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Ilustración: Ramiro Alonso

Programas que apuestan al trabajo con varones para hacer frente a la violencia de género y reflexionar sobre las masculinidades

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Especialistas destacan el impacto de estas propuestas en la prevención de situaciones violentas y en los cambios de conducta de muchos hombres que participan en las iniciativas.

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Leído por Abril Mederos.
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“Para una sociedad menos machista, es necesario un cambio cultural profundo del que mujeres y varones somos parte”, afirmó la directora de la División Asesoría para la Igualdad de Género de la Intendencia de Montevideo (IM), Solana Quesada, en diálogo con la diaria. Para eso, es imprescindible incluir el “tema de las masculinidades y el patriarcado” en la currícula escolar desde edades tempranas, con el objetivo de que las niñas y, especialmente los niños, “puedan conectar con sus emociones, sentimientos y deseos” y establecer vínculos más sanos con ellos mismos y con otras personas, dijo a la diaria Darío Ibarra, doctor en Psicología especializado en masculinidades y director de la organización civil Centro de Estudios sobre Masculinidades y Género.

El especialista mencionó que hay varios aspectos de la masculinidad que es necesario trabajar con los niños varones “apenas inician su proceso de socialización”. Entre ellos, mencionó la “sexualidad masculina” ‒que es “uno de los grandes problemas de la cultura patriarcal” y que, en muchos casos, desencadena situaciones de violencia sexual‒, “el problema de los cuidados” y las manifestaciones de violencia basada en género.

Tanto Ibarra como Quesada expresaron la necesidad de incorporar cuanto antes estos temas en el sistema educativo para que las generaciones futuras puedan vivir en una sociedad libre de violencia y estereotipos machistas.

Para Quesada, el Estado es, además, responsable de generar “dispositivos y servicios” específicos para el trabajo con varones que promuevan una sociedad más justa, la igualdad entre todas las personas y actúen como otra forma de respuesta ante la violencia de género.

En Uruguay, son muy pocos los programas abocados a esta tarea. En la IM, en el marco de un convenio entre la Asesoría para la Igualdad de Género y el Centro de Estudios sobre Masculinidades y Género, funcionan dos servicios: el “Programa de atención a hombres que deciden dejar de ejercer violencia” y “Hombres construyendo igualdad”. En tanto, dentro del sistema de respuesta a la violencia de género del Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres) funciona el servicio de atención a varones con tobilleras.

“No es un tratamiento”

Los primeros programas que se pusieron en marcha estuvieron enfocados en la atención a varones que ejercen o ejercieron violencia, en particular violencia sexual o física contra su pareja o expareja. Estas propuestas surgieron bajo la idea de que el trabajo con esta población puede incidir en un descenso de los niveles de la violencia de género. “Para que haya una mujer en situación de violencia, tiene que haber una persona que la agreda, y en su gran mayoría, son varones. Entonces, más allá de que es fundamental proteger, reparar y trabajar con las mujeres en situaciones de violencia, también es muy importante poder trabajar con varones agresores porque, si no, estamos trabajando con un solo lado del problema”, explicó Quesada.

El “Programa de atención a hombres que deciden dejar de ejercer violencia” comenzó a funcionar en 2011. Es un servicio abierto para varones cisgénero y varones trans mayores de 18 años que residan en Montevideo y reconozcan haber ejercido algún tipo de violencia, aunque también pueden participar aquellos que sientan “la necesidad o la inquietud de revisar sus conductas”, sostuvo Quesada. Desde su puesta en marcha hasta marzo de 2022, alrededor de 470 hombres pasaron por el programa. Del total, 50% son varones a los que la Justicia ha dispuesto “medidas cautelares, pero no tobilleras”, dijo la directora de la asesoría.

“Esta propuesta implica brindar apoyo a los varones para que puedan vincularse consigo mismos y con otras personas de una manera saludable y desde una masculinidad más consciente, más empática y solidaria. Y que, además, puedan evitar vincularse de manera autoritaria y abandonen el intento de control y dominio sobre otras personas”, explicó Ibarra, quien es coordinador de los talleres. El especialista enfatizó en que esta propuesta “no es un tratamiento”, porque la violencia basada en género ejercida por varones “no es una enfermedad”. Por lo tanto, “cualquier varón criado y educado en el sistema patriarcal puede ejercer violencia en algún momento”, subrayó.

Los varones que desean participar del programa deben comunicarse con la IM a través del número 091 207 512, que está disponible de lunes a jueves entre las 10.00 y las 16.00. El primer paso es agendar una entrevista individual ‒a veces puede ser más de una‒ en la que el equipo a cargo “indaga” sobre la voluntad del varón de ser parte de la propuesta, determina si reconoce la violencia que ha ejercido e intenta descartar problemas de salud mental, situaciones de consumo de drogas u otras adicciones que inhabilitan el ingreso al programa, señaló Quesada.

El segundo paso son los encuentros grupales que se realizan una vez por semana durante seis meses. En promedio, el programa tiene una extensión de 24 encuentros. En cada una de esas instancias se “abordan las manifestaciones de violencias que el varón protagonizó o pudo visualizar durante la última semana”, detalló Ibarra. Además, al final de cada encuentro, uno de los participantes comparte su testimonio de vida con el resto. A través de la presentación de los relatos, se busca “profundizar en el proceso de la violencia que ejerció ese hombre hacia su pareja o expareja y cuáles fueron los impactos que tuvo la violencia sobre él, sobre la pareja, sobre sus hijas e hijos y la comunidad”, dijo el especialista.

En relación con el análisis de asistencia de los usuarios del programa, Quesada señaló que “44% participan en entre tres y nueve instancias de las 24”, “otra cantidad cumple con el promedio del ciclo” y “la menor cantidad se mantiene hasta el final”. De todas formas, Ibarra consideró que el funcionamiento del programa es “excelente” porque los cambios en los usuarios son notorios. “No solamente ellos hablan de cambios sino que, cuando hablamos con su pareja, expareja o personas de su entorno cercano, también expresan cambios en casi todos los varones”, aseguró Ibarra. Añadió que “80% de los varones presentan cambios en sus conductas violentas” y que “cualquier varón que transite por las 24 reuniones que ofrece la IM, por lo general, si no hay trastorno o patología de base, no reincide en violencia física o sexual”.

A su vez, Quesada apuntó que los procesos que transitan los varones son muy personales y su eficacia depende de la apertura y disponibilidad para recibir ayuda. “No necesariamente hacer las 24 instancias implica que haya un proceso de transformación. A veces, solamente participar en algunas instancias logra un cambio”, agregó.

“Predicción del riesgo futuro y prevención de nuevas violencias”

Adriana Fontán, licenciada en Psicología y coordinadora del sistema de respuesta a la violencia basada en género de Inmujeres, recordó a la diaria que el instituto comenzó a trabajar en 2013 con el Ministerio del Interior (MI) en el programa de tobilleras electrónicas. La tarea de los equipos de Inmujeres está enfocada, por un lado, en brindar atención psicológica y legal a las mujeres que ingresan al programa “para ser protegidas”, y, por otro lado, en el trabajo con varones a los que se les dispuso el uso del dispositivo como medida cautelar, explicó Fontán.

En menos de una década, el trabajo del programa de Inmujeres se multiplicó 20 veces en la medida en que aumentó la cantidad de tobilleras dispuestas por la Justicia. Así, el organismo pasó de trabajar con 50 hombres con tobillera y 50 mujeres en 2013, a atender a más de 1.000 hombres y 1.000 mujeres en 2021. Actualmente, las “duplas psicosociales” encargadas de esta tarea están presentes en 13 departamentos del país, señaló Fontán, y aseguró que, para fin de año, Artigas y Rivera se sumarán a la lista con la instalación de un equipo en cada uno de esos departamentos.

La apuesta de Inmujeres es trabajar con toda la población que aborda el programa de tobilleras, pero para cumplir ese objetivo es necesario un incremento de recursos, apuntó Fontán. “Hoy contamos con 1.600 conexiones de tobillera. Eso significa que tenés una población para abordar o brindar asistencia de 1.600 mujeres y 1.600 varones. La adquisición de la herramienta de la tobillera ha permitido llegar a un número importante de situaciones a abordar”, afirmó la coordinadora del sistema.

El dispositivo trabaja de forma coordinada con la Dirección de Monitoreo Electrónico del MI, que traslada a Inmujeres la información de las tobilleras que han sido colocadas. Los equipos del instituto que están a cargo establecen el contacto con el varón y la mujer. Este procedimiento se hace en todos los casos. No obstante, los varones pueden optar por participar o no, excepto cuando hay una obligación de asistencia establecida por la jueza o el juez actuante. En caso de rechazo o incumpliento, se informa a la Justicia.

El trabajo del equipo se plasma en un informe que se presenta ante el juzgado actuante a los seis meses de la disposición de la medida. En el documento se da cuenta del estado de la situación: “Es un informe donde valoramos el riesgo presente y, de alguna manera, presentamos un pronóstico. Con base en los indicadores que manejamos, planteamos qué situaciones podemos prever una vez que la tobillera se retire”, explicó Fontán. “Ese informe es un insumo para el juez o la jueza para evaluar si va a dar continuidad a la medida o qué otras acciones se pueden tomar”, agregó.

“Desde Inmujeres valoramos muy positivamente el trabajo que realizan los equipos con los varones por la predicción del riesgo futuro y la prevención de nuevas violencias. Esto, sin duda, contribuye a una mayor protección de las mujeres, que es el objetivo principal”, manifestó Fontán. Sin embargo, aclaró que no es posible determinar la eficacia de este programa en el proceso de “resocialización” de estos varones. Para eso, es necesario realizar un trabajo en un plazo mayor a seis meses, planteó la coordinadora.

Precisamente, uno de los objetivos del sistema de respuesta para el futuro es establecer un dispositivo de atención a varones con una extensión de dos años y medio, con distintas modalidades de trabajo: individual, grupal, presencial y a distancia. “Ese despliegue no lo hemos podido hacer aún, pero sí hemos avanzado mucho en la construcción del modelo y la formación de los equipos técnicos”, aseguró Fontán.

Más allá de la relación “hombre-violencia”

El programa más reciente es “Hombres construyendo igualdad” de la IM, que comenzó a funcionar en 2018. La propuesta surgió a partir de la “necesidad de trabajar con hombres desde un enfoque integral que trascendiera la relación hombre-violencia”, explicó Quesada. En esa línea, la iniciativa está enfocada en “promover procesos de sensibilización, formación y reflexión sobre el ejercicio de género de los hombres, sus causas e impactos”, e impulsar la “transformación de patrones tradicionales tanto a nivel cultural como subjetivos”, señaló la directora de la asesoría.

“El objetivo es promover el aprendizaje de nuevos códigos culturales y sociales no patriarcales que permitan gestar espacios sociales seguros y cuidadosos para todas las personas; espacios donde las personas desarrollen nuevas formas de pensar y comportamientos alternativos más saludables que los formatos más tradicionales”, expresó Quesada.

Esta iniciativa funciona bajo tres modalidades: talleres de masculinidades para grupos de hombres, talleres de masculinidades con varones, mujeres y disidencias, e instancias de formación y capacitación con el propósito de que las personas se conviertan en “multiplicadoras de las herramientas que se ofrecen” en sus espacios de desarrollo. Entre los temas abordados en las diferentes instancias, Quesada mencionó la “corresponsabilidad parental”, la “corresponsabilidad doméstica y distribución igualitaria de roles de género”, el “manejo del enojo y otras emociones como el miedo, dolor y la tristeza”, y el “control y dominio en el noviazgo y en la convivencia de pareja”.

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