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Cristina Belzarena, Ricardo Pou, Mónica Bottero y Enrique Pons.

Foto: Ernesto Ryan

“Seamos orgullosamente menopáusicas y reivindiquemos la salud sexual no reproductiva”: actividad propuso romper mitos sobre el climaterio

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El evento, organizado por la Academia Nacional de Medicina y el Inmujeres, apuntó a brindar información para “mejorar la comunicación” sobre los procesos que viven las mujeres durante esta etapa.

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La Academia Nacional de Medicina dedica el mes de octubre a organizar distintas actividades para promover la salud de las mujeres. Es en ese marco que esta semana realizó, junto con el Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres), una charla de “actualización” sobre el climaterio, el período que abarca el antes, el durante y el después de la menopausia, y que dura entre diez y 15 años. El objetivo de la convocatoria era “mejorar la comunicación e información” sobre un tema que está rodeado de mitos, prejuicios y estigmatización, y que muchas veces queda a la sombra del tabú.

Para eso, las instituciones organizadoras invitaron a exponer a tres referentes sobre el tema, que, desde sus diferentes especialidades, abordaron las múltiples aristas de esos procesos que empiezan a vivir las mujeres alrededor de sus 50 años.

Antes, la directora del Inmujeres, Mónica Bottero, dijo que “cuando hablamos de salud sexual y reproductiva podemos decir que se han logrado avances”, sobre todo desde el punto de vista “legal”, “de la práctica médica”, y en el “reconocimiento de derechos de las mujeres en el momento del embarazo, parto y puerperio”, por ejemplo. Sin embargo, aseguró que, cuando “las mujeres nos acercamos al fin de la etapa reproductiva”, “suceden cosas en nuestro cuerpo y en nuestra psiquis” que “no solamente están poco reconocidas”, sino que también son “ninguneadas” e “invisibilizadas”. Citó como “ejemplo más claro” el hecho de que la palabra “menopáusica” sea “un adjetivo peyorativo, casi un insulto”.

Por eso, Bottero afirmó que es “importante reconocer” los cambios y síntomas asociados a este período, así como “generar formación en las y los médicos que atienden a mujeres en la etapa del climaterio, para que puedan mejorar nuestras vidas” en esos momentos.

“Ojalá que esta instancia nos sirva para comprender mejor a esas mujeres que calculamos en unas 170.000 en el país que están entre los 45 y 65 años, cuya mayoría seguramente sufre en silencio y quizás con un poquito de vergüenza el ser menopáusicas”, dijo la directora de Inmujeres, y cerró con una invitación: “Seamos orgullosamente menopáusicas y no digamos más que esta es una etapa horrible. Comprémonos abanicos, exhibámoslos con orgullo, hagamos del abanico un emblema y reivindiquemos la salud sexual no reproductiva también”.

La mirada biológica

La primera exposición estuvo centrada en explicar el climaterio desde la perspectiva biológica. Estuvo a cargo del doctor Ricardo Pou, docente libre honorario de la Facultad de Medicina (Universidad de la República), cofundador y expresidente de la Sociedad Uruguaya de Endocrinología, Ginecológica y Menopausia, e integrante de la Federación Latinoamericana de Sociedades de Climaterio y Menopausia.

El experto explicó que la menopausia es “el cese de las menstruaciones por espacio de un año o más”, y lo describió como “un hecho fisiológico, normal, que obedece a un fenómeno biológico que consiste en el agotamiento progresivo de los folículos que están constituidos por las células reproductivas rodeadas de aquellas que, a partir de la pubertad, van a empezar a producir las hormonas sexuales”.

Por otra parte, puntualizó que la menopausia “implica un mojón en el camino de la vida de la mujer que separa dos etapas: el climaterio premenopáusico y el climaterio posmenopáusico”. En ese sentido, señaló que “ya a los 35 años, más o menos, empiezan a ocurrir sutiles cambios a nivel hormonal” y “poco a poco van apareciendo ciclos anovulatorios, es decir, meses en los cuales no hay ovulación”, lo que implica que hay falta de progesterona. En tanto, los estrógenos “dan síntomas variables en una primera etapa” y después “tienden a caer en forma progresiva”.

Pou aseguró que si bien “hay mujeres que no sienten nada o casi nada”, los cambios hormonales en esta etapa premenopáusica se manifiestan en “sofocos, sudores nocturnos, trastornos del sueño, modificaciones en el humor, y todo esto es debido a que uno de los órganos que ‘sufre’ más el descenso de los estrógenos es el cerebro, en todos sus sectores, entonces hay trastornos en los neurotransmisores, que generan mayor prevalencia de depresión -sobre todo en aquellas que ya han tenido depresión-, y hay disminución de serotonina y de dopamina”.

En el período posmenopáusico, “no hay menstruaciones, estos síntomas pueden aumentar, a veces pueden mantenerse, y finalmente descienden y desaparecen”. Sin embargo, dijo que a veces “hay mujeres muy mayores que continúan con síntomas”, que pueden tener que ver con “modificaciones a nivel de la piel, disminución de la masa muscular y de la fuerza, trastornos osteo-articulares, modificaciones a nivel del metabolismo, un aumento del colesterol, hay una mayor preferencia a la coagulación, por lo que se pueden producir accidentes tromboembólicos”.

A la vez, se identifica “una progresiva atrofia vulvar, vaginal, disminución del espesor epitelial, cambios en el pH, mayor tendencia a infecciones y disminución del colágeno y de colchón vascular que lo rodea”. Esto puede generar “molestias” o “dolor” durante las relaciones sexuales, y “trastornos miccionales, que muchas veces son confundidos con cistitis y tratados como tales: las mujeres recorren los consultorios y les dan antibióticos, y en realidad lo que necesitan son estrógenos”, especificó.

Las repercusiones metabólicas

La doctora Cristina Belzarena, endocrinóloga y profesora de la Clínica de Endocrinología y Metabolismo, profundizó en las repercusiones metabólicas del climaterio, con el foco particular en la tendencia a las fracturas. Si bien “es un área mucho menos publicitada”, se estima que “un tercio de las mujeres mayores de 50 años va a tener en su vida posmenopáusica una fractura por fragilidad”, aseguró la especialista, y señaló que las “más comunes” son la de puño, vértebra y cadera.

En ese sentido, dijo que mientras las fracturas de vértebra y de cadera “son muy significativas en sí, porque, aparte del dolor y la depresión que aumenta con ese dolor, hay una limitación en sus actividades”, la de puño “puede no representar un problema tan importante como las otras, pero tiene que ser un llamador para decir ‘después de esta fractura, pueden venir las otras’”.

Para la doctora, hay “muchos factores de riesgo” que explican la incidencia de las fracturas. “Después de la menopausia empiezan a bajar los estrógenos, lo que lleva a una descalcificación importante de los huesos”, y se suma la “baja masa ósea”, que en una primera etapa se llama osteopenia y luego pasa a ser osteoporosis. Influyen otros factores además de los estrógenos, como tener familiares que tuvieron fractura de cadera o de columna, pero además “cualquier fractura por fragilidad es un alto riesgo de repetir una fractura”, explicó.

Belzarena dijo que se pueden prevenir las fracturas, pero reconoció que -acá y en el resto del mundo- “no se previene ni siquiera después de la primera fractura”: “Alguien se fractura, puede ser un puño, pero también un aplastamiento de vértebras o la cadera, le dan de alta y no le dicen que tiene que diagnosticarse y seguirse para saber si tiene osteoporosis, para ver qué tratamiento está indicado, y para prevenir la segunda fractura”.

“Esta es una edad de prevención”, reflexionó la endocrinóloga, y dijo que, en este caso, la prevención de fracturas significa para las mujeres ganar “calidad de vida, autonomía y ser independientes”.

La perspectiva sexual

Enrique Pons, que es ginecólogo, educador sexual y exprofesor de ginecología y obstetricia, puso arriba de la mesa un tema tan importante como los otros: cómo abordar las dificultades en la sexualidad que emergen durante el climaterio.

El especialista dijo que “es verdad que puede haber disminución del deseo, dolor en el coito, desinterés, dificultades orgásmicas que pueden ser reales o pueden ser dependientes de otras condiciones”, pero aseguró que “no todo es biológico” en estos cambios. Y que, por lo tanto, se pueden prevenir. Estos problemas pueden surgir, por ejemplo, porque “hay rutina y aburrimiento con una sexualidad que simplemente ocurre de vez en cuando -que es cuando se le ocurre al varón la mayoría de las veces-”, o por “dificultades de la propia pareja, especialmente cuando llevan años de convivencia y no ha habido ningún intento de reavivar el interés”.

Según el ginecólogo, esta situación puede cambiar “cuando aparece una nueva pareja por separación, por viudez, porque nunca había tenido una pareja y decide probar cosas nuevas”. Esto “puede tener ventajas”, porque “la novedad reaviva cosas que ya parecían dormidas”, pero también hay riesgos, porque “la mujer a esa edad se cuida menos en las relaciones sexuales: si pasó su menopausia ya no le importa el embarazo y se olvida de que estamos viviendo en una época de recrudecimiento de la sífilis y de la posibilidad de una infección por HPV, que causa primero cambios a nivel del cuello de útero y después cáncer de cuello de útero”. A esto se suma que “difícilmente se le aconseja vacunarse [del HPV] a la mujer que va a empezar una vida sexual en ese momento”, en general porque “los médicos no preguntamos sobre sexualidad”, en parte por estar “criados en una cultura de raíz machista”.

Pons dijo que existen “distintas responsabilidades” en el “manejo de la mujer en su etapa menopáusica y, sobre todo, posmenopáusica”. La primera es de los médicos, que no están capacitados. “Cada vez se habla más de esta etapa de la vida y sus problemas, no sólo biológicos sino sociales y culturales, pero a muchísimos no les interesa o no tienen tiempo, tienen 15 minutos para interrogar sobre todo esto [...], y eso lleva a respuestas de salida rápida”, cuestionó. También contó que ha atendido a mujeres que llegaron a decirle que querían cambiar de ginecólogo, porque, al transmitirle que tenían dificultades en la vida sexual, les decían: “A esa edad el sexo no tiene importancia”. “Esta es una respuesta que existe, se da y se sigue dando”, aseguró el experto.

A su entender, los otros actores responsables son la sociedad -que sigue discriminando a las mujeres “menopáusicas”-, los medios -que presentan modelos de vejez muchas veces inalcanzables-, las propias mujeres -que muchas veces “aceptan el hogar casi como una prisión” y no se permiten “explorar” cosas nuevas- y, “por supuesto”, el Estado, que “debería fomentar mucho más que aparezcan lugares de socialización, actividades apropiadas para cada interés de la mujer y centros de asistencia”.

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