Hay distintas maneras de quedar atrapados, de tendernos trampas, pero la infancia es un lugar en el que indefectiblemente somos rehenes de los demás. Nadie es libre, dice este cuento de Inés Garbarino, construido desde la opresión de lo nimio, en que los detalles funcionan como materiales para construir una cárcel.
Una madre primeriza intenta escribir entre los intersticios de sueño de su bebé y la vida cotidiana. La escritora tiene pendiente un cuento sobre su propia madre mientras bucea en la memoria y los pliegues de su cuerpo. ¿Qué margen de libertad hay para una artista madre? ¿Es el arte una llave para la liberación?
¿Puede renacer algo que nunca fue? La protagonista de este cuento deja Argentina rumbo a una promesa francesa para convertirse en otra, en alguien que cruza el océano hacia un destino arreglado, pero se instala en el recuerdo. Décadas después, un nuevo impulso vital la hace volver a eso que creía perdido.
Y una mañana nos damos cuenta de que vivimos con un extraño, un poseído, un espíritu reemplazando a otro. ¿Qué queda de la persona anterior? ¿Adónde se la va a buscar si queremos volver a ella? En este cuento, el escritor argentino Tomás Downey parece que advirtiera: cuidado con desear que el otro cambie, porque se puede cumplir.