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La colonia Nueva Esperanza tiene 30 kilómetros de largo.

Foto: Alexandre Marcou

Una comunidad aislada de la sociedad

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Con los menonitas de Bolivia.

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La provincia de Santa Cruz suele ser el lugar desde donde la élite conservadora boliviana lanza diversas operaciones destinadas a debilitar, o incluso derribar, al gobierno: manifestaciones violentas, huelgas patronales, etcétera. Lejos de estas convulsiones, pero a sólo algunos kilómetros de la sede provincial, una comunidad religiosa evangélica vive fuera del tiempo, hundida en un mundo paralelo.

Estamos en pleno Oriente boliviano, una tarde del mes de mayo de 2022. Con su calzado en la tierra parduzca, un grupo de hombres jóvenes ayuda a Franz Groening Peters (32 años), quien desde hace un tiempo se hace llamar Francisco, a fabricar un techado. Más tarde, irán a venderlo a la ciudad de Santa Cruz de la Sierra, la más poblada de Bolivia, a unos 300 kilómetros de ahí. Se activan al ritmo del reguetón, fuman cigarrillos, conducen sus motos y revisan regularmente sus mensajes en Whatsapp e Instagram. “Agradezco a mis padres por haber dejado la colonia Nueva Esperanza –nos explica Francisco–. Estoy contento de haber podido crecer en libertad”.

La provincia de Chiquitos, al este de Santa Cruz de la Sierra, alberga decenas de colonias menonitas, descendientes de los anabaptistas, una secta alemana formada en Sajonia alrededor de Thomas Müntzer (hacia 1489-1525), quien, además del bautismo de los adultos tras la conversión, pedía la expansión de la Reforma en el plano social mediante la puesta en común de los bienes. En Bolivia su número se estima en alrededor de 150.000, agrupados en unas 120 comunidades1. Perseguidos desde el imperio europeo de Carlos V (1500-1558), los menonitas siempre estuvieron en busca de tierras donde perpetuar sus tradiciones, en un “movimiento migratorio constante”2.

Las primeras familias se instalaron en el departamento de Santa Cruz a partir de los años 1950. Provenían mayoritariamente de Paraguay. Más tarde, llegarían desde Canadá, y luego de México y de Belice. En Bolivia la gran mayoría de esas personas viven en el seno de old colonies (“viejas colonias”), sectores ultraconservadores de la congregación. Congeladas en el tiempo, estas comunidades extraen las reglas que rigen su vida del Nuevo Testamento y se mantienen apartadas del resto de la sociedad: no votan, no siguen la actualidad. Aquí no hay electricidad, no hay televisión, no hay celulares, no hay música, no hay bares, no hay restaurantes. Es una comunidad inmutable, o casi. Porque la reciente creación de colonias llamadas “libres”, que remodelan el sistema tradicional al introducir una dosis de modernidad en la vida cotidiana, revoluciona al conjunto de la congregación.

Las tiendas son los únicos lugares de encuentro permitidos.

Foto: Alexandre Marcou

La colonia Nueva Esperanza vio la luz en 1975. Hoy cuenta con una población de alrededor de 4.000 individuos, que viven en el seno de 400 familias. Con 30 kilómetros de largo, una cuarentena de pequeños lotes, organizados alrededor de una casita rudimentaria y separados por largos senderos de arena rectilíneos, dividen el espacio. En ese pequeño mundo en el que el tiempo parece congelado, la vida gira en torno de la agricultura y la ganadería: cultivo de maíz y de soja; producción de leche y de queso.

Isaac Keller (43 años), de origen beliceño, es el jefe religioso del lote Casa #2. Forma parte de ese grupo de hombres que detentan el poder y son muy respetados por la comunidad, también llamados “ministros”, que supervisan la colonia para preservar allí el orden. A esta capa religiosa y autoritaria se acopla un sistema patriarcal riguroso que prohíbe a las mujeres hablar con las personas que vienen del exterior, incluyendo a este periodista. Evidentemente, ellas pueden cocinar, confeccionar ropa y ocuparse de los niños...

Las comunidades menonitas se caracterizan también por la severidad de la escolaridad que allí se imparte, y que se interrumpe a los 12 años: “Ningún acceso a otras fuentes de información más que los textos religiosos”, recuerda Groening. Los varones aprenden matemáticas y español, con el fin de prepararlos para las escasas “salidas” que tendrán que hacer en su vida.

Habitantes de Nueva Esperanza construyen su casa en uno de los 40 pequeños lotes que componen la colonia.

Foto: Alexandre Marcou

El primer motivo de “salida” está vinculado con la ingeniosidad de la cual dan prueba estos grupos para cultivar tierras poco fértiles. Un habitante de la comunidad Casa #37, por ejemplo, concibió una máquina que busca agua en los subsuelos. Alquila sus servicios a las poblaciones cercanas. Gracias a sus competencias técnicas, los menonitas supieron imponerse como uno de los motores de la economía y del desarrollo de la región de Santa Cruz. “Aquí nos dejan tranquilos... Había tierras, pudimos ocuparlas libremente”, manifiesta Juan, antes de agregar: “Nos llevamos bien con ellos, los bolivianos, pero nuestras relaciones terminan generalmente en el comercio”. Los menonitas gozan también de la nacionalidad boliviana, así como del derecho al voto, del cual no hacen uso.

Segunda oportunidad de salida: las que conducen a Santa Cruz, el lunes por la mañana. Los hombres son transportados por choferes bolivianos o taxis colectivos3, para vender una parte de su producción, comprar herramientas de trabajo y ropa.

Por último, también sucede que salgan del ámbito de la comunidad para buscar un tratamiento médico no disponible internamente.

Al escuchar a Friesen, de unos veintitantos, decir que juega al fútbol, sigue los partidos de Real Madrid y pasa mucho tiempo jugando a la Xbox, podemos medir la brecha que lo separa de nuestros interlocutores de Nueva Esperanza. La conclusión es la misma cuando en lo de Groening percibimos una botella de Coca-Cola sobre la mesa del comedor y un iPhone junto a un cubo de Rubik en el frutero. No obstante, sin lugar a duda, estamos en una colonia menonita.

Sombras de ambiente

A unos 50 kilómetros de Nueva Esperanza, Hacienda Verde, donde viven estos dos hombres, alberga al menos a 75 familias con cerca de 300 personas4. En 2016, algunos miembros de Nueva Esperanza fueron expulsados. Las excomuniones que siguen a los juicios corresponden a causas variadas: algunos utilizaron un celular; otros fueron sorprendidos consumiendo alcohol. También sucede que se expulsa a miembros considerados muy permisivos en sus prácticas religiosas. Los parias compran tierras para fundar su propia colonia. Pronto ven llegar a personas como el padre Francisco Groening, que ya no soporta vivir en la austeridad y bajo la autoridad religiosa que impone la comunidad. Hoy está casado con Ximena, boliviana: una transgresión a la endogamia exigida en otros lugares.

Lunes a la mañana. Cientos de menonitas van al centro de Santa Cruz para hacer sus compras.

Foto: Alexandre Marcou

Sin embargo, los habitantes de Hacienda Verde no rompen con todas sus antiguas prácticas. La actividad sigue siendo la misma. Pero, contrariamente a los “embolsados”, literalmente “embolsados en su overol”, pueden estudiar e insertarse mejor en el tejido de la economía local. Conducen, utilizan teléfonos, aprovechan las maravillas que permite la electricidad y se muestran menos estrictos en su disciplina religiosa. En la escuela los niños reciben la enseñanza prevista por el sistema educativo boliviano.

Si bien los “expulsados” de Hacienda Verde tienen sus dudas respecto de la supervivencia de las comunidades tradicionales y conservadoras, el futuro incierto de los menonitas en Bolivia parece también ensombrecido por los desafíos de orden económico y ecológico. La cuestión de las tierras y de la deforestación, vinculada a la de su lugar en la producción agrícola boliviana, condujo en febrero a la expulsión de la comunidad Valle Verde por parte del Instituto Nacional de Reforma Agraria (INRA) debido a la ocupación no autorizada de terrenos públicos.5

Ximena y Francisco almuerzan con su familia en Hacienda Verde. Forzado a salir de la colonia con sus familiares, Francisco conoció en la ciudad a la joven boliviana.

Foto: Alexandre Marcou

Disidencia con disidentes

El menonismo y el cisma amish

El menonismo es una rama del protestantismo nacida en Suiza y difundida en el valle del Rin durante la primera mitad del siglo XVI. Al considerar insuficientes las transformaciones iniciadas por Lutero, los menonitas entraron en disidencia afirmando su fidelidad a una serie de principios estrictos dictados por el sacerdote holandés Menno Simons (1496-1561): separación de la Iglesia y del Estado, rechazo del bautismo para los niños –postergado a la edad adulta, una vez conscientes de su adhesión a los principios del Nuevo Testamento–, no violencia absoluta, lectura literal de las escrituras bíblicas y primacía de la obediencia a Dios con respecto a la fidelidad al Estado. Evangélicos anabaptistas, los menonitas se liberalizaron y de forma progresiva se integraron a la sociedad, contrariamente al movimiento amish, surgido de la divergencia teológica entre el conservador suizo Jakob Amman y los menonitas alsacianos de fines del siglo XVII. Los amish, presentes esencialmente en Estados Unidos y en Canadá, son entonces el producto de un cisma en el seno del menonismo. Con todo, los menonitas constituyen comunidades que viven en la casi autarquía. Limitan sus intercambios con el resto del mundo al comercio de productos alimentarios y a su abastecimiento. El rechazo del progreso técnico –excepto por la gasolina y el tractor–, la endogamia confesional y el empleo del plautdietsch (el bajo alemán menonita) están entre sus principales signos distintivos.

Omar Jalilyan. Traducción: Micaela Houston.

Alexandre Marcou, periodista y fotógrafo. Traducción: Micaela Houston.


  1. Ivone Juárez, “Bolivia, el país con más menonitas estrictos olvidados por el Estado”, Página Siete, 29-5-22. La autora recuerda que no existen “datos oficiales respecto del número de menonitas que habitan en el territorio”. 

  2. Véase Bernard Cassen, “Cuatro siglos de persecuciones”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, agosto de 2001. 

  3. Prohibición de vehículos a motor, salvo el tractor. En ciertas colonias, están equipados con ruedas de hierro, para disuadir particularmente a los que desearían huir por la ruta. 

  4. Ivone Juárez, “Ser rebelde, liberarse y descubrir la luz, los colores y matices del mundo”, Página Siete, 29-5-2022. 

  5. Eduardo Ruilowa, “INRA ratifica desalojo de menonitas en Valle Verde”, El Deber, 16-2-2022. 

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