Ingresá

Ilustración: Ramiro Alonso

Efectos opuestos

3 minutos de lectura
Contenido exclusivo con tu suscripción de pago
Contenido no disponible con tu suscripción actual
Exclusivo para suscripción digital de pago
Actualizá tu suscripción para tener acceso ilimitado a todos los contenidos del sitio
Para acceder a todos los contenidos de manera ilimitada
Exclusivo para suscripción digital de pago
Para acceder a todos los contenidos del sitio
Si ya tenés una cuenta
Te queda 1 artículo gratuito
Este es tu último artículo gratuito
Nuestro periodismo depende de vos
Nuestro periodismo depende de vos
Si ya tenés una cuenta
Registrate para acceder a 6 artículos gratis por mes
Llegaste al límite de artículos gratuitos
Nuestro periodismo depende de vos
Para seguir leyendo ingresá o suscribite
Si ya tenés una cuenta
o registrate para acceder a 6 artículos gratis por mes

Editar

El atentado contra una sala de conciertos en las afueras de Moscú, el 22 de marzo, y el bombardeo del consulado iraní en Damasco, diez días más tarde, pueden tener consecuencias muy distintas en sus respectivas crisis. El fuego retórico ruso sobre Ucrania, señalada como instigadora de los islamistas, es un combustible que podría cumplir la paradoja de aliviar el incendio. Mientras tanto, la acción israelí en Siria, que desde cierto punto de vista podría entenderse como “preventiva”, aumenta los indicadores de riesgo en Oriente Medio.

Rusia puede acusar con vehemencia a los servicios secretos ucranianos de inspirar, contratar o proteger a quienes mataron a 140 personas en un atentado contra su capital1, y en esa acusación buscar justificaciones “defensivas” para aumentar el uso de su poder de fuego (como efectivamente hizo) y acercar a Kiev a la mesa de negociaciones. Si así ocurre, Moscú podría cristalizar el avance logrado en el campo de batalla y –quizá con alguna perla más, como Odesa– cerrar los resultados de la “operación militar especial” y firmar la paz. Una paz con mucho de inaceptable para los ucranianos (ya que implicaría reconocer la pérdida de Crimea y del Donbás, zonas donde la población era históricamente rusófila pero que pertenecían en términos administrativos a Kiev), aunque no dejaría de ser una paz. Alejaría el fantasma del envío de tropas francesas que ha venido anunciado París para espanto de Berlín y otras cancillerías occidentales2; alejaría el riesgo de errores de artillería que pudieran chamuscar el borde polaco; y alejaría, en definitiva, el peligro “de manual geopolítico” de acorralar a una potencia nuclear en una guerra fronteriza. Así colocadas las piezas, el presidente ruso, Vladimir Putin, no encontraría demasiados incentivos para seguir rumbo al oeste después de tragarse una parte de Ucrania. Detenerse le permite mostrar una victoria; seguir más allá pone en riesgo existencial todo lo que ha construido en su largo mandato que acaba de renovar3. En esa lógica, la acusación de un supuesto trabajo de cetrería ucraniano moviendo a los peones islamistas le facilita, entonces, alzar la voz (con razón o no, a estos fines no importa) para amenazar con seguir avanzando y así, paradójicamente, lograr que Occidente le permita detenerse.

Distinto es lo que ocurre con el bombardeo del 1º de abril sobre el consulado de Irán en Damasco. Aunque no hubo atribución inmediata, pocos dudan en situar a Tel Aviv en el origen del atentado que costó la vida de dos generales iraníes, entre ellos Mohamed Reza Zahedi, una de las figuras principales de la Guardia Revolucionaria4. Este hecho se suma a las acciones contra Hizbolá que han ido cada vez más “Líbano adentro” para golpear a este grupo que, al igual que Hamas, forma parte del “eje de la resistencia” que patrocina Irán. Una aritmética militar que aparenta buscar una reacción de Teherán. La paradoja no es tal si se asume que la respuesta iraní no será extrema ya que, pese a su retórica, no le interesa una guerra total con Israel.

Una contenida reacción iraní moverá el eje de las acciones militares de castigo sobre Gaza, que en las últimas semanas se ha situado de modo preferente en el factor humanitario. Está en ese lugar, en especial, tras la acusación de genocidio presentada por Sudáfrica en la Corte Internacional de Justicia, algo que se reforzó el 26 de marzo con la presentación del reporte Anatomía de un genocidio por parte de Francesca Albanese, relatora especial de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para los derechos humanos en los territorios ocupados5.

Una contenida reacción iraní también moverá el eje de la situación de Gaza en otro aspecto: lo sacará exclusivamente de la cuestión palestina para devolverlo al “gran juego” regional. No parece casual que suceda en momentos en que flaquea el apoyo irrestricto de Estados Unidos (recordar su abstención en la resolución del 25 de marzo con la que el Consejo de Seguridad de la ONU pidió un alto el fuego en la franja), quizá por las dificultades del presidente Joe Biden para asegurarse el voto demócrata progresista, disconforme por la luz verde que el mandatario le ha venido dando a su par israelí Benjamin Netanyahu. Es en este momento, precisamente, que Tel Aviv le moja la oreja a Teherán.

Además de recolocar el eje de Gaza fuera de Gaza, ¿qué lograría Netanyahu de dicho mini efecto dominó? ¿Aumentar en algo sus chances casi nulas de supervivencia política? Puede ser. El 31 de marzo, sin ir más lejos, unas 100.000 personas pidieron su dimisión. Lo acusan de no prevenir los ataques de Hamas del 7 de octubre de 2023 y de gestionar de mala forma la respuesta a estos, que se concentró más en la tierra arrasada que en una negociación seria para traer a casa a las decenas de rehenes tomados ese día por el grupo islamista. Pero no debe olvidarse que antes de ese parteaguas ya había manifestaciones en contra de su rediseño institucional del país, que los opositores han considerado antidemocrático6. Sin embargo, un impacto provisorio en la política doméstica parece poco para semejante riesgo.

Una respuesta, por más contenida que sea, exhibiría un Irán activo y peligroso de cara a la opinión pública israelí, claro, pero también pensando en Washington y, en especial, en El Cairo. Algo de oxígeno en casa, carta renovada con Estados Unidos, y menos reticencias de Egipto para una “reubicación provisoria” de gazatíes en la frontera7.

Todo cambia si la reacción de Irán resulta mayor, o si algo más allá del control de Teherán se desborda. Aunque poco probable, no debería jugarse con una pistola cargada. Ucrania antes de febrero de 2022 es un ejemplo demasiado fresco.

Roberto López Belloso, director de Le Monde diplomatique, edición Uruguay.


  1. “Rusia dice tener pruebas de nexo entre autores del ataque en Moscú con ‘nacionalistas ucranianos’”, France24, 28-3-2024. 

  2. “Macron asume el papel de halcón ante Rusia, pero ¿está Francia preparada?”, El País, Madrid, 24-3-2024. 

  3. “Putin es reelegido para quinto mandato presidencial”, Deutsche Welle, 17-3-2024. 

  4. “Un ataque al consulado de Irán en Siria atribuido a Israel deja al menos 7 muertos, entre ellos un alto comandante de la Guardia Revolucionaria”, bbc.com, 1-4-2024. 

  5. “Israel-Palestina: Relatora acusa a Israel de estar cometiendo un genocidio en Gaza”, Noticias ONU, 26-3-2024. 

  6. Charles Enderlin, “Golpe de Estado identitario en Israel”, Le Monde diplomatique, edición Uruguay, febrero de 2023. 

  7. “El despeje de una zona fronteriza en Egipto aviva especulaciones sobre si albergaría palestinos”, France24, 16-2-2024. 

¿Tenés algún aporte para hacer?

Valoramos cualquier aporte aclaratorio que quieras realizar sobre el artículo que acabás de leer, podés hacerlo completando este formulario.

Este artículo está guardado para leer después en tu lista de lectura
¿Terminaste de leerlo?
Guardaste este artículo como favorito en tu lista de lectura