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Laguna de Rocha.

Laguna de Rocha: la quietud dinámica

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La vida abunda en una zona en la que confluyen el agua oceánica y el agua dulce, atrayendo a especies nativas y migrantes.

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La franja de 100 metros de arena de la barra separa los dos cuerpos de agua. De un lado, el océano Atlántico descarga enérgicamente las clásicas olas rochenses sobre una larguísima playa. Enfrente, el agua tranquila de la laguna refleja casi como un espejo las siluetas de un grupo de chorlitos que buscan comida en la orilla.

Estos dos mundos tan cercanos, el dulce y el salado, se encuentran cada tanto, cuando el agua crece y la barra se abre. Ese cambio generado en la laguna es el motor de buena parte de su diversidad biológica. El intercambio de agua dulce con agua de mar permite un flujo de peces, camarones, cangrejos y moluscos, que a su vez hace que las diferentes aves del lugar prosperen gracias a la diversidad y la abundancia de alimento.

Al sur del departamento de Rocha, la laguna despliega más de 70 kilómetros cuadrados de agua que, a pesar de su enorme extensión, generalmente no pasan de los 70 centímetros de profundidad.

El flamenco, una de las aves visitantes de la laguna, se encuentra siempre en el agua, en una constante búsqueda de alimento.

En la laguna confluyen cinco ríos y arroyos de diferentes cuencas, para juntar, sumados a la lluvia, el agua de una laguna que al visitante le parece casi inabarcable, que se extiende hasta donde se pierde la vista.

De hecho, un paseo en bote lleva una buena hora y media para recorrer diversos rincones y llegar, por ejemplo, a partes más alejadas, como los llamados “bolsones”. Estos son como ensenadas, zonas tranquilas, de menos profundidad y fondo más barroso, donde se suelen concentrar cisnes de cuello negro y otras aves.

La laguna y su entorno son conocidos por atraer una gran cantidad de aves, con más de 200 especies avistadas. Allí se encuentran a gusto las autóctonas, como los cuervillos, los cisnes coscoroba y los célebres cisnes de cuello negro, así como también visitantes que se quedan sólo por un tiempo, como el flamenco chileno, el chorlito canela y el chorlo dorado.

El macho y la hembra de los cisnes coscoroba muestran el mismo plumaje blanco, por lo que es muy difícil distinguir su sexo.

El cisne de cuello negro es una de las especies más identificadas con la vida en la laguna y se lo puede ver en grandes grupos, flotando mientras se alimenta filtrando algas con las laminillas de su pico. Su dieta de vegetales y pastos se complementa con algunas larvas de insectos y otros invertebrados acuáticos. Son muy discretos con los sitios de reproducción y es muy difícil descubrir uno de sus nidos. Por su gran tamaño, les cuesta despegar, y para volar deben carretear impulsándose sobre el agua con sus patas como un avión sobre la pista. En censos, se han llegado a contar más de 6.000 cisnes en la laguna.

Menos notorio es el coscoroba, que puede verse nadando en estas aguas pero siempre en número más reducido. Esta ave es objeto de gran polémica entre los científicos, que no terminan de ponerse de acuerdo en si clasificarla como cisne o como ganso. Lo cierto es que se los puede ver flotando en parejas o en pequeños grupos, reconocibles a la distancia por su pico color coral.

El chorlito rabadilla blanca pasa varios meses en la laguna recargando combustible antes de seguir su viaje.

En la orilla, o flotando aguas adentro, se pueden ver además garzas, gallaretas, gaviotas, gaviotines, cigüeñas y rayadores, aves que tienen diversas adaptaciones al medio acuático, del que obtienen su comida.

También llegan a estas aguas muchas aves migratorias, atraídas por la abundancia de alimento. Algunas se instalan por un tiempo, a descansar y recargar la energía antes de continuar su viaje. Es el caso del chorlo de rabadilla blanca, que se queda entre setiembre y abril en una escala antes de seguir hacia el norte, donde se reproduce. Pasa la mayor parte del día en la orilla, con el pico metido en la arena buscando crustáceos y otros invertebrados.

Pero no sólo aves se encuentran en este ambiente. Escondidos entre los juncos y la vegetación de la orilla se puede llegar a ver, sobre todo en horas de la tarde, a algunos mamíferos, como nutrias, carpinchos y lobitos de río, todos con una fuerte conexión con el agua.

El único momento que comparten el macho y la hembra de estas avispas es durante la cópula, el resto de su vida sucede en mundos distintos.

Los lobitos de río son veloces nadadores que atrapan peces sumergiéndose hasta durante medio minuto. Muchas veces comen a sus presas flotando, sin volver a la orilla, sosteniendo al pez hábilmente entre las patas delanteras mientras lo van trozando con sus afilados dientes.

Alejándose un poco del agua, entre los juncos o en terreno más firme, se puede ver asomándose a un tímido apereá y tal vez hasta a algún zorro que intenta sorprenderlo.

Por supuesto que bajo el agua también abunda la vida, con peces, camarones, cangrejos y moluscos que sirven de alimento para las aves y son buscados por los pescadores artesanales. Lisas, corvinas, lenguados y pejerreyes están entre las especies más apreciadas por la comunidad de pescadores que reside en la zona, que abastece, entre otros, a una cooperativa que cocina pescados y mariscos en la misma orilla.

Esta garza red parece estar esperando la zafra de camarones, haciendo guardia junto a las redes de captura.

Los camarones son tal vez la estrella gastronómica de estas aguas, aunque la zafra depende en parte de la apertura de la barra. Se reproducen en el mar, cuando se abre la barra y las larvas entran a la laguna para crecer y completar su desarrollo. Generalmente la pesca se hace entre febrero y abril. Para tener una idea de la importancia comercial de esta especie, en 2015 se obtuvieron unas 80 toneladas de camarón.

La abundancia de agua también genera un entorno perfecto para los anfibios. Las hojas de caraguatá, llenas de agudas púas, sirven de refugio a pequeñas ranas que se mantienen húmedas y ocultas entre sus pliegues. Y en torno a la laguna se generan charcos y lagunas temporales donde podemos encontrar al famoso sapito de Darwin, que después de la lluvia llega para reproducirse. También se puede ver y oír al sapito de jardín, reconocible por la línea clara que parte en dos mitades su lomo verdoso. Llama la atención lo mucho que se infla el buche de los machos cuando comienzan a croar para atraer a las hembras. Este saco vocal, al inflarse, actúa como un amplificador que potencia el canto del macho, de tal forma que puede oírse a cientos de metros.

Las hojas espinosas del caraguatá brindan sombra y protección a esta ranita trepadora, que las usa de refugio.

En el entorno de la laguna la vegetación es muy variada, con especies propias de las dunas, como pastos dibujantes, senecios y redonditas de agua, algunos parches de monte cerca de la orilla y juncos en las zonas de bañado. Entre los tallos que rodean las orillas se ve ir y venir una gran variedad de insectos. Hay momentos del año en que una nube de libélulas, cuyas larvas son, de hecho, acuáticas, se levanta cada vez que alguien camina cerca, rodeando al visitante con su zumbido. Mariposas y abejas pueden revolotear entre las flores mientras los gorgojos chupan con su trompa los jugos de los tallos espinosos del caraguatá.

En unos matorrales de carqueja florecidos, justo encontramos un insecto muy especial. Son avispas, alimentándose entre las flores. Hay varias parejas en plena cópula. Pero al mirar con atención se ve que macho y hembra son muy diferentes. La hembra, que es mucho más chica, no tiene alas. Son avispas de un grupo conocido científicamente como Tínidos, en que las hembras viven cerca del suelo y ponen sus huevos en larvas de escarabajos, bajo tierra. Durante la reproducción, permanecen unidos por el abdomen y el macho, arriba y prendido a la hembra, la fecunda mientras vuelan entre las plantas, alimentándose juntos de flor en flor.

La mariposa acróbata rojiza suele girar sobre la flor en que se ha posado mientras se alimenta.

A pesar de estar comprendida en el Sistema Nacional de Áreas Protegidas, la laguna enfrenta problemas de contaminación por la cercanía de cultivos y el vertido de residuos, fundamentalmente de los arroyos Rocha y Las Conchas, que reciben desechos urbanos, que han generado episodios de cianobacterias. En mediciones recientes se encontraron valores de fósforo superiores a los estándares recomendados. También se han encontrado residuos de agroquímicos cuyo uso no está permitido en el país.

Una vez más, vemos que no es fácil el equilibrio entre conservación y desarrollo, y que se requiere una continua vigilancia para poder advertir a tiempo los problemas y tomar las medidas que puedan solucionarlos.

Con el saco vocal extendido al máximo, este macho de sapito de jardín busca atraer cantando a alguna hembra.

Pasar el día junto a la laguna puede generar la falsa impresión de que el tiempo no pasa. Acá no hay olas ni mareas y no corre el agua, como en un río. Apenas el movimiento de las aves, la partida de una bandada de chorlos o el aterrizaje de una garza nos sugieren algún cambio.

Pero bajo la apariencia de un enorme espejo de agua casi inmóvil se esconde una variedad de vida animal asombrosa y en continua actividad, si uno sabe buscarla.

Archivo de De la Raíz Films.

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