[Esta nota forma parte de las más leídas de 2019]
Artista galardonada del cine para adultos, directora y periodista, Stoya es la antítesis del cliché de la estrella porno mainstream impulsada por los viejos cánones de la industria: es morocha, delgada, blanca como la leche, con algo de pelo en las axilas, senos pequeños y un cerebro enorme. Mitad estadounidense, mitad serbia, constituye una belleza natural en un mundo que se deslumbra por lo ficticio y se comprime en lo plástico. Por eso, también, en estos años se erigió como un ícono feminista que salió del gueto y, con su fuego, embistió a las masas.
Cuando Stoya comenzó a tener sexo delante de cámaras pensó que su vida quedaría signada por ello. Y fruto de preguntas incómodas, de exigencias insólitas y de, en suma, la necesidad imperiosa de comunicar desde la experiencia, Stoya comenzó a escribir. Su primer libro, Philosophy, Pussycats and Porn, es un tendal de ensayos sobre el sexo, la tecnología, el patriarcado y la identidad.
En esos textos, con un estilo limpio e ingenioso, Stoya salta de un tema a otro. Además, intenta definir el término pornografía y todo el lenguaje que subyace en ella. De hecho, advierte un síntoma: no hay nada en medio del lenguaje técnico y el informal, y es por eso que las sociedades no terminan de aprender sobre sexo. “Empecé a escribir como una forma de clarificar todo”, dice Stoya desde su departamento en Brooklyn, Estados Unidos.
Actualmente, con 33 años, Stoya tiene su propia página de contenido para adultos (www.zerospaces.com), está saltando al cine convencional (con un protagónico en un film de ciencia ficción, sin resignar su lado XXX), publicó una versión en español de Philosophy, Pussycats and Porn (Filosofía, porno y gatitos, editada en España por Orciny Press) y lanzó su propio fleshlight, una réplica de su vulva. A la sazón, desde su lugar de referente del alt porn aboga por un porno que difiera de los gustos convencionales. “Comencé a pensar en qué es lo que la gente cree o piensa sobre la pornografía”, sugiere Stoya. Así las cosas, en sus intervenciones explora distintas cuestiones éticas, como los ambientes de trabajo, la salud sexual, los derechos de las trabajadoras sexuales y el lavado rosa que impulsa cierto sector de la industria para vestirse de feminista. “¿Es posible que el porno sea bueno?”, se pregunta esta joven madre del porno contemporáneo con perspectiva de género.
Además de ser actriz, te dedicás al periodismo. Escribís artículos para medios prestigiosos, como VICE, The Guardian y The New York Times. ¿Pensás que se aprende más de sexo escribiendo o teniéndolo?
Escribiendo. Mucho de lo que escribo ahora es una columna de consejos, en la que la gente me consulta por sus problemas sexuales. Leo mucho acerca de lo difícil que es para todos la comunicación sexual. Eso causa la mayor parte de los problemas sexuales, y curiosamente es algo que si se trabaja mejora todos los aspectos de la vida.
En todo este tiempo en que estuviste involucrada en la industria XXX, ¿notaste algún cambio? ¿Qué movimientos advertiste?
El cambio más grande, y no es el más específico del porno sino de todos los medios, es que hoy en día es increíblemente baja la barrera de acceso a la industria y la producción de material, muy posiblemente de una manera que jamás lo hubiéramos imaginado unos diez años atrás. Entonces, entre tener menos gastos para poder producir y que las cámaras sean cada vez más pequeñas, yo misma puedo lanzarme a dirigir y operar una cámara si quisiera, filmar mis películas y tener mi propio sitio web. De hecho, estoy encargada de la producción y de la distribución hasta cierto punto, y estamos viendo qué más cosas podemos hacer y también qué otros artistas empiezan sus propios negocios y tienen sus propias producciones, y quiénes tienen sus estudios de producción dentro de plataformas externas. Creo que es genial que los artistas se lancen al mercado con sus propias producciones, generando más diversidad en la industria, y además esto permite otorgarle a la competencia una perspectiva nueva.
A propósito de tu mirada crítica sobre el porno, ¿en qué momento empezaste a tener una visión más analítica del género?
Yo ya me estaba interiorizando en la segunda oleada feminista y su mirada sobre el porno. ¿Es posible que el porno sea bueno? Estaba fascinada por la industria adulta, pero aún no estaba particularmente interesada en cómo funcionaban las cosas. Cuando tomé la decisión de comenzar a actuar, empecé a preguntarme lo siguiente: “¿Hay alguna razón por la cual no debería hacerlo?”. Pero cuando tenés 19 o 20 años no pensás con la misma complejidad que cuando tenés 30. Entonces, no empecé a cuestionar a la industria hasta que el periodismo me empezó a cuestionar a mí. Quería saber por qué estaban haciéndome esas preguntas puntuales. Así, comencé a pensar qué es lo que la gente cree o piensa sobre la pornografía y fui comparándolo con lo que realmente es, y con cómo la gente usa la pornografía que estoy haciendo y qué significa eso. Fue así que empecé a escribir, como una forma de clarificar todo eso, y a raíz de aquello comencé a prestarle atención al aspecto formal de la escritura, que terminó convirtiéndose en mi nuevo trabajo.
¿Qué o quién te inspiró en tus facetas de actriz y directora para convertirte en lo que sos ahora?
Como actriz me gusta mucho Annie Sprinkle, la alegría con la que encara su trabajo. Eso es algo muy importante para mí, porque pienso que si no puedo encarar una escena con buena predisposición no debería hacerla. Me interesa la pornografía sobre pornografía de una manera muy abstracta. Y como mujer de negocios siempre le presto atención a Candida Royalle, quien cuando no podía distribuir su trabajo fundó una de las primeras productoras enfocadas en las mujeres, en aquello que las mujeres quieren del porno.
En 2018 protagonizaste A.I. Rising, una película de ciencia ficción de origen serbio. ¿Cómo fue esa experiencia?
Fue increíble, y una de las cosas más difíciles que hice. Sabía algo acerca de cómo manejarme frente a la cámara, pero no tenía idea de cómo manejar las otras emociones, además de la lujuria. La esposa del director es una excelente actriz, ella me dirigió mucho, y el actor con el que estaba trabajando también me ayudó. Y Lazar Bodrosa, el director, es muy bueno. Él me daba indicaciones del estilo “estás discutiendo” o “estás tratando de hacer las paces” antes de cada escena para orientarme. Al principio creí que era raro, pero después entendí que los directores hacen esas cosas. La pasé muy bien, todo estaba muy organizado; fue genial y es tremendo lo que hicieron con tan poco presupuesto. De Serbia, la tierra de mis antepasados, también me encantó la forma en que las calles de Belgrado se curvan y están llenas de pendientes. Amé el ajvar, que es como una pasta untable de ajíes. Y otra cosa que me gustó mucho es la cantidad de gatos callejeros que hay. Creo que uno puede ver muchas cosas de un lugar sólo observando la manera en que tratan a los animales callejeros, y en Serbia la gente los cuida, los alimenta, e incluso muchos de ellos son sociables, esperan que los mimes, y cada vez que pienso en Serbia recuerdo a mis amigos viviendo allá, no puedo dejar de recordarlos.
En varias entrevistas hiciste hincapié en el consumo responsable del porno. ¿Cuál considerás que es la forma de consumir porno responsablemente? ¿Cómo identificamos un consumo responsable?
¡Uf! En este momento, grandes compañías tienen una especie de lista de reglas acerca de cómo tratan a los actores y las actrices, así que una buena señal es cuando esta lista es pública o al menos está discutida públicamente. Mi productora, Zero Spaces, no tiene estos códigos aún, y necesitamos que los tenga. Es prioritario y nos estamos ocupando de ello. Tratamos de tener todo el papeleo listo antes de filmar, preguntamos si quisieran o no usar protección durante las escenas. Soy muy partidaria de mostrar preservativos en las escenas, porque es una manera de mostrar que somos responsables. Es importante cuando vemos que los actores y las actrices interactúan en las redes sociales, ya que de esta manera nos damos cuenta de que los trataron bien, de que están satisfechos y de que les gustaría volver a trabajar con esa compañía. Es importante tener tiempo luego de las escenas para hablar con ellos y que nos puedan dar una devolución de cómo se sintieron trabajando, con quién les gustó trabajar más, y tenerlo en cuenta para futuras escenas. Tratamos de que los actores formen parte de programas de afiliados, así pueden obtener parte de la ganancia de los consumidores que convoquen y de la gente que compra material. La idea es mostrar que nos preocupamos por ellos. Todo el mundo comete errores, pero así se aprende.