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La existencia de una novela gráfica escrita por Gustavo Espinosa e ilustrada por Gustavo Alzugaray (ambos escritores olimareños fogueados en la lectura intensa de las historietas de la editorial Columba y, en particular, de las firmadas por el paraguayo Robin Wood) era un rumor que se dejaba oír cada tanto en tertulias y conciliábulos. Para alegría de nuestros lectores, el rumor pudo ser confirmado y en esta edición de Lento estamos ofreciendo el primer capítulo de Oriental.
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A inicios de la década del 30 del siglo XIX el Reino de Piamonte Cerdeña había participado sin éxito en varios intentos de unificación del territorio italiano. Una y otra vez el Ejército austríaco aplastó estos movimientos. Por esa época, con alrededor de 30 años, Giuseppe Garibaldi iba y venía entre Niza (y otras ciudades de la península) y el mar Negro, al que volvía regularmente en busca de aventuras y fortuna. Todavía no había viajado a América ni conocido a Anita ni, mucho menos, se había convertido en el héroe de dos mundos.
Es precisamente en Niza donde comienza esta historia que, al igual que el gran Cleómbroto sardo, no permanecerá en el mismo lugar por mucho tiempo.
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Hay distintas maneras de quedar atrapados, de tendernos trampas, pero la infancia es un lugar en el que indefectiblemente somos rehenes de los demás. Nadie es libre, dice este cuento de Inés Garbarino, construido desde la opresión de lo nimio, en que los detalles funcionan como materiales para construir una cárcel.
Una madre primeriza intenta escribir entre los intersticios de sueño de su bebé y la vida cotidiana. La escritora tiene pendiente un cuento sobre su propia madre mientras bucea en la memoria y los pliegues de su cuerpo. ¿Qué margen de libertad hay para una artista madre? ¿Es el arte una llave para la liberación?
¿Puede renacer algo que nunca fue? La protagonista de este cuento deja Argentina rumbo a una promesa francesa para convertirse en otra, en alguien que cruza el océano hacia un destino arreglado, pero se instala en el recuerdo. Décadas después, un nuevo impulso vital la hace volver a eso que creía perdido.
Y una mañana nos damos cuenta de que vivimos con un extraño, un poseído, un espíritu reemplazando a otro. ¿Qué queda de la persona anterior? ¿Adónde se la va a buscar si queremos volver a ella? En este cuento, el escritor argentino Tomás Downey parece que advirtiera: cuidado con desear que el otro cambie, porque se puede cumplir.