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Jorge Mario Bergoglio, Francisco, el 31 de enero, en el avión que lo lleva desde Roma a Kinshasa para su visita a la República Democrática del Congo y Sudán del Sur.

Foto: Yara Nardi, AFP

No ser más “el capellán de Occidente”

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Diplomacia vaticana en tiempos de Francisco.

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Formado en la Teología del Pueblo, de origen peronista, que se diferencia de la Teología de la Liberación por su crítica del marxismo, el papa Francisco mantiene distancia con Occidente y se parece más a un pontífice “no alineado”. Sus posturas sobre Ucrania, a veces polémicas, son sólo la cuenta más reciente de ese rosario.

De visita en Roma, el 24 de octubre de 2022, el presidente de Francia, Emmanuel Macron, se entrevistó cerca de una hora con el papa Francisco. Durante esa audiencia a puerta cerrada, Macron se diferenció de los llamados al diálogo entre Moscú y Kiev formulados por el obispo de Roma: “Una paz es posible, pero será la que [los ucranianos] decidan, cuando ellos lo decidan y cuando respete sus derechos de pueblo soberano”1, declaró en ese entonces el jefe de Estado francés.

Desde el comienzo de la guerra, las tomas de posición del jefe de la Iglesia Católica exasperan, incluso irritan, a las cancillerías occidentales y de Ucrania. En Pascuas, el Vía Crucis organizado por el Vaticano, durante el cual dos familias, una rusa, otra ucraniana, cargaron juntas un crucifijo hasta el Coliseo, indignó a las autoridades políticas y religiosas de Kiev, que vieron en ello una voluntad de poner a los dos países al mismo nivel. A comienzos de mayo, el sumo pontífice verdaderamente encendió la mecha2. Preguntándose por las raíces del conflicto, adujo “los ladridos de la OTAN [Organización del Tratado del Atlántico Norte] a las puertas de Rusia”. También se estuvo cerca de un incidente diplomático en agosto, cuando Francisco se conmovió por la muerte en un atentado de Daria Duguina, hija del teórico ultranacionalista ruso Alexander Dugin. “Los inocentes pagan por la guerra”, lanzó en una audiencia general. Enseguida, el embajador ucraniano ante la Santa Sede, Andrii Yurash, se mostró ofendido en Twitter: “No se puede hablar en los mismos términos del agresor y de la víctima”. El nuncio apostólico en Ucrania fue convocado por el Ministerio de Relaciones Exteriores de Kiev, y el Vaticano precisó, en un comunicado, que esa declaración del sumo pontífice debía ser leída como “una voz que se alza para defender la vida humana [...] y no como una toma de posición política”, denunciando al mismo tiempo la invasión de Ucrania como “moralmente injusta, inaceptable, bárbara, absurda, repugnante y sacrílega”.

Francisco es a veces tachado de ingenuidad, otras de indulgencia con respecto al gobierno ruso. Esta se explicaría por el acercamiento iniciado hace varios años con el Patriarcado de Moscú, con una intención ecuménica. En efecto, el papa se encontró, en febrero de 2016, en el aeropuerto de La Habana, con el jefe de la Iglesia Ortodoxa rusa, Cirilo. Un acontecimiento inédito desde el cisma entre católicos y ortodoxos en 1054. Los dos dirigentes religiosos firmaron una declaración considerada demasiado conciliadora por los greco-católicos de Ucrania, de rito bizantino pero integrantes de la Iglesia romana y durante mucho tiempo perseguidos por Rusia. El texto llama a la “reconciliación allí donde existen tensiones entre los greco-católicos y los ortodoxos” y lamenta la “confrontación en Ucrania, que ya se llevó muchas vidas”.

Sin embargo, el sumo pontífice condenó la invasión de Ucrania el 27 de febrero de 2022, tres días después del comienzo de la operación. Como él lo relataría más tarde, al día siguiente de la agresión fue en persona a lo del embajador ruso en el Vaticano, con el fin de pedir una audiencia con el presidente Vladimir Putin, que este último nunca respondió. “Ucrania fue agredida e invadida”, escribió sin ambigüedades en una obra publicada en italiano el 14 de abril siguiente, que pasó desapercibida en Francia3.

Francisco tampoco moderó sus críticas contra el patriarca Cirilo, apoyo espiritual de Moscú desde 2009. Afirma haberlo instado a no ser un “clérigo de Estado” o un “monaguillo de Putin”4. Su tono respecto del Kremlin incluso se endureció ante la amenaza del uso de armas nucleares. A mediados de setiembre, por primera vez, en el avión que lo conducía a Kazajistán, consideró “moralmente aceptable” armar a la resistencia ucraniana ante la agresión rusa, en tanto esta ayuda no estuviera motivada por el comercio de armas o por la voluntad de intensificar la guerra. Luego, comparó la agresión de Ucrania con dos episodios trágicos del siglo XX: el Holodomor, gran hambruna en Ucrania provocada por las políticas de Iósif Stalin en 1932 y 1933, y la no menos mortífera operación Reinhard, llevada a cabo por la Alemania nazi en la Polonia ocupada en 1942 y 1943 contra los judíos y los rom [pueblo gitano]. Sin embargo, sigue habiendo dos constantes: los llamados al cese el fuego, pero también el hecho de jamás señalar a Putin como el principal responsable del conflicto –aunque a comienzos de octubre le suplicó “frenar la espiral de violencia”–. Por cierto, estarían vinculadas: “El Vaticano tardó mucho en hablar del agresor, de Rusia, porque siempre hay que mantener la puerta abierta al diálogo, es parte de la larga tradición del Vaticano”, interpreta Nicolas Senèze, periodista de La Croix.

Raíces de una política

Los orígenes de esta tradición vaticana se remontan al siglo XIX. A partir de 1870, con la pérdida de los Estados pontificios que privó al papado de una gran parte de su territorio, la Iglesia Católica reconfiguró su rol diplomático, en particular a partir del pontificado de León XIII (1878-1903), como mediadora entre las grandes potencias. Los Pactos de Letrán, firmados en 1929 entre la Santa Sede e Italia, estipulan que la primera “quiere permanecer y permanecerá ajena a las competiciones temporales respecto de los demás Estados y a las reuniones internacionales convocadas con este objeto, a menos que las partes en litigio hagan un llamado unánime a su misión de paz, reservándose en cada caso el hacer valer su potestad moral y espiritual”. Ello no impide reconocer la legítima defensa. “Mientras exista el riesgo de guerra y falte una autoridad internacional competente y provista de medios eficaces –enuncia la Constitución pastoral Gaudium et Spes, de 1965–, una vez agotados todos los recursos pacíficos de la diplomacia, no se podrá negar el derecho de legítima defensa a los gobiernos”.

Valiéndose de estos principios, en general los sucesivos papas evitaron apoyar las guerras occidentales. En 1962, durante la crisis de los misiles de Cuba, el llamado a la paz de Juan XXIII favoreció las negociaciones entre John F Kennedy y Nikita Jruschov. El Vaticano se opuso siempre al embargo sobre Cuba, criticando al mismo tiempo las vulneraciones contra las libertades5. Si bien Juan Pablo II, firmemente anticomunista, se acercó al presidente de Estados Unidos Ronald Reagan para debilitar el bloque del Este en los años 19806, no por ello dejó de condenar las acciones militares de Washington contra Irak en 1991 y sobre todo en 2003.

Después de un Benedicto XVI en retirada de la escena internacional, Francisco quiere reactivar la diplomacia del Vaticano. En enero de 2014, en su primer discurso al cuerpo diplomático, se refirió a Benedicto XV, quien, durante la Primera Guerra Mundial, apelaba a la superioridad de la “fuerza moral del derecho” sobre la fuerza “material de las armas”. En repetidas ocasiones hizo suya la famosa exclamación de Pablo VI a la Organización de las Naciones Unidas, en 1965: “¡Nunca más guerra!”.

El obispo de Roma mezcla esa herencia pontificia con su propio estilo. “Dicen que no es un teórico, pero no es del todo verdad –subraya Senèze–. Se formó en Filosofía y estuvo influenciado por la Teología del Pueblo, según la cual el Evangelio se encarna en culturas particulares”. Rama de la Teología de la Liberación principalmente elaborada en la Argentina peronista, la Teología del Pueblo enraíza la justicia social en la fe cristiana, a la vez que tiene una mirada crítica sobre el marxismo. Esta teología explica en parte la insistencia del papa Francisco sobre las desigualdades sociales, la ecología o las migraciones, pero también una mayor atención a las “periferias” del mundo, rompiendo con el eurocentrismo tradicional del Vaticano para interesarse más por los países del Sur7.

Pacifismo no alineado

Esta perspectiva lo llevó más de una vez a tomar distancia respecto de la Casa Blanca y sus aliados. En 2013 se opuso a una intervención militar de París y de Washington en Siria contra el régimen de Bashar al Assad, preocupado por el riesgo de una escalada8. Contrariamente a los occidentales, la Santa Sede mantiene su embajada en Damasco, así como en Irak9. Siempre respecto de Medio Oriente, Francisco critica el uso de drones, de robots asesinos o de inteligencia artificial por parte del Ejército estadounidense, así como la suspensión del acuerdo sobre la energía nuclear iraní por parte del entonces presidente de Estados Unidos Donald Trump en 201810. El mismo año, firmó un acuerdo con Pekín reconociendo a los obispos nombrados por el régimen, exponiéndose a una rebelión en la Iglesia clandestina china pero también en los medios católicos estadounidenses11. “Aun cuando hay voces, en particular entre los católicos en China, que dicen que es necesario seguir enfrentándose al régimen hasta que caiga, como fue el caso en Rusia –entiende Jan de Volder, historiador católico, miembro del movimiento Sant’Egidio, que lucha por la paz y propone su mediación en ciertos conflictos–, el papa y la diplomacia vaticana eligieron la vía del diálogo más que la de la polarización”. Así como Juan Pablo II era “el papa de una guerra entre dos bloques”, explica el periodista Nicolas Senèze, Francisco sería un “no alineado” en una “Iglesia globalizada y multipolar”. Francisco no quiere ser “el capellán de Occidente”12, explica el cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado de la Santa Sede, respecto de Ucrania. “Se rehúsa a hacer lo que Cirilo hizo para Rusia”, afirma por su parte Alfonso Zardi, delegado general de la filial francesa de Pax Christi, movimiento católico internacional por la paz.

El pontífice argentino jamás pierde la oportunidad de denunciar el aumento de los presupuestos militares. Ve emerger una tercera guerra mundial, llevada a cabo de a “pedazos”, a través de diversos conflictos, tantos como terrenos de enfrentamientos distantes de las grandes potencias. Poco interesado por la estrategia militar, Francisco insiste en su rechazo absoluto de la guerra. De modo que se dedicó en octubre de 2020 a un cuestionamiento inédito, en su encíclica Fratelli tutti, de los criterios de la “guerra justa”, “que hoy ya no apoyamos”, precisó. “No podemos pensar más en la guerra como una solución, por el hecho de que probablemente los riesgos siempre serán mayores que la hipotética utilidad que se le atribuye”.

Concepto ya presente en Cicerón, la “guerra justa” fue desarrollada por San Agustín en el siglo IV y luego sobre todo por Santo Tomás de Aquino en el siglo XIII, con el fin de atenuar el pacifismo de principio de los primeros cristianos. Según esta doctrina, bajo ciertas condiciones muy precisas y restrictivas, recurrir a las armas puede ser admitido en términos morales. “Es una cuestión difícil para los cristianos a causa de los pasajes del Evangelio que son claramente no violentos”, señala Christian Mellon, cura jesuita del Centro de Investigación y Acción Social de Saint-Denis. Si bien fue relativizada por la Iglesia a lo largo de todo el siglo pasado, esta doctrina todavía figura en el Catecismo de la Iglesia católica, publicado en 1992. Rompiendo con la tradición diplomática del Vaticano, Francisco retoma el pacifismo innato y aboga por la abolición de las armas nucleares, no conformándose ya con condenar su uso. Denuncia el “poder económico-tecnocrático-militar” por medio del cual los “poderosos” dominan el mundo13. Propone destinar los gastos militares a un fondo mundial para “eliminar el hambre y ayudar al desarrollo de los países más pobres”.

El papa propone sus buenos oficios entre Moscú y Kiev. Si bien, por ahora, sólo el presidente ucraniano, Volodimir Zelensky, lo invitó a ejercer una mediación, se establecerían contactos diplomáticos. “¿Acaso ya hay algo en ese sentido? Si ese fuera el caso, no lo gritaríamos a los cuatro vientos. Es algo que siempre se hace con cierta discreción”, revela un diplomático del Vaticano que recuerda el rol desempeñado en su momento por Francisco en el acercamiento entre los presidentes de Estados Unidos y Cuba, Barack Obama y Raúl Castro14. El papa parece aislado, firme pacifista en una época en la que “todo el mundo está con un ánimo un poco belicista”, en particular en Occidente y en Europa del Este, según De Volder. Asegurando ser “pesimista”, el obispo de Roma no obstante afirma: “Debemos hacer todo lo posible para que la guerra termine”15.

Timothée de Rauglaudre, periodista, autor de Les Moissonneurs. Voyage initiatique sur les traces de la théologie de la libération, L’Escargot, París, 2022. Traducción: Micaela Houston.

Punto uy

Con la elección de Francisco, Uruguay se encontró, por primera vez, con un papa cercano. Un pontífice que toma mate y habla de fútbol. El jefe de Estado vaticano respondió a esas expectativas con el nombramiento de un secretario de este lado del Río de la Plata (Gonzalo Aemilius, enero de 2020), la beatificación del obispo Jacinto Vera (anunciada en diciembre de 2022) y hasta con la canonización de la primera santa uruguaya (María Francisca de Jesús, mayo de 2022). Aunque recibió en el Vaticano al entonces presidente Tabaré Vázquez (diciembre de 2016), un socialista ligado a la iglesia Católica que incluso tiene un hijo sacerdote, todavía no se produjo una visita papal a Uruguay (tampoco a Argentina). Desde la coalición de gobierno, el expresidente Julio María Sanguinetti le ha reclamado que condene al régimen de Daniel Ortega en Nicaragua (agosto de 2022), y el presidente Luis Lacalle Pou, además de suscribir esa misiva del líder colorado, ha señalado tener diferencias “en lo terrenal” con Francisco (El Observador, 30-11-2022). Diferente ha sido el enfoque de la actual oposición. Cuando era presidente, José Mujica dijo que reunirse con Francisco fue como hablar “con un amigo del barrio” (Página/12, 2-6-2013). Por su parte, el actual presidente del Frente Amplio, Fernando Pereira, que reivindica su condición de católico de izquierda, señaló que el papado de Francisco le “cambió el estado del alma” (Lento, agosto de 2021) por el enfoque social del pontífice.


  1. Loup Besmond de Senneville, Corinne Laurent, “Emmanuel Macron et le pape François confrontent leurs visions de la paix”, La Croix, Montrouge, 24-10-2022. 

  2. Luciano Fontana, “Intervista a Papa Francesco: ‘Putin non si ferma, voglio incontrarlo a Mosca. Ora non vado a Kiev’”, Corriere della Sera, Milán, 3-5-2022. 

  3. Papa Francisco, Contro la guerra. Il coraggio di costruire la pace, Solferino, Milán, 2022. 

  4. Corriere della Sera, op. cit. 

  5. Marie Gayte, “La médiation du pape François entre La Havane et Washington : rupture ou continuité dans la diplomatie pontificale?”, IdeAs, N° 10, Aubervilliers, 2017. 

  6. Marie Gayte, “Les États-Unis et le Vatican dans les années 1980. Au-delà de la ‘sainte alliance’”, Vingtième Siècle. Revue d’histoire, Vol. 111, N° 3, París, 2011. 

  7. Bruno Joubert, “La diplomatie du Saint-Siège”, Pouvoirs, Vol. 162, N° 3, París, 2017. 

  8. Bruno Joubert, op. cit. 

  9. Jean-Baptiste Noé, François diplomate. La diplomatie de la miséricorde, Salvator, París, 2019. 

  10. Blandine Chelini-Pont, “La diplomatie du pape François, entre révolution et réactions”, Revue Internationale et Stratégique, Vol. 117, N° 1, París, 2020. 

  11. Nicolas Senèze, Comment l’Amérique veut changer de pape, Bayard, Montrouge, 2019. 

  12. Agencia I.Media, “Guerre en Ukraine : Le pape François n’est pas ‘russophile’, insiste le cardinal Parolin”, Famille Chrétienne, París, 9-8-2022. 

  13. Contro la guerra. Il coraggio di costruire la pace, op. cit. 

  14. “La médiation du pape François entre La Havane et Washington”, op. cit. 

  15. Corriere della Sera, op. cit. 

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