Los apagones en Ecuador y las inundaciones y deslaves en España (Valencia) recuerdan, por enésima vez, la crisis climática global. Del 21 de octubre al 1º de noviembre se desarrolló en Cali la COP16,1 en la que Colombia propuso repensar un modelo económico que evite sobreexplotar la naturaleza.
Se trata de un asunto profundamente desigual. Hablamos de una asimetría entre las emisiones de gases y las consecuencias e impactos que sufren las poblaciones en condiciones de mayor vulnerabilidad, generada por las brechas de poder y riqueza entre países y entre élites dentro de estos. No es solamente un asunto que deba ser dirimido por una cierta incomodidad moral, es un asunto de responsabilidad que incluye las consecuencias de un ecocidio en curso.
Las poblaciones empobrecidas son más vulnerables a los impactos del cambio climático, al mismo tiempo que emiten menos carbono que los grupos que tienen mayores ingresos. Si seguimos en esta dirección, en sólo cuestión de años ―hasta 2030―, el 10 por ciento más rico de la población mundial habrá utilizado todo el presupuesto de carbono restante para la humanidad.2 El 5 de junio, en el Museo de Historia Natural de Nueva York, el secretario general de la Organización de las Naciones Unidas, António Guterres, lo retrató de forma clara: “No podemos aceptar un futuro donde los ricos estén protegidos en burbujas de aire acondicionado mientras el resto de la humanidad sea fustigada por condiciones meteorológicas letales en tierras inhabitables”.3
Aunque pueda parecer una nueva temporada de Love, Death + Robots, no lo es. Es exactamente lo que está ocurriendo en muchas partes del planeta. El cambio climático y la pérdida de biodiversidad imprimen nuevas dinámicas a las brechas de desigualdad profundizadas a nivel global. No por menos, durante el último Foro Mundial de Davos, el Informe sobre riesgos globales 2024 destacó entre las principales amenazas para los próximos diez años: “Eventos climáticos extremos, cambios críticos en los sistemas terrestres, pérdida de biodiversidad, colapso de ecosistemas y escasez de recursos naturales...”.4 La COP16 se plantea en un momento crítico, en el que se requieren decisiones y políticas audaces para enfrentar estas desigualdades, al mismo tiempo que se promueve una transición urgente que nos ayude a salir de la trampa de los combustibles fósiles y del modelo de explotación intensiva de la tierra, de los mares y de los seres humanos.
Carlos Aguilar, coordinador regional de Justicia Climática de Oxfam en América Latina y el Caribe. Fragmento del artículo publicado en Le Monde diplomatique, edición Colombia.
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Conferencia de Partes (COP) del Convenio sobre la Diversidad Biológica (CBD), bajo el lema “Paz con la Naturaleza”. ↩
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La crisis climática, una crisis nada igualitaria, Oxfam International. ↩
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“Secretário-Geral da ONU alerta sobre ‘inferno climático’ depois que planeta experimenta uma série de temperaturas recordes”, adital.org.br, 29-6-2024. ↩
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Roberto Arteaga, “Los riesgos globales del mundo”, Forbes, México, enero-febrero de 2024. ↩