Su nombre resuena sobre todo por sus ensayos sobre fotografía, enfermedad y asuntos de alta/baja cultura, aunque también es posible que se recuerde a Susan Sontag (1933-2004) por sus novelas, o exactamente, por El amante del volcán (1992), la más exitosa de todas. Pero Sontag también escribió un puñado de textos ficcionales breves –hay que llamarlos así, porque no todos son exactamente cuentos–, que han sido reunidos parcialmente en el volumen Yo, etcétera, aparecido hace ya 40 años. Sontag siguió escribiendo ese tipo de relatos, que mayormente publicaba en revistas, y con esa segunda tanda se formó en 2017 la base de Declaración, el libro que ahora edita Penguin Random House ($ 550). La edición en español, sin embargo, tiene un plus: cuatro piezas tampoco recogidas en libro, incluida una hasta ahora inédita.
Aguda, brillante, cambiante, Sontag mantiene muchas de sus virtudes como ensayista en estos textos narrativos. El antólogo estadounidense, Benjamin Taylor, propone la idea de que la escritora, igual que Antón Chéjov, usaba el formato breve para evadir la “autobiografiafobia”, y ciertamente, hay muchos tramos de memorias personales; por caso, en “Peregrinación” cuenta sobre su viaje cuando adolescente para conocer a Thomas Mann, en “Declaración”, sobre el sinsentido que rodeó al suicidio de una amiga madura. Quizás también haya algo de eso en la pieza más emblemática de la colección, “Así vivimos ahora”, un cuento experimental en el que se da forma a un relato colectivo –un declarante por frase, cual parte policial multitudinario– sobre un amigo común que padece sida, pero también es cierto que aparece allí la voluntad de Sontag por tomarle el pulso al tiempo en que vivía –fue una escritora que no evadió compromisos ni riesgos, como cuando montó Esperando a Godot en Sarajevo, cuando la ciudad era sitiada por los serbios, en 1993–. Otra pieza notable por su hibridez y novedad es “Proyecto para un viaje a China”, que integra notas, esquemas, cuadros, reflexiones, prejuicios, recuerdos, ansiedades de una forma aparentemente inconexa, pero bellamente hilada. También ahí aparece sintetizada la tensión, de la que la propia Sontag habló, entre ficción y ensayo como espacios para la especulación libre.