia las mujeres hace 31 años y todavía no la hace.
¿Crees que haya algún suicidio de mujer que no sea por causa de la violencia patriarcal y machista?
Tengo una convicción que no he podido demostrar, pero que la experiencia al conversar con cientos de mujeres me han ido formando y reafirmando, que es que la gran mayoría de nuestros problemas emocionales se deben al machismo. En esto hablo de problemas emocionales y psicológicos; no estoy incluyendo la salud mental o psiquiátrica, que son desórdenes biológicos. Esta pregunta invita a la reflexión, porque en un principio podríamos decir que sí hay mujeres que llevan años con depresión, pero si vamos al origen de ese sufrimiento permanente, si estiramos esa madeja, podemos, quizás, llegar a una manifestación machista. Las mujeres siempre nacemos con culpa, muchos de nuestros dolores van acompañados de esa culpa impuesta.