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Xi Jinping y Vladimir Putin en la décima cumbre de los BRICS el 26 de julio de 2018 en Johannesburgo, Sudáfrica.

Foto: Alexey Nikolsky, Sputnik, AFP

Un verdadero giro hacia el Este

7 minutos de lectura
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La guerra en Ucrania marcó una ruptura duradera de las relaciones entre Rusia y Europa y aceleró la profundización de la colaboración estratégica ruso-china. En París, Bruselas y Londres se tranquilizan respecto del fracaso de las sanciones económicas, imaginando que Rusia pagará su agresión con una mayor dependencia de Pekín. Sin embargo, en Moscú el temor de un vasallaje no es para nada apremiante.

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La colaboración ruso-china, presentada como “sin límites” durante una visita del presidente ruso Vladimir Putin a Pekín en febrero de 20221, es observada con particular atención en Occidente. Al declarar el presidente francés, Emmanuel Macron, en una entrevista al diario L’Opinion que Rusia “inició de facto una forma de vasallaje respecto de China”, expresó el punto de vista dominante entre los dirigentes y observadores occidentales2. Desequilibrado, alianza verdadera-falsa, el acercamiento a China sería una elección por descarte a la que Rusia, aislada en la escena internacional desde su intervención militar en Ucrania, debió ceñirse, al precio de una mayor dependencia respecto de su poderoso e intratable vecino oriental.

Colaboración estratégica

En Moscú las cosas se ven de otra manera. Ciertamente, es perceptible cierta frustración respecto de determinados temas económicos: la cautela de las empresas chinas de alta tecnología o la lentitud de las negociaciones en el proyecto del gasoducto Fuerza de Siberia 2, por ejemplo. Al tanto de la ruptura entre Nikita Kruschev y Mao Zedong a fines de los años 19503, los dirigentes rusos de hecho nunca hablan de alianza. No podría serlo entre potencias nucleares soberanas. Prefieren, antes que la proclamación de “amistad eterna” de los dos regímenes comunistas que no duró más de una década, el término, más sobrio, de “colaboración estratégica”. Formalizada en 1996, confirmada por un tratado de amistad en 2001, esta tomó la forma de un verdadero “giro hacia el Este” desde la anexión de Crimea en 2014. Desde febrero de 2022 no cesa de profundizarse. En tiempos de “desoccidentalización”4 del mundo, el Kremlin está convencido de la pertinencia de su orientación. Desde el punto de vista de Moscú, a Pekín no le conviene una derrota rusa en Ucrania y no pretende, a diferencia de los occidentales, inmiscuirse en sus asuntos internos, y aún menos transformar su modelo político.

Los intercambios comerciales bilaterales, durante largo tiempo talón de Aquiles de la relación ruso-china, están a punto de cambiar de escala. De 63.700 millones de dólares en 2016, pasaron a 190.000 millones en 2022 y alcanzaron un récord de 240.000 millones en 20235. Hoy por hoy China está en la categoría de primer socio comercial de Rusia, destronando a la Unión Europea (UE), que ocupaba ese lugar hasta 2022 y con la cual los intercambios deberían caer por debajo de los 100.000 millones de dólares este año. Mientras que los países del G7 oficialmente dejaron de importar petróleo ruso, China duplicó sus compras, jugando de esta manera, junto con India, un rol crucial en el mantenimiento a flote de las finanzas del Kremlin.

También se están llevando a cabo cambios cualitativos. Prioridad estratégica de Rusia, la “desdolarización” de los intercambios externos llega a niveles inéditos en el caso de China6. Según el primer ministro ruso, Mijaíl Mishustin, el 90 por ciento del comercio bilateral está ahora formulado en moneda de los dos países. En diciembre de 2023, el premier ruso hizo su segunda visita a China desde principios de año. En mayor medida que las dos visitas presidenciales separadas apenas por algunos meses (la del presidente chino, Xi Jinping, a Moscú en marzo y la de Putin a Pekín en octubre), la participación de Mishustin pone de manifiesto la institucionalización de la colaboración ruso-china.

La integración económica de los dos países pasa asimismo por el sector bancario. Los establecimientos rusos, la mayoría de los cuales está bajo las sanciones occidentales y desconectados de la mensajería de pago interbancario transfronterizo SWIFT (con sede en Bruselas), recurren, una treintena de ellos, al sistema chino CIPS (China International Payments System). Sólo tomando en cuenta el año 2022, la cantidad de operadores chinos en el sector financiero ruso se multiplicó por cuatro (Industrial and Commercial Bank of China, China Construction Bank y Agricultural Bank of China principalmente)7. Los constructores de automóviles chinos están sustituyendo con rapidez las marcas occidentales que abandonaron el mercado ruso, tras el ejemplo de Renault y Volkswagen. Controlan el 46 por ciento de las concesiones en Rusia y comienzan a producir localmente8. Este dinamismo comercial es alentado por los gobiernos de los dos países: la visita a Shanghái de Mishustin a fines de abril de 2023 confirmó que todos los grandes grupos y oligarcas rusos –mucho más allá del núcleo duro histórico del “lobby chino” (la petrolera Rosneft, el productor de aluminio Rusal, la empresa petroquímica Sibur)– buscan hoy en día oportunidades en el Este.

Si bien no entrega armas a Rusia, China parece contribuir de manera significativa a su esfuerzo de guerra. Los servicios de inteligencia estadounidenses revelaron que Moscú importó muchos cargamentos de semiconductores a través de estructuras con sede en Hong Kong9. Durante el transcurso del primer año del conflicto, 12 millones de drones chinos cruzaron la frontera, así como elementos destinados a radares y antenas de interferencia (vía una entidad uzbeka)10. Una empresa con sede en Shanghái facilitó la provisión de 100.000 chalecos antibalas y 100.000 cascos. Más allá de las informaciones desclasificadas de la inteligencia estadounidense, la estadística oficial da indicios afines: las exportaciones chinas de cerámica –material muy usado para los equipamientos de protección– aumentaron 70 por ciento durante estos últimos meses... y cayeron 60 por ciento hacia Ucrania11.

Dificultades de la relación

Sin embargo, hay algunas sombras en el tablero de la relación ruso-china. Las negociaciones sobre Fuerza de Siberia 2, un gasoducto que permitiría transportar 50.000 millones de metros cúbicos por año desde la península de Yamal hacia China, por el momento no han concluido. Putin y su vice primer ministro a cargo de Energía, Alexander Novak, buscan garantizar que verá la luz de aquí a fines de la década, de acuerdo con las necesidades chinas. Completaría el abastecimiento proveniente de Fuerza de Siberia, un gasoducto con una capacidad anual de 38.000 millones de metros cúbicos que une Yakutia y el noreste de la República Popular. Inaugurado por Gazprom y China National Petroleum Corporation (CNPC) en diciembre de 2019, este proyecto daba inicio al giro hacia el Este de una estrategia de exportación gasífera históricamente centrada en Europa. Este vector oriental es, hoy por hoy, vital para Gazprom, que perdió la mayor parte del mercado europeo tras la explosión, no asumida, de la arteria gasífera Nord Stream 1 y 2 en setiembre de 2022 y la reorientación de muchos compradores tradicionales hacia otros proveedores. Pero la aspereza de las negociaciones con Pekín confirma que los sentimientos no tienen cabida en la relación bilateral.

Otras piedras en el zapato entorpecen el idilio ruso-chino. Las contramedidas, en respuesta a las sanciones occidentales, perturban la actividad de algunas empresas chinas establecidas en el mercado ruso, pero conectadas, no obstante, a economías occidentales. Moscú les prohíbe reembolsar préstamos concertados con establecimientos europeos o estadounidenses, o repatriar sus dividendos si operan desde filiales con sede en países considerados como “no amistosos”. Por otro lado, muchos bancos chinos, que practican una política de cumplimiento excesivo de las sanciones occidentales, prohíben a algunas empresas rusas abrir cuentas, a pesar de que no sean objeto de ninguna medida restrictiva. Las indecisiones de Huawei fueron asimismo comentadas de forma amplia en Moscú: el gigante de la electrónica había invertido con fuerza en la investigación y el desarrollo en Rusia antes de suspender sus envíos y luego, parece ser, reanudarlos de forma discreta. Más estructurales, las insuficiencias logísticas en Siberia oriental, debido a la fragilidad de la infraestructura, constituyen otro cuello de botella en la relación económica bilateral.

Fantasías occidentales

Tal vez para tranquilizarse ante el fracaso de sus sanciones, los occidentales insisten en el desequilibrio de la relación ruso-china. En esta etapa, sin embargo, nada permite sostener esta hipótesis. En Asia central, donde las posiciones de Moscú, sin duda, están más aseguradas que hace algunos años (con la excepción –ciertamente notable– de Kazajistán), el Kremlin le está agradecido a Pekín por respetar sus líneas rojas, permitiéndole a Moscú conservar su rol dominante en materia de seguridad en la región, por intermedio de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC)12. El refuerzo de la cooperación bilateral en el Ártico –región en la que Moscú veló hasta ahora por no dejar entrar actores geopolíticos externos– es proporcional a las inversiones chinas y no genera ninguna pérdida de control ni de soberanía. La presión demográfica china en Siberia, a la que se alude de forma regular en los medios de comunicación occidentales desde la división de la Unión Soviética, responde a un mito sin fundamentos. En cuanto a los mapas oficiales chinos que incluyen ciertos territorios rusos, hicieron correr más tinta en Europa y Estados Unidos que en Rusia, en donde, por el contrario, se observó con satisfacción el reciente cambio de posición de Pekín sobre las islas Kuriles: tras haber apoyado durante mucho tiempo a Tokio en este litigio territorial ruso-japonés, China hoy por hoy hace gala de una posición de neutralidad.

Desde el 24 de febrero de 2022, el Kremlin no tomó ninguna decisión ni hizo ninguna concesión a China que se desvíe del orden de cosas bilateral, y Pekín no ha buscado en modo alguno forzarle la mano: incluso ciertos analistas estiman que la experiencia militar en Ucrania y la de las sanciones podrían serle muy útiles a Pekín (en caso de confrontación militar con Estados Unidos o de agravamiento de la presión económica de Washington)13. En cuanto a la dependencia tecnológica, inevitable en ciertas áreas como las telecomunicaciones, se la considera menos peligrosa con respecto a China que a Occidente. En términos paradójicos, el carácter europeo de la cultura rusa es resaltado por los defensores de la ruptura con Occidente. Según Sergei Karaganov, uno de los politólogos más prominentes en Moscú, su país no corre el más mínimo riesgo de ser sometido a Pekín precisamente porque posee un “código cultural diferente” que lo previene de un sentimiento de atracción civilizatoria14.

¿Es posible que este enfoque cambie tras la presidencia de Putin? Tal vez, pero con dos condiciones. Que Rusia haga un “regreso hacia el Oeste” o que comience a fragmentarse después de, por ejemplo, una derrota militar aplastante en Ucrania. Estos dos escenarios parecen hoy en día poco probables. En 2016, el director del Centro Carnegie de Moscú –cerrado desde entonces– describía las relaciones ruso-chinas de la siguiente manera: “Nunca uno contra el otro, pero no forzosamente siempre con el otro”15. Nadie duda de que el Kremlin buscará mantener ese rumbo.

Arnaud Dubien, director del Observatorio Franco-Ruso (Moscú), investigador asociado de IRIS y asesor del presidente del Instituto Choiseul. Traducción: Micaela Houston.


  1. Joint Statement of the Russian Federation and the People’s Republic of China on the International Relations Entering a New Era and the Global Sustainable Development, Pekín, www.en.kremlin.ru, 4-2-2022. 

  2. L’Opinion, 14-5-2023. 

  3. Serge Halimi, “Ayer, revolucionarios y rivales”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, agosto de 2018. 

  4. Didier Billion, Christophe Ventura, “Vers une désoccidentalisation du monde?”, Revue internationale et stratégique, París, 103, 2023. 

  5. Anastasia Stepanova, “Trade Between Russia and China: Factors and Limits to Growth”, Valdai Discussion Club, valdaiclub.com, 19-7-2023. 

  6. Renaud Lambert y Dominique Plihon, “¿Es verdaderamente el fin del dólar?”, Le Monde diplomatique, edición Uruguay, noviembre de 2023. 

  7. Owen Walker y Cheng Leng, “Chinese lenders extend billions of dollars to Russian banks after western sanctions”, Financial Times, 3-9-2023. 

  8. “Russian car sales jump in September as Chinese brands expand market share”, Reuters, 4-10-2023. 

  9. “Support provided by the People’s Republic of China to Russia”, Oficina del Director de Inteligencia Nacional, julio de 2023, página 6. 

  10. Ibid., página 8. 

  11. Sarah Anne Aarup, Sergey Panov y Douglas Busvine, “China secretly sends enough gear to Russia to equip an army”, Politico, 24-7-2023. 

  12. Giulia Sciorati, “Central Asia: is China crossing Russia's red lines”, IPSI, Milán, 17-7-2023. 

  13. Mikhail Korostikov, “Is Russia really becoming China’s vassal?”, Carnegie Politika, 6-7-2023. 

  14. “Sergej Karaganov: ‘My sbrasyvaem zapadadnoe igo’...”, Biznes Online, Kazán, 28-5-2023. 

  15. Dmitri Trenin, “SŠA-KITAJ-ROSSIA: FORMULA SOŠUŠESTVOVANIJA”, Consejo Ruso de Relaciones Internacionales, Moscú, 9-11-2016. 

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