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Foto: Juana Ghersa

Onironautas

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Soñar no es igual para todo el mundo. Están quienes prefieren no hacerlo (o no recordarlo) y quienes, en cambio, sienten que la parte más intensa de su existencia es la que tiene lugar durante el sueño. En esta nota descubrimos cómo la ciencia se ocupa de la experiencia onírica y piensa en desarrollar su potencial curativo.

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Era una noche espectacular. Sentía la calidez del verano. Había una plaza con una feria y un árbol grande iluminado con lucecitas blancas. Luego de caminar un poco, volé hasta un cable de alta tensión y me senté en él a mirar desde las alturas. Se acercó un niño con un turbante en la cabeza y se quedó a mi lado. De repente sentí vértigo por estar en un lugar tan alto y le dije al chico: "Uy, si nos caemos acá...”. Y él me respondió: "No te preocupes. Hace rato que dejamos los cuerpos atrás".

Alejandro Dajil se nombra a sí mismo como un viajero astral. Tiene 41 años, nació en Villa Ballester, en la provincia de Buenos Aires (Argentina), y desde los 17 comenzó a tener sueños en los que era consciente de que estaba soñando (sueños lúcidos). La escena anterior es uno de ellos y continúa así:

Me fui volando con el niño. Llegamos a un lugar y aterrizamos. Había muchas personas que lo saludaban; parecía que lo veneraban. Y él me dijo algo así como "te estamos viendo".

Alejandro habla a través de una llamada desde Pinamar, donde vive. Y agrega:

—Eso me emocionó muchísimo, porque este es un camino un poco solitario. Estás entrenando solo para tener estas experiencias, más allá de que cada tanto hacía ejercicios con amigos.

La comunidad de onironautas —aquellas personas que adquieren consciencia durante los sueños y buscan ejercer un control sobre ellos— no es muy visible, más allá de foros específicos y grupos en redes sociales. Sin embargo, se estima que alrededor del 50% de las personas ha tenido al menos un sueño lúcido en su vida, aunque solo una minoría los experimenta con frecuencia.

La investigación

En una especie de corredor largo con paredes insonorizadas y cuadros de películas —Inception (El origen), Eternal Sunshine of the Spotless Mind (Eterno resplandor de una mente sin recuerdos), Dark City (Ciudad en tinieblas), Inside out (Intensa-mente) y Memento (Amnesia)—, están sentadas cinco personas frente a sus computadoras. Son los investigadores y becarios del Laboratorio de Sueño y Memoria, ubicado en el segundo piso del Instituto Tecnológico de Buenos Aires (ITBA), en el barrio porteño de Parque Patricios. Desde hace seis años, entre sus distintas ocupaciones, estudian los sueños lúcidos, aquellos en los que las personas se perciben a sí mismas como si estuvieran fuera de su cuerpo físico y observan y se mueven desde esa nueva perspectiva. Es el único laboratorio de estas características en Argentina y uno de los pocos que existen en el mundo.

El equipo del laboratorio, liderado por la doctora en Ciencias Biológicas Cecilia Forcato, estudia el sueño, la memoria, el contenido onírico y la consciencia. Es interdisciplinario: hay tanto profesionales que vienen de la biología como de la psicología y la ingeniería. Una de sus principales líneas de estudio es lo que ocurre en los estados conscientes durante el sueño y la vigilia. En ella investigan cómo la consciencia puede emerger durante el sueño, dando lugar a los sueños lúcidos y las experiencias fuera del cuerpo. Estudian las bases neurofisiológicas de estos estados y cómo el contenido del sueño puede ser influido desde el exterior. Además, están desarrollando un protocolo innovador para inducir estados oníricos conscientes en un laboratorio. El objetivo, a largo plazo, es aplicarlo en el ámbito de la salud.

Personas que experimentan estos estados de consciencia han afirmado tener un menor miedo a la muerte que aquellas que no los experimentaron, debido a la cantidad de veces que la vivieron en sus sueños. Hay deportistas, por otro lado, que tienen una lesión corporal producto de un accidente y usan sus sueños lúcidos para entrenar saltos o maniobras físicas que durante la vigilia no pueden realizar. Otras personas buscan cerrar duelos encontrándose con seres queridos fallecidos para conversar con ellos. Estas son algunas de las aplicaciones terapéuticas que se observaron en experiencias de consciencia onírica.

"Tener consciencia dentro de un sueño y poder controlar algunas cosas de él, que es lo que ocurre durante los sueños lúcidos, se está viendo que puede ser una herramienta para las pesadillas recurrentes, por ejemplo, en pacientes con trastorno de estrés postraumático. También se lo plantea como una herramienta potencial para la rehabilitación de personas que sufrieron una lesión cerebral que afecta alguna función motora", explica a Lento Forcato, en uno de los escritorios del laboratorio fundado por ella en 2016 y con sede en el ITBA desde 2019.

Adiós a la metafísica

El estudio sobre estos estados del sueño comenzó hacia fines del siglo pasado. Durante buena parte de la historia no fueron considerados de interés para la ciencia, que los relegó al ámbito de las experiencias espirituales o chamánicas. Civilizaciones antiguas como la egipcia y la griega consideraban que los dioses nos hablaban a través de los sueños. Y el budismo tibetano fue más allá al desarrollar el yoga del sueño para lograr la consciencia a través de estos. "Este cuerpo especial para soñar es capaz de disociarse completamente del cuerpo físico para viajar a cualquier parte", dijo Tenzin Gyatso, el decimocuarto Dalái Lama, líder espiritual del budismo tibetano. "Las experiencias fuera del cuerpo eran consideradas algo metafísico, se las nombraba y se popularizaron con el nombre de viajes astrales. Actualmente, para la neurociencia, tienen que ver con cómo la corteza temporoparietal está integrando la información que nos llega de todos los sentidos para codificar nuestra imagen corporal y la noción de nosotros mismos", dice Forcato.

Un pionero en el estudio de los estados alterados de la conciencia fue Robert Monroe, un empresario publicitario nacido en 1915 en Virginia, Estados Unidos. "En 1958 yo llevaba una vida razonablemente normal con una familia razonablemente normal. Vivíamos en el campo porque somos amantes de la naturaleza. La única actividad heterodoxa eran mis experimentos con datos extraídos durante el sueño, conmigo como sujeto principal", cuenta Monroe en su libro Viajes fuera del cuerpo (1971) sobre la primera vez que le ocurrió una experiencia que llamó su atención y lo llevó a consultar con su médico y psicólogo. En este libro detalla las experiencias extracorporales que tuvo entre 1958 y 1964 y las técnicas que le permitieron expandirlas. Entre los objetivos de la publicación del libro, señala el siguiente: "Que mañana o en los años venideros las ciencias formales y aceptadas de nuestra cultura ampliarán sus horizontes, conceptos y postulados e investigarán para ensanchar las perspectivas aquí expuestas con el fin de enriquecer en el ser humano el conocimiento y la comprensión de sí mismo y de todo cuanto le rodea".

Otras personas tomaron el guante. "Hoy en día, con el avance de las neurociencias del sueño y las técnicas de registro disponibles, podemos abordarlo de una manera rigurosa y controlada. Esto no siempre fue así, durante mucho tiempo no existieron herramientas que permitieran estudiar estos fenómenos de forma objetiva", comparte, en diálogo con Lento, Nerea Herrero, licenciada en Psicología por la Universidad de Buenos Aires, especialista en estados alterados de la consciencia del sueño e integrante del Laboratorio de Sueño y Memoria.

El neurocientífico suizo-alemán Olaf Blanke, nacido en 1969, demostró que estos estados pueden estudiarse de forma científica, a partir de sus estudios sobre las experiencias fuera del cuerpo en pacientes neurológicos. Unas décadas antes, en 1975, al psicólogo británico Keith Hearne se le ocurrió una idea revolucionaria que sentó las bases de los estudios actuales: pedir a los soñantes que realicen un movimiento ocular específico dentro del sueño para poder comunicarse con los investigadores en tiempo real. "Gracias a esa “marca ocular”, hoy podemos identificar con precisión cuándo una persona está en un sueño lúcido y extender el mismo método para estudiar fenómenos como la parálisis del sueño o las experiencias fuera del cuerpo", detalla Herrero.

Recientemente, el equipo dirigido por Forcato publicó el artículo "Estudio exploratorio de los estados no ordinarios de conciencia durante el sueño muestra características electrofisiológicas distintas de la vigilia y las etapas canónicas del sueño" en la revista Scientific Reports, con Herrero como primera autora. En esta investigación lograron registrar, por primera vez en un entorno de laboratorio, experiencias fuera del cuerpo iniciadas durante el sueño.

Un hobbie

Me acuesto y en algún momento siento que caigo, soporto la sensación y en breve estoy sentada sobre una mesa. Miro alrededor. El lugar es todo vidriado, hay muebles y cosas acumuladas. Veo que a ambos lados hay aberturas que dan a otro salón y escucho ruido: parece que hay alguien del otro lado. Antes de ir me aseguro de dejar mi marca: estiro el brazo y lo muevo de derecha a izquierda siguiéndolo con la mirada. Espero y la repito. Veo a alguien sentado en el salón. Tiene el pelo rubio y la cara cubierta con algo blanco que parecen vendas. Decido salir al salón por el otro lado. Mientras paso entre las cosas algo se cae y hace ruido. Quien sea que está ahí no puede verme, pero noto que me escuchó. Se acerca como tanteando con las manos. No me gusta su energía, es rara.

Nadia Masera tiene 37 años, es trabajadora administrativa y su hobbie es soñar, anotar lo que sueña e investigar sobre los sueños, algo que hace desde muy pequeña. Aprendió a dejar la "marca" en su casa mientras dormía. Cuando logró realizar este movimiento ocular de izquierda a derecha en tres oportunidades distintas durante los momentos de consciencia en sus sueños, ya estaba lista para ir a hacerlo al laboratorio.

"Cuando me enteré de ese famoso experimento en el que el observador se comunica con el soñador quedé completamente flasheada. Me pareció fantástico que alguien se interesara en tratar de entender cosas que yo no puedo explicar. Cuando logré comunicarme con personas que se dedicaban a estudiar esto, fue un gran logro para mi niña interna que había empezado jugando", cuenta Nadia a Lento.

Desde que tiene recuerdos estuvo interesada en los sueños. Alrededor de sus ocho años comenzó a reconocer cuándo se encontraba dentro de un sueño. Se veía caminando en la calle, sola, durante la noche, algo imposible que ocurriera en sus momentos de vigilia. Y en esa caminata veía a un grupo de niños con los que fue forjando una relación cada vez que se repetía el sueño. "Jugaba a memorizar sus nombres porque tenía la esperanza de que en la vigilia me los iba a encontrar en algún momento. Cada tanto me los encontraba en distintos sueños", cuenta sobre esta primera etapa de su exploración.

Siempre fue autodidacta. De niña le regalaron un diario íntimo y como a ella le interesaba más lo que ocurría en sus sueños que lo que pasaba cuando estaba despierta, empezó a registrarlos. Aprendió a tener cierto control sobre elementos de sus sueños a prueba y error. Cuando de grande tuvo acceso a internet, se enteró de que había técnicas que compartían otras personas que ella ya utilizaba sin haberlas leído previamente.

Durante mucho tiempo lo compartió solo con su mamá. Luego lo extendió a sus amistades y se dio cuenta de que lo que le ocurría no era tan común en otras personas. Sin embargo, en todos estos años de exploración observó cómo personas que ni siquiera recordaban sus sueños terminaron teniendo también experiencias como las suyas.

"En entornos conocidos hemos compartido técnicas pensadas por nosotros mismos y así presencié cómo muchas de estas personas fueron avanzando. Cada una a su ritmo. Es algo que se puede aprender, es una habilidad que está en todos. Desde el vamos todos soñamos y se puede potenciar, claramente", dice.

El entrenamiento para explorar estos estados muchas veces es solitario. Por eso, los onironautas narran que conocer a otras personas con los mismos intereses es muy gratificante. "La experiencia de participar en los experimentos estuvo buenísima porque me conecté con gente que ama lo que hace y es como hablar con tu tribu, con gente que se dedica a lo mismo. Fue muy entretenido y un desafío", cuenta Alejandro sobre las veces que fue voluntario en distintos estudios del Laboratorio de Sueño y Memoria. Tanto él como Nadia son asiduos participantes en estas instancias.

Sueños de probeta

En una habitación insonorizada con una cama individual, una mesita y un velador con luz cálida, recreada por el laboratorio, les toca dormir, de una forma algo distinta a la habitual. Antes tienen una conversación con la persona a cargo del estudio y firman un consentimiento. Las investigadoras les preparan la cabellera para colocarles una gorra de tela de malla negra con 33 electrodos para registrar la actividad cerebral, el movimiento de los ojos y de los músculos. Se acuestan y, al apagar la luz, el cuarto queda en una oscuridad plena. Piensan en si podrán dormirse, si les tocará esa noche tener un sueño lúcido o una experiencia fuera del cuerpo y si podrán dejar la "marca".

"En las experiencias extracorporales que tuve ahí me acuerdo de haber salido del cuarto, atravesar la pared y cruzarme con gente que estaba teniendo una clase. Pero no me crucé con las chicas que estaban haciendo el estudio", comparte Alejandro.

Para lograr este estado en el laboratorio, no le dieron reglas: le pidieron que lo hiciera como él solía hacerlo. "La experiencia extracorporal arranca en la frontera en la que te estás quedando dormido. No uso sustancias ni nada; es entrenamiento puro. La técnica que a mí me da más efectividad es levantarme temprano a la mañana. Se llama “wake back to bed”: te levantás para ir de nuevo a acostarte. Entonces, te levantás temprano tipo cinco de la madrugada. Tenés un poco de sueño, pero ya te levantaste, y la idea consiste en volverte a dormir. Yo por lo general no vuelvo a la cama, sino que me voy a un sillón y me recuesto", narra Alejandro.

Para sentirse más tranquilo y seguro, antes de comenzar invoca a la luz a través de una oración o una frase que varía. Luego trata de mantener la consciencia mientras se queda dormido. En ese estado, entre la vigilia y el sueño, empieza a escuchar sonidos: pasos, susurros, zumbidos. Puede sentir que algo lo toca, que le toman la mano o que un gato camina sobre su cuerpo: "Es un momento que puede llegar a asustar, pero después de leer un montón de libros y de charlar con gente, te das cuenta de que es parte de la experiencia. Tenés que relajarte, respirar, incluso si tenés una parálisis del sueño".

En un momento, después de atravesar esa etapa, "te das cuenta de que si te levantás, te salís del cuerpo", dice. "Es bastante raro de teorizar, pero es una sensación. En mi caso, cuando hago eso, yo no veo a mi cuerpo dormido. La mayoría de los relatos cuentan que las personas se ven dormidas a sí mismas, que no es mi caso. Si el sillón donde hago el ejercicio es el living de mi casa, por ahí me levanto y estoy en ese living, pero salgo caminando, atravieso la pared y del otro lado ya hay otro mundo", cuenta sobre las experiencias fuera del cuerpo que ha tenido.

Algunas personas logran tener consciencia en el sueño de forma espontánea y otras lo entrenan. Para los sueños lúcidos, la técnica más extendida son las pruebas de realidad. Consisten en observar distintos elementos del sueño y corroborar si se comportan de la misma forma que en la vigilia: prenden y apagan el interruptor de la luz, miran sus manos, ven un reloj o un cartel con algo escrito y luego vuelven a observarlo para chequear si muestra la misma hora o las mismas palabras. También la mayoría lleva un cuaderno de sueños. "Dicen que si vos te empezás a interesar en los sueños, los sueños empiezan a interesarse en vos", dice Alejandro. Los registran apenas se despiertan ya que cualquier otra acción puede traer como consecuencia el olvido del sueño.

"A veces, si te movés o cambiás de posición cuando te despertás, podés llegar a olvidarte de detalles de los sueños. Yo siempre digo que es una práctica muy tirana. Nada te asegura que vayas a tener la experiencia. Entonces hay un montón de veces que tenés insomnio. Después en el día podés quedar muy roto porque te levantaste a las cinco y puede que esa vez no te haya salido", agrega sobre los años de su entrenamiento. Para compartir sus experiencias con otras personas, creó el sitio Comunidad Gamma (comunidadgamma.com), en el que a fin de año lanzará un taller.

Luces y sombras

Los objetivos para alcanzar estos estados son múltiples y dependen de cada persona. "Lo más común en los sueños lúcidos es experimentar la sensación de volar, explorar lugares o interactuar con personajes oníricos. Algunas personas aprovechan para probar qué tanto control pueden ejercer sobre el sueño o cuánto tiempo pueden permanecer lúcidas, poniéndose metas previamente desde la vigilia. Otras prefieren adoptar un rol más contemplativo y dejar que el sueño se desarrolle por sí solo, viviéndolo como una experiencia introspectiva o incluso espiritual. También hay quienes lo utilizan con fines terapéuticos", explica la investigadora Herrero.

Alejandro los explora con la intención de viajar a sitios que no conoce y conversar con personas. Nadia tuvo distintas búsquedas a lo largo de los años: lograr despertarse cuando tenía sueños que no quería tener, desplazarse entre los sueños, investigar, fijar conocimientos cuando tenía que estudiar para un parcial y uno de los últimos fue mapear el espacio onírico de sus experiencias. "Salía a caminar y memorizar. Y cuando me despertaba lo anotaba. Si un día me había desplazado hacia el norte de mi casa, a los días siguientes iba hacia el sur y me encontraba con un escenario distinto", cuenta.

Las experiencias no siempre son positivas. Según el estudio "Tasas de prevalencia de parálisis del sueño a lo largo de la vida: una revisión sistemática", publicado en 2011 en la Revista de Medicina del Sueño, el 7,6% de la población general experimentó alguna vez una parálisis del sueño, pero esta cifra aumenta al 28,3% si se observa solo a las y los estudiantes, entre quienes se registra una mayor incidencia asociada al estrés.

"Las parálisis del sueño son estados que duran un breve período, en la transición entre estar despierto y dormido, donde uno no tiene control de los movimientos voluntarios pero está consciente del entorno. Pueden causar un malestar significativo. A veces son acompañadas por la presencia de un “intruso” que se define como una sensación de miedo y/o una presencia amenazadora en el cuarto, o de un íncubo, que consiste en una dificultad para respirar, presión en el pecho, sofocación, sensación de muerte inminente. También hay quienes viven las experiencias fuera del cuerpo, sobre todo las que son espontáneas, con miedo, porque pueden creer que se están muriendo al sentir que se desprenden del cuerpo físico", explica la doctora Forcato.

Las experiencias fuera del cuerpo (OBE por su sigla en inglés) pueden usarse como tratamiento para las parálisis del sueño o la depresión. "Las OBE se inician en la parálisis del sueño. Cuando uno compara las emociones percibidas en ambos estados, las experiencias fuera del cuerpo muestran significativamente mayor frecuencia de emociones positivas (felicidad, amor, paz, tranquilidad, esperanza), mientras que en la parálisis del sueño se experimenta mayor frecuencia de emociones negativas como miedo, ansiedad y terror. Como las OBE se pueden inducir y a la vez pueden derivar en un sueño lúcido, podrían usarse como una herramienta para el tratamiento de la parálisis del sueño recurrente al permitir salir de ese estado".

Desde el laboratorio plantean la inducción de experiencias fuera del cuerpo como una herramienta para el tratamiento de la parálisis del sueño, junto con el entrenamiento de la inducción de sueños lúcidos para que los soñantes puedan ganar control en la experiencia. Además, suman prácticas de mindfulness para la regulación del nivel de ansiedad de la parálisis.

"Las OBE también están asociadas con cambios psicológicos y existenciales duraderos, incluyendo un aumento de la espiritualidad, la disolución del ego, una reducción del miedo a la muerte y una mayor empatía. Por eso las proponemos como una herramienta para el tratamiento de la depresión mayor. Tienen efectos similares a la psilocibina", agrega.

Entre los miedos y las preocupaciones que surgen en las personas que viven estas experiencias está creer que hay algo malo en ellas. Para la psicóloga Herrero, es importante aclarar que experimentar sueños lúcidos, parálisis del sueño o experiencias fuera del cuerpo no implica necesariamente la presencia de una patología. "Aclaro esto porque muchas personas que las viven suelen preocuparse o sentirse confundidas, especialmente cuando las experiencias son muy vívidas o difíciles de explicar. Es comprensible, dado que son fenómenos que pueden generar cuestionamientos profundos sobre la propia percepción y la realidad", dice.

Explica: "Mientras que estas vivencias ocurran dentro del marco del dormir, pueden considerarse fenómenos normales del espectro onírico. Sin embargo, cuando una experiencia fuera del cuerpo se presenta durante la vigilia, o si tenemos la sensación de irrealidad y creemos que estamos soñando cuando en realidad estamos despiertos, es importante consultar con un profesional para descartar cualquier patología. También es fundamental que los profesionales de la salud conozcan estos fenómenos para evitar diagnósticos errados y poder acompañar adecuadamente a quienes los experimentan".

Los significados que los onironautas dan a estas experiencias varían. Algunos las consideran propias de una fase espiritual, un viaje de la consciencia, experimentar otro plano de la realidad o una extensión de ella. Nadia no sabe si puede darle un significado. "Lo sigo buscando. Incluso hay veces que lo que creía que era de una manera después me doy cuenta de que no era así. Para mí son como puertas y ventanas para salir a jugar".

Agustina Ramos es una periodista argentina y se dedica a temas vinculados con el género y de interés general. Trabaja en la agencia Presentes y en medios públicos.

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