Ingresá

Sahra Wagenknecht en su oficina en el Bundestag alemán en Berlín, el 10 de abril.

Foto: Dominik Butzmann / Photothek Media Lab / DPA / AFP

Una izquierda nueva cargada de futuro

11 minutos de lectura
Contenido exclusivo con tu suscripción de pago

El nuevo partido alemán Alianza Sahra Wagenknecht es un fenómeno político en ascenso novedoso. Posicionándose a la izquierda del espectro ideológico, reivindica a la vez valores conservadores y utiliza recursos polémicos como la apelación a la ira.

Contenido no disponible con tu suscripción actual
Exclusivo para suscripción digital de pago
Actualizá tu suscripción para tener acceso ilimitado a todos los contenidos del sitio
Para acceder a todos los contenidos de manera ilimitada
Exclusivo para suscripción digital de pago
Para acceder a todos los contenidos del sitio
Si ya tenés una cuenta
Te queda 1 artículo gratuito
Este es tu último artículo gratuito
Nuestro periodismo depende de vos
Nuestro periodismo depende de vos
Si ya tenés una cuenta
Registrate para acceder a 6 artículos gratis por mes
Llegaste al límite de artículos gratuitos
Nuestro periodismo depende de vos
Para seguir leyendo ingresá o suscribite
Si ya tenés una cuenta
o registrate para acceder a 6 artículos gratis por mes

Editar

Sahra Wagenknecht es una política excepcional en Alemania. Hasta 2023 fue una figura destacada del partido Die Linke (La Izquierda), diputada nacional, autora superventas y figura omnipresente en los programas políticos. Muchos la comparan con Rosa Luxemburgo por su aspecto, habilidad intelectual e ideología de izquierda. Aunque siempre perteneció a un pequeño partido político y nunca ocupó un cargo gubernamental, es una de las políticas alemanas más conocidas. Para algunos es una populista egocéntrica, una empresaria de la política; para otros, una alternativa esperanzadora. Otro elemento que contribuye a su alto perfil es su matrimonio con el exlíder del Partido Socialdemócrata (SPD) y Die Linke, Oskar Lafontaine.

En enero de 2024 fundó el partido Alianza Sahra Wagenknecht –Vernunft und Gerechtigkeit (Por la Razón y la Justicia)– tras enemistarse con Die Linke. Con ella se fueron otros nueve diputados nacionales de ese partido. Ahora forman su propio bloque en el Parlamento alemán, el Bundestag. De hecho, la salida de los diez diputados implicaba la disolución de la bancada de Die Linke debido a que los grupos parlamentarios no tienen tantos derechos como las bancadas en el Parlamento alemán. Para Die Linke fue un golpe fuerte ya que en el futuro tendrán que actuar sin su figura más popular, y con menos poder y recursos económicos.

La mayoría de las y los fundadores de la nueva Alianza vienen de Die Linke, como Amira Mohamed Ali, Klaus Ernst o Fabio Di Masio, pero también está el exalcalde de Düsseldorf y socialdemócrata por 40 años Thomas Geisel. Además, cuentan con el importante apoyo financiero de un grupo pequeño de empresarios e inversionistas, como Ralph Suikat o Shervin Haghsheno. La periodista e ícono del movimiento feminista alemán de los años 1970 y 1980 Alice Schwarzer simpatiza con el nuevo partido. En los últimos tiempos Schwarzer capturó la atención pública por su oposición vehemente al islam político y al velo por entenderlo símbolo de opresión y por su crítica inflexible al feminismo queer. Algunas feministas críticas de las posturas de Schwarzer la definen como una “trans-exclusionary radical feminist” (TERF, feminista radical transexcluyente).

Según las encuestas más recientes, el nuevo partido de Wagenknecht obtendría entre un 11 y un 14 por ciento de los votos en las elecciones estatales de Sajonia, Brandenburgo y Turingia (en setiembre) y a nivel nacional podría llegar al cinco o seis por ciento. No está mal para un grupo escindido de un partido pequeño. Lo que llama la atención es su nombre. Es una novedad en la República Federal de Alemania que un partido lleve el nombre de su líder más importante. “Populismo”, gritan por reflejo progresistas, conservadores y los medios de comunicación mainstream. Sin duda, los miembros del partido lo piensan como una jugada más inteligente, porque saben que en el mundo hipermediatizado de hoy se les prestará atención y se hablará de ellos. Es una forma de lograr protagonismo en el diálogo político y en la opinión pública.

Trayectoria política

Para entender la popularidad de Sahra Wagenknecht y la atracción que despierta su nuevo partido, hay que ver su trayectoria en el contexto de la Alemania dividida y poscaída del Muro, y el aumento de los ciudadanos preocupados por la multiplicación de las crisis (pandemia de la covid-19, cambio climático, migraciones, guerras), muchos de los cuales están convencidos de que el gobierno actual no está respondiendo bien.

Sahra Wagenknecht nació en la ciudad germano-oriental de Jena en 1969. Por sus raíces (hija de una alemana y un inmigrante iraní de Alemania Occidental, a quien no llegó a conocer) y su rebeldía individualista, era una outsider en la Alemania comunista. Objeto de burlas y bullying en la escuela primaria, sus años en la Freie Deutsche Jugend (FDJ, la organización juvenil comunista) acentuaron su talante inconformista en el clima sofocante del socialismo realmente existente. La estricta disciplina militar a la que eran sometidos los jóvenes de la FDJ la llevó a abandonar esa organización, decisión que le cerró la puerta para la continuación de sus estudios. Para aportar al sostén del hogar se empleó primero como secretaria y luego dio clases particulares de ruso. Mientas tanto se volcó de lleno a la filosofía y la literatura alemanas. Leyó por su cuenta y con avidez a Goethe, Kant, Hegel, Marx, Luxemburgo y Hilferding.

Su despertar a la política coincidió con la caída del Muro y la desaparición de la República Democrática Alemana (RDA), la Alemania comunista. Sin embargo, los conflictos que en su juventud la enfrentaron con el poder no expresaban un rechazo consciente a la ideología comunista, sino, más bien, una personalidad rebelde, reacia a plegarse a consensos que consideraba conformistas. Así, no sorprende que apenas unos meses antes de la caída del Muro de Berlín (noviembre de 1989) se afiliara al Partido de Unidad Socialista (SED, que gobernó la RDA desde 1949); tampoco que recibiera los cambios que en esos años convulsionaron Alemania y Europa con un sentimiento de horror ante lo que consideró una contrarrevolución.

Desaparecidas las prohibiciones, en 1990 retomó sus estudios de filosofía y literatura modernas, ahora como alumna de las universidades Friedrich Schiller (Jena) y Humboldt (Berlín). En 1996 obtuvo su diploma de magíster en la Universidad de Groningen con una tesis de filosofía sobre la recepción que de la dialéctica de Hegel hace el joven Marx. Prosiguió sus estudios de doctorado, título que obtuvo en 2012 con una tesis de economía política llamada “Los límites de la elección. Decisiones de ahorro y necesidades básicas en países desarrollados”.

Paralelamente, Wagenknecht inició una accidentada carrera política que la llevó a recorrer todo el arco de la izquierda alemana. En 1991 ingresó al nuevo Partido del Socialismo Democrático (PDS), agrupación formada por antiguos integrantes del desaparecido SED y que, tras fusionarse en 2007 con Alternativa Electoral para el Trabajo y la Justicia Social (WASG), se transformó en Die Linke. Wagenknecht permanecería en esa fuerza política por más de tres décadas, hasta fines de 2023, cuando tomó la decisión de abandonar ese espacio y formar uno propio. Pese a haber ocupado varios cargos directivos, su personalismo e inconformismo causaron fricciones constantes, especialmente con el ala reformista del PDS/Die Linke. En 2006 fundó con otros miembros del PDS y WASG el grupo Izquierda Anticapitalista (AKL). De hecho, ya en los años 90 era activa en la Plataforma Comunista (KPF), observada por el servicio secreto alemán. Pese a ello, su popularidad entre las bases de Die Linke siguió creciendo. En 1998 obtuvo un mandato directo como diputada del Parlamento alemán por la ciudad de Dortmund; entre 2004 y 2009 fue miembro del Parlamento Europeo. Integró la comisión encargada de redactar el programa de Die Linke (2007-2010) y ejerció la vicepresidencia del partido (2010-2014) y de su bloque en el Parlamento (2011-2015).

Rupturas y nuevos movimientos

En 2019 Wagenknecht renunció a sus cargos partidarios presuntamente por razones de salud (se hablaba de burnout). Como se vería poco después, sus posiciones en materia de inmigración (a favor de las restricciones), la pandemia de covid-19 (contra la vacunación) y política exterior (pro Rusia), sumadas al colapso electoral de la izquierda en 2017, acentuaron las divisiones dentro de Die Linke (en especial después de la guerra de Rusia contra Ucrania) y alimentaron las críticas contra la vicepresidenta Wagenknecht. La publicación de su libro Die Selbstgerechten (“Los santurrones” o “Los creídos”) en 2021 y la guerra en Ucrania provocaron la renuncia de su esposo Oskar Lafontaine a Die Linke (marzo de 2022). Al año siguiente, las nuevas autoridades partidarias acentuaron la presión para que Wagenknecht renunciara a su banca parlamentaria; en octubre recurrieron a la Comisión Arbitral de Renania-Westfalia con el pretexto de que la diputada por Dortmund planeaba crear otro partido. Pese a que el pedido no prosperó, el 23 de octubre de 2023 Wagenknecht renunció al Bundestag y anunció la creación de la asociación Alianza Sahra Wagenknecht –Por la Razón y la Justicia–.

Desde las elecciones de 2017 Wagenknecht venía trabajando para la formación de un movimiento de izquierda transpartidario. Este vio la luz el 30 de agosto del año siguiente con el nombre de “Levantarse” (Aufstehen). Dirigido por el dramaturgo y sociólogo Bernd Stegemann, la nueva iniciativa no se concebía como un partido sino como una plataforma que le quitara votantes a la ultraderechista Alternativa por Alemania (AfD) y diese a las fuerzas de la izquierda (SPD, ecologistas, Die Linke) una mayoría parlamentaria. A fines de 2018 Levantarse ya contaba con 167.000 adherentes, 80 por ciento de los cuales decían no poseer afiliaciones partidarias previas; el resto provenía de Die Linke (11.000), SPD (5.000) y Los Verdes (1.000).

Wagenknecht tomó como modelo organizativo experiencias contemporáneas caracterizadas por la movilización de militantes de base, como las campañas para la elección de Bernie Sanders al Senado de Estados Unidos en 2016 (“The People for Bernie Sanders”), “Momentum” del líder laborista británico Jeremy Corbyn y “La Francia Insumisa” de Jean-Luc Mélenchon, con quien Wagenknecht y Lafontaine hasta el día de hoy mantienen un estrecho contacto. Wagenknecht también buscó inspiración en otros movimientos de protesta más polémicos, como los Chalecos Amarillos en Francia. En febrero de 2019, en plena efervescencia del fenómeno francés, convocó a una jornada nacional de Chalecos de Colores (Bunte Westen), llamamiento que tuvo poco eco.

El programa de Levantarse anticipaba varios de los puntos que aparecerían en el manifiesto del partido que Wagenknecht fundaría unos años más tarde, en enero de 2024: a favor de la paz (es decir, contra la ayuda militar de Alemania/Occidente para Ucrania) y por una Europa de democracias soberanas, independientes de Estados Unidos, una economía regulada, orientada al bienestar popular, profundización de la democracia a través del control de los lobbies, aumento de la asistencia social, extensión del derecho de asilo a refugiados políticos y de catástrofes climáticas, ayuda para combatir la pobreza en los países de origen de los migrantes –para evitar la inmigración–.

En marzo de 2019 Wagenknecht abandonó Levantarse, dejando a Die Linke aún más dividida. Tres años después la guerra en Ucrania abrió un nuevo espacio político no partidista que volvió a colocarla en el centro de atención. El 10 de febrero de 2023 lanzó junto con la activista feminista Alice Schwarzer el Manifiesto por la Paz (Manifest für Frieden), convocatoria que según sus organizadores obtuvo más de 800.000 firmas. El documento adoptaba una posición ambigua al señalar el costo humano de la guerra, para luego agregar que se trataba de una “guerra contra Rusia”, a la cual el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, quería derrotar, que amenazaba con convertirse en un conflicto mundial e incluso nuclear. La única salida posible era una negociación basada en compromisos de ambas partes. Según la encuesta de opinión realizada por la agencia INSA, la misma proporción de alemanes se expresaron a favor (39 por ciento) y en contra (38 por ciento) del manifiesto. Entre los primeros, las preferencias ideológicas estuvieron igualmente repartidas entre votantes de Die Linke y AfD (67 por ciento). Esta paridad desaparece cuando los porcentajes se desagregan según el sexo y la geografía. El documento obtuvo mayor aprobación entre las mujeres que entre los hombres (45 por ciento versus 34 por ciento); lo mismo ocurrió con alemanes del Este y del Oeste (48 por ciento versus 37 por ciento).

Pocos días después, el 25 de febrero, tuvo lugar en la Puerta de Brandenburgo el Levantamiento por la Paz (Aufstand für Frieden), que convocó a cerca de 50.000 personas (13.000 según la Policía). Si bien la vasta mayoría provenía de distintos sectores de la izquierda y del movimiento pacifista, la AfD, los antivacunas (Querdenker, los que “piensan por sí mismos”) y neonazis también aprovecharon la ocasión para movilizarse contra el gobierno.

La razón para abandonar el partido Die Linke fue –en sus propias palabras– la convicción de que la mayoría de sus miembros se estaba moviendo en la dirección equivocada en términos de contenido. Demasiado pensamiento “woke”, priorizando cuestiones de grupos individuales como LGBTQ o la cuestión climática en detrimento de las cuestiones socioeconómicas.

Wagenknecht detecta una crisis de confianza dentro del electorado en general, el error en la política tradicional de creer que el mercado puede regular lo relacionado con la salud, la protección ante las catástrofes, la guerra, la energía. Como otras voces progresistas, critica el hecho de que en los años de la canciller Angela Merkel (2005-2021) no se haya realizado inversión en el futuro, es decir, en infraestructura (digital o urbana) o educación. Ataca al actual gobierno de Olaf Scholz (integrado por tres fuerzas políticas) por su incompetencia en materia de política energética. En sus análisis usa palabras claras que llegan con facilidad a mucha gente.

¿Podría el partido Wagenknecht convertirse en una alternativa para quienes aspiran a un Estado más presente y se identifican con valores conservadores, pero no necesariamente de extrema derecha, y que votan por la AfD “sólo por desesperación”? ¿Podría esta nueva fuerza política llenar un vacío de representación que refuerce el sistema democrático? El problema es que no hay socios políticos a la vista con los que pueda llevar a cabo cambios políticos de fondo. De hecho, tanto el mainstream político como la izquierda descreen de que Wagenknecht quiera aportar soluciones para los problemas políticos y sociales. Con frecuencia en los programas políticos se la presenta como una alternativa popular no extremista para la rabia y la protesta, en otras palabras, una opción al fascista Björn Höcke de la AfD.

Conservadurismo de izquierda

Cuando se habla de votantes “conservadores o autoritarios de izquierda” se piensa en un modelo de las ciencias políticas de dos ejes que definen cuatro campos. El eje económico horizontal está formado por los polos del Estado de bienestar redistributivo y el libre mercado; en el eje sociopolítico o sociocultural vertical se oponen, según los contornos, el liberal, individual, moderno, “verde-alternativo” y el tradicional, autoritario, nacional. El posicionamiento de los partidos existentes en Alemania muestra un campo vacío, porque no hay ningún partido a favor de un Estado de bienestar fuerte y protector y de valores conservadores, por ejemplo, en políticas de familia, igualdad de género e inmigración. En su libro Die Selbstgerechten Wagenknecht oponía su “conservadurismo de izquierda” a la “izquierda de estilo de vida” liberal, que mira con desdén a la “gente normal” y antepone los intereses de “minorías estrafalarias” a los “intereses de la mayoría”. Con ello no se refería a un “conservadurismo rancio y reaccionario”, sino a valores como “decencia, honradez, humanidad, aprecio y trabajo duro, no aprovecharse de los servicios del Estado”.

Es importante señalar que siempre ha existido una fuerte corriente conservadora en los partidos obreros y populares de izquierda. En la actualidad, esa corriente se orienta principalmente hacia los años de éxito del compromiso de clase socialdemócrata, cuando el Estado nacional mantenía un equilibrio entre la seguridad social, las políticas redistributivas y la regulación económica, por un lado, y la economía de mercado y la maximización de beneficios por el otro. En los años 1990 una economía cada vez más globalizada y la influencia de las empresas transnacionales erosionaron las bases de este modelo. Además hay que señalar que el partido de Wagenknecht no dice nada nuevo sobre los grandes desafíos de las economías que están en pleno proceso de transformación hacia la digitalización y la inteligencia artificial, con consecuencias enormes para los mercados de trabajo.

El conservadurismo nacional del Estado de bienestar, que se proclama de izquierda, tendría que responder además a qué nación se refiere para poder distinguirlo del nacionalismo de derecha: ¿la germano-étnica o la republicana? El posicionamiento del partido Sahra Wagenknecht prioriza la clase trabajadora existente en contra de las nuevas migraciones. Algunos comentaristas sostienen que dicha postura apunta a la discriminación de los trabajadores extranjeros en favor de los alemanes. Sólo el tiempo lo dirá. No hay que olvidar que una gran parte de los liderazgos del nuevo partido son alemanes hijas e hijos de inmigrantes. Lo que ciertamente no tiene nada que ver con una política progresista es el uso político del miedo y la ira, el recurso a los chivos expiatorios y las narrativas que alimentan el resentimiento contra los más acomodados. En época de elecciones el miedo y la ira sólo generan más temor y crispación. Los sistemas democráticos necesitan la razón en la argumentación y el respeto a los que piensan diferente, pero también pararse contra la corriente con ideas innovadoras que fortalezcan la democracia, la economía, el trabajo y el pluralismo en las sociedades del siglo XXI.

Svenja Blanke y Andrés H. Reggiani, respectivamente, directora de la Fundación Friedrich Ebert Argentina y director del Departamento de Estudios Históricos y Sociales de la Universidad Torcuato Di Tella. Publicado originalmente en Le Monde diplomatique, edición Cono Sur.

¿Tenés algún aporte para hacer?

Valoramos cualquier aporte aclaratorio que quieras realizar sobre el artículo que acabás de leer, podés hacerlo completando este formulario.

Este artículo está guardado para leer después en tu lista de lectura
¿Terminaste de leerlo?
Guardaste este artículo como favorito en tu lista de lectura