Las medidas arancelarias anunciadas por Estados Unidos no tomaron por sorpresa a China, que lleva la delantera en la guerra comercial con Washington. Frente al giro proteccionista, Pekín apuesta por un refuerzo del libre comercio y un aceleramiento de su producción. Pero hay nubarrones: cae su consumo externo y la sobreproducción podría profundizar reacciones proteccionistas en otras latitudes.
En medio de la “tormenta Trump” que se abate sobre el mundo desde la entrada en funciones del 47º presidente estadounidense, los dirigentes del viejo continente se parecen, en algunas situaciones, a timoneles de crucero mareados por el oleaje, pero con las manos bien aferradas a la borda. El Partido Comunista Chino (PCCh), en cambio, pretende interpretar a un personaje diferente: el de un capitán que surca una larga travesía con los ojos posados en el horizonte.
El 2 de abril, el mandatario estadounidense Donald Trump invocó una “amenaza a la seguridad nacional” para hacer entrar en cortocircuito al Congreso de su país e imponer aranceles aduaneros a la casi totalidad de los países del globo. En una situación inédita, la magnitud de estas medidas tomó al mundo por sorpresa. Pero no al PCCh, dice un editorial del Diario del Pueblo (6-4-2025). “Aunque los mercados internacionales consideran que la agresión arancelaria de Estados Unidos sobrepasó lo esperable, el Comité Central del Partido ya había anticipado este nuevo ciclo de medidas”. La tasa que se le aplicó en ese momento a China, un 34 por ciento, se sumaba a varios impuestos preexistentes para alcanzar un nivel promedio superior al 70 por ciento. La decisión estadounidense “afectará a la economía china –concede el editorial–. Pero no se nos va a caer el cielo”.
China respondió aumentando sus propias barreras aduaneras, limitando las exportaciones de distintas tierras raras esenciales para ciertas industrias, en particular la aeroespacial, y prohibiendo a más de 15 “entidades estadounidenses” importar productos susceptibles de tener usos militares. Esto desencadenó una serie de medidas recíprocas entre Washington y Pekín que no tardaron en hundir a los mercados financieros en el espanto. A principios de abril, el índice S&P 500, que varía según las cotizaciones de las 500 mayores empresas estadounidenses, cayó más de un 10 por ciento en tres días. “Un desplome casi tan abrupto como las caídas observadas durante la crisis financiera de 2008 y en el comienzo de la pandemia de 2020”, según la BBC1.
Mientras sus amigos millonarios lo instan a revisar su estrategia y las tasas de interés se disparan sobre una deuda estadounidense que en general se considera como la inversión segura por excelencia, Trump proclama que su estrategia dio sus frutos: la mayor parte de los países del mundo lo están llamando, según presume, para “lamerle las botas”2 y negociar. El 9 de abril, entonces, decretó una tregua de 90 días durante la cual Estados Unidos aplicará un arancel aduanero del 10 por ciento a todo el planeta... con excepción de China. Al contraatacar, Pekín habría “faltado el respeto a los mercados financieros”, explicó el inquilino de la Casa Blanca, por lo que aumentó el arancel aplicado a los productos chinos al nivel absurdo del 145 por ciento.
China hizo saber que lamenta esta escalada, pero que no le teme: “No provocamos los conflictos, pero no nos intimidan”, proclama el comunicado oficial del gobierno chino publicado el 5 de abril3. “Hace ocho años que estamos involucrados en una guerra comercial con Estados Unidos y ya acumulamos una rica experiencia”, justifica el órgano del PCCh. China no sólo redujo la proporción de las exportaciones dentro de su economía desde el 33 por ciento del producto interior bruto (PIB), en 2005, hasta alrededor del 20 por ciento en 2022 –según las últimas cifras del Banco Mundial–, sino que su orientación hacia las ventas dirigidas a Estados Unidos también se diluyó: representaban el 19,2 por ciento del total de las exportaciones al inicio del primer mandato de Trump, frente a un 14,7 por ciento al día de hoy. Al mismo tiempo, las ventas destinadas a los países de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático y a los socios de Pekín dentro de las nuevas Rutas de la Seda pasaron del 12,8 por ciento al 16,4 y del 38,7 por ciento al 47,8, respectivamente. “Una reducción de las importaciones estadounidenses no tendrá un impacto devastador en nuestra economía”, concluía el Diario del Pueblo.
Ganar sin mover un dedo
Visto desde Pekín, se perfila otro cuadro para la economía estadounidense, que depende de las exportaciones chinas de bienes de consumo e intermediarios, así como de tierras raras. Esto hace que cualquier intento de desacoplamiento sea peligroso. “Tomemos como ejemplo la industria farmacéutica –observa el analista geopolítico Arnaud Bertrand–. ¿Cómo repatriar la fabricación de estos productos cuando China domina el suministro mundial de principios activos y de muchos precursores esenciales? (...) Por supuesto, se podría intentar repatriar su fabricación misma, pero para ello se necesitarían equipos especializados que también, en gran parte, se fabrican en China. También se podría decidir repatriar la fabricación de estos equipos especializados, pero para hacerlo se necesitarían materiales críticos, cuyo procesamiento China domina actualmente a escala mundial” (X, 5-4-2025). Para Wang Huiyao, presidente del Center for China and Globalization, un think tank [usina de pensamiento] con base en Pekín cercano al poder, Estados Unidos “se disparó un tiro en el pie”4. The Wall Street Journal no lo plantea distinto. Después de los “aranceles aduaneros a troche y moche” de Trump, su editorial del 4 de abril explica que “ya hay un vencedor: Xi Jinping”, el presidente chino.
En las redes sociales, a las corrientes nacionalistas chinas les divierte que Pekín se esté quedando con la batalla simplemente aplicando el proverbio “yi jing zhi dong”, que puede traducirse como “reaccionar mediante la inacción”, pero del cual habría un equivalente más en sintonía con el humor del momento: “ganar sin mover un dedo”. Es cierto que Pekín señala su determinación de “luchar hasta el final”5, pero, según un análisis muy extendido en China, la crisis geopolítica actual es, antes que nada, una crisis estadounidense a través de la cual el país se “autoinfligiría el caos” (China Daily, 19 de marzo de 2025).
“Estados Unidos está afectado por una guerra civil silenciosa”, analizaba un documento publicado por el Ministerio de Relaciones Exteriores chino en 20236. “Los republicanos y los demócratas dirigen dos comunidades diametralmente opuestas que, en realidad, funcionan como confederaciones bajo un mismo gobierno”. Este análisis coincide con el de América contra América [sic], un libro chino no traducido al francés que fue publicado en 1991 por un investigador, entonces poco conocido, que después se convirtió en uno de los siete miembros del Comité Permanente del Politburó, el órgano supremo de toma de decisiones del PCCh. En él, Wang Huning se dedicaba a hacer una dura crítica de la democracia liberal estadounidense, minada por el individualismo, las desigualdades sociales y el racismo... Fue una obra fundante para la corriente llamada “neoautoritaria”, según la cual la elección de Trump sería un síntoma del malestar estadounidense y rubricaría la superioridad de los regímenes centralizados sobre las democracias liberales.
Esto explica sin duda el título de un artículo publicado el 7 de noviembre en el sitio web China Academy, cercano a esta línea política: “Cómo los académicos chinos se instalan cómodamente para mirar las elecciones estadounidenses mientras comen pop”. Intelectual mediático cuyos libros se instan a leer a los miembros del PCCh, Zhang Weiwei explica en el artículo que los intelectuales chinos observan ahora el retorno de Trump “con serenidad, incluso con cierta dosis de diversión”. Una “cierta dosis de diversión” compartida en las redes sociales chinas, que bullen con una pregunta burlona: ¿está viviendo hoy Estados Unidos su propia “revolución cultural”?
Un nuevo viejo multilateralismo
Entonces, la “tormenta Trump” se inscribiría en el contexto más amplio de una crisis estadounidense agravada por una inflexión: la globalización presidida por el país desde 1945 lo beneficia menos que en el pasado. Y aunque el actual presidente de Estados Unidos lo plantea este año en términos especialmente contundentes, el análisis no es del todo nuevo. Su giro aislacionista y proteccionista no está abriendo tanto una nueva fase de la política estadounidense como acentuando una evolución que ya está en marcha desde hace largo tiempo, y para la cual China se preparó. Pero si en el frente del multilateralismo la presidencia de Trump podría servir a los designios de Pekín, su ofensiva económica amenaza con dejar en evidencia ciertas fragilidades del modelo chino.
La jerga de las relaciones internacionales contrapone a los Estados “revisionistas”, que quieren cambiar el orden internacional, a las potencias del statu quo. China se instala en ambas posiciones de modo coherente y simultáneo. Pekín aboga por la reforma de un multilateralismo que mutó desde el derrumbe del bloque soviético con el objetivo de volver al statu quo ante.
Ya en 1992, un artículo de The New York Times revelaba un documento clasificado del Departamento de Defensa estadounidense según el cual “la misión política y militar de Estados Unidos en el momento posterior a la Guerra Fría consistirá en garantizar que no pueda emerger ninguna superpotencia rival”. El documento recomendaba a Washington dotarse de “suficiente poder militar para disuadir a cualquier nación o grupo de naciones de cuestionar la supremacía estadounidense”. Una medida que el periodista del diario neoyorquino presentó como “el rechazo más claro hasta la fecha del internacionalismo colectivo, la estrategia surgida de la Segunda Guerra Mundial, cuando las cinco potencias vencedoras formaron unas Naciones Unidas que pudieran arbitrar los diferendos y controlar los brotes de violencia”7. Algunos años más tarde, Gilford John Ikenberry, miembro del Council on Foreign Relations, bregaba a su vez para que Washington aprovechara el “momento unipolar” que atravesaba por entonces al mundo para sustituir la arquitectura nacida en 1945 por “un orden internacional basado en reglas que aseguren el dominio mundial de Estados Unidos y Occidente (...) incluso ante el eventual declive del poder estadounidense”, como explica John Bellamy Foster8. “Orden basado en reglas”: la expresión vuelve ahora una y otra vez en los discursos diplomáticos occidentales.
Sin embargo, la administración Trump dio un paso más en el desmantelamiento del multilateralismo imaginado en la posguerra cuando retiró a Estados Unidos de diferentes agencias de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Ahora bien, con la llegada de Xi al poder en 2012, China terminó de dar vuelta la página de la doctrina promulgada por Deng Xiaoping (en el poder desde 1978 hasta 1989): “mantener un perfil bajo” en la escena política internacional. En una reunión con el secretario de Estado [canciller] de Estados Unidos, Antony Blinken, en marzo de 2021, el director de la Comisión Central de Relaciones Exteriores de China, Yang Jiechi, se mostró menos dubitativo que sus predecesores. China defiende “el sistema centrado en las Naciones Unidas y el orden basado en el derecho internacional –recuerda–. Y no lo que es propugnado por un reducido número de países como hace el así llamado orden internacional basado en reglas”9.
El fin del bajo perfil
“Lo que cambió –explica la investigadora Nadège Rolland– es la confianza de los dirigentes en el hecho de que ahora están dadas las condiciones para que China no sólo sea crítica y disidente dentro del marco del orden internacional existente, sino que defienda su propia visión de manera más proactiva”10. Después de todo, explicaba el profesor Zhang Weiwei en una mesa redonda organizada al margen del China International Finance Forum (CIFF), “¿no fue China la primera potencia económica mundial en términos de paridad de poder de compra durante casi diez años?”.
Error estratégico, le respondió, en lo esencial, el influyente banquero hongkonés Charles Li. “No estoy de acuerdo con que debamos volver una y otra vez al hecho de que China ya sería el número uno en términos de poder adquisitivo (...). Nosotros los chinos preferimos ser el número dos o el número tres”. Respuesta de Zhang: “En geopolítica, subestimar la propia fuerza puede crear graves problemas. (...) Durante mucho tiempo, Estados Unidos trató a Rusia como si su economía tuviera el tamaño de la de España. Entonces impulsó la expansión de la OTAN, con el riesgo de provocar una guerra. Ahora [el presidente ruso Vladimir] Putin sólo habla de su economía en términos de paridad de poder adquisitivo”, cifras en base a las cuales “Rusia es la mayor economía de Europa, por delante de Alemania”11.
Así que se acabó el perfil bajo. Entre 2021 y 2023 –en el mismo momento en que el asesor de seguridad nacional de Joe Biden, Jake Sullivan, presentaba al G7 como el “comité de conducción del mundo”12– Xi lanzó tres iniciativas para promover el multilateralismo: la Iniciativa de Desarrollo Global, la Iniciativa de Seguridad Global y la Iniciativa de Civilización Global (GDI, GSI y GCI, según sus siglas en inglés). Estas iniciativas estructuran ahora la política exterior china.
Formuladas en un lenguaje sazonado de adjetivos que, según Rolland, a veces parecen sacados directamente de un diccionario de sinónimos para la palabra “amable”, estas iniciativas trazan, sin embargo, la perspectiva de un orden internacional “diferente”. No bajo la hegemonía china, argumenta Pekín, sino liberado de la hegemonía estadounidense. Entre las propuestas que formulan encontramos: el retorno al orden westfaliano (soberanía absoluta de los Estados, integridad territorial, no injerencia en los asuntos internos de otras naciones) sobre el que se fundó la ONU; la consideración de las exigencias de seguridad de todos; el hecho de no recurrir a sanciones unilaterales; la rehabilitación del desarrollo como prioridad del multilateralismo; la defensa del derecho de los pueblos a elegir su propio modo de organización social y el rechazo del principio de una superioridad intrínseca de las preferencias occidentales en este ámbito; la idea según la cual el derecho al desarrollo constituye uno de los derechos humanos; una mejor representación de los países del Sur Global en las organizaciones internacionales… Según Pekín, dos de sus éxitos diplomáticos recientes se inscriben de manera directa en el marco de estas iniciativas: la firma por parte de Irán y Arabia Saudita de un acuerdo que apunta a regularizar sus relaciones diplomáticas el 10 de marzo de 2023; y la de otro acuerdo entre diferentes facciones palestinas con vistas a la formación de un gobierno de unidad en Gaza en julio de 202413.
Aunque las iniciativas recibieron el apoyo del secretario general de la ONU, António Guterres, así como de más de 120 países y organizaciones internacionales o regionales, el Atlantic Council subraya que, por el momento, “existen sobre todo en el terreno de las ideas”. “Para que desempeñen un papel significativo en la remodelación del orden mundial –prosigue el think tank estadounidense– China debe convencer a la gente de que los principios que propone no son simplemente una solución de recambio al orden basado en reglas liderado por Estados Unidos, sino principios superiores, más capaces de resolver conflictos, hacerse cargo de los desafíos y promover la prosperidad”.14 Al hacer volar en pedazos cualquier noción de orden y regla, ¿contribuyó Trump a promover los planes chinos?
En defensa de la globalización
Al principio, todo va a depender de la otra batalla abierta entre Pekín y Washington: la del frente económico. En las próximas semanas, salvaguardar el multilateralismo pesará sin duda menos en la mente de los dirigentes del planeta que las encrucijadas comerciales.
Las reservas estadounidenses respecto del libre comercio no aparecieron en 2025. La historia sugiere que “Estados Unidos defiende el libre comercio cuando sirve a sus intereses, pero lo abandona en favor del proteccionismo en cuanto las fuerzas del mercado cuestionan su supremacía”, señala el China Daily (19-3-2025). Sin embargo, hasta la elección de Trump, las infracciones al principio de libre circulación de mercados y capitales se decidían con discreción.
Inaugurado sobre bases mercantilistas por Trump en 2017, el avance proteccionista estadounidense no tuvo cambio alguno con su sucesor, sino todo lo contrario. El 27 de abril de 2023, Jake Sullivan pronunció un discurso que se destacó ante la Brookings Institution. En él, el consejero de Biden presentó una severa crítica de las consecuencias del neoliberalismo para Estados Unidos: “evisceración de la base industrial del país”, “desaparición de la lógica de la inversión pública que había guiado el proyecto estadounidense en la posguerra”, “exclusión de los trabajadores de los beneficios del crecimiento”. Y eso antes de proclamar el fin del “consenso de Washington”, un giro que justifica la introducción de medidas proteccionistas que apuntan a impedir que China acceda a determinadas tecnologías sensibles.
El último acuerdo de libre comercio firmado por Estados Unidos data de 2023. Fue negociado con Japón y sólo abarca los minerales críticos. Ese mismo año, China firmaba acuerdos similares con Serbia, Ecuador y Nicaragua. Hoy se están negociando (con Honduras, Israel, Moldavia, Noruega y Sri Lanka) o prenegociando (con Bangladesh, Canadá, Colombia y Mongolia) dos nuevas rondas. Así que, mientras Trump anuncia aranceles que se aplicarán a (casi) todo el planeta, China intenta conseguir apoyos mediante su papel de verdadero garante de un orden económico promovido desde hace tiempo por Washington.
Algunos días antes del “Liberation Day”, el presidente chino reunió a más de 40 directivos de empresas internacionales en el Palacio de la Asamblea del Pueblo. Deleitó al Financial Times “pronunciando una de sus más apasionadas defensas del comercio internacional” y del “sistema de cadenas de proveedores globalizadas” (29-3-2025). “China ya es el mayor socio comercial de más de 140 países. Si Donald Trump y Estados Unidos deciden retirarse de la globalización, nosotros nos ocuparemos de continuarla”, proclamó Zhang Weiwei. Y el 7 de abril, fue la embajada china en Estados Unidos, y no la Casa Blanca, la que publicó en la red X un video del expresidente estadounidense Ronald Reagan alertando sobre la amenaza proteccionista...
Pero la “defensa del comercio internacional” gravitará sin duda poco a ojos de los “socios” de China cuando intenten negociar una reducción de las barreras aduaneras estadounidenses. Ni librecambista ni realmente proteccionista, la estrategia de Trump es ante todo “transaccionalista”: nada le impide imaginar que dará de baja las barreras comerciales aplicadas a los países que acepten unirse a su campaña antichina. Sin embargo, cuando el PCCh anuncia una reducción de sus exportaciones a Estados Unidos, omite especificar que parte de su producción destinada al mercado estadounidense ahora pasa por empresas ubicadas en el sudeste asiático para sortear los obstáculos erigidos durante el primer mandato de Trump. De ahí el rápido aumento de las exportaciones vietnamitas e indonesias en los últimos años. La pirueta no escapó a la mirada de Washington: “Esperamos que países como Camboya, México y Vietnam dejen de permitir a China escapar a los aranceles estadounidenses permitiéndole exportar su producción desde ellos”, previene Peter Navarro, asesor de Trump en materia de comercio e industria, en el Financial Times (8-4-2025). Los que acaten pueden esperar ver recompensada su docilidad.
Eso no cambia que, en esta pulseada que ya empezó a desarrollarse, China esté muy lejos de encontrarse indefensa. Además de haberse puesto al día con las tecnologías de punta de las que Washington intentó privarla, ya hizo relucir el importante arsenal de medidas de represalia al cual podría recurrir. Ren Yi, un intelectual conocido por su cercanía con el poder, se encargó de escribir en su blog un artículo al respecto el 8 de abril: suspensión de la cooperación con Estados Unidos relativa al fentanilo, una droga sintética que causa estragos en las ciudades estadounidenses y algunos de cuyos componentes se producen en China; aumento de las restricciones a las exportaciones a Estados Unidos de productos agrícolas como la soja y el sorgo; limitación de las importaciones de productos avícolas estadounidenses; contramedidas en el sector servicios, donde Washington tiene un superávit comercial respecto de Pekín...
Constatando que el presidente estadounidense ya acumula excepciones a sus aranceles bajo la presión de las élites económicas de su país, Daniel Russel, el vicepresidente del Asia Society Policy Institute para las cuestiones relativas a la seguridad y la diplomacia, estima que Xi podría “apostar a que el rompecabezas arancelario de Trump se derrumbe bajo la presión de los mercados financieros”15. Es una situación que nos mostraría al líder del mayor partido comunista del mundo contar con el apoyo de los especuladores del mundo de las finanzas...
El crecimiento como protección
En realidad, China se rebela ante la visión de negociar. Porque en Pekín nadie piensa fácilmente que la economía vaya a crecer menos que lo previsto. El desempleo juvenil (exceptuando el segmento estudiantil) superaba el 15 por ciento en 2024, y todo hace pensar que los conflictos en los enclaves laborales, aunque difíciles de estimar, se multiplicarán. Sin embargo, el PCCh considera que el dinamismo de la economía es la única forma de proteger a China, un país que se vio asolado muchas veces por divisiones internas a lo largo de su historia. “La cuestión primordial para China es su necesidad de estabilidad”16, explicó Deng al presidente estadounidense George H. W. Bush el 26 de febrero de 1989. Algunos meses más tarde, después de Tiananmen, la “cuestión primordial” se convirtió en prioridad absoluta: “La estabilidad tiene prioridad sobre todo”, titulaba el Diario del Pueblo el 4 de junio de 1990, día del primer aniversario de los “acontecimientos”. La situación no cambió desde entonces: Xi entró en funciones tras las “primaveras árabes”, que nunca escondió que le preocupaban. Si el capitán del navío chino desconfía de la tormenta, es porque la tormenta podría provocar un motín.
Entonces, es necesario que China crezca. Sin embargo, pese a las iniciativas recientes destinadas a sostener el consumo interno, los chinos están gastando menos desde 2021, cuando un desplome del mercado inmobiliario acabó con parte de sus ahorros. ¿La respuesta del poder? Anunciar que relanzará sus esfuerzos para hacer crecer ese consumo interno, pero, sobre todo, impulsar un poco más las capacidades de producción orientadas hacia la exportación. En especial mediante la automatización, que se ve como el medio de preservar la competitividad. Esto plantea (al menos) dos dificultades. Una interna, la otra geopolítica.
“Cuando se expulsa a demasiados trabajadores no cualificados de las industrias modernizadas, sus salarios tienen tendencia a estancarse o a bajar, lo que reduce la demanda y obstaculiza el crecimiento”, explican los investigadores citados por el Financial Times (25-3-2025). Antes de concluir así: “Los países cuya mano de obra está socialmente polarizada también sufren inestabilidad política”. La búsqueda de estabilidad por parte del PCCh, por lo tanto, podría desembocar en una carrera por el crecimiento que terminara por amenazar... a la propia estabilidad. A menos que el crecimiento se recupere.
De ahí la segunda dificultad. La proporción de participación de China en la producción industrial mundial pasó del 6 por ciento en 2000 a más del 32 por ciento en la actualidad17. China representa el 18 por ciento del PIB mundial, pero sólo el 15 por ciento del consumo. “Esto significa que necesita la demanda de otros países para absorber su enorme excedente de producción”, observa el Financial Times (9-4-2025) –un problema ya identificado por el economista británico John Maynard Keynes (ver recuadro)–. En 2024, el superávit comercial de China alcanzó la cifra sin precedentes de 1.000 millardos de dólares. Sin embargo, ya se considera que el frenesí exportador de China es en gran parte responsable de la desindustrialización de ciertos países del sudeste asiático. Un fenómeno agravado todavía más por los aranceles estadounidenses, que están obligando a las empresas chinas a reorientar parte de sus exportaciones hacia la región. Europa espera ahora verse inundada por una afluencia de productos que el Reino del Medio ya no logra hacer pasar a Estados Unidos.
Si Pekín no aprovecha la oportunidad que le ofrece Trump de cambiar este desequilibrio, esto podría llevar al refuerzo de los discursos proteccionistas entre sus socios. Algunos se podrían revelar como menos erráticos, y más progresistas que el de Trump. Al tratar de evitar el motín, el capitán chino habría preparado entonces nuevas tempestades.
Renaud Lambert, jefe de Redacción adjunto de Le Monde diplomatique, París. Traducción: Merlina Massip.
"Clarividencia"
Mao y Keynes
Estamos en 23 de marzo de 2009. Mientras el mundo descubría la magnitud del daño causado por la crisis de las hipotecas subprime el gobernador del banco central chino, Zhou Xiaochuan, pronunciaba un discurso extraordinario. Aprovechando el descrédito de las potencias occidentales, artífices del castillo de naipes que acababa de derrumbarse, proclamó que había llegado el momento de “reformar el sistema monetario internacional” (1).
Tras resaltar los problemas estructurales causados por la ausencia de una moneda de reserva verdaderamente internacional, Zhou recordó la propuesta del economista John Maynard Keynes en la conferencia de Bretton Woods de 1944: la creación de una moneda internacional, el bancor. Lamentablemente, continuó, Estados Unidos impuso su propio proyecto, a pesar de que todo indicaba que “el enfoque keynesiano era sin dudas más clarividente”.
Sin embargo, Keynes no concibió el bancor de forma aislada de un mecanismo de compensación internacional diseñado para resolver los desequilibrios comerciales. Para el economista británico, las tensiones que condujeron a los grandes conflictos del siglo XX se debieron tanto a los superávits acumulados por algunos países como a los déficits registrados por otros: desde una perspectiva global, dado que la suma de los balances positivos es igual a la de los negativos, los primeros producen automáticamente los segundos. Keynes planteó, en consecuencia, la introducción de una serie de sanciones para los países que exportan demasiado y medidas complementarias para aquellos que demuestran una dependencia excesiva de las importaciones, con el objetivo de evitar la adopción de medidas de austeridad. El reequilibrio también debería implicar un ajuste de los tipos de cambio nacionales con respecto al bancor.
En un momento en que se plantea la cuestión de la reforma del sistema monetario internacional, ¿seguirá China, que presenta fabulosos excedentes, siendo receptiva a la “clarividencia” de Keynes?
Renaud Lambert
(1): “Zhou Xiaochuan: Reform the International Monetary System” (transcripción), pbc.gov.cn, 23-3-2009.
-
Emma Haslett y Natalie Sherman, “Wild market swings as tariffs rattle US economy”, www.bbc.com, 8-4-2025. ↩
-
Julia Manchester, “Trump says tariffs will help House Republican ahead of midterms”, thehill.com, 8-4-2025. ↩
-
“Chinese government’s position on opposing U.S. abuse of tariffs”, Ministerio de Relaciones Exteriores de China, 5-4-2025. ↩
-
Elaine Kurtenbach, “China punches back as world weighs how to deal with higher US tariffs”, Associated Press, Nueva York, 4-4-2025. ↩
-
Kenji Kawase, “China’s Wang Yi lauds Russia, pans ‘two-faced’ U.S. policy at NPC”, Nikkei Asia, Tokio, 7-3-2025. ↩
-
“The State of Democray in the United States: 2022”, Ministerio de Relaciones Exteriores de China, 20-3-2023. ↩
-
Patrick Tyler, “US strategy plan calls for insuring no rivals develop”, New York Times, 7-3-1992. ↩
-
John Bellamy Foster, “The New Cold War on China”, Monthly Review, vol. 73, n°2, julio-agosto 2021. ↩
-
“How it happened : Transcript of the U.S.-China opening remarks in Alaska”, Nikkei Asia, 19-3-2021. ↩
-
Nadège Rolland, “China’s vision for a new world order”, NBR Special Report, n° 83, The National Bureau of Asian Research, Washington, 27-1-2020. ↩
-
“China’s strategy to Trump 2.0”, thechinaacademy.org, 26-1-2025. ↩
-
“Remarks by national security advisor Jake Sullivan at the special competitive studies project global emerging technologies summit”, Comunicado de la Casa Blanca, 16-9-2022. ↩
-
Kishore Mahbubani, “Incompetencia europea, aciertos chinos”, Le Monde diplomatique, edición Uruguay, enero de 2025. ↩
-
Jonathan Fulton, Tuvia Gering y Michael Schuman, “How Beijing’s newest global initiatives seek to remake the world order”, Atlantic Council, Washington, 21-6-2023. ↩
-
“Asia Society Policy Institute experts comment on the escalating trade war between the U.S. and China”, mensaje electrónico enviado a la lista de correo de ASPI el 11 de abril de 2025. ↩
-
Qian Gang, “¿Cuándo ‘mantener la estabilidad’ se convirtió en un término común?” (en chino), https://cn.nytimes.com, 19-9-2012. ↩
-
Keith Bradsher, “China fuels export drive with extra $1.9 trillion”, New York Times, 9-4-2025. ↩