Se acerca el final de 2020 y en Berlín los días de sol escasean. Hoy es uno de ellos y los siete grados de máxima en el pronóstico invitan a cualquiera a sentarse tras un ventanal con una bebida caliente, donde el ángulo del sol entibie el cuerpo. Pero no. Es el año de la pandemia y el reglamento sólo permite a los negocios gastronómicos abrir para llevar. Concretar una entrevista con el dueño de uno de ellos, en cambio, es tarea más fácil. Visito el Café Canna, en Prenzlauer Berg (el Punta Carretas de Berlín), y Nico Schack me espera para conversar acerca del estatus del uso en comestibles del CBD (un cannabinoide catalogado como no psicoactivo).
La puerta del local está abierta y su dueño está sentado en un taburete alto, con unos cuantos papeles desplegados sobre la barra y su laptop encendida. Las demás sillas están apoyadas boca abajo sobre las mesas, fuera de uso. Nos saludamos sustituyendo la mano por el puño cerrado y enseguida me ofrece un café. Pido un americano y al segundo me retruca: “¿Le agrego algunas gotas de CBD?”.
En eso, suena su teléfono. Me desliza el café mientras atiende y me hace señas de que va a demorar. Durante los siguientes 15 minutos me dedico a explorar la gran variedad de artículos cannábicos que hay en los mostradores, mientras de rebote me llegan palabras de su preocupada conversación telefónica con el dueño de otro café, a un par de cuadras.
Finalmente se acerca, disculpándose. Me pregunta cómo estuvo el café. “Al principio olía bastante fuerte”, le digo. El CBD ya se nota, me siento relajado. Le pregunto por la llamada y así comienza el relato de la telenovela que se ha formado alrededor del CBD desde su reaparición en Europa.
Hace cuatro años abrió el primer café cannábico en Berlín, también acá cerca. Yo estoy desde hace un año y medio y en el último año abrieron cuatro más, dos de ellos también a la vuelta de la esquina. Es la zona para hacerlo, viste. […] Pero hace ya unos meses que todos estamos teniendo problemas con el Ordnungsamt [Oficina del Orden, la agencia estatal que se encuentra un escalón por debajo de la Policía]. Vienen, se llevan parte de nuestra mercadería para testearla y la devuelven algunas semanas después, pero la demora en la devolución nos fuerza siempre a tener un excedente de artículos para reponer cada vez que nos visitan. […] Es un poco una cacería de brujas. En teoría lo que hacen es testear los niveles de THC, que en Alemania son legales sólo hasta 0,2%, pero somos muy pocos los cafés que trabajamos con CBD y esto se ha vuelto un constante acoso. Recién hablaba por teléfono con el dueño de otro de los negocios de la zona. Llamó para avisarme que ayer le cayó el Ordnungsamt y le dieron vuelta el local. Ya es el segundo en la semana y sé que van a pasar por acá en cualquier momento. Suena una sirena o pasan uniformes y ya me apronto.
Le pregunto por qué el acoso. La Policía en Alemania suele ser muy discreta y paciente, monitoreando áreas como Görlitzer Park (donde se vende casi todo tipo de drogas a cualquier hora del día) sólo para asegurar la paz, consciente de que la compra y la venta sucederán de una manera u otra.
Me acerca una página plastificada, con el sello del gobierno federal, y me explica:
Esto es una copia de la única ley redactada respecto de la comercialización y el uso del CBD, y tiene dos problemas. El primero es que el CBD se encuentra en un gris legal y todavía no se ha decidido si se calificará oficialmente como droga o alimento. Por ahora su estatus es “alimento novel”, que es el rótulo que la Unión Europea le adjudica a cualquier producto de ingesta humana que ingresa al mercado europeo a partir de 1997. Pasó por primera vez cuando se comenzó a importar chía, que proviene originalmente de México y en Europa era prácticamente desconocida hasta que algunas tiendas macrobióticas la empezaron a comercializar en el boom de la comida saludable y los súper alimentos, a partir de los años 2000. Cada nuevo producto debe pasar diez años como alimento novel. En ese período se estudian sus posibles beneficios o detrimentos para la salud y su venta está rigurosamente controlada. Cuando pasan esos diez años, se decide finalmente si se libera su importación para uso industrial o si se limita su uso a investigación y medicina.
En definitiva, nadie está autorizado a vender comestibles con CBD. Puedo vender aceites esenciales, puedo vender miel con CBD y hasta puedo vender cogollos, pero siempre en la etiqueta debo indicar que es para uso cosmético o para ser quemado como incienso, no para ingerir o fumar. Por otro lado, este chocolate que tengo en el mostrador, que evidentemente es para comer, tiene CBD, y de hecho también lo venden lugares como BIO Company, una cadena de supermercados de productos 100% orgánicos, o Rossmann, la cadena de farmacias más importante de Alemania, pero sólo a nosotros nos caen las inspecciones constantes, por eso te digo que es un poco una caza de brujas. También hacemos repostería con CBD; la mitad de lo que ves ahí tiene CBD, pero con eso es más fácil porque hacemos la producción para el día acá mismo y puedo agregar el CBD a último momento.
El cannabis estuvo siempre presente en la vida rural europea. Fue recién en la primera mitad del siglo XX, con el auge de las industrias farmacéuticas, que comenzó la guerra contra las drogas y, con la intención de prohibir el THC, erróneamente se ilegalizó el cannabis en todas sus variedades. El crecimiento de la industria petrolífera aprovechó la falta de textiles y plásticos, que hasta entonces se fabricaban con cáñamo, y aparecieron los materiales industriales derivados del petróleo, como el poliéster y el polietileno. Recién en los años 90 se volvió a legalizar el cultivo de cáñamo y en la última década se comenzó a revisar la posibilidad de liberar el CBD.
Schack continúa:
En Suiza y Austria está permitido cultivar cannabis con un contenido de THC de hasta 1%, igual que en Uruguay, pero en Alemania el margen es solamente de 0,2% y esto limita el contenido de CBD que nuestros productos pueden alcanzar, porque los valores van de la mano. Es decir, con nuestro techo legal de THC, es imposible elaborar productos con niveles de CBD mayores a 4% o 5%, mientras que en Austria o Suiza los mismos productos pueden superar el 20%.
El segundo problema es la ignorancia en la materia que tienen quienes redactan las leyes. La clase política pertenece a una generación en la que la educación acerca del cannabis se limita a la propaganda dogmática de la guerra contra las drogas. Para muchos de ellos sólo hay dos tipos de sustancias: las legales y las ilegales. Las legales serían la nicotina, la cafeína o el alcohol y las ilegales serían todas las demás, salvo que vengan con una receta médica, ahí les encanta y la industria farmacéutica se frota las manos.
Esta escasez de información, sumada a la falta de fondos públicos dedicados a la investigación científica en las últimas décadas, fuerza a la clase política a escuchar a la industria en teoría más entendida en el tema, que es la farmacéutica, pero esta tiene muy poco interés en democratizar el conocimiento sobre diferentes drogas y mucho en generar la mayor cantidad de ingresos de la manera más pragmática posible. Sigue explicando:
Si logran que el CBD se considere legalmente una droga, ellos lo sintetizan, lo patentan y se quedan con el monopolio. Esto nos deja con legisladores confundidos, desinformados y comprometidos con los intereses de corporaciones muy poderosas a cargo de redactar las leyes que nos afectan a nosotros, los pequeños emprendedores.
En definitiva, la redacción de la ley que te estoy mostrando deja muchos puntos sin aclarar y puede ser interpretada de dos o tres formas distintas. Obviamente, nosotros la interpretamos de la manera que nos es más conveniente, pero nos deja a la merced de la dirigencia del Ordnungsamt, de cómo ellos entiendan la ley y qué tan rigurosos decidan ser al respecto. En los últimos meses hemos chocado mucho y hemos llegado al punto en que los abogados de cada café se han puesto en contacto entre sí. Es un estrés constante y estamos trabajando para tener un solo equipo legal que nos asesore y defienda a todos juntos.
Empiezan a llegar clientes con más frecuencia y la conversación se entorpece cada vez que tiene que atender el mostrador, por lo que ordeno mis apuntes y me preparo para redondear la entrevista. Le consulto por el final de los diez años con el rótulo “alimento novel”. Me responde que los diez años estaban por terminar y que el debate sobre cómo catalogar el CBD, que había sido previsto para enero de 2020, se postergó en el Parlamento de la Unión Europea debido al coronavirus. Me dice también que es inminente otro debate con votación en las Naciones Unidas, donde la discusión se enfoca en el aspecto médico.
El día siguiente a mi visita llegó la primera buena noticia para Schack y sus colegas: el Parlamento de la Unión Europea aprobó la propuesta de catalogar el CBD como alimento y no como droga. Las flores, los aceites esenciales y la miel no necesitarán, a partir de 2021, la mentira blanca en la etiqueta de sus envases y podrán ahora ser oficialmente ingeridos. La repostería hecha en la cocina del café pasará a exhibirse con el detalle de sus ingredientes en el mostrador en todo momento. Las visitas forzadas del Ordnungsamt, de todas formas, seguirán sucediendo de manera poco amistosa para mantener a raya el contenido de THC de cada producto en 0,2%.
La semana siguiente llegó la segunda buena noticia: la Asamblea General de las Naciones Unidas votó a favor de la propuesta de la Organización Mundial de la Salud, que había sugerido flexibilizar las restricciones legales para el uso médico del cannabis, reconociendo sus beneficios para tratar diversas condiciones y enfermedades como relajante corporal sin ningún efecto adverso encontrado en más de una década de estudio.
En la mayoría de los hospitales de Europa Occidental se usa desde hace ya algunos años, pero en otros países la decisión de la asamblea sirve para generar conversaciones nuevas dentro de la clase política.
El principal problema que afronta el cannabis es el prejuicio de la mala información, y es necesario limpiar su nombre para que productos textiles y alimenticios tengan una entrada positiva en el ámbito industrial. La estigmatización y el tabú inculcados en la guerra contra las drogas de mediados del siglo XX parece que son revertidos lentamente con el recambio generacional, pero todavía queda bastante por hacer.