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Sol Ferreyra.

Foto: Rodrigo Viera Amaral

Sol Despeinada: en Argentina “tenemos un Estado nacional que no muestra ningún tipo de interés en resolver la violencia de género de raíz”

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La referente feminista argentina conversó con la diaria sobre la situación de los feminismos en su país, el panorama del aborto legal, el “vaciamiento” de las políticas de género por parte del gobierno de Milei y el impacto en el abordaje de la violencia hacia las mujeres.

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Es médica, sexóloga, docente, comunicadora y divulgadora de temas como género, feminismos, educación sexual integral, y salud sexual y reproductiva. Esto último lo hace sobre todo desde su cuenta de Instagram, que hoy reúne a casi medio millón de seguidores y que en los últimos dos años se convirtió en una especie de trinchera desde donde sigue informando con rigor científico y humor, pero también da batalla contra la desinformación, resiste contra las campañas de odio de los sectores antiderechos y denuncia las distintas formas de violencias contra mujeres, infancias y disidencias.

En un país en el que “la agenda de género se disolvió” desde que asumió el presidente ultraderechista Javier Milei, Sol Ferreyra –más conocida como Sol Despeinada– defiende las redes sociales como una de las vías “más eficientes y efectivas a la hora de comunicar algo”. La referente feminista visitó Montevideo esta semana para participar en una actividad sobre “Feminismos, violencia de género y futuro” en el marco del Día del Futuro 2025 y, en el medio, se hizo un tiempito para conversar con la diaria.

En un contexto de backlash antifeminista, y frente al aumento de la violencia digital específicamente contra referentes feministas, muchas decidieron en los últimos años abandonar las redes o disminuir su presencia como una estrategia de autocuidado. Vos también sos blanco de violencia, amenazas y hostigamiento, pero no te fuiste. ¿Por qué seguir poniendo el cuerpo y cuál es el costo?

Ojalá tuviera una respuesta concreta o clara sobre por qué. Cuando ganó Milei y se me cortaron todos los laburos, la pasé súper mal de dinero y les escribí a un montón de colegas y conocidos que seguían trabajando en medios y nadie me respondía –no sólo a mí, era a todas–. Fue muy desalentador. Pero hay algo que termina renovándose un poco con las injusticias, que son a veces un motivador externo, y siento que en algún momento hay algo que te da fuerzas y decís “bueno, si no lo hacemos nosotras, no lo hace nadie”. Y si no lo puedo hacer yo, que tengo la posibilidad de tener un alcance, ¿cómo lo va a hacer la piba en el barrio popular? ¿Cómo lo va a hacer esa señora que está en su casa viviendo violencia de género? También hubo algo que se rompió y es que cuando ganó Milei, hubo mucha gente diciendo que “el feminismo se pasó tres pueblos”, incluso algunas feministas, las que todavía estaban en los medios, se sumaron a eso y dijeron que había que hacer una autocrítica. Yo estuve dos o tres días pensando en eso. Pensaba “bueno, puede ser, porque es verdad que hablar con la e puede ser raro”, “es verdad que por ahí estábamos muy monotemáticas con la violencia”. Casi me convencen, pero no. La única autocrítica que tengo para hacer es que nos tendríamos que haber organizado muchísimo más, que tendríamos que haber tomado mucho más los medios, que tendríamos que haber sacado a un par que pensábamos que estaban alineados a las ideas feministas y no lo estaban.

En cuanto al costo, yo tengo un botón antipánico por amenaza de muerte de un funcionario del gobierno actual. Creo que es importante hacer la denuncia cuando esta gente aparece y te amenaza o hace campañas en tu contra con fake news, que es re común de la derecha. Vengo de eso, entonces ya como que les voy perdiendo un poco el miedo. Además, han llegado al poder siendo violentos y ahora que llegaron al poder no están pudiendo demostrar las habilidades económicas o del manejo del Estado de las que alardeaban, entonces tienen problemas más grandes que ponerse a amenazar feministas. Y lo cierto es que son métodos de amedrentamiento para que nos silenciemos, así que la verdad que ya ni miro.

Son días particularmente difíciles en Argentina, donde hace poco se conoció la noticia del triple femicidio de Morena Verri, Brenda Loreley Del Castillo y Lara Morena Gutiérrez. ¿En qué contexto nacional hay que enmarcar estos crímenes?

Este triple femicidio sucede en un contexto de vaciamiento total de políticas públicas vinculadas al género, pero además vinculadas a la violencia. Hay otro contexto, que es algo a analizar, que es que hay muchas chicas jóvenes realizando trabajo sexual, que por supuesto está ligado a la trata, y hay un vínculo ahí que todavía no estamos pudiendo desarmar. Hay algo muy relacionado con estas aplicaciones tipo OnlyFans, en las que las jóvenes acceden directamente, y por supuesto que son mujeres que llegan completamente vulneradas, con condiciones socioeconómicas lamentables y que son [plataformas] facilitadoras también a la hora de exponerlas a otras amenazas y riesgos a los que normalmente la comunidad está expuesta. En Argentina hay una parte del feminismo que plantea que está bien que las comunicadoras o las referentes salgan a decir “nos están matando”, pero que a las feministas blancas académicas nunca les va a pasar esto. Y tienen toda la razón. Por eso es imposible no hacer la lectura de que estamos hablando de chicas atravesadas por múltiples vulnerabilidades y que también eso es parte de lo que hay que trabajar, de lo que hay que estudiar, de lo que hay que invertir en políticas públicas. También hay una situación compleja en cuanto a que cuando el Estado desaparece, el narcotráfico ocupa espacios clave y se maneja con total impunidad y libertad.

Hay algo más para sumar a este contexto y es que todavía en Argentina hay gente discutiendo si [las víctimas] se lo merecían o no, si se lo buscaron o no, si vale la pena salir a marchar o no. Hay un mosaico de discusiones. Las académicas discutiendo una cosa, las de los barrios populares discutiendo otra, las trabajadoras sexuales discutiendo otra, la gente de la política y de la economía otra. Abrió un montón de puertas y bienvenido sea siempre el debate y la discusión. Pero es un contexto difícil en el que tenemos un Estado nacional que no muestra ningún tipo de interés en resolver esto de raíz. De hecho, para el Estado no son femicidios. Es complejo porque aparte en Argentina hay una serie de prácticas muy comunes en los femicidios que son el descuartizamiento, poner los cuerpos en bolsas, enterrarlos. No es que este es un caso aislado, sino que todos los años ocurre un caso de estas características. Entonces, hay alguna conducta que se repite, hay una tendencia, pero ellos no lo ven porque son muy buenos para los números, menos para las estadísticas de los femicidios.

Después de que se conoció la brutal noticia, fue necesario salir a aclarar que estos crímenes fueron femicidios. Unos días antes, se dijo que las feministas exageramos por denunciar que una publicidad de Shell en la que se metía a mujeres en bolsas de residuos era una apología del femicidio. ¿Hay que salir a explicar todo de nuevo?

Cuando hablamos de los femicidios o de cualquier tipo de crimen que se enfoca en destruir la integridad física de una mujer, son crímenes de odio y para mí, directamente, son crímenes de lesa humanidad, porque la guerra más larga de toda la historia ha sido esta. Me causa gracia cuando dicen que es una “guerra de sexos”, porque cuando la única sangre que corre es de un solo lado, no se llama guerra. No existe el enfrentamiento si en Argentina cada 36 horas matan a una mujer. Hay todo un sistema que hace que nuestras vidas no valgan. Me parece que los crímenes como estos, como los narcofeminicidios, hacen que tengamos que volver a explicar qué es un femicidio, por qué eso no le pasaría a un amigo varón de los narcos. Hay que explicarlo de vuelta, porque no es que se olvidan, es que en realidad no están de acuerdo, piensan diferente, no saben tampoco argumentar por qué, pero aprendieron de esa manera. Creo que es algo que se aprende y que se puede desaprender. Confío en eso, si no no me dedicaría a la docencia. Hay que hacer pedagogía todo el tiempo, porque no estoy pidiendo que los todos los varones mañana se levanten y digan “wow, hoy soy el primer feminista”, pero sí, por lo menos, pensar para dentro, hacer un silencio y decir “puede ser esto”, acordarse de su madre, acordarse de cuál era la dinámica en su casa, cómo lo trataba su papá. Las violencias entre varones también son para pensar. Hay que recordar también un poquito. Hay que tener memoria.

¿Por qué seguimos fallando en involucrar a los varones en esta batalla contra la violencia?

Como docente creo que la educación es la herramienta siempre, y es lo que está esperando a esas nuevas generaciones de varones y de mujeres para ordenar esos roles de la cultura y esas relaciones de poder. Pero es verdad que hay referentes que dicen que los casos de violencia de género nunca van a bajar porque ellos no nos tienen miedo. Entonces hacemos una marcha, hacemos un posteo, pero es verdad que no estamos en el mismo nivel de discusión, porque del otro lado te están acuchillando y vos estás diciendo: “Che, vení, sentate que te voy a explicar cuáles son los tipos de géneros que existen”. Estamos en dos sintonías distintas, pero es la diferencia entre ellos y nosotras. Hay varios puntos, pero yo me voy a dedicar siempre a educar.

En diciembre se van a cumplir cinco años de la aprobación de la ley de aborto en Argentina. ¿Cuál es el panorama respecto de la implementación?

Ahora malo, porque se desfinanciaron los programas, por lo tanto, lo que creemos –porque no hay datos oficiales– es que no están llegando los insumos, que pueden ser los farmacológicos, misoprostol y mifepristona, o los descartables, como las cánulas de Ameu [aspiración manual endouterina], que son requerimientos obligatorios para poder hacer una práctica de ILE/IVE [interrupción legal/voluntaria del embarazo]. Hay algunos distritos, por lo menos en Ciudad de Buenos Aires, que ya se proclaman provida. La objeción de conciencia está contemplada por la ley, y de hecho si hay un profesional que no quiere hacerlo y la ley lo ampara, defiendo a muerte su derecho a no hacerlo. Pero así como defiendo eso, defiendo que la misma ley dice que en la institución otra persona te lo tiene que hacer. Si como profesional no lo querés hacer por tu religión o por las motivaciones que sean, yo lo recontra respeto. Ahora cuando obstaculizás [el acceso al aborto], ahí ya se pudre todo.

En estos distritos dilatan [los procesos] para que después ya la pastilla no haga efecto. No aportan información. Después hay mucha cosa de que consiguen tu teléfono y te mandan fotos de fetos que dicen “mirá, estás de tantas semanas”, “mirá, tiene esta forma”, “mirá, ya le late el corazón”, empiezan a manipularte. Hay consultorios en donde cuando vos vas por una ILE, te dicen “pasá primero por el consultorio tal”, y vas y atienden monjas literalmente. Así que sí, hay obstaculizaciones. Y en otras regiones del país ni hablar. A esto le sumaría un contexto en el que el gobierno hace seminarios provida en el Congreso y promueve constantemente esto. También se empezaron a desfinanciar los programas de salud sexual y reproductiva, por lo tanto, no se reparten más preservativos gratuitamente.

En el país del #NiUnaMenos y de la marea verde, ¿cómo evaluás la situación actual del movimiento feminista?

El feminismo está pobre, precarizado, golpeado, desorganizado. Me parece que la consigna del aborto era algo que no había manera de que no convocara, no importa cómo pienses, y ahora las consignas que nos convocan están vinculadas con las violencias, y como la cosa está desfinanciada y más de la mitad de la población votó a un violento, es difícil, no hay un consenso. Te lo resumo así: en 2015 [Ni Una Menos contra los femicidios] y en 2018 [marea verde por el aborto legal] hubo consensos muy claros; ahora no hay consenso. De hecho, para salir a marchar por el triple femicidio se tardó un tiempo en ver si había consenso, porque si vos convocás una marcha y van cinco personas, estratégica y políticamente, ¿sirve? ¿Qué mensaje estás dando? Por suerte hubo consenso, para mí tendría que haber ido mucha más gente, pero igual se llenó. Desde que asumió el gobierno de Milei la marcha en la que hubo más consenso político fue la del 1° de febrero, después del discurso de Milei en el Foro de Davos, convocada por los movimientos por la diversidad. Pero creo que falta sincronizarnos en el feminismo. Estamos teniendo discusiones dispares, distintas, no estamos sincronizadas con los mismos enojos y además hay una situación económica que nos atraviesa. Quizás hace cuatro años había referentes feministas que se dedicaban a escribir libros y a trabajar en medios de comunicación y hoy no están en los medios, los libros no venden mucho, entonces tienen otro laburo, pero a su vez tienen a sus hijos o lo que sea y no pueden estar todo el día elaborando contenido o poniendo el cuerpo porque tienen que comer, porque tienen que pagar el alquiler. Todo eso hace que la cosa se haya debilitado, pero no muerto; me parece que hay como una pausa en la que nos estamos mirando entre nosotras, pero yo no veo nada de lo que no se pueda salir.

¿Ves el rayito de luz?

Obvio, me encandila. Falta, pero lo recontra veo. Trato de ser optimista con eso. Yo, por lo menos, me voy a dormir tranquila de que hago lo que creo justo hasta donde puedo.

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