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Conversatorio "Desapariciones de gurisas en clave regional".

Foto: Rodrigo Viera Amaral

Desapariciones de gurisas: colectivos de Uruguay y Argentina compartieron estrategias para abordar el problema frente a las “falencias” estatales

6 minutos de lectura
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Las activistas profundizaron en las características de los casos según los diferentes territorios, los dispositivos que existen, las dificultades que enfrentan y algunas de las deudas que tiene el Estado, en un conversatorio organizado “en clave regional”

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Leído por Andrés Alba.
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Una cancha de básquetbol con sillas blancas dispuestas en forma de círculo y, alrededor, decenas de carteles con los rostros de adolescentes y mujeres desaparecidas en Uruguay durante la democracia. Algunas de ellas están desaparecidas desde hace décadas. Otras desde hace cinco, tres, dos años. A todas las siguen buscando. “Vivas las llevaron, vivas las queremos de regreso”, ponía una pancarta más grande, apoyada en el suelo, a unos metros de esas fotos. Pasadas las 19.00 del sábado, ese sector del local de AUTE de Montevideo se terminó de poblar y empezó así al conversatorio “Desapariciones de gurisas en clave regional”, organizado por el colectivo ¿Dónde están nuestras gurisas? (DENG).

La actividad formó parte de un encuentro más amplio que durante todo el fin de semana reunió a activistas y organizaciones feministas de Uruguay y Argentina para pensar juntas estrategias de abordaje ante las “limitaciones” que surgen “cuando desaparece una adolescente, una niña o una mujer”, destacó Eva Taberne, integrante de DENG. El intercambio en esos días fue “de escucha” y “de comprensión”, pero también “de cierta superación de las dicotomías”, explicó la militante, en tanto compartieron el espacio “feministas autónomas con feministas que abordan estas problemáticas desde las instituciones, trabajadoras sexuales con sobrevivientes de prostitución abolicionistas –cosas que afortunadamente son posibles en Uruguay–, académicas y profesionales con madres de desaparecidas, con vecinas, con militantes territoriales”.

Todas ellas estaban mezcladas en el público que siguió en silencio un conversatorio en el que la premisa fue “conocer cómo se dan las desapariciones en los diferentes territorios, qué dispositivos existen, cómo se abordan desde los movimientos sociales, pensar conjuntamente estrategias y tejer redes”, detalló Taberne, antes de pasar el micrófono a las representantes de organizaciones que trabajan el tema desde perspectivas diversas: Gimena Albarenga, de DENG, caracterizó la experiencia en Uruguay; Florencia Guimaraes, de La Casa de Lohana y Diana, sumó la perspectiva travesti trans; Graciela Collantes, de la Asociación de Mujeres Argentinas por los Derechos Humanos (AMADH), enfatizó en el trabajo con sobrevivientes de trata y prostitución, y Griselda Galarza, de la Red de Docentes, Familias y Organizaciones del Bajo Flores (Argentina), aportó claves para el abordaje del problema a nivel barrial.

Todas coincidieron en la importancia de la lucha colectiva, porque “nadie se salva sola” (recordó Collantes), sobre todo en un contexto que describieron como “de retrocesos de derechos”, con la “avanzada de la derecha y el fascismo” a nivel internacional.

¿Qué pasa con las desaparecidas en Uruguay?

En base al trabajo que DENG realiza desde 2017, Albarenga dijo que en nuestro país se pueden identificar casos de mujeres que “están desaparecidas desde hace muchos años”, otros en que “las gurisas desaparecen y aparecen al poco tiempo, pero en el medio están expuestas a múltiples violencias”, y las “desapariciones intermitentes” de muchachas que “desaparecen, vuelven a aparecer y al poco tiempo desaparecen de nuevo”.

Albarenga afirmó que “muchas gurisas que hoy están desaparecidas hace mucho tiempo antes tuvieron desapariciones, pero como no hubo un abordaje la primera vez que desaparecieron, volvieron a desaparecer”. “Eso es lo que nuclea estas desapariciones y es lo que tenemos denunciar: que hay una desaparición previa de estas gurisas, una invisibilización social de sus realidades, una falta de acciones en la prevención y el abordaje de estas problemáticas que están asociadas con la desaparición que hacen que ocurran, porque, si se actuara antes, se podrían evitar”, agregó.

Respecto de las razones detrás de esas desapariciones, dijo que el colectivo presume que en general se vinculan con la trata de personas –y aclaró que no sólo redes, sino situaciones complejas en las que, por ejemplo, “una gurisa puede estar retenida en una boca [de drogas] contra su voluntad, bajo amenaza o por el propio consumo y ser explotada sexualmente o verse involucrada en algún delito, obligada por sus captores”–. Sin embargo, apuntó que existen otras situaciones “que trascienden a la trata pero que no dejan de ser de violencia extrema” como, por ejemplo, “las violencias a las que se ven enfrentadas las gurisas que están en situación de consumo, particularmente de pasta base, y también las que están en situación de calle”.

Otros casos están asociados a “padecimientos de salud mental”, a “escapar de situaciones de violencia intrafamiliar” o a situaciones de explotación sexual. Como ejemplo de esto último, mencionó que muchas de las desapariciones intermitentes son de adolescentes que están institucionalizadas en hogares de amparo del Estado, son explotadas sexualmente mientras están desaparecidas y, cuando retornan, “desde la institución no hay un abordaje para acompañarlas”. Por último está la violencia femicida, porque “muchas veces a los varones no les alcanza con matarnos, sino que también desaparecen nuestros cuerpos para intentar escapar de la Justicia”, dijo la integrante de DENG.

¿Qué hace el colectivo en este escenario? Denunciar públicamente lo que ocurre, generar datos e información, y acompañar a las familias en sus procesos de búsqueda, una tarea que incluye estar con ellas cuando “se tienen que enfrentar a la Justicia”. “En ese camino, vemos múltiples falencias por parte del Estado, una revictimización extrema de las familias, dar información errónea –decir que hay que esperar 24 horas para hacer una denuncia cuando no es así, por ejemplo– o utilizar factores como el consumo o la explotación para intentar desestimular a las familias de hacer las denuncias”, cuestionó Albarenga.

De hecho, es por eso que el colectivo habla de desapariciones y no de ausencias: “Porque entendemos que detrás de todas las desapariciones hay responsables, ya sea por una acción directa en el acto de desaparecer, como puede ser la acción de una persona individual o de redes criminales (de trata o de narcotráfico), pero también entendemos que hay una responsabilidad del Estado, ya sea por acción o por una omisión que se da antes de la desaparición, al no abordar las problemáticas que están asociadas; una vez que la desaparición ya ocurrió, al no generar una búsqueda inmediata y no invertir sus recursos en buscar a las gurisas; y también cuando las gurisas aparecen muchas veces por sus propios medios o porque su familia las encuentra”.

Travestis y trans también desaparecen

“¿Hay vidas que importan más que otras? Pareciera que sí”. Así empezó su exposición Guimaraes y cuestionó que “desde hace muchísimo tiempo” las mujeres trans y travestis son “invisibilizadas” en el abordaje de las desapariciones o de la trata de personas con fines de explotación sexual, cuando se trata de una población particularmente afectada por esta problemática, “teniendo en cuenta que las niñas trans son arrojadas a la prostitución entre los 11 y 18 años de edad, en el total desamparo, expulsadas ya de esa institución que parece tan sagrada e intocable que es la familia”.

La activista transfeminista argentina dijo que la trata de personas es “algo muy común” particularmente entre las mujeres trans migrantes “que van de un lado hacia el otro tratando de subsistir”. A su vez, aclaró que si bien las desapariciones suelen vincularse a las “feminidades travestis y trans”, no hay que olvidarse de las masculinidades, y recordó el caso de Tehuel de la Torre, que “sigue desaparecido” aunque se haya logrado hace poco la condena contra uno de los responsables.

Por otro lado, Guimaraes señaló que muchas veces “no se busca” a las personas travestis y trans desaparecidas y tampoco se las incluye en las políticas públicas porque “en el imaginario social colectivo está instalado que elegimos estar en la prostitución”, como parte de los “estigmas” y “prejuicios” que recaen contra esta población. En línea con eso, quiso dejar planteada una pregunta: “¿Por qué no nos interpela como sociedad cuando vemos una niña, una adolescente o una jovencita travesti o trans parada en el portal de una casa, en la esquina, en la ruta, pero cuando esa niña es cisgénero sí se prenden todas las alarmas?”.

Estrategias “comunitarias” y “situadas” para buscar a las pibas

La Red de Docentes, Familias y Organizaciones del Bajo Flores no busca hacer lo que el Estado “no hizo, no hace y seguramente no va a hacer por mucho tiempo” en ese territorio casi olvidado de la ciudad de Buenos Aires. En cambio, según Galarza, fue creada con el objetivo de “pensar de qué manera generar instancias de acompañamiento y de intervención territorial situadas y comunitarias para dar respuesta a la problemática de la desaparición de las pibas en el Bajo Flores”.

Esto implica ir más allá de la denuncia y directamente “transformar” o “incidir” en la vida de esas chicas, que “tienen de 13 a 18 años, la mayoría en situaciones escolares y con patrones que se repiten”, y que viven en “condiciones inhumanas”. La representante de la red dijo que “estamos hablando de un territorio que está en plena capital federal y que vive en condiciones medievales”, que “tiene TBC [tuberculosis], sífilis y dengue como base”, que “no está urbanizado”, “no tiene agua potable”, “no tiene electricidad” y “no tiene cloacas”, un mapa de “pobreza estructural” que no es atribuible a un solo gobierno sino a todos.

A esto se suman los vínculos que hay en la zona entre la desaparición de las chicas y el narcotráfico.

Frente a este panorama, Galarza explicó que la red trabaja para “detectar la situación de desaparición, acompañar a la familia, tener un protocolo de intervención propio –que es comunitario y situado–, poder orientar y, fundamentalmente, no quedarse afuera del problema”.

Por su parte, Collantes dijo que todo lo que hoy existe para ayudar a las sobrevivientes de trata en Argentina es prácticamente gracias al impulso que han tenido ellas mismas. “Nosotras vimos que el Estado no tenía ni una política pública para las sobrevivientes de trata y para las mujeres y travas que querían salir de la prostitución, lo tuvimos que hacer nosotras. Incidir en políticas públicas golpeando fuerte al Ministerio de Trabajo y de Desarrollo Social, meternos y meternos”, expresó la activista y sobreviviente. “Fuimos nosotras”, insistió, y apuntó: “Por eso es tan importante que tengamos visibilidad y tengamos voz propia; ya nadie puede hablar por nosotras”.

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