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Bodega del buque fletado por la ONU MV Valsamitis, con carga para entregar 25.000 toneladas de trigo ucraniano a Kenia y 5.000 toneladas a Etiopía, en el puerto de Chornomorsk, al este de Odessa, en la costa del Mar Negro, el 18 de febrero.

Foto: Oleksandr Gimanov, AFP

Amargos cereales ucranianos

7 minutos de lectura
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La solidaridad en tiempos de guerra ante la prueba del mercado.

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Mientras que Rusia se retiró del acuerdo sobre los cereales ucranianos, amenazando los envíos por barco, Bruselas intenta mantener a toda costa los corredores protegidos, evitando que ciertos Estados miembro cierren sus fronteras a las exportaciones de Kiev. Más allá de la guerra en curso, esta crisis anticipa las consecuencias de una adhesión acelerada de Ucrania a la Unión.

El 12 de mayo de 2022 la Comisión Europea decretó una suerte de acoplamiento de urgencia de Kiev a la Unión Europea (UE). Bruselas anunció la puesta en marcha de “corredores de solidaridad” para eludir el bloqueo parcial de los puertos del Mar Negro por los que antes transitaba el 90 por ciento de las exportaciones agrícolas de Ucrania. Objetivo declarado: permitir que los cereales lleguen a sus mercados tradicionales del Norte de África y de Medio Oriente con el fin de garantizar la seguridad alimentaria mundial y apoyar la economía ucraniana. La comisión llamó entonces a “los actores del mercado de la Unión a poner urgentemente a disposición los equipamientos, el material rodante, los vehículos, las barcazas y los barcos necesarios”, e instó a “dar muestras de flexibilidad, agilidad y resiliencia para garantizar el funcionamiento de los itinerarios de transporte y de las cadenas de abastecimiento”1. Entre la UE y Ucrania, los derechos de aduana, las cuotas y todas las dificultades financieras fueron levantados de forma repentina. Bruselas alentó a los Estados miembro orientales a reducir a lo estrictamente necesario las formalidades en las fronteras y a aumentar sus capacidades de almacenamiento de granos. La interconexión de las redes de transporte y la capacidad de las terminales de trasbordo mejoraron con rapidez. Un año más tarde, en mayo de 2023, la Unión anunció haber asegurado la exportación de 38 millones de toneladas de mercancías agrícolas, cereales y oleaginosas en su mayoría, por vía de esas nuevas rutas europeas2. Además, los europeos tienen la intención de reforzar el sistema tras la decisión tomada en julio por Rusia de retirarse del acuerdo sobre los cereales ucranianos que permitía el envío de cargamentos vía el Mar Negro. “Es absolutamente necesario mejorar y reforzar los ‘corredores de solidaridad’ a través de Europa”, declaró el 26 de julio Luis Planas, ministro de Agricultura español, cuyo país asumió recientemente la presidencia del Consejo de la Unión Europea.

La celebración de ese éxito borra de manera cuidadosa a las víctimas colaterales del sistema. El 23 de mayo agricultores húngaros, rumanos, polacos e incluso eslovacos manifestaban en Bruselas para mostrar a la comisión que sus “corredores de solidaridad” no eran herméticos. Cientos de miles de toneladas de maíz y de trigo aparecieron en un mercado que en teoría está protegido. La saturación de los silos y depósitos provocó una caída de los precios de las cosechas. A fines de abril, el precio del trigo evidenció en Hungría una disminución del 31 por ciento en un año, y el del maíz, del 28 por ciento3. En la mira: la lentitud del mecanismo de decisión de la Unión, que postergó la apertura del corredor ferroviario e inmovilizó en la región una gran parte de los granos. Como explica Tamás Petőházi, presidente de la Asociación de Productores de Cereales, en la primavera de 2022 contaban con “cuatro a cinco millones de toneladas de cereales ucranianos en Hungría. A partir del otoño, la demanda se desplomó, porque todos los compradores se volcaron hacia el maíz, el trigo y la cebada ucranianos”. Petőházi anticipa una persistente falta de “demanda de las producciones húngaras”.

Budapest denuncia un mecanismo mal concebido a la vez que impuesto a los Estados miembro. “El dumping cerealero ucraniano tornó imposible la supervivencia de los agricultores, porque perdieron sus mercados nacionales y europeos tradicionales”, explica en términos imprecisos el Ministerio de Agricultura húngaro en un comunicado. “La creación de los corredores de solidaridad partió de buenas intenciones –precisa el ministro, István Nagy–, pero con el afán de lucro aparecieron comerciantes de cereales en el mercado y aprovecharon la disponibilidad de cereales ucranianos a mitad de precio, que almacenaron en Hungría y en los países vecinos”4.

¿Pero quién puso en el mercado esos cereales que supuestamente sólo deberían estar en tránsito? “Son los operadores, los cargueros, todo lo que forma parte del gran negocio y que pertenece al agronegocio internacional”, explicó Marie-Claude Maurel, directora de investigaciones en la École des Hautes Études en Sciences Sociales (EHESS), ante el micrófono de France Culture el 21 de abril. “Desde la década 2010-2020 –continuó–, construyeron importantes plantas en Ucrania para tratar el trigo producido por los grupos agroalimentarios. Las explotaciones muy grandes, lejanas sucesoras de las granjas de Estado, fueron transformadas por los inversores extranjeros, europeos y estadounidenses. Tomaron el control de esos grandes cultivos de cereales, que ellos explotan en condiciones extremadamente favorables, gracias a una fuerte mecanización. Es una competencia anormal, porque en principio el mercado interior europeo está protegido”.

Antes de la guerra, Ucrania exportaba muy poco trigo hacia la Unión –cerca de medio millón de toneladas por año–, principalmente por buque hacia España e Italia, pero no a Europa Central. Pero gracias a la apertura de las rutas terrestres, la consultora Tallage calculó las ventas realizadas por Ucrania, entre julio de 2022 y julio de 2023, en 800.000 toneladas de trigo a Polonia, 800.000 toneladas a Rumania y 250.000 toneladas a Hungría5.

Esos flujos no irrigaron a Europa Central de modo homogéneo. Así, Polonia importó diez veces más maíz ucraniano de lo habitual (1,4 millones de toneladas) y al final obtuvo un enorme excedente de 600.000 toneladas debido a muy buenas cosechas. En Hungría, en cambio, el maíz ucraniano ofreció un salvavidas tras una cosecha desastrosa tanto en cantidad como en calidad. En gran medida no apto ni siquiera para alimentar a los animales, tuvo que ser malvendido para producir agrocombustibles. “El grano ucraniano salvó a mi empresa –informó Zoltán Reng, director general de Hungrana Zrt, un peso pesado de la industria agroalimentaria en Hungría–. A partir de abril de 2022, lanzamos un programa de importación desde Ucrania, que también fue apoyado por el Estado húngaro”. Sus palabras contrastan con la nueva campaña de denigración de los medios de comunicación de confianza del poder, que desacreditan a los ucranianos ya presentados como instigadores de guerra y ahora como envenenadores.

György Raskó, especialista del mundo agrícola húngaro, constata que “Bruselas se aferra a su relato sobre los corredores de solidaridad”, pero también que “los vendedores ucranianos, por su parte, se muestran muy entusiasmados con la idea de poder exportar al mercado europeo, y es muy comprensible. Es mucho más lucrativo y menos riesgoso para ellos”. Esto es confirmado por Benoît Fayaud, analista de los mercados agrícolas: “Los agricultores europeos siempre tuvieron que enfrentar de modo indirecto la competencia ucraniana, en los mercados del Norte de África, por ejemplo. Pero con la guerra, los corredores ucranianos enseguida buscaron revender en los mercados del Este europeo”.

Contra flecha

A mediados de abril, los países de Europa Central tomaron una dirección contraria a la de Bruselas y su competencia exclusiva en materia de política comercial. Polonia fue la primera en cerrar sus fronteras y el corredor. Ferviente apoyo de Ucrania, su gobierno nacional-conservador no puede sin embargo enemistarse con el mundo agrícola seis meses antes de las elecciones legislativas. El mismo día le siguió Hungría, y luego Eslovaquia y Bulgaria. El presidente ucraniano, Volodimir Zelensky, denunció “medidas proteccionistas estrictas e incluso crueles”, el 9 de mayo, en Kiev, junto a la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. En una carta de mediados de abril dirigida a los Estados reticentes, esta última consideró que “las medidas unilaterales no pueden más que hacerles el juego a los adversarios de Ucrania”.

No obstante, la comisión reconoció el 2 de mayo, en un comunicado, que las “circunstancias excepcionales atentan contra la viabilidad económica de los productores locales” y prometió un segundo paquete de 100 millones de euros para ayudar a aquellos, tras un primer paquete de 56,3 millones decidido en marzo. Más importante aún: a cambio de la reapertura de sus fronteras, concedió a Hungría, Polonia, Eslovaquia y Bulgaria que el trigo, el maíz, la colza y los granos de girasol provenientes de Ucrania no pudieran circular más que bajo el régimen de tránsito aduanero común. Si bien esos productos esquivarán de todos modos los derechos de aduana y los cupos, no podrán transitar por esos territorios sin ser almacenados ni comprados. Dicho de otro modo, se trata de poner de verdad en práctica en esos cuatro países el principio inicial de los corredores de solidaridad. No obstante, la comisión advirtió que se trataba de “medidas preventivas excepcionales y temporarias”. Como indicio de los intereses divergentes en el seno del mundo agrícola, la prohibición de facto de esas importaciones divide a Hungría. Calma a los agricultores cerealeros, pero los productores de biocombustibles y sobre todo la Asociación Nacional de Comerciantes de Cereales señalan la escasez de maíz y las dificultades venideras para los productores de alimentos para animales y para sus criadores.

Dudas e intereses

¿Esos corredores de solidaridad apuntaban sólo a permitir el envío de las mercaderías hacia los mercados tradicionales de Ucrania en el Norte de África y en Medio Oriente? ¿Acaso los productores ucranianos no buscaban también nuevas oportunidades comerciales en Europa? La comisión sólo reconoce un problema logístico de “cuellos de botella”, que causó la acumulación de las cosechas, pero no el carácter estructural del fenómeno, a pesar de que esos corredores aceleran la puesta en práctica de la liberalización de todas las importaciones provenientes de Ucrania decidida en la primavera de 2022. “Podemos pensar que detrás de esta crisis se esconden intereses ocultos del gran negocio, que logra mover los hilos –añadía Maurel–. La perspectiva del ingreso de Ucrania en la UE plantea esta cuestión de la competencia de manera frontal. Es una alerta”.

Los agricultores de Europa Central temen que las medidas de urgencia y el acoplamiento “temporario” de Ucrania marquen el primer paso de una expresa integración al mercado único. En su estado actual, les resultaría difícil rivalizar con las gigantes explotaciones sobre tierras de una calidad excepcional y explotadas de manera ultraintensiva, aun cuando estarían sometidas a las restricciones ambientales de la Unión, claramente más severas. En particular porque Bruselas ya está organizando la competencia al poner en marcha una plataforma digital que conecta a los comerciantes ucranianos con empresas de logística. También aparecen iniciativas privadas. Así, aduciendo su solidaridad con Ucrania, la empresa de flete ferroviario Rail Cargo Austria presentó la aplicación GrainLane, con la colaboración de la Comisión Europea, según los medios de comunicación ucranianos. Conecta “a los productores ucranianos y a los compradores y minoristas europeos y africanos, que a menudo no tenían ninguna relación comercial antes de la guerra”. Unos pocos clics permiten concretar de forma gratuita las transacciones, y luego organizar su transporte pago.

“La Unión Europea y Ucrania tienen un interés mutuo en un acuerdo de libre comercio. Eso alteraría los mercados. Los agricultores aquí lo dicen por experiencia, después de un año de corredores”, considera Raskó. A la cabeza de una importante explotación de 2.200 hectáreas que recurrió al maíz de Ucrania, no lo ve con malos ojos y atenúa las dificultades actuales: “Tuvimos una época dorada desde 2004 gracias a las subvenciones de la Política Agrícola Común (PAC), a la vez que tuvimos poca competencia –considera–. Habrá que ganar en productividad o diversificarse”. El Ministerio de Agricultura húngaro nos asegura que hoy el corredor de solidaridad sigue estando operativo, pero que, de ahora en más, como en Polonia, todos los convoyes que entren en el país estarán documentados, controlados, sellados y estrictamente supervisados hasta su salida del territorio. El llamado de atención fue severo.

Corentin Léotard, jefe de redacción de Courrier d’Europe centrale, Budapest. Traducción: Micaela Houston.


  1. “Plan de acción para los Corredores de Solidaridad entre la UE y Ucrania para facilitar las exportaciones agrícolas de Ucrania y el comercio bilateral con la UE”, Comunicación de la Comisión al Parlamento Europeo, al Consejo, al Comité Económico y Social Europeo y al Comité de las Regiones, Comisión Europea, Bruselas, 12-5-2022. 

  2. “Alimentos para el mundo: acciones emprendidas por países de la UE para mitigar las consecuencias de la guerra de Rusia”, Consejo de la Unión Europea, www.consilium.europa.eu/en/food-for-the-world-eu-countries-mitigate-impact-russia-war/ 

  3. “Rapports sur le marché agricole – Céréales et cultures industrielles”, Institut d’économie agricole, Budapest, Vol. XXVI, Nº 9, 2023. 

  4. Világgazdaság, www.vg.hu, 17-2-2023. 

  5. Bureau d’études Tallage – Stratégie Grains

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