Murió este jueves en Montevideo el poeta Elder Silva, autor de una vasta obra que despegó en los años 80 con la publicación de Líneas de fuego (1982) y ya no se detuvo. Activo militante de la poesía y la cultura, Silva fue también periodista, docente y gestor cultural, además de un fervoroso hincha de Rampla. En esa faceta, sobre todo, lo recuerda nuestro compañero Agustín Lucas:
“Mi vida tuvo la gracia de compartir algunas noches, nunca demasiadas, con Elder Silva, a quien primeramente conocí o asocié con el poeta hincha de Rampla. Elder nació en Salto, más precisamente en Pueblo Lavalleja, en 1955. Su cuerpo se apagó ayer después de un partido que duró más de 180 minutos, que ganó en la ida y empató en la vuelta, y con eso clasificó al Rampla de sus poemas al sempiterno legado de las letras criollas. Pero además, Elder Silva fue mundial, llevó esas letras criollas –nuestras para siempre– más allá de diversas fronteras, y volvió al barrio del Cerro, a la cuna. La mayoría de esas noches que nunca fueron tantas se dieron en la cantina del Guruyú Waston, en la calle Maciel entre Reconquista y Buenos Aires. La cantina ya no está, Elder tampoco, la poesía siempre. Cuando Sebastián se descolgaba el frac de cantinero y se lustraba una mano con la otra, era genial verlo a Elder agitarlo por los tambores, calentitos, contra la salamandra. Miro más allá del ventanal y lo veo abrir los brazos y bailar. Un ídolo poético. Una de esas noches en ese rincón del mundo el nieto del gran payador Carlos Molina, que era un gurí, nos enseñaba una puñalada fresquita en el costado, por haberle cortado las cuerdas a otro paisano en plena reyerta improvisada. Elder hablaba de Rampla. El bigote se le movía y la voz recitaba. No era su voz siquiera, era la voz del poeta, que sonará por siempre”.
Sus restos serán velados este viernes entre las 14.00 y las 15.30 en la empresa Francisco González, en General Flores y Blandengues.