“En Uruguay, con frecuencia llamado ‘la Suiza de América’, 14 cuerpos aparecieron en un período de 10 días este año, tres fueron quemados y uno desmembrado”, escribe el periodista Michael Stott, editor del Financial Times para Latinoamérica, en una columna de opinión publicada el 25 de agosto titulada “El auge del tráfico de cocaína ahora mancha a la mayor parte de América Latina”.
En el texto, Stott repasa en los primeros párrafos algunos de los casos más sonados durante 2022 en la región vinculados a la violencia y el narcotráfico, un “reguero de sangre” que “no sería inusual en México o Colombia, marcados por la violencia” vinculada a las drogas “durante décadas”.
Sin embargo, recoge Stott, “la luna de miel caribeña del jefe de la fiscalía antidrogas de Paraguay terminó en mayo con dos balas cuando un sicario lo ejecutó en la playa frente a su esposa embarazada”, en referencia al asesinato del fiscal Marcelo Pecci, del que se acusa al narcotraficante uruguayo, Sebastián Marset.
“Detrás de esta alarmante propagación de delitos violentos en los países más pequeños y antes más pacíficos” de la región, se encuentra “el floreciente comercio de cocaína”, explica Stott, que además recuerda que la mayor parte de la cocaína que llega a Europa “se introduce de contrabando en contenedores de transporte”.
Para esto, cita al director ejecutivo de InSight Crime, una fundación dedicada al estudio y a la investigación de amenazas para la seguridad nacional y la ciudadana en América Latina, quien detalla, además, que “cuando las tasas de incautación alcanzan del 20 al 25 por ciento, los narcotraficantes tienden a cambiar de ruta”, por lo que se da una “segunda ola de puertos” alternativos a los de siempre, entre los que se señala a Uruguay.
Según Stott, la cocaína en Europa “nunca ha sido más abundante o más barata en términos reales”, por lo que los traficantes “están desarrollando mercados lucrativos en Rusia, China y partes de Asia donde la droga se vende dos o tres veces más”.
Asimismo, “los principales cárteles han ido mucho más allá del tráfico de drogas” y ahora se dedican “al contrabando de refugiados, extorsionar a las empresas, secuestrar a los ricos y comerciar ilegalmente con madera u oro de la Amazonia”, por lo que ya no son cárteles de droga, sino crimen organizado.