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Entrevista con el senador Danilo Astori, el 13 de marzo de 2020.

Foto: Alessandro Maradei

Danilo Astori: “El camino es la paciencia, la conversación y el trabajo”

22 minutos de lectura

¿Cuáles son las grandes líneas del ideario bautizado como “astorismo”? Así como en la primera edición de Lento entrevistamos a José Mujica, para este número 100 queríamos hablar con la principal figura de una corriente fundamental de la izquierda uruguaya. Conversamos con Danilo Astori bajo la consigna de saltearnos varios temas de la coyuntura política más reciente.

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Hubo una constante principal en los 15 años de gobierno del Frente Amplio: Danilo Astori al frente de la conducción de la política económica. Eso incluye su etapa como vicepresidente, durante el gobierno de José Mujica (2010-2015), y administraciones en el Ministerio de Economía y Finanzas que estuvieron de todas maneras identificadas con esa entelequia denominada “astorismo”.

En la izquierda uruguaya existen el seregnismo, el mujiquismo, el vazquismo y también el astorismo. La formación de sustantivos a partir del sufijo que en política se utiliza para designar grandes doctrinas parece ser, por ahora, un privilegio del que sólo gozan los “padres mayores” del medio siglo de historia frenteamplista.

¿Qué es el astorismo? Quizás haya más de una respuesta posible y seguramente se investigará mucho sobre el tema. Lo que es innegable es que toda aproximación deberá contar con las palabras y las acciones de la figura central de esa corriente.

En la charla que mantuvimos con el senador Astori conversamos sobre su formación religiosa en el colegio Maturana, los años en la Facultad de Economía, el trabajo en la Comisión de Inversiones y Desarrollo Económico (CIDE), la matriz cepalina, la conformación del Frente Amplio, los aportes del cristianismo a la izquierda, el desgaste del gobierno, los vaivenes de la autocrítica, la generosidad y la ingratitud en la política. También la Concertación chilena, el sandinismo, Nicolás Maduro, los dogmatismos ideológicos y la atomización de la izquierda aparecieron en la conversación. En una hora y media de diálogo surgieron, asimismo, nombres de la política uruguaya, como Ricardo Zerbino, Alberto Couriel, Enrique Iglesias, Alejandro Atchugarry y Wilson Ferreira Aldunate. Y una etiqueta mayor, otra especie de constante principal: el general Liber Seregni.

Entrevista durante la primera legislatura posdictadura (1985-1989).

Foto: Carlos Contrera

¿Cuál es la etapa de su carrera política que recuerda con más cariño?

Sin desmerecer a las otras, diría que a partir de 1985, cuando asumí además mi segundo decanato de la Facultad [de Economía de la Universidad de la República], porque antes de la dictadura también había sido decano de la facultad. Y elijo esa etapa porque en esos años empieza mi más estrecho conocimiento y colaboración de Liber Seregni. Ese vínculo, ese trabajar juntos, ese aprender con Seregni es para mí una época inolvidable. Obviamente, eso se extendería, seríamos luego la fórmula presidencial del Frente Amplio en 1989, pero después, más allá de eso, seguimos trabajando un tiempo juntos, como mínimo hasta 1996, que es cuando Seregni renunció a la presidencia del Frente. Siento mucho afecto y cariño, tengo muchos recuerdos nostálgicos, en el buen sentido de la palabra, de aquella época que se inició aproximadamente en el 85. Ojo, yo a Seregni lo conozco desde 1971: yo trabajaba en la facultad, en la docencia, en la investigación, cuando él me invitó a unirme a un grupo de militantes frenteamplistas que trabajarían en el área programática. Ahora, la relación del 85 en adelante es mucho más estrecha y profunda; ahí ya no era un militante que colaboraba en tareas fundamentales, sino que Seregni me propuso presidir la comisión de programa del Frente Amplio. Recuerdo esa época con mucho cariño, con mucho afecto.

Estudió en un colegio católico, el San Francisco de Sales (Maturana). ¿Qué quedó de esa formación para los años siguientes, para las decisiones políticas que tomó en su carrera?

Mi impresión personal, la que tengo adentro del pecho, la podría resumir en una sola palabra: disciplina. Diría que es la palabra más justa para sintetizar una época muy importante de mi vida. No era que iba al San Francisco de Sales: yo vivía en el San Francisco de Sales. Estaba a 50 metros del colegio y toda mi vida, la escolar, la liceal y también la extracurricular, como los deportes, el fútbol, sobre todo, la vivía allí como si fuera mi casa. Ahora, ¿qué siento yo que me dejaron mis años en el Maturana? Diría esa palabra, disciplina, una fuerte disciplina. Ojo, disciplina no quiere decir no equivocarse; disciplina quiere decir cometer errores, tener algún acierto de vez en cuando, pero ser muy ordenado, ser muy sistemático con las cosas con las que había que ser sistemático.

¿Y el cristianismo?

Bueno, yo soy católico apostólico romano, para decirlo con el nombre y el apellido. Obviamente que mi catolicismo y mi profunda fe cristiana son fruto de mis años en el Maturana. No es que me haya hecho católico en el Maturana, pero todos esos años, que fueron unos cuantos entre escuela y liceo, van conformando una síntesis religiosa que se afirma mucho en el interior de cada uno, en el fuero interno de cada uno. No podría entender mi catolicismo sin los años del Maturana, como le pasa, creo yo, a mucha gente. Hemos hecho alguna reunión con políticos de todos los partidos que fueron al Maturana y sentían lo mismo. Así que disciplina y fe cristiana son dos consecuencias fundamentales de aquellos años.

¿Cómo convivió esa fe cristiana con definiciones del Frente Amplio que podían contradecirla, por ejemplo, en temas como aborto? ¿Cómo coexisten en esos casos la política y la religión?

Como un intento de entender cuáles eran las razones que explican contradicciones como las que vos mencionás. Yo soy cristiano, soy católico apostólico romano y, sin embargo, creo que la discusión sobre el aborto supera los límites de una convicción religiosa como la que tengo. Yo estoy a favor de la interrupción voluntaria del embarazo, porque están en juego factores como la libertad de la mujer, de su cuerpo, y las condiciones sociales y políticas en las que se inserta, que también merecen ser concebidas, analizadas y tamizadas a la luz de la posición que se toma. No es que tengo una religión para mí sólo, que a mí me permite estar a favor del aborto y a otros no; la religión, y en el caso de la religión católica, tiene que tender —y la tendencia ha sido esa— a ampliar el espectro de reflexión de los temas conflictivos. Este es uno de ellos, pero hay otros. Por ejemplo, el abuso sexual ejercido por miembros de la iglesia como institución: ahí tenés otro caso sobre el que, obviamente, tengo una posición muy definida y fuerte. Creo que el paso del tiempo y de los siglos ha ido aumentando el margen de reflexión de la Iglesia Católica y ha permitido que pensemos con más profundidad temas conflictivos y pongamos en juego para la reflexión aspectos importantes que tienen que ver con ellos.

¿Cuál fue el aporte de las corrientes cristianas a la fundación del Frente Amplio? ¿Está suficientemente calibrada la importancia que tuvieron?

Diría que los primeros aportes están muy representados en el Partido Demócrata Cristiano y en la figura de Juan Pablo Terra. El aporte que hicieron a la conformación del Frente tiene que ver, en alguna medida, con la respuesta anterior: un punto de vista, una mirada desde la cual reflexionar para ampliar el espectro de la transformación de la sociedad. ¿Por qué nace el Frente Amplio? Nace porque, primero, aquí había izquierda clásica, como el Partido Socialista y el Partido Comunista, desde principios del siglo XX, pero también nace porque hay una mirada cristiana que aporta a la acumulación. Se gestó una mirada desde otro ángulo, incluso espiritualmente hablando, con lo cual se intentaba acumular y, por lo tanto, generar mayor poder de llegada a la sociedad y al mismo tiempo mayores réditos políticos y electorales que los que podía tener la izquierda desacumulada. Hay un conjunto de principios y valores básicos que se comparten entre todos esos grupos y también con los independientes que se sumaron a la izquierda clásica y al Partido Demócrata Cristiano, y en esa suma se van aportando nuevas miradas sobre la humanidad y nuevos puntos de vista para reflexionar desde ciertas perspectivas que con el enfoque clásico no eran posibles. La mirada de la fe cristiana y la reflexión cristiana agregan aspectos que son fundamentales para que el pueblo uruguayo también supiera que había varios orígenes para llegar a esa propuesta de acumulación que se llamó Frente Amplio. Entonces aporta eso, aporta miradas diferentes, aporta la fe cristiana, aporta la esperanza cristiana y al mismo tiempo revela que es posible trabajar juntos. Una de las cosas que demuestra el Frente Amplio es que esto es posible, que no hay una antinomia, no hay una oposición insalvable entre lo que podría ser visto como material desde el punto de vista de la izquierda clásica hasta lo que puede ser visto como espiritual en el caso del cristianismo. Todo eso aporta: amplitud, acumulación, mirada con una diversidad mayor a la anterior.

Jaime Pérez, Danilo Astori, Tabaré Vázquez y Félix Díaz, durante el XXII Congreso del Partido Comunista, en octubre de 1990.

Foto: Carlos Contrera

¿Esa amplitud existe en el Frente actual?

Voy a decir dos cosas que espero que no luzcan contradictorias. La posibilidad de la multiplicidad de miradas, incluyendo la material y la cristiana —“material” en cuanto a que se diferencia de algo que tiene una fuente fundamentalmente espiritual, como la religión—, la veo con las mismas posibilidades del pasado. No diría lo mismo respecto de la capacidad que tiene el Frente de modernizarse, avanzar, democratizarse internamente y hacia afuera con una estructura más cercana al pueblo frenteamplista, con una renovación ideológica, con una renovación generacional que es absolutamente fundamental. A Seregni le gustaba decir “nuestro Frente Amplio” para reforzar ese sentido de pertenencia que tenemos los frenteamplistas; en una inmensa mayoría no somos del Frente Amplio, sino que pertenecemos al Frente Amplio, somos una parte del Frente Amplio, mucho más que simples votantes que van a una elección y votan por él. Sin embargo, hoy el Frente está bastante más lejos que en sus primeras épocas de lo que podríamos llamar la generosidad política. El Frente Amplio nace con mucha generosidad entre los compañeros. Además de aquella mirada estratégica y de aquella responsabilidad que siempre sintió Seregni, la conformación fundacional del Frente Amplio es una conformación generosa, en la que se hace lugar al compañero o a la compañera, se tienen en cuenta sus opiniones, se tiene un sentido propio y cabal de lo que es la acumulación de fuerzas. Eso lo veo muy frágil en la época actual. Creo que hoy hay poca generosidad.

¿En qué aspectos falta generosidad?

Por ejemplo, hay una predominancia muy grande de la lucha por candidaturas y cargos —muy temprana lucha, además—, lo cual dificulta algo fundamental que necesitamos después de 15 años de gobierno, que es una línea de oposición coherente. Fuerte, como debe ser toda oposición, pero al mismo tiempo profunda, rigurosa, estudiosa. No encontramos en este momento la línea más conveniente para ser oposición. Naturalmente, el gobierno ayuda a que estemos haciendo las cosas mal; muchas veces se dice que un buen gobierno necesita una buena oposición. Creo también que una buena oposición necesita un buen gobierno, y hoy no tenemos ni una cosa ni la otra, lamentablemente. Entonces, me parece que hemos perdido algunas de aquellas cualidades de la fundación. Naturalmente, el tiempo pasa y la gestión desgasta, pero tendríamos que ser conscientes de esa autocrítica, que tiene varios niveles. Tiene un perfil organizativo: el Frente Amplio necesita modificar su estructura organizativa. Y tiene un perfil ideológico: obviamente, la realidad de hoy es totalmente distinta a la de otros tiempos y va cambiando a una velocidad impresionante. Hace poco, por ejemplo, presenté un proyecto para gravar los activos financieros de los uruguayos en el exterior y la oposición, haciendo uso de una muletilla que repite, dijo “¿por qué no lo hizo cuando era gobierno?”. No lo hice cuando era gobierno porque era otra situación totalmente distinta y no había pandemia, entre otras cosas. La realidad cambia muy rápidamente y con los cambios de la realidad hay que ir cambiando la propuesta ideológica. La propuesta ideológica no puede estancarse, tiene que avanzar y tiene que vincularse con la realidad. Para cambiar hay que conocer, y el que renuncia a conocer no puede cambiar, en mi modesta opinión.

Recientemente escribió sobre esos necesarios ajustes que el conocimiento de la realidad debe imprimirle a la práctica, y opinó que el gobierno tiene dificultades para aplicar esas correcciones.

Sin duda. Hay un tema ideológico muy claro, muy profundo. Nosotros tenemos una visión ideológicamente muy distinta a la del gobierno y a veces cometemos el error de que no quede claro eso por nuestra responsabilidad, no por responsabilidad del gobierno. El gobierno, por ejemplo, a propósito de la pandemia, ve que cambia la realidad y no se pone a tono con ese cambio de realidad. Nosotros, al mismo tiempo, no nos damos cuenta de que a veces somos nosotros los que alentamos esa falta de ritmo y de concordancia entre cambio de realidad y cambio de propuesta ideológica.

Interpelación conjunta a los ministros de Economía, Danilo Astori, y de Relaciones Exteriores, Reinaldo Gargano. El miembro interpelante fue el senador Jorge Larrañaga, que los convocó para conocer su posición acerca de un eventual tratado de libre comercio con Estados Unidos, en agosto de 2006.

Foto: Sandro Pereyra

En un documento que escribió para el aniversario de su sector, Asamblea Uruguay, reivindicó la mirada estratégica y habló de “priorizar el interés nacional por encima de eventuales ventajas partidarias sectoriales y personales como una seña de identidad”. ¿En qué medida esa posición entra en conflicto con la política más pura y dura? ¿Siente que esa convicción terminó siendo un freno en su carrera política?

Para ser muy sincero, mi respuesta es afirmativa: lo sentí como un freno. Y ahora, haciendo un repaso de toda mi vida política, lo compruebo. Tal vez mi punto de vista sea un tanto ingenuo, es muy probable, pero les puedo asegurar que no soy sólo yo el que cree en esto; hay mucha gente que cree en esto y que también ha pagado su precio, por supuesto. Voy a empezar por el más grande de todos, Seregni. Él fue un ejemplo de generosidad política, y así lo pagó. Se tuvo que ir del Frente Amplio porque el Frente Amplio no le permitía cumplir con un acuerdo que había hecho con los partidos tradicionales en la aprobación de la reforma constitucional que, dicho sea de paso, fue aprobada por un escaso margen y a mí me parece que ayudó notoriamente a que el Frente Amplio llegara al gobierno y estuviera 15 años ejerciendo esa tarea. Por apoyar esa reforma constitucional Seregni pagó un precio altísimo y yo también, modestamente, junto a él. Podría tomar otros ejemplos, pero ese es muy grande y por eso lo tomo. Es un fundamento de mi respuesta afirmativa a esta pregunta: pagamos un precio, sin duda, porque a partir de ese momento a mí me parece que al menos una parte importante de los frenteamplistas no compartió la posición que tomamos y eso tuvo un reflejo en el apoyo que recibimos.

¿Identifica actores políticos que hayan sufrido problemas parecidos pero fuera del Frente Amplio?

Creo que sí. El primer nombre que se me ocurre es el de un político que admiré siempre: Alejandro Atchugarry. Es sólo un ejemplo. En los partidos tradicionales y en toda la política uruguaya ha ocurrido esto. Soy también admirador, y tuve el privilegio de trabajar con él tres años, de Wilson Ferreira Aldunate. Wilson es otra persona que también pagó precios por practicar política basada en los valores que estamos comentando ahora. Wilson fue un gran político y un gran maestro para mí en materia política. Nosotros trabajamos en un área muy definida y concentrada, que era el área agropecuaria. Wilson era ministro de Ganadería y Agricultura y yo era un joven que empezaba a practicar mi profesión, pero llegamos a tener un grado de confianza muy grande, y me consta que Wilson pagó también por ese tipo de metodología política.

Danilo Astori, Mónica Xavier, Lilian Kechichian y, atrás, Jorge Orrico, durante el acto de lanzamiento de la campaña del Frente Liber Seregni para las elecciones internas del Frente Amplio, el 9 de abril de 2014.

Foto: Sandro Pereyra

Esos años en los que trabajó con él, en la década del 60, fueron muy importantes para la izquierda aquí y en el mundo por distintas razones. En los estudios económicos también fueron años de ideas nuevas y de creación de instituciones, como la CIDE, la Oficina de Planeamiento y Presupuesto y el Banco Central. ¿Cómo recuerda esa época, en la que la economía como disciplina empieza a cobrar importancia creciente en Uruguay?

Arranqué en la CIDE en el año en que empezó, en 1960. En 1963 comencé a trabajar con Wilson, pero como parte de la CIDE. En 1966 Wilson deja el ministerio, porque los blancos pierden la elección y, obviamente, hubo una arrasada de cargos y responsabilidades, y él volvió al Senado en 1967. Pero en 1960 yo estaba terminando mi carrera y gané un concurso en el Instituto de Economía de la facultad. El instituto aportó muchos técnicos al gran plantel de la CIDE, que comienza en 1960 aproximadamente y luego atraviesa diversas etapas. En 1963, para hacer coherente todo este relato, se instauró el sector agropecuario de la CIDE. El CIDE agropecuario era lo que después sería la Oficina de Programación y Política Agropecuaria, o sea lo que Wilson tomaría como espacio de su trabajo como ministro, y ahí me dediqué de manera especializada a esa tarea. Si tuviera que resumir en un concepto personal toda esa etapa fundamental, que sería la etapa 1960-1967, no tengo dudas de que utilizaría la palabra “aprendizaje”. Me dediqué a aprender mucho y la verdad es que aprendí mucho porque tuve maestros de alta calidad. Obviamente, arranco por Enrique Iglesias, el factótum conductor de la CIDE, pero también un conjunto de profesionales que llegaron del exterior en el marco de convenios con institutos internacionales, que nos enseñaron muchísimo. A la época de la CIDE le debo un volumen de formación y de aprendizaje enorme. Por eso se transformó en una institución tan importante, con trabajos tan importantes como los que produjo.

También estudió en Chile.

Hice el posgrado en la Cepal. En realidad, la institución en que lo hice se llamaba Ilpes, que significa Instituto Latinoamericano de Planificación Económica y Social. ¿Por qué se fundó el Ilpes? Para permitir que siguiera Raúl Prebisch al frente. Raúl Prebisch, famoso economista argentino, fue fundador de la Cepal en 1948. Yo me presenté a una beca para hacer un posgrado y tuve un buen resultado. Me fui para Chile y realicé ese posgrado en el Ilpes, que se había fundado porque Prebisch había cumplido 70 años y se tenía que ir. Lo fundaron para que no se fuera, pero en el fondo fue la Cepal la que en definitiva nos albergó bajo su ámbito de convocatoria de estudiantes latinoamericanos. Eso fue en 1965.

Danilo Astori, José Mujica y Tabaré Vázquez tras conocerse el resultado del balotaje, el 29 de noviembre de 2009, en el hotel NH Columbia.

Foto: Javier Calvelo

¿Qué sobrevive de aquel desarrollismo de la Cepal en sus ideas actuales?

Es muy difícil definirlo con palabras únicas, pero la visión del desarrollo como visión completa, como visión que involucra el crecimiento inclusivo, la apertura de la economía y la apuesta a la calidad, que es el rumbo que intenté tomar cuando fui ministro de Economía, nace ahí. Nace en mi formación curricular. Entonces, le doy una importancia muy grande. El segundo concepto es la planificación, que también era clave en aquel posgrado. Por un lado el desarrollo, por otro lado la planificación. Hoy el concepto de planificación por el cual trabajamos, luchamos, sobre todo desde la izquierda, no es exactamente aquel que promovíamos desde la Cepal a mediados de los años 60. Hoy predomina fundamentalmente la orientación de la estrategia de desarrollo, y en la orientación de la estrategia de desarrollo pesan las características fundamentales de los países donde se aplica la experiencia. No hay un modelo de planificación para poner en práctica en todo tiempo y lugar. Hoy la izquierda tiene su visión del desarrollo, pero también tiene, y me refiero a Uruguay en particular, la necesidad de distinguir las características de cada realidad. No hay una metodología de planificación única ni mucho menos. Ahora, es fundamental el manejo de los instrumentos económicos, de las herramientas económicas, para lograr los objetivos del desarrollo. Los sintetizo en esas tres grandes líneas: crecimiento inclusivo, apertura del país al exterior —sobre todo en el caso de Uruguay, que es un país que se agranda creciendo hacia afuera, no tiene otra forma de agrandarse— y la apuesta a la calidad, que es la otra gran apuesta que tiene que hacer un país muy pequeño, que no es un país de cantidades, pero que sí puede ser un país de calidades. Ahí entran a jugar un conjunto de conceptos estratégicos muy importantes que sintetizo en educación, ciencia y tecnología. Uruguay tiene que pensar más a largo plazo que lo que está haciendo ahora. La discusión política en estos días muy escasamente se refiere al largo plazo, a la estrategia y a lo que va a venir después. Lo que va a venir para Uruguay no puede ser otra cosa que, en primer lugar, la educación, en segundo lugar, y no es por orden de jerarquía, la apuesta a la ciencia, y en tercer lugar, el resultado de la educación y la ciencia, que es el avance tecnológico. En esos términos creo que hay que pensar el futuro del país.

Entrevista en su despacho del Palacio Legislativo, el 10 de setiembre de 2014.

Foto: Iván Franco

El tema de la educación ya estaba en su tesis de grado, que hizo con tres compañeros. Hoy llama la atención los caminos que tomaron luego esos estudiantes; estaba Alberto Couriel, con el que tienen improntas distintas dentro del frenteamplismo...

Bueno, los conceptos fundamentales no son tan distintos. Puede haber matices.

Pero otro era el colorado Ricardo Zerbino, con el que sí hay diferencias notorias en sus trayectorias políticas y pensamiento económico.

La tesis se llamaba “Algunas vinculaciones entre la educación y el desarrollo económico”. Dejemos, con todo respeto, por un momento de lado a José Santías, el otro compañero de tesis, que no tiene vida pública y se ha dedicado a la actividad privada. Zerbino sí tuvo vida pública: fue ministro de Economía [en el primer gobierno de Julio María Sanguinetti]. Fue un ministerio difícil, porque era la salida de la dictadura y el país estaba muy mal, y la economía de Uruguay estaba muy mal. Tuvo que lidiar con una situación muy compleja para equilibrar el país y salir adelante. Creo que no lo hizo mal. De todas maneras, ideológicamente tenemos diferencias muy importantes. Zerbino es un gran amigo. Además, un amigo querido de toda la vida con el que tengo, obviamente, diferencias importantes desde el punto de vista ideológico. Pero con Ricardo hicimos los dos años preparatorios y después toda la facultad, dando todos los exámenes juntos. Por alguna de esas razones que a veces suceden en la vida, llegué un poquito antes que él a la última materia y no la di para esperarlo y recibirnos juntos, porque éramos los dos primeros de nuestra generación. Ese era mi cariño y mi afecto por Ricardo, con quien, obviamente, hemos discutido enormemente sobre política económica. Y el lazo de unión con Couriel es el que estábamos explicando recién. En primer lugar la CIDE, luego todo lo que vino en materia de políticas de desarrollo con el asesoramiento de profesores del exterior, la historia en el Frente Amplio, porque Couriel siempre estuvo en el Frente Amplio y recorrió todos los caminos de la militancia hasta llegar al Parlamento. Así que, sin perjuicio de que pudo haber habido matices, cosas de la vida, y también alguna diferencia en cuanto a las cosas de la vida y cómo tratarlas, de todas maneras la línea fundamental de trabajo ha sido la misma.

Habló de su experiencia en Chile. La Concertación chilena siempre fue un espejo en el que se miró el Frente Amplio. ¿Sigue de cerca los acontecimientos políticos de ese país?

Lo sigo día a día, leo todo lo que puedo; naturalmente, estoy hablando de material periodístico de buena calidad. La verdad es que es un cambio muy importante en la realidad. La Concertación jugó un papel fundamental a la salida de la dictadura; ya no juega ese papel fundamental. Al mismo tiempo, la derecha chilena, que siempre fue una derecha dura e imponente, en el sentido de imponerse por la fuerza cuando fue necesario, como sucedió en su apoyo a [Augusto] Pinochet, tampoco está teniendo resultados positivos. Chile es algo nuevo, algo que está diciéndoles que no y rechazando las propuestas tradicionales de izquierda y derecha, y por lo tanto es un fenómeno que es necesario analizar con la mayor rigurosidad posible. Me parece, además, que puede haber una reiteración de situaciones de este tipo en otros países de América Latina. Sin perjuicio de que Chile tiene sus características propias y los demás también tienen sus características propias, hay en el mundo fenómenos nuevos, entre los cuales está la peste esta que nos está flagelando, que están cambiando la vida de todos y que influyen sobre toda la sociedad, en la economía, la educación, la política, la seguridad pública. Y tenemos que estudiar ese fenómeno, porque está naciendo ahora. El resultado de la elección de los representantes para hacer una nueva constitución es impresionante, es otro Chile totalmente diferente al que conocimos hasta hace muy poco. Esto hay que seguirlo, hay que estudiarlo. Tenemos que estar preparándonos para novedades importantes bastante cercanas.

A pedido de la oposición, la Comisión Permanente del Parlamento recibió a Danilo Astori, ministro de Economía y Finanzas, y Guillermo Moncecchi, titular de Industria, Energía y Minería, a raíz del aumento de tarifas públicas que empezó a regir el 1º de enero, el 13 de febrero de 2019.

Foto: Federico Gutiérrez

En cuanto a esa rigurosidad para analizar la política internacional, ¿por qué piensa que el Frente Amplio demoró tanto en desencantarse y “soltarles la mano” a procesos como, por ejemplo, el gobierno de Daniel Ortega en Nicaragua o lo que pasa en Venezuela con Nicolás Maduro?

En el caso de Maduro, y refiriéndonos a compañeros muy respetables, cuya opinión no comparto, no podemos decir “costó tanto”: tenemos que decir “cuesta tanto”, porque todavía siguen manteniendo la misma actitud. Es un poco difícil darle una explicación a eso; ahora, la comprobación de que en el Frente Amplio sigue habiendo, en muchos casos, no en todos, un dogmatismo ideológico importante es un hecho absolutamente cierto. Cuando explico lo de la renovación en esa carta que dirigí a mis compañeros en el aniversario de Asamblea Uruguay me estoy refiriendo a la necesidad de superar los dogmatismos ideológicos. Hay todavía demasiados compañeros que creen que la renovación es asegurarse un puesto para las próximas elecciones y, sobre todo, la candidatura presidencial. Hay una contienda ya clarísima que afecta a muchos compañeros y eso nos saca un poco fuera de algo que es fundamental, que es lo número uno de la renovación: la renovación de ideas. No podemos seguir apoyando a Maduro. Es absolutamente insólito que el Frente Amplio, teniendo la historia que tiene, teniendo los padres que tiene, esté apoyando una dictadura como la de Venezuela. Hay dogmatismo. ¿Cómo se combate el dogmatismo? Discutiendo, pero en primer lugar, reconociéndolo, y hay muchos compañeros que no lo reconocen. Hay dos procesos que no quiero dejar de mencionar. El primero es la atomización que el Frente Amplio está sufriendo y que sólo se explica por temas electorales. Hay una especie de manejo de la ingeniería electoral que se ha transformado en una de las piezas fundamentales del funcionamiento político-electoral del Frente Amplio. Eso no puede ocurrir tampoco. El Frente no merece terminar con decenas de grupos que lo único que van a celebrar después es una banca en el Parlamento, pero que no van a aportar lo que el Frente Amplio tiene que aportar como fuerza de oposición. Y eso está pasando hoy. Está ocurriendo la desacumulación de aquello con lo que nació el Frente Amplio. Y el otro es ese dogmatismo ideológico y la incapacidad para tratar de planteárselo con sinceridad y decir “¿esto es lo que creemos nosotros realmente?”. Porque la otra cosa que está pasando junto con la atomización, y ahora voy al núcleo del tema, es la sucesión de declaraciones. El Frente Amplio declara sobre todo lo que pasa afuera, y a veces sobre algunas cosas que pasan adentro también. Hay una especie de declaracionismo que es una dificultad para vencer el dogmatismo ideológico, porque en el declaracionismo va todo aquello que resulta difícil de entender en una fuerza como el Frente Amplio.

Hay una parte de ese diagnóstico que genera consenso entre dirigentes y militantes, no sólo en analistas. ¿Cuáles serían los ámbitos en los que el Frente Amplio debería dar esas discusiones y empezar a elaborar programáticamente?

Es un tema del que hablo con otros militantes frenteamplistas y piensan exactamente lo mismo. Me ha pasado con una enorme cantidad de compañeros. No lo puedo medir, pero me pasa lo mismo con mucha gente. Entonces, ¿dónde está la piedra que obstaculiza seguir adelante de este punto de vista? Es la organización del Frente Amplio, el planteo orgánico que tiene el Frente Amplio para tomar las decisiones. Su máxima autoridad es el plenario nacional y ahí se frena todo, porque tenemos una organización en la que más o menos por mitades se les da el poder a los sectores, esos mismos sectores que se están atomizando, y por otro lado a las llamadas bases, que en la historia del Frente Amplio jugaron un papel fundamental, pero ese papel desapareció hace tiempo, porque en su inmensa mayoría las bases han sido absorbidas por algunos sectores político-partidarios, que de esa manera amplifican su poder de decisión dentro del plenario nacional. Ahí seguimos teniendo una enorme dificultad. Si eso no cambia, lo demás no va a poder cambiar. Hay que hacerlo conversando mucho, teniendo mucha paciencia. Esto no está a la vuelta de la esquina, va a ser muy lento, porque además ha venido agravándose con el tiempo. Examinen incluso el Frente Amplio de hace diez o 15 años: era distinto a este. Se estaba atomizando, pero tenía mucho menos atomización que ahora. He visto a gente que sale a colocar bancas para las próximas elecciones a cambio del apoyo a una lista que nadie conoce. Esto ha venido creciendo, a tal punto que es una vergüenza en algunos casos mirar lo que pasa desde este punto de vista en sectores de la izquierda. Es un fenómeno que está en movimiento, en crecimiento. Cuando hacés ese ejercicio de mirar 15 años para atrás, las posturas ideológicas del Frente Amplio no eran tan profundamente discutibles en algunos casos como lo son ahora. Así que es un fenómeno que no está quieto y no podemos pagarlo a un precio tan caro como el deterioro del Frente. Tenemos que salvar de estos problemas al partido al que pertenecemos, del que somos parte, al que llevamos en el corazón, al único que podríamos tener como partido para trabajar. No va a ser nada fácil, pero creo que el camino no es ocultarlo, no es condenar al que critica, sino que es preguntarse si no será así, si no tendrá algo de razón. ¿Qué pasaría si siguiéramos así en el futuro? ¿Qué pasaría después de que pasemos esta época tan compleja y tan difícil del país? ¿Hacia dónde vamos? Hay que preguntarse todo eso junto.

Danilo Astori durante una conferencia de prensa junto a Agustín Carstens, subdirector gerente del Fondo Monetario Internacional, en el hotel Presidente, el 16 de febrero de 2005.

Foto: Iván Franco

Si uno profundiza en su diagnóstico se abre una encrucijada. O el Frente Amplio cambia profundamente o para pensar en una alternancia debería nacer otra fuerza política que en todo caso acumule en una segunda vuelta electoral. ¿Cuál es el camino? ¿Un Frente mejorado o una estrategia de ese tipo?

Eso jamás. El camino es la paciencia. Ustedes creerán una vez más que soy ingenuo, pero el camino es la paciencia, la conversación, el trabajo. Ahora tenemos, por ejemplo, un problema con la elección de autoridades del Frente Amplio. Se habla del presidente, pero en realidad se eligen todos los integrantes del plenario nacional, además del presidente, y ustedes ven las dificultades que estamos teniendo. No nos podemos poner de acuerdo ni siquiera sobre la presidencia del Frente Amplio. Lo que creo es que hay que trabajar mucho, arremangarse, sentir al Frente en el corazón, convencernos de que no hay otro camino que no sea el de cambiar nosotros por dentro, porque el otro camino para mí sería nefasto. No quiero exagerar, pero sería un golpe mortal para la izquierda uruguaya.

Habló de la generosidad como un valor del Frente Amplio fundacional. ¿Un costo de los 15 años es que la generosidad se transformó en ingratitud? ¿El Frente puede ser más ingrato que los partidos tradicionales?

Creo que ingratitud y generosidad hay en todos los partidos, en todo el sistema político. Me parece que las diferencias no vienen por ahí. En todos los partidos podemos encontrar características de ese tipo. A veces podríamos hablar de un poco más de énfasis en alguna de estas características en ciertos partidos, pero no creo que vaya por ahí la cosa. Es parte de la práctica política.

Se instaló la idea de que el Frente Amplio está débil en su ala socialdemócrata, más centrista, que el Frente Liber Seregni representó durante mucho tiempo. ¿Cuánto hay de picardía de los adversarios políticos y cuánto hay de verdad en esa afirmación?

En un análisis autocrítico hay que aceptar esa afirmación, y al mismo tiempo de ahí nace un desafío. Es un ejemplo que yo puedo poner de, modestamente, para dónde ir. ¿Qué hacemos? Todo dentro del Frente Amplio, nada fuera del Frente Amplio. Y una de las deudoras de esta tarea no realizada es el ala moderada, sin ninguna duda, que a veces por cuestiones menores de rivalidades pequeñas, de egolatrías más pequeñas aún, de falta de generosidad para usar palabras como las que usamos hoy, no ha sabido sumar por encima de las apetencias personales y sectoriales. No hemos sabido hacerlo y ahora está planteado el desafío. Con un grupo de compañeros estamos tratando de coordinar una acción política; estoy hablando del Nuevo Espacio, de Daisy Tourné y su grupo, de Plataforma, de Asamblea Uruguay. Estamos tratando de iniciar un proceso de acumulación que luego se haga más amplio, pero para ser más amplio hay que superar las cosas menores. Hasta ahora hemos perdido la batalla con las cosas menores. Hay que dar vuelta ese partido.

¿Por qué nunca se fue del Frente Amplio?

Porque pertenezco al Frente Amplio, a sus valores, a su ética, a su responsabilidad, a su mirada estratégica, porque soy de izquierda y la izquierda en Uruguay se llama Frente Amplio.

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