Los antiguos griegos llamaron ilirios a los integrantes de tribus que habitaban al norte de Grecia, en los Balcanes occidentales. En esa zona, la herencia de aquellos pueblos todavía se transmite, pero corre riesgo de desaparecer debido a las alteraciones en su ecosistema.
Kelmend, la región montañosa en el extremo norte de Albania, con su particular biodiversidad natural y cultural, es el hogar de los últimos descendientes de los ilirios. Su manera de pensar, de ser y de actuar evoluciona en armonía con la naturaleza al tiempo que forma parte de un pensamiento tradicional dinámico y de una sabiduría integrada a la modernidad. El equilibrio entre las personas y la naturaleza configura el orden social y cultural.
Nunca asimilados a sucesivos agresores (eslavos y otomanos), los ilirios mantuvieron sus tradiciones ancestrales a pesar de la severa represión que sufrieron durante el régimen comunista albano. Siempre lucharon para preservar esta herencia que ellos consideran un don de Dios, para protegerla y transmitirla, con frecuencia pagando con su propia sangre.
Ahora enfrentan otra amenaza. El ecoturismo asomaba como una oportunidad de desarrollo para la región, junto con la producción de alimentos orgánicos y la comercialización de plantas medicinales, resultado del trabajo de pastores trashumantes y sus rebaños. Ese ambiente excepcional, y su cultura milenaria, están en peligro de extinción, ya que se planea construir cerca de 3.000 represas hidroeléctricas y desvíos de cursos de agua en la zona de los Balcanes; 188 ya están en construcción.
Es en esta región donde late el “corazón azul de Europa”, los últimos ríos salvajes, y se encuentra uno de los más ricos ecosistemas del continente. Miles de kilómetros de ríos, miles de personas y cientos de especies están en riesgo.
El proceso ya empezó. En Kelmend, muchos ríos están completamente secos debido a las tuberías que conducen el agua hacia represas. Sólo para el río Cemi, de 65 kilómetros de largo, hay 14 centrales hidroeléctricas planeadas o en funcionamiento.
Las represas, como los desvíos de las cuencas hidrográficas de los ríos, son devastadoras para los ecosistemas y la gente que vive cerca. Representan verdaderas bombas ecológicas, sociales y culturales. Toda la vida de la comunidad de pastores está vinculada al río. Para ellos no puede haber vida una vez que el río, desviado y puesto en tubos, se convierta en un desierto.
La energía hidroeléctrica es la única fuente de energía “renovable” que causa extinción de especies, mueve pueblos en todo en mundo y contribuye al cambio climático.
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