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Anarquismo y estética

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El martes a las 20.00 en el Salón Dorado, Leandro Delgado, junto a Óscar Brando y Daniel Vidal, presenta Anarquismo en el novecientos rioplatense: cultura, literatura y escritura.

¿Por qué te parece que la conexión entre anarquismo y letras en esta región llega después que el estudio de otros vínculos del anarquismo?

Creo que obedece a la forma de entender y practicar la literatura, es decir como subsidiaria de la necesidad de transmitir una verdad, por lo cual pudieron quedar por el camino los elementos beleletrísticos apreciados por el modernismo o los dogmáticos del realismo y el naturalismo. Quizá haya sido por eso que la literatura anarquista nunca fue considerada digna de ser estudiada, cuando en realidad los anarquistas estuvieron deconstruyendo los mecanismos (y temas) de la escritura de una manera bastante carente de prejuicios y en el entendido de que las formas convencionales de practicarla no dejaban de ser autoritarias y de control social a través del lenguaje. Hay estudios sobre la literatura de muchos anarquistas rioplatenses (Alberto Ghiraldo, Florencio Sánchez, Roberto de las Carreras, Ernesto Herrera, Rafael Barrett), pero no desde el lugar del anarquismo, sino desde el lugar asignado por el canon. El estudio de estos escritores desde el anarquismo es muy reciente o inexistente. Y creo que desde el anarquismo se puede ver mejor el alcance de una literatura que tuvo mucho más que ver con la escritura como acción transformadora del mundo vivido que como proyecto personal o nacional. Por otra parte, es cierto que los anarquistas no descollaron en los formatos clásicos del cuento y la novela (salvo Sánchez en el drama), pero contribuyeron de manera significativa en la crónica y en la literatura testimonial (géneros típicamente latinoamericanos) como sólo se va a repetir recién en los 60 y de ahí en más.

Vos decís que el anarquismo, además de ser una influencia en cuanto a “contenidos” libertarios, también lo fue en cuanto a libertades sintácticas, estilísticas, genéricas.

Por un lado, el anarquismo se funda en la libertad individual. Por otro, hay una urgencia por la denuncia de situaciones muy diversas. Lo que yo propongo observar es cómo el anarquismo habilitó u ofreció agencia a escritores que, por su posición de clase, no habrían accedido a los circuitos oficiales letrados ni a las editoriales consagradas. Ellos armaron sus circuitos y sus editoriales. Son el do it yourself del 900. Ante la urgencia social y política, incluso ante la falta de una mayor formación, los anarquistas no tuvieron ningún problema en “maltratar” el lenguaje y practicaron una escritura con resultados no sólo efectivos sino inesperadamente novedosos. La ruptura de las reglas convencionales, que luego se identifican con las vanguardias, son algo así como el efecto secundario de una literatura urgente practicada por escritores muchas veces no del todo formados. Y aquellos escritores más formados pudieron detectar, apreciar y cultivar esta novedad y llevarla a otros terrenos. Luego las vanguardias, en mi opinión, emplean esta ruptura de manera más despolitizada, es decir en términos mayormente formales. Creo que la literatura del anarquismo del 900 fue la vanguardia antes de la vanguardia. Y creo que sería tiempo de estudiar las vanguardias posteriores no desde el lugar de la ruptura sino desde el anarquismo.

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