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Boris Kagarlitsky durante una audiencia, tras su prisión en una colonia penitenciaria en Moscú.

Foto: Sin datos de autoría, Amnistía Internacional

El dilema de las élites rusas

8 minutos de lectura
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Debates internos sobre el futuro ucraniano.

Intelectual marxista y colaborador del movimiento altermundialista, Boris Kagarlitsky es una figura importante de la izquierda rusa. Desde la prisión en donde se encuentra por su oposición a la guerra contra Ucrania, prosigue su reflexión sobre el lugar de Rusia en el orden internacional. Aquí escribe junto con Aleksei Sajnin, militante exiliado en Francia que lucha por su liberación.

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Al involucrarse en la cuestión ucraniana inmediatamente después de resultar electo, el presidente estadounidense, Donald Trump, hizo importantes concesiones a Moscú, renunció al proyecto de integrar a Ucrania a la Alianza del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y reconoció a Crimea como territorio ruso. Seis meses más tarde, el Kremlin sigue manteniendo sus reivindicaciones territoriales sobre cinco regiones de su vecino e intentando imponer a Kiev restricciones en materia de garantías de seguridad. La intransigencia rusa –que se explica en general por la huida hacia adelante de un solo hombre, el mandatario Vladimir Putin– se ilumina mejor a la luz de los debates que despertó en el país la apertura estadounidense. Se perfilan dos tendencias, pero ambas coinciden en un punto: no ceder en nada respecto de Ucrania.

La situación no carece de ironía: al adoptar una serie de sanciones masivas después de la invasión de 2022, Washington y Bruselas esperaban fracturar el campo del poder ruso. En ese momento era imposible imaginar una ruptura de los lazos económicos entre Moscú y el mundo occidental. La mitad del comercio exterior ruso –393.000 millones de dólares– es con la Unión Europea (UE), lo que representa un volumen 4,5 veces mayor que el de los intercambios entre Rusia y China1. Rusia es el tercer socio comercial de la UE, justo detrás de Estados Unidos (543.000 millones de dólares) y China (466.000 millones de dólares)2. En 2016, más del 70 por ciento del stock de inversiones directas rusas en el extranjero se encontraba en un país de la Unión Europea (excluyendo los centros financieros offshore o que concentran holdings financieros); y la cifra sube todavía más si se cuentan Chipre, Luxemburgo o Países Bajos, que sirven de plataforma de exención fiscal a los capitales del país. A la cabeza de los países inversores (excluyendo también a los paraísos fiscales), Reino Unido, Alemania y Francia detentan cerca de 33.000 millones de dólares en activos en Rusia3. Muchos oligarcas y altos funcionarios, así como sus esposas e hijos, viven o estudian en Londres, París o Niza.

Por su parte, la oposición liberal apuesta por una escisión dentro de la clase dirigente. En 2023, Leonid Volkov, el colaborador más cercano de Alexei Navalny (muerto en prisión en febrero de 2024), así como algunos otros representantes de organizaciones hostiles a la política del Kremlin, reclamaron en una carta dirigida a Josep Borrell, entonces jefe de la diplomacia de Bruselas, el levantamiento de las medidas restrictivas contra ciertos oligarcas que no habían apoyado la invasión a Ucrania. “Tenía la sensación [...] de que era posible, creando un precedente, desencadenar una reacción en cadena de condenas públicas a la guerra y de divisiones entre las élites rusas”, explicó Volkov4. Pero, después de algunas vacilaciones, la mayoría de los multimillonarios rusos volvieron a su país y confirmaron su lealtad al Kremlin.

Dos discursos para una guerra

Desde 2022 hay dos discursos dentro del bando que está en el poder para justificar la invasión de Ucrania. Según el primero, Rusia se opone a un Occidente hegemónico que utiliza a Ucrania como un medio para someterla. Rusia sería parte de la expresión “mayoría mundial”, sinónimo de “Sur global”. Valiéndose de una retórica antiimperialista con tintes del período soviético, Moscú se propone darle una orientación antioccidental. Forjada por intelectuales y politólogos leales al Kremlin –como Serguei Karaganov, director del Consejo de Política Exterior y Defensa–, esta tesis es ampliamente compartida por el ministro de Relaciones Exteriores, Serguei Lavrov. Así, en textos programáticos publicados en 2023 en la revista oficial del ministerio, oponía los intereses de “la mayoría mundial que representa el 85 por ciento de la población del globo” a la “política neocolonial” de un “grupo restringido de Estados occidentales liderados por Estados Unidos”5. El prestigioso think tank Club de Valdai también dedica numerosas sesiones a este tema, a las que se invita a los dirigentes de Estados asiáticos y africanos.

Un segundo discurso presenta a Rusia como una suerte de arca de Noé de los valores tradicionales y cristianos de la civilización europea, “traicionados” por los dirigentes de Europa y de América del Norte. Esta doctrina es desarrollada por intelectuales de extrema derecha como Alexandre Dugin. “Hay dos Occidentes”, afirmaba en un foro dedicado al mundo multipolar celebrado en Moscú en febrero de 2024. “El Occidente ‘globalista’ de las élites liberales y el Occidente tradicional, que sufre él mismo por su propia omnipotencia [...] y trata, en la medida de lo posible, de sublevarse... La victoria no será una derrota del Occidente colectivo, sino su salvación, el retorno a sus propios valores [...], a sus raíces clásicas grecorromanas y cristianas”6. Este enfoque mesiánico es promovido por intelectuales y editorialistas de extrema derecha que gravitan en torno al oligarca Konstantin Malofeiev, propietario de la cadena de televisión Tsargrad y financista de una amplia red de think tanks ultraconservadores. Cuenta con operadores en el aparato estatal. Cuatro gobernadores regionales, la comisaria de Derechos del Niño Maria Lvova-Belova (que también es su esposa) y el propio ministro de Asuntos Exteriores participaron en su “Foro del futuro-2050”, los días 9 y 10 de junio. Ya en 2023, el vice primer ministro (y actual ministro de Defensa) Andrei Belusov declaró que Rusia se podía convertir en el “salvavidas” de las élites conservadoras europeas y estadounidenses7.

Hasta tiempos muy recientes, estas dos teorías coexistían de forma pacífica. Cualquier responsable político o intelectual leal al Kremlin era libre de elegir sus argumentos –“antiimperialistas” o “mesiánicos-conservadores”– y en qué proporción. Pero la perspectiva de un deal entre Putin y Trump transformó estos matices en líneas de fractura.

El giro hacia Trump

Expresándose en nombre del segundo grupo, Dugin insiste en las convergencias de ideas entre el presidente ruso y una parte de los trumpistas8, pero pretende que un acuerdo con Washington tiene que ver también con cierto pragmatismo geopolítico. Critica a China con cautela, pero con firmeza. Según el teórico nacionalista, “el proyecto chino ‘One Belt, One Road’ [un cinturón, una ruta] y otras iniciativas de alcance planetario de Xi Jinping (principio de un destino común de la humanidad) pueden ser leídos como otra versión del globalismo, ya no centrado en Estados Unidos, sino en China”9. En cambio, un acuerdo con los Estados Unidos de Trump permitiría a Rusia obtener una mayor independencia en el marco de un “orden mundial de las grandes potencias”. Un punto esencial es que la alianza con Estados Unidos con la que sueñan Dugin y Malofeiev no implica hacer ninguna concesión respecto de Ucrania. “Trump tiene que entender que Ucrania será nuestra o dejará de existir”, insiste reiteradamente Dugin. “Al cedernos Ucrania (¿y para qué le serviría?), Trump podría dedicarse a la anexión de Canadá y de Groenlandia. Nosotros incluso les suministraríamos metales raros, creo”10.

Sin embargo, la perspectiva de un acercamiento a Estados Unidos, incluso sin ningún compromiso respecto de Ucrania, despertó la intranquilidad de los hombres de negocios y burócratas implicados en la cooperación económica con Pekín y otros países de los BRICS [acuerdo nombrado por los primeros cinco países en integrarlo: Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica]. China, que representaba entre el 15 y el 20 por ciento de los intercambios mercantiles de Rusia antes de 2022, totalizaba un 34 por ciento en 2024 (236.300 millones de dólares). Entre los principales sectores orientados al socio chino se encuentran el complejo militar-industrial, el sector automotor y de logística, y las telecomunicaciones. Las ramas de la energía y los agroalimentos también llevan adelante importantes proyectos en el marco del giro hacia el este. Los grandes oligopolios rusos, como Rosneft (petróleo), Gazprom o Rosatom (energía nuclear), suministran materias primas a Pekín con la ayuda del banco Vnechtobank. El conjunto de los países de los BRICS concentra ahora la mitad del comercio ruso. Al mismo tiempo, los intercambios con Europa se dividieron por seis (en precios comunes), hasta alcanzar los 67.500 millones de dólares.11

La perspectiva de un levantamiento de las sanciones, así como el posible retorno de las empresas occidentales al mercado ruso, agitaron a algunos círculos de la élite económica. Varios miles de millones de dólares en activos occidentales encontraron nuevos propietarios entre los hombres de negocios más fieles al Kremlin (después de una fase de control temporal por parte de la agencia federal de gestión de los bienes públicos [Rosimouchtchestvo])12. Ahora bien, el inesperado deshielo de las relaciones con Estados Unidos despertó el temor de que parte de esos activos fueran restituidos a sus antiguos dueños. Para tranquilizarlos, Putin se dirigió a finales de mayo a una platea de empresarios y prometió que el Estado “no toleraría las presiones sobre las empresas nacionales”. El presidente también pidió “asfixiar” a Microsoft, Zoom y otros servicios que “actúan contra Rusia”. Profundamente anclado en la cultura rusa, el discurso antiimperialista podría convertirse en el instrumento ideal para expresar preocupaciones que, en realidad, se basan en intereses económicos.

Fracturas expuestas

Al menos en un nivel retórico, estas divergencias comenzaron a expresarse con más fuerza. “No van a gobernar el planeta entre los dos. Son unos vendidos y unos traficantes, están listos para abandonar a todo el Sur global en cinco minutos con tal de que les acaricien la mejilla con una mano pelirroja..., ¿qué pueden gobernar, malditos lamebotas estadounidenses?”, se enardeció, dirigiéndose a los apologistas de Trump, el escritor y diputado miembro del partido Rusia Justa, aliado del poder, Zajar Prilepin. Sentimientos similares predominan entre los influyentes “blogueros militares”, muchos de los cuales vieron en un posible acercamiento a Washington no sólo una amenaza para la soberanía del país, sino también la voluntad de convertirlo de nuevo en un apéndice de Occidente como proveedor de materias primas. En esta línea, pero con un estilo más frío, Fedor Lukyanov, jefe de redacción de la revista Russia in Global Affairs, califica de “error estratégico” una cooperación con la Casa Blanca en detrimento de las relaciones con el Sur global. “Si Rusia abraza las propuestas de Trump mientras da la espalda a sus socios no occidentales, refuerza el estereotipo según el cual antepone la aprobación occidental a todo lo demás. [...] Una victoria clara [en Ucrania] consolidaría su posición como potencia en un mundo multipolar. Si fracasa en sacar partido de este momento –cayendo en la trampa de un nuevo compromiso con Occidente–, Rusia corre el riesgo de perder sus ganancias estratégicas”.

Desde que empezó la guerra, las autoridades rusas trataron de borrar cualquier signo de desacuerdo dentro de la sociedad y, sobre todo, dentro de la clase dirigente. Pero las ofertas estadounidenses disiparon de forma instantánea esa ilusión de unidad, planteando la posibilidad de un enfrentamiento –por ahora sólo retórico– entre las tendencias “proestadounidense” y “prochina”.

Boris Kagarlitsky y Aleksei Sajnin, sociólogo, autor de The Long Retreat: Strategies to Reverse the Decline of the Left, Pluto Press, Londres, 2024, y periodista, respectivamente. Traducción del ruso: Hélène Richard. Traducción del francés: Merlina Massip.

Difícil disentir

La Universidad de Harvard canceló un número especial sobre Palestina de su revista Harvard Educational Review, a pesar de que varios especialistas venían trabajando en el tema desde meses atrás. “La única explicación que veo es que se trata de otro caso de excepción palestina a la libertad de expresión”, opinó Abu al-Haj, profesora del Barnard College afiliado a la Universidad de Columbia (AFP, 31 de julio). Disentir sobre la posición del presidente Donald Trump acerca de Palestina no es fácil en Estados Unidos. La propia Harvard, ahora temerosa, vio cómo el gobierno federal le bloqueó 2.600 millones de dólares en subvenciones, destaca el mismo despacho de la agencia de noticias francesa. Para descongelarlos, Harvard podría llegar a un acuerdo extrajudicial en dos demandas presentadas por Washington por las protestas estudiantiles contra el genocidio en Gaza, aunque eso le cueste la quinta parte del dinero en disputa (ANSA, 31 de julio). No son los únicos. Columbia también pagó 220 millones para resolver demandas similares, algo que voces críticas consideraron una verdadera “extorsión” (The Guardian, 24 de julio). Pese a estas presiones y al uso habitual de la acusación de antisemitismo para acallar la disidencia con las políticas del actual gobierno de Israel, Tel Aviv está viendo cómo se achica su espacio de maniobra internacional. Prueba de esto son los anuncios de Francia de reconocer el Estado palestino en setiembre, y la posibilidad de que, bajo ciertas condiciones, también lo hagan Reino Unido y Canadá.

Rafael Trejo


  1. IFM data base, “International Trade in Goods (by partner country)”, 2011-2025 data.imf.org

  2. World trade integrated solution, “European Union trade balance, exports and imports by country”, 2013 wits.worldbank.org 

  3. “Las inversiones directas extranjeras hacia y desde Rusia”, Dirección General del Tesoro, enero de 2019. 

  4. “¿Quién firmó realmente la declaración en favor de Fridman? ¿Por qué se propone levantar las sanciones contra él, y no aquellas que apuntan a otros oligarcas?” (en ruso), Meduza, 9-3-2023. 

  5. Serguei Lavrov, “El respeto de los principios de la Carta de las Naciones Unidas en su conjunto y su interdependencia es la garantía de la paz y la estabilidad mundial” (en ruso), mid.ru, 10-10-2023. 

  6. Discurso disponible en Telegram, Agdchan t.me/Agdchan/14350

  7. “Belooussov declara que Rusia tiene un rol de guardián de los valores de Occidente” (en ruso), RBK, 13-6-2023. 

  8. Marlène Laruelle, “Es el trumpismo un putinismo”, Le Monde diplomatique, edición Uruguay, mayo de 2025. 

  9. “Trump construye un orden mundial de las grandes potencias” (en ruso), zavtra.ru, 18-3-2025. 

  10. Telegram, Agdchan, t.me/Agdchan/21506, 12-5-2025. 

  11. IFM data base, “International Trade in Goods (by partner country)”, 2011-2025 (data.imf.org). 

  12. “La redistribución bélica: nacionalización de las élites, nuevas reglas de lealtad y chaebolización de Rusia” (en ruso), 20-5-2025. Una traducción de este artículo está disponible en francés en el sitio web Grand Continent: “Renationaliser les élites russes. Poutine, la guerre et la nouvelle allégeance des oligarques”, 10-4-2025. 

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